De: maestroyuko@wanadoo.es
Para: laurasumisa@hotmail.com
Enviado: Sábado, noviembre 30, 2002, 16:58
Laura, no hay límites.
No temas.
Ríndete.
He leído con regocijo tu mensaje. Empiezas a vivir a tu Sumisa. Las Sumisas son Diosas. Acepta tus instintos.
La sinceridad y la entrega son armas de tu pureza.
Lo que llamas vulgaridad son secreciones de tu inocencia.
Disfrútalas, y ganarás entereza y seguridad.
Hay un espacio que conquistar. Una vez en él, todo lo que hoy te perturba te parecerá ridículo e indigno de atención.
Maestro Yuko disfruta llamándote adorable Laura.
Hoy, mientras me afeitaba la cabeza, pensé en el bondage de pelo.
Por la ventana se coló una brisa que olía a cuerdas mojadas. A rostro desencajado. ¿O fue mi imaginación? La frescura de las baldosas en mis pies descalzos me recordó el aroma de los pinos en el bosque que cubría la ladera de la colina, al fondo de la casa de la infancia. El olor de los troncos sin cepillar impregnaba el ambiente. Resina. Ámbar. La superficie de la tierra, recién removida, estaba formada por gruesos grumos. El rocío cubría las flores y las hojas. En el establo, un animal intentaba cubrir a su hembra. Desde donde me hallaba oía sus berridos, y distinguía su cabeza por un agujero en las tablas: el morro abierto, la lengua cubierta por una baba blanca. También vino a mi mente la frescura de cierta cabellera. Sus movimientos llovidos, su delicadeza insondable.
Guardo algunos mechones que algún día te mostraré. Y una antigua fotografía de la dueña, convertida en obra de arte.
El bondage de pelo es una práctica exquisita que requiere máximas habilidades y nobleza de parte del ejecutor. Añade una dosis considerable de morbosidad al ambiente de capitulación y aumenta la sensación de cautividad que invade a la Sumisa. Provoca un dolor humillante e íntimo. Una serenidad lacerante. No es un arte que esté al alcance de cualquier Amo. Cuerdas de arroz, son las ideales para el bondage de pelo.
Existe una leyenda acerca de un monje y Amo Supremo en el Japón medieval, llamado Nabeshima, que vivió en la isla de Kyushu. Dicho monje colgó a una novicia con tal maestría de su luenga cabellera que, al final de la sesión, todos los cabellos se desprendieron de la cabeza y quedaron suspendidos de cientos de finos bramantes. Formaban la imagen del templo Ryusyaku, famoso por su silencio. En el cuero cabelludo de la novicia no podía apreciarse ni una sola gota de sangre. Y el dolor fue de una categoría tan excelsa que la joven alcanzó el orgasmo al perder el pelo.
Yo no creo que sea posible hacer algo así.
Aunque… ¿quién sabe?
Maestro Yuko