1764-1798: DE LAS ENFERMEDADES DE LA CABEZA A LAS DEL ALMA
Cuando Kant publique, 34 años después del Ensayo, su Antropología, presentará una clasificación de los trastornos mentales denominándolos «De las debilidades y enfermedades del alma respecto a la facultad de conocer». El cambio del término «cabeza» por «alma» no es baladí, y puede servir para representar globalmente lo más característico del enfoque en una y otra obra. Kant va a pasar de un acercamiento en el que, al menos como telón de fondo de la trama que desarrolla, prima el cuerpo, y donde el principal papel se le otorga al médico, a otro en el que primará el pensamiento y el filósofo. Ahora sí, la lógica y los lógicos, los filósofos, no son ya prescindibles. Claro está que se trata de una filosofía y una lógica nuevas con relación a las que criticaba en el Ensayo donde aún no se veía en la cabeza sino un tambor vacío: frente a la filosofía racionalista se trata ahora de una filosofía específicamente trascendental. Los filósofos podrán entrar en juego en la medida en que se ha encontrado un camino intermedio entre la razón dogmática, ajena a la realidad, y el empirismo que cree poder prescindir del sujeto estructurante de lo sensible.
La clasificación que ofrece aquí es, en principio, muy semejante. También plantea en esta obra un continuo entre salud, grados menores y mayores de enfermedad, si bien menos sistematizado y enriquecido con ejemplos que en la obra temprana. El eje fundamental está en la descripción de la hipocondría y la manía, con ligeros cambios respecto al Ensayo en cuanto a añadidos y modificaciones terminológicas. Pero el panorama es muy distinto si se buscan los procesos subyacentes en el desarollo de las enfermedades descritas. Comparado con el Ensayo, lo primero que llama la atención aquí es que prácticamente no hay alusiones a la alucinación, ni al principio de la inversión, piedra angular de la primera obra. Cuando habla de la manía (en esa época la locura en sentido amplio, entendida como una enfermedad diferente del trastorno del ánimo —hipocondría—) el interés aparece desplazado hacia el entendimiento y relega el otro polo del conocimiento, es decir, la sensibilidad. Esto lo declara explícitamente al enunciar en las primeras páginas su concepto de manía: en ésta, es el propio entendimiento el perturbado, puesto que se trata de «un curso arbitrario de los pensamientos, que tiene su regla propia (subjetiva), pero que es contrario al concordante con las leyes de la experiencia (objetivo)» (Kant, 1991, 118).