Capítulo 16
El ascensor tarda y yo estoy demasiado
nerviosa como para esperar, opto por subir por la escalera hasta
que llego a la cuarta planta del edificio sin aliento. Llamo a su
puerta con dos sonoros golpes, pero no parece haber nadie. Por si
acaso, digo su nombre en voz alta y oigo un ruido en el interior
que me demuestra que no quiere saber nada de mí.
Me siento en el pasillo sin poder evitar
llorar de nuevo, intento sollozar en silencio, no quiero que me
oiga, y mucho menos que sienta lástima. Venir ha sido inútil, una
pérdida de tiempo que tengo que asumir.
Respiro profundamente y me levanto para
marcharme, para dejar de molestarlo. Pulso el botón del ascensor y
espero impaciente a que las puertas se abran. Al igual que cuando
he llegado, parece que nunca lo van a hacer; comienzo a
desesperarme en el momento en que una mano me agarra del
brazo.
—Somos adultos, no puedo irme así —dice. Él
tampoco está bien: al igual que a mí, lo que ha ocurrido en la
galería lo ha afectado.
—Gracias, Claudio. —Es la primera vez que le
contesto amablemente, y los dos lo sabemos.
Lo sigo hasta entrar en su habitación y lo
primero que veo es su maleta hecha sobre una butaca. Oigo la puerta
cerrarse y él se apoya en la misma. Yo permanezco de pie sin saber
qué hacer con las manos, y mucho menos sé por dónde empezar.
—¿A qué has venido?
—Necesito que sepas lo que siento.
Toma asiento en la silla que hay justo
delante de un escritorio y me pide que lo haga yo también.
—Necesito entender qué pasó. —Su tono es
serio.
—Vi a una chica en tu casa cuando me
presenté allí para decirte que me quedaba contigo.
—No puedo creer que todo sea por eso… —Se
levanta y comienza a caminar nervioso—. Cuando tú te marchaste,
estaba pintando un desnudo para Arthur, y la que te abrió la puerta
fue la modelo. No te voy a esconder que intentó ligar conmigo, pero
yo no le hice caso.
Me quedo blanca, paralizada. Todos estos
años he creído que me había engañado y al final sólo fueron
imaginaciones mías. Me siento como una estúpida al saber la
verdad.
—Sentí que me habías traicionado y decidí
olvidarme de ti. Pero nunca lo he logrado, he intentado estar con
otros hombres y no ha funcionado, encontré un lugar donde podía
olvidarme de todo, pero tampoco funcionó. He ido de mal en peor,
hasta que Andrés y Yué me ayudaron a salir del agujero negro en el
que me había metido. —Lo miro esperando que diga algo, pero respeta
mi momento y, tras respirar de nuevo, sigo explicándole lo que he
venido a decirle—: Cuando te vi, ya estaba perfectamente, pero los
recuerdos y la rabia volvieron para hacerme caer de nuevo. Hacía
años que no iba al local, al menos para eso, años en los que nadie
me ponía una mano encima, pero, por más que me arrepentí, ya no
sirvió de nada: tú lo sabías y tu desprecio me hundió más aún. Fui
cobarde y no me siento orgullosa, pero ésa es mi vida y no puedo
cambiarla.
Claudio se acerca a mí y, con el rostro
desencajado, me agarra las manos y se las lleva a los labios para
besarlas.
—María, no sabes cuánto siento todo lo que
has pasado.
—Fue culpa mía: si no hubiera huido como una
cría y te hubiera contado lo que vi, nada de esto habría ocurrido.
Claudio, aún te quiero, seguramente ya sea tarde, pero si no te lo
digo me arrepentiré toda mi vida. —Sus manos tapan mi boca para que
no diga nada más.
Nos miramos durante unos segundos, en los
que sus dedos acarician mi rostro, y me besa, lo hace lentamente,
consiguiendo que mi corazón, que estaba hecho añicos desde que me
fui de su lado, vuelva a latir, vuelva a sentir lo mismo que hace
diez años, como si nunca nos hubiéramos separado.
Sus manos por fin son las únicas que
acarician mi cuerpo, la única voz que me habla, y esta vez no son
imaginaciones mías, es real. Claudio ha vuelto a mi lado para
recuperar lo que yo estropeé diez años atrás.
Fui una cría inmadura que no vi más allá, y
hoy me ha demostrado que las primeras impresiones no siempre son
ciertas. La mayoría de las veces todo tiene una explicación y si en
vez de ser impulsivos nos paráramos un segundo a analizar lo
ocurrido, descubriríamos la realidad que muchas veces se esconde
tras las apariencias.