Capítulo 11

 

Tengo que sentarme sobre el andamio porque estoy derrotada. No puedo con mi alma, la noche ha sido una de las más intensas de toda mi vida, y mi cuerpo lo sabe. Las piernas me flaquean y no quiero caerme, por ello he parado y me voy a tomar un merecido descanso.
Llevo demasiadas horas encerrada en este lugar, tantas que he podido pensar en lo que hice un rato antes de llegar. Aún no puedo creer que yo haya acudido a un lugar como ése, pero sí, he ido y, para colmo, conforme pasan las horas, más ganas tengo de volver.
Ahora mismo estoy observando mi obra nueva, ya está lista. No sé cómo la he pintado tan rápido, pero este trabajo ha salido solo, es totalmente diferente del resto. El fondo blanco impoluto contrarrestando las oscuras formas de la mujer… La verdad es que sí que tiene un poco de aspecto gore, pero a mí me gusta, creo que es una obra que representa el dolor de una forma muy elegante.
—Tenemos visita —oigo que dice la voz sonriente de Yué.
—Andrés. Hola.
No recordaba que le había dicho que viniera a ver la galería, aunque dudaba de que su proposición fuera en serio; pensé que más bien era el modo educado de volver a quedar una vez más.
—Te debía una visita. —Me da un beso en la mejilla y se queda inmóvil ante mi primera obra que he pintado en esta galería—. ¿Es tuya?
—Sí, acabo de terminarla.
—Dice mucho… —Mueve la cabeza a ambos lados y la observa durante unos minutos—. ¿No crees?
—Yo ya no sé qué creer —digo en voz baja entornando los ojos. No quiero que Yué me oiga, y doy gracias por que acaba de salir del almacén y nos ha dejado a solas.
—Sólo tienes que saber cuándo se acelera —repone él. Coloca su mano sobre mi pecho y, al instante, mi corazón late con fuerza. Siempre que me toca o está cerca lo siento de este modo—. Es muy fácil.
Cojo su mano y la retiro, y es entonces cuando más fuerte siento los latidos. No entiendo por qué. Lo miro a los ojos y sonríe ladino: él si lo sabe. Y creo que puedo tener una ligera idea de lo que realmente me ocurre. Necesito apartarme de él, pensar en otra cosa, por ello, camino hasta el andamio.
—Espera. —Retiro el seguro de las ruedas y empujo para que se mueva, sé que ver la pintura lo tendrá distraído—. Ahora sí se ve bien.
—¿La vas a vender?
Ambos nos quedamos embobados observando el gran lienzo cuando la voz de Yué nos sorprende a nuestra espalda:
—¿Cuánto estás dispuesto a pagar por ella?
Río al oírla, esta mujer se ha vuelto loca de remate. La miro con cara de «Déjalo ya», pero no me hace ni puñetero caso, ganas me dan de darle una colleja.
—Sesenta mil.
—¡¿Estás loco?! —grito alucinada por lo que Andrés ofrece, pero ninguno de los dos me oye, o al menos no me dicen nada, se miran fijamente a los ojos sin decir palabra alguna.
—Cien mil —dice de pronto la loca de mi amiga eufórica. Abro los ojos de par en par y, cuando voy a decir algo, ella se me adelanta—: Piensa que es única y su autora acaba de venir de la prestigiosa academia Haven Art, siendo la mejor artista de su curso elegida por el jurado de la escuela.
La muy arpía quiere hacer negocio, y uno de los buenos, a costa de un amigo, y no me gusta nada, no se puede ser tan cruel.
—Hecho, lo quiero para un lugar mágico al que le falta personalidad.
—¿Cómo? Pero, ¿qué estás diciendo? —reprendo a Andrés, que comienza a reír a carcajadas. Sin embargo, a mí no me parece gracioso.
—Que lo quiero —repite de nuevo—. ¿Aceptáis cheques?
—Mientras tenga fondos, como quieras.
No me hacen ni caso, permanezco en un segundo plano, y veo cómo Andrés se lleva la mano a la cartera y saca una chequera, en la que escribe sobre un talón y luego se lo da a Yué.
No puedo creer que esté haciéndolo.
—Todo vuestro, espero ser vuestro primer cliente.
Niego con la cabeza y me froto los ojos.
—Bueno, os dejo, ya he trabajado demasiado hoy. —Yué me da un beso en la mejilla, otro a Andrés, y desaparece más feliz que una perdiz.
—¿Estás loco? —Lo miro con cara de culpabilidad.
—Te aseguro que he pagado auténticas burradas por menos. He sido sincero cuando te he dicho que me ha gustado. Transmite algo que muy pocos podemos apreciar, por ello lo quiero en mi despacho.
Se me escapa una sonrisa y no insisto más. Sé adónde va a ir, y me alegra saber que no le voy a perder la pista, ya que es un cuadro muy especial para mí. Soy consciente de que es la despedida de mis sentimientos hacia Claudio, con este cuadro le digo adiós, le abro el camino para que se aleje de mí, de mi cabeza, y me obligo a mí misma a olvidar un amor que me ha marcado más de lo que nunca imaginé en tan sólo un mes.
* * *
Una semana más tarde…
Estos días son una locura. Tras la primera compra de Andrés, hemos ido exponiendo más obras y, con ellas, han aparecido los primeros curiosos. Casualmente, muchos eran amigos suyos, y no amigos cualesquiera, no. Todos ellos venían dispuestos a adquirir algo único que no iban a encontrar en otro lugar sin importarles el dinero que pudieran gastar. Él me asegura que no ha incitado a nadie a venir. Obviamente, no lo creo, pero la ayuda para lanzarnos en la ciudad nos está reportando unos ingresos que nos hacen mucha falta.
Siendo los primeros días de vida del negocio no podemos creer que haya este movimiento, tanto de entradas como de salidas; un flujo que debemos mantener a toda costa, por ello hemos decidido sacrificar nuestro tiempo libre trabajando mano a mano para tirar hacia adelante la galería.
Pablo ya me ha llamado como si hiciera años de mi llegada a Madrid, al igual que mi madre, que me ha pedido que vuelva a casa un fin de semana. No sé qué será de ellos cuando hayan pasado meses o incluso años.
El poco tiempo que me he dedicado ha sido junto a Andrés. Es una persona con la que me siento segura, me entiende, y es el único que me ayuda a satisfacer mis inquietudes; a un ritmo demasiado lento para mi gusto, pero comprendo su posición de no forzarme en dos días y salir dañada de por vida.
Claudio…, de él puedo decir que me ha enviado algún email preguntándome si me ocurre algo, si ya me he olvidado de él. Sé que me estoy comportando como una niñata inmadura, de las que un día dicen que ya no quieren juntarse con una de sus amigas y, por mucho que quieran jugar de nuevo con ella, se martirizan con su estupidez. Pues esa actitud es la que he tomado con él, no quiero decirle que vi a otra chica en su casa, ni que por su culpa he llorado, y mucho menos que lo que siento por él es difícil de olvidar, aunque muchos no puedan entenderlo. Fue un amor a primera vista, que duró treinta días, y de momento no lo he olvidado.
* * *
Dos meses desde mi llegada a Madrid
Estoy en plena euforia. Llevo dos meses acudiendo de la mano de Andrés a su local junto a Miguel. He llegado a la conclusión de que, en vez de castigarme porque siento que es él, he decidido disfrutar de lo que mi imaginación consigue. Llevo dos meses acostándome con Claudio, bueno, no con él, ya sabéis que es Miguel, pero en mi mente sí lo es. Y ahora no me duele, incluso no quiero saber nada de él, porque lo que tengo en Madrid es todo cuanto necesito. Andrés dice que me estoy engañando y poco a poco indaga más sobre mi relación con Claudio, o nuestra no relación. Cree que lo poco que tuvimos en Nueva York me ha marcado más de lo que yo misma reconozco y, si es así, no pienso decírselo a nadie.
Me siento feliz y viva.
Yué está feliz con Biel, parece que han retomado la relación con fuerza, y gracias a ello dispongo de mi espacio para poder desaparecer sin tener que dar muchas explicaciones. Lo poco que nos vemos es en la galería, allí estoy a pleno rendimiento, mis obras son más sensuales y atrevidas que nunca, incluso provocativas a la vista de un espectador normal, pero se venden muy bien, más que bien.
Tras el trabajo, muchas noches nos vamos con Andrés a tomar una copa al bar que hay en la esquina. Yué siempre nos acompaña y, aunque delante de ella no existe ni un simple roce, ella cree que tenemos una relación. No se lo quiero contar; gracias a Dios, no sabe exactamente lo que hago, dudo que pudiera comprenderlo.
* * *
Seis desde que regresé de Nueva York
Algo no funciona. De verdad que lo intento con todas mis fuerzas, pero ya no me sacia la relación con Andrés y Miguel. Mi mente la asoció a Claudio desde un primer momento y ahora no es suficiente, necesito más. Cuando regreso a casa, estoy sola, y no me gusta nada. Claudio no me acaricia, ni me muerde los pechos, ni me da cariño ni dolor. Cuando cierro la puerta no tengo nada de ello, y me frustra.
He llegado a pensar en si tener una relación más normal con Miguel sería la solución, pero sé que sólo estoy buscando algo que debería tener con otra persona, porque no me imagino paseando de la mano con él. Ni tan siquiera sé de qué trabaja, no me he molestado en conocerlo más allá del sexo.
Andrés sabe que me ocurre algo, y el pobre tiene más paciencia que un bendito, pero no quiero hablar con él de cosas que sólo existen en mi cabeza. Yué, en cambio, insiste en que lo invite a cenar, me pregunta una y otra vez por qué no admito que estoy con él, pero es que no lo estoy, y tampoco quiero estarlo. Me gusta, claro que me gusta, pero no para ser mi marido, tener hijos y vivir felices y comer perdices. Andrés sería mi perfecto amante cuando mi querido marido estuviera de viaje, o simplemente cuando las cuatro paredes de mi gran chalet madrileño me agobiaran.
Simulo alegría la mayor parte del tiempo, pero yo siento que no tengo la misma energía que meses atrás. Algo no funciona, y no sé cómo, pero debo solucionarlo.
* * *
Hace un año era feliz… Pero él lo arruinó todo
—Mira quién pregunta por ti, ogro.
La oigo pero no le hago mucho caso. Últimamente Yué está insoportable, se está comportando como mi madre, incluso peor que ella.
Me lanza el teléfono al sofá. Miro la pantalla de soslayo y leo con los ojos inyectados en sangre a causa del enfado, que crece por instantes:
¿María está bien? Llevo mucho tiempo sin saber nada de ella.
«María, relájate. No lo hagas…» No. Y tanto que sí. Cojo el teléfono y tecleo a la vez que sonrío de forma malvada:
Claudio, está con un chico, siento ser yo la que te lo diga.
Lo envío y una carcajada sale de mi garganta cuando Yué coge el teléfono y me mira con los brazos cruzados.
—Tú eres tonta, y lo sabes.
—Y tú, cuando te enfadas, eres más oriental. ¿Lo sabes?
—Vete a la mierda. —Gira sobre sus talones y sale de casa sin decirme adiós.
Vuelvo a quedarme sola, y siento una presión en el pecho que está a punto de asfixiarme. No puedo estar más en este piso. Cojo mi bolso y me voy hasta el local.
Allí, busco a Miguel, él es el único que puede saciarme. Lo busco por la sala y le pregunto a Mariel, la camarera, pero no está. Me siento en uno de los taburetes y me doy cuenta de que una de las cámaras está enfocándome. No tengo duda alguna de que Andrés está tras ella y, por eso, abro las piernas y lanzo un beso cuando veo a Miguel salir de un privado. Sin embargo, en ese mismo instante me doy cuenta de que no puedo hacerlo, de que él es el único vínculo que ha mantenido vivo el recuerdo de Claudio y debo apartarlo a toda costa de mí.
* * *
Hace dos años Yué era mi compañera de clase y ahora…
Estoy sentada a la barra del local cuando veo a Miguel entrar por la puerta. Me mira y yo a él, nos saludamos con la cabeza y cada uno continúa su camino. Tuve que hablar con él para decirle que no quería seguir teniendo contacto íntimo. Al principio no entendía por qué y no dejaba de irme detrás, hecho que no me hacía ningún bien y lo único que conseguía era que me encerrara más en mí misma. Supongo que Andrés se encargó de facilitarme el trabajo porque, de pronto, dejó de preguntarme y se buscó otras chicas en el local.
Tuve una temporada en la que sólo venía a tomar una copa o a hablar con Andrés. Si no fuese por él… Me ha ayudado mucho, sobre todo a volver a sentirme con ganas de ser yo misma y fuerte. Conocí a varios chicos con los que compartimos cama, pero yo le repetía a Andrés que no me daban lo que necesitaba. Él intentaba aconsejarme, guiarme, pero nada de ello obtuvo resultado, hasta que lo vi a él. Oliver. Él ha sido mi salvación. Nuestro primer contacto fue muy extraño porque Andrés estuvo demasiado protector conmigo, tanto que ninguno de los dos disfrutamos, hasta que un día entramos solos en un reservado. Por primera vez sentí que regresaba ese placer que tanto me gusta.
—Mariel, sírveme una copa.
Miro a Andrés a los ojos y, aunque está serio, fingiendo estar molesto, se le escapa una sonrisa cuando lo beso en la mejilla.
—Pensaba que ya no querías verme —lo provoco para que hable conmigo.
—Sabes que no es así, pero no me gusta.
Luego señala hacia la puerta al tiempo que da un sorbo a su copa, la deja sobre la barra y se va escaleras abajo.
Sé que no le gusta Oliver, me lo ha repetido demasiadas veces, pero a mí me satisface el equilibrio que hemos encontrado. El placer es mutuo, ambos sabemos lo que hacemos y hasta dónde podemos llegar.
Andrés apenas me habla, Yué me ignora, menos mal que mis obras se venden muy bien y Oliver me da lo que necesito, si no, no sé qué sería de mí.
* * *
Ya no soy la misma María que cinco años atrás pisó por primera vez la Gran Manzana…
Me miro al espejo y no me gusta lo que veo. Estoy muy delgada, más de lo que nunca he estado. Hace unos meses tuve que cubrir mi cuerpo, los moratones que Oliver dejaba en mi piel habrían sido incompresibles para alguien que no estuviera en mi mundo. No obstante, a mí me gustaba, porque no me pegaba, sino que ejercía el dolor que podía soportar mi cuerpo. Pero todo cambió. Llegó un momento en el que sus golpes me humillaban y mis actos me avergonzaban, sobre todo cuando veía a lo lejos a Andrés y su rostro mostraba la decepción que sentía. Dejó de hablarme, de mirarme, incluso de estar en el local cuando yo también estaba.
Ahora soy diferente, ni mejor ni peor, sólo que he llegado hasta el fondo del pozo para darme cuenta de que nada en mi vida funciona.
He vivido unos años con una persona que ha dejado de hablarme, apenas nos cruzábamos por casa, y opté por no aparecer por las noches. En la galería simulábamos una relación inexistente, una cordialidad ante los clientes que ninguna de las dos sentíamos. Hasta que algo ocurrió, algo que Yué no debería haber visto y se encargó de recordarme quién era María, la que ella conoció en Nueva York, la alumna de la promoción que comenzó a vender sus obras a unos precios desorbitados y aun así desaparecían de la galería como churros. Ahora no vende, ahora sus obras se agolpan sobre la pared del almacén.
Soy una persona que dejó de vivir, una muñeca rota que se ha dado cuenta de que ese camino no era el correcto. Pero soy afortunada, porque mi amiga aún continúa a mi lado con la condición de que voy a volver, de que la soñadora y risueña María resurgirá de donde diablos se haya metido.
* * *
Claudio, Claudio. Ocho años sin verlo y sigo pensando en él…
Qué de giros da la vida. Tan pronto estamos arriba, en lo más alto, como caemos a la más profunda miseria. Pero, como esta vida es así de caprichosa, ahora me encuentro en una etapa buena.
Atrás quedaron mis acciones autodestructivas, que sólo me llevaban hacia una oscuridad que no me traía nada bueno.
Yué se encargó de todo, hasta hizo que mi amigo Pablo viniera unos días a casa. Tuve que aguantar más de un desplante por mi extrema delgadez, e incluso que se riera cuando ella le contaba que no había querido saber nada de Claudio. Claudio. Claudio. He necesitado muchas sesiones de terapia para asumir que seguía pensando en él, suerte que Andrés no me las ha cobrado, si no, os aseguro que me habría arruinado.
Ha sido el encargado de que me enfrente a mis sentimientos, de que reconozca que sigo enfadada con él, aunque lo que no ha logrado es que lo llame. Eso sí que no, como que me llamo María, no pienso hablar nunca más en la vida con él.
Vuelvo a sonreír, a comer con Yué de vez en cuando para hablar de nuestros negocios, o simplemente de las tonterías que nos rodean. Ahora me preocupo por saber de las personas que están a mi alrededor. He conocido mejor a Biel, el pobre ha sido paciente conmigo, y sé que ha animado a Yué para que me ayudara, para que no me dejara en la estacada en mi peor momento, y me siento muy agradecida por ello.
Andrés ha cambiado radicalmente su actitud, al igual que lo he hecho yo. Ahora los cuatro salimos como amigos, reímos y disfrutamos del tiempo que estamos juntos. Y ¿qué puedo decir de mis pinturas? El color ha regresado con fuerza, una nueva colección que está siendo un éxito, y el motivo es simple: he vuelto a ser yo, a sentirme bien conmigo misma.