Agradecimientos

A José Rizal, por Noli me Tangere, por Cómo se gobiernan las Filipinas y por El último adiós.

A Jesús Valbuena por sus «Primeros» de Filipinas, y por todos los textos que me proporcionó sobre los héroes de Baler.

A Manu Leguineche, por Yo te diré: La verdadera historia de las últimas Filipinas.

A Antonio Román, por su película Los últimos de Filipinas.

A Isaías Lafuente, por Clara Campoamor.

A Johann Gottlieb Fichte, por Filosofía de la masonería: Cartas a Constant.

A Enrique M. Urefta, por su biografía de Krause.

A Spinoza, por Ética.

A Benito Pérez Galdós, por Tristana y por El Grande Oriente.

A Leopoldo Alas Clarín, por La Regenta.

A Emile Zola, por Nana.

A Gorki, por La Madre.

A Gustave Flaubert, por Madame Bovary.

A Mario Vargas Llosa, por La orgía perpetua.

A Leon Tolstoi, por Ana Karenina.

A Miguel Villalonga, por Miss Giacomini.

A Maria Teresa Álvarez, por Isabel II.

A Concepción Núñez Rey, por Colombine.

A Pedro Álvarez Lázaro, por La mujer masona española.

A Miguel Veyrat, por Babel bajo la Luna.

A José Antonio Marrero Cabrera, y sus Últimos de Filipinas.

A las Exposiciones de «Filipinianas» y «La Piña, el Tejido del Paraíso», que me acercaron a Filipinas.

A Guy de Forestier por Mis queridos mallorquines.

Y para Dulce, por supuesto.