Epílogo
—Sírvenos otra botella —le pide Andrés al
camarero.
—Mejor que sean dos —exclamo, consiguiendo
la risa del resto.
Hoy estamos festejando mi despedida. Tras ir
a buscar a Claudio y aclarar nuestra situación, hemos retomado la
relación. No ha sido nada fácil que entendiera que el dueño del
local que él tanto detesta es uno de mis mejores amigos y debe
aceptarlo en mi vida porque yo lo necesito a mi lado. Poco a poco,
lo ha conocido y ahora se llevan a las mil maravillas; si es que
Andrés es una persona increíble.
—¡Por los nuevos éxitos que están a punto de
llegar! —grita Yué emocionada por los acontecimientos.
No ha sido fácil tomar la decisión de
marcharme con Claudio a Nueva York; la condición ha sido continuar
ayudando en la galería.
Tras la boda, porque al final mi amiga se
casa, Biel la ayudará con la parte administrativa y comercial, así
ella podrá disponer de tiempo para hacer lo que realmente le gusta:
pintar.
Miro a Claudio y analizo nuestra relación,
que prospera a pasos agigantados. Por fin hemos encontrado el
equilibrio. Él ha conseguido darme todo lo que necesito para ser
feliz; los juegos en la intimidad se han convertido en el aliciente
que completa nuestra relación, y él marca un límite sano para los
dos.
Hace unos días que hemos regresado de mi
pueblo. Qué miedo tenía de la reacción de mi madre, pero, para mi
sorpresa, al ver a Claudio en persona y no al típico hombre
bohemio, desgarbado y loco, según sus palabras, se sintió la mujer
más orgullosa del mundo, tanto que pregonó por el pueblo nuestra
llegada como los artistas más prestigiosos de Nueva York.
Obviamente, la parte exagerada ya sabemos de quién la he heredado,
pero son mi familia y los quiero como son.
—Me gustaría brindar por la exposición de
Noruega —dice Claudio, consiguiendo el silencio del resto porque
nadie sabe de lo que habla.
—¿Qué exposición? —pregunto
sorprendida.
—La que vosotras dos vais a hacer en Oslo.
Va a ser una de las más famosas que ha llevado nuestro nombre hasta
el momento.
—Pero… —No logro terminar la frase porque
Claudio me besa y consigue que olvide lo que estaba a punto de
decir.
—Venga, parad ya, u os mando adonde ya
sabéis —bromea Andrés entre risas, lo que alerta a Claudio, que me
mira expectante por mi reacción.
—Ni hablar: eso ya quedó atrás —le respondo,
y noto la tranquilidad de mi chico, que me besa en la cabeza y me
abraza con fuerza.
—Pues brindemos por la boda, por el nuevo
comienzo en Nueva York y por la exposición de Oslo.
—¿Y cuándo vamos a brindar por ti? —replica
Yué dirigiéndose a Andrés, dejándolo sin palabras durante unos
segundos.
—Ya lo hacemos —dice él entonces—. Y
brindamos también por mí, porque soy feliz viendo a mis amigos
felices.
Emocionados, chocamos unas copas con
otras.
Observo la sonrisa de Claudio y me doy
cuenta de que, cuando estamos juntos, es cuando estamos en el lugar
correcto.