LA ENFERMEDAD MENTAL Y LA LOCURA SEGÚN EL ENSAYO
Kant se plantea el propósito en esta obra de hacer una clasificación de las enfermedades de la cabeza al «estilo médico», única forma viable (y matizará: aunque inútil) para hablar de la locura, ya que los «lógicos» no encuentran nada en el interior de la cabeza, además de como primer paso para conseguir una comprensión causal de los fenómenos. Este segundo objetivo es enunciado explícitamente por él: por un lado, adelanta la hipótesis de una etiología en el cuerpo (en las partes digestivas[21]) y, por otro, intenta establecer una «genealogía» y postula los procesos mentales que conducirían a los distintos trastornos relacionándolos en distintos grados entre sí. Pigeaud (1992) ha discutido la novedad del texto y argumenta que esta terminología que presenta ni es original, ni extraña al conocimiento médico de la época, del que Kant estaba bien informado. Ahora bien, podríamos pensar de otra manera si más que en la clasificación nos centramos en los principios que la informan. La genealogía progresiva es el principio rector. Con esto, Kant sugiere un continuo entre salud y enfermedad,[22] aludiendo varias veces en el texto a la imposibilidad de fijar un límite preciso entre los grados más leves y el común de los hombres, llegando a considerar tan improbable encontrar al sensato, al completamente sano, como para sugerir que se busque en la luna a un hombre así. Más aún, esa idea va a complementarse con una teoría de la vida mental en la que también resalta la continuidad vigilia-sueño.[23] Por tanto, aparte de clasificar, Kant está planteando una interrelación subyacente a los distintos trastornos que describe: se trata de una clasificación y el estudio del desarrollo —no de la causa— de esas enfermedades.
Con ello Kant plantea una distinción, que años después será más explícita en la Antropología, entre trastornos que podríamos denominar por «falta» (carencia en una determinada facultad, lo que posteriormente denominará «debilidades») y los que podríamos denominar por «alteración» (lo que años después denominará propiamente «enfermedades»).
Tras ello habla del conflicto entre las tendencias instintivas, las pasiones y la razón. Las pasiones se nos presentan como la fuerza motriz de la voluntad. El entendimiento o razón[24] aparece como instancia mediadora entre las pasiones y la realidad. Hace así un esquema de las fuerzas que intervienen en la vida psíquica, señala unos mecanismos (por simples que éstos sean) sobre cómo se produce la alteración del funcionamiento sano. Para entender la vida mental parte de una función de equilibrio entre razón y pasiones, entre lo interior al sujeto por un lado (lo instintivo, la pasión) y lo externo (la realidad, a través de la mediación de la razón). Siguiendo ese esquema, el mecanismo que expone como generador de la alteración afecta a ese equilibrio: es lo que denominará «inversión de la razón». De tal forma que en los grados menores de la alteración, como ocurre en el «insensato», lo que ocurre es que la exagerada fuerza de una pasión no es dominada por la razón, alterando el equilibrio y la capacidad de alcanzar el fin de una inclinación sin que eso implique la ruina de otras, pero alterando el funcionamiento del conjunto. No obstante, el sujeto puede mantener su apreciación de la realidad en general. En un grado mayor la inversión de la razón afectaría a esa apreciación de la realidad, si la realización de la pasión por el sujeto fuera tan ilusoria como para tornar su fin por el opuesto. Este mecanismo de la inversión también lo considera clave David-Ménard, opinión que podemos compartir si atendemos a que servirá de modelo en la explicación de la alucinación, a la que además da una gran importancia como rasgo y ejemplo de la locura.