Capítulo 6
Aysha era ajena a la noche del lado de afuera del vehículo y los faroles de los coches que veían en la dirección opuesta. Manejando como una autómata mientras cruzaba calles, pasó por el Harbour Bridge y llegó casi que por milagro al suburbio de Clontarf. Tal vez por ayuda divina, pensó con amargura, mientras accionaba el control remoto que abría los enormes portones metálicos de la mansión que Carlo construyera.
Las luces automáticas se encendieron cuando llegó a la puerta del garaje. Al entrar, verificó la alarma y la colocó en el modo de operación de vigilancia externa.
Estaba todo tan quieto que Aysha fue de manera automática hasta la sala para prender la televisión. Entonces miró alrededor y observó la decoración perfecta del lugar.
Una casa linda, lujosa, con todos los detalles trabajados a la perfección. Excepto uno: la relación de la pareja que en breve debería habitarla.
Un suspiro triste se le escapó por entre los labios. ¿Aquella fuga temporaria fue una tontería ó no? A fina de cuentas, ¿qué podría ganar con tal actitud?
"Maldición", pensó. Nina plantara aquellas semillas de la discordia de manera deliberada.
Al sentir un temblor recorrerle el cuerpo, rumbeó con pasos firmes hasta el closet. Ya era tarde, estaba sintiéndose exhausta y todo lo que precisaba era un buen baño, sábanas limpias y una buena noche de sueño. Con todo, al tomar un juego de ropa de cama, frunció el ceño y decidió no dormir en el cuarto principal. Tal vez uno de los cuartos de huéspedes, que no despertase tantos recuerdos, fuera más saludable. Además, no quería sentirse sola en medio de la enorme cama de dos plazas, que ya fue el palco de su rendición a su amor no correspondido.
Después de bañarse y de vestir una camisola leve, se acostó en la cama individual del cuarto escogido y se quedó allí, parada, mirando la oscuridad mientras su mente hervía, sin dejarla dormir.
Carlo. ¿Estaría él en la cama, sin conseguir pegar un ojo? ¿Ó habría optado por salir a algún lugar? ¿Y si Nina estuviese allá también? Sería la oportunidad perfecta para que se aproximara a él y... "Oh, por el amor de Dios, Aysha, ¡pare con eso!", se reprendió. "Sé inteligente."
El problema era que parecía imposible ser inteligente en aquel momento. Como si no bastase, el sueño parecía no querer alcanzarla.
Lo máximo que consiguió fue dar una serie de pequeñas cabezadas agitadas, pues la noche se arrastró con impresionantemente lenta hasta que el sol de la mañana comenzó a iluminar el cuarto. Al mirar la hora, verificó que aún era poco más de las seis de la mañana. No precisaba levantarse tan temprano, pero le pareció imposible continuar en la cama.
Respirando de manera profunda, se levantó y, descalza, fue al baño antes de dirigirse a la cocina. Después de un desayuno leve, decidió nadar un poco antes de arreglarse para salir con Teresa, que llegaría a las diez.
Ya eran casi siete y media cuando salió de la piscina. Se secó mientras caminaba por el patio, hasta el interior de la casa. Ni bien entró, oyó sonar el teléfono. Sin pensar, lo atendió por reflejo, en italiano.
¡Pronto!
¿Dormiste bien?
Aysha respiró de manera profunda al oír aquella voz tan familiar.
¿Por qué? ¿Esperabas que pasase la noche en vela?
Hubo una breve pausa antes que Carlo volviera a hablar, lo que hizo en un tono que dejaría a cualquiera aprehensivo.
No me provoques, cara.
Oh, estoy temblando de miedo –lo provocó ella, con falsa dulzura.
Deberías estarlo de verdad.
El timbre de voz de él se tornó aún más grave, provocando un escalofrío en Aysha. Fue preciso esforzarse para mantener el control y disimular lo que estaba sintiendo.
No me gusta sentirme intimidada.
Ni a mí me gusta sufrir una acusación falsa.
En aquel momento, cualquier desliz podría llevarlos a decir algo de lo que ambos se arrepentirían después. Lanzando mano a su fuerza de voluntad, Aysha intentó ser lo más educada posible.
¿Hay alguna otra razón para tu llamado, además de saber como dormí? Tengo millones de cosas para hacer.
Grazie –dijo él, con sarcasmo.
Eso la llevó a hacer una mueca y a responder con ironía:
¡Prego!
Después de colgar, Aysha se arregló y se sintió feliz porque Teresa llegó más temprano. Su madre estaba tan preocupada con la lista de cosas por hacer que ni notó su abatimiento. Mejor así. Si lo notase, su madre la acribillaría a preguntas, y era lo último que Aysha deseaba que pasara.
Al final de la tarde, no en tanto, cuando estaba presta a irse, su madre dijo:
Noté que estabas un poco intolerante esta tarde. ¿Acaso te estás sintiendo mal? No estás enferma, ¿o si?
Es apenas un comienzo de jaqueca.
Lo que era algo muy próximo a la verdad.
Oh, toma un analgésico y ve a reposar.
Carlo y yo vamos a la apertura de la exposición de esculturas de la galería, esta noche –respondió Aysha, intentando no parecer irritada con tal perspectiva.
Oh, querida, mucho mejor entonces que él te llevará a pasar el fin de semana en Gold Coast. El descanso te hará muy bien –afirmó Teresa.
Pero Aysha dudaba de eso.
La galería estaba llena con los más diversos tipos de invitados. Algunos habían comparecido apenas para intentar conseguir algún destaque social, otros eran meros admiradores del arte y todavía estaba la categoría de los que pretendían comprar alguna pieza para sus colecciones.
Carlo y Aysha pertenecían a una categoría distinta. Eran amigos de uno de los artistas que exhibían sus obras y pretendían apoyarlo.
Ciao, bella –dijo una voz masculina, llevándola a volverse y sonreírle al atractivo muchacho que le enviara la invitación para ir allí.
¡Bruno! –saludó Aysha, abrazándolo con entusiasmo. – ¿Cómo estás?
Mucho mejor por verte aquí –respondió el artista, besándole el rostro con un sonoro beso. – Maldito sea ese novio tuyo, por haberte atrapado primero –alejándola, la miró a los ojos antes de encarar a Carlo y arquear una ceja. – Carlo, amici, ¿come stai?
Algo pasó entre los dos hombres. Aysha percibió que aquella confrontación se podría transformar en algo menos amistoso, entonces pasó el brazo por el de Carlo y se dirigió a su amigo:
Vamos, muéstranos tus trabajos.
A lo largo de la media hora siguiente caminaron por la galería, observando las piezas y conversando con algunas personas. Cuando Carlo se acercó a un grupo de conocidos para hablar sobre negocios, ella fue cerca de una de las esculturas de Bruno para apreciarla mejor.
Tus labios están sonriendo con generosidad, amiga, pero tus ojos están tristes –dijo el escultor. – ¿Por qué?
La boda será dentro de ocho días. Teresa y yo hemos pasado los últimos días haciendo compras y Carlo me ha llevado a eventos sociales todas las noches.
Yo dije "triste", cara, no "cansada". Si tu novio no está cuidando bien de ti, tendrás que venirte conmigo.
Aysha sonrió y sus ojos brillaron de diversión.
Oh, ¿un duelo de espadas al caer de la tarde? ¿Ó sería con pistolas antiguas?
Bueno, yo tendría un gran placer en romperle la nariz.
Al girar para mirar Carlo, ella quedó paralizada. Bruno, siempre perceptivo; giró la cabeza en la misma dirección y dijo:
Ah, la malvada Nina.
La morena estaba liadísima y parecía perfecta en su impecable vestido escarlata, que delineaba cada curva de su cuerpo exuberante. Y parecía muy feliz por estarse exhibiendo a Carlo.
Bruno se inclinó y murmuró al oído de Aysha:
¿Debemos interrumpirlos?
Inmediatamente –respondió ella, curvando los labios casi sin conseguir sonreír.
¿Quieres que la entretenga? –ofreció su amigo, mientras se aproximaban a ellos.
Gracias, pero puedo pelear mis propias batallas.
Ten cuidado, cara, estás lidiando con una felina peligrosa y traicionera. –Bruno dejó de hablar cuando los alcanzaron. Entonces se dirigió a Carlo: – Aquí está tu novia, tu más precioso tesoro. –Lanzó una sutil mirada de desdén al inclinar la cabeza hacia la morena. – Hola, Nina.
Al verlo girarse y perderse en la multitud, Aysha sintió deseos de hacer lo mismo. Pero era mejor entrar en acción.
Querido, búscame una bebida, por favor… Sabes lo que me gusta –dijo Aysha, observando a Carlo salir a buscar un mozo.
Creo que has visto las fotografías –dijo Nina, lanzando una mirada maliciosa al cuerpo delgado de Aysha, y mirándola de arriba a abajo. – Deben haber causado un poco de estrés entre ustedes, ¿no?
Estoy segura que era esa tu intención.
Oh, ¡pero que inteligencia la tuya! –dijo la morena, con sarcasmo. – ¿Acaso decidiste castigar las transgresiones de él? Francamente, espero que si. Odiaría haberlo entregado a otra mujer.
Aysha sintió como si su pecho estuviese siendo comprimido por algo pesadísimo, pero consiguió controlar el tono de voz.
No aprovechaste tu mayor vocación.
¿Qué te hace pensar eso, queridita?
Vamos, actuando de esa manera, deberías haber seguido la carrera de actriz.
Le costó toda su reserva de energía y autocontrol, pero consiguió mostrarle una linda sonrisa a la morena antes de darle la espalda y dirigirse a una de las esculturas de su amigo.
¿Quién venció?
Siempre se podía contar con Bruno, entonces Aysha sonrió con amargura al decir:
Entonces lo notaste.
Ah, estuve cuidándote todo el tiempo –explicó él, enlazando un brazo alrededor de la cintura de ella. – Ahora, dime: ¿qué te parece esta pieza?
Hum... Es interesante. Diría que se asemeja a la idea que tengo cuando se habla de un dios africano de la fertilidad. Oh, no te ofendí, ¿no?
Por el contrario. Fue eso mismo lo que intenté representar.
Estás diciendo eso sólo para animarme –murmuró Aysha.
Bruno colocó la mano sobre su pecho con aire solemne.
Lo juro –aseguró él, haciéndola reír antes de mirarla a los ojos. – ¿Por qué no yo, cara? Yo te trataría como a una reina.
Lo sé.
Lo amas, ¿no?
¿Eso tan obvio?
Apenas para mí –afirmó Bruno, en tono sobrio. – Espero que Carlo sepa cuanta suerte tiene por eso.
Él lo sabe.
Al oír una tos detrás de si, Aysha se volvió y encontró la mirada intensa y amenazante de Carlo. Entonces se alejó con delicadeza del abrazo de su amigo.
Estaba analizando la escultura de Bruno.
No me vengas con jueguitos, cara –dijo él, cuando el escultor se alejó.
Entonces haz lo que dices, queridito –provocó Aysha. – Y, por favor, tráeme aquella bebida, ¿si? Eso dará a Nina otra oportunidad de emboscarte.
Carlo comenzó a maldecir bajito pero se contuvo. Entonces retomó el control y dijo:
Podemos salir de aquí amigablemente... ó no. La elección es tuya.
Bruno quedará lastimado.
Garanto que lo superará.
Yo podría hacer un escándalo –amenazó ella, llevándolo a hacer una expresión aún más severa.
Eso no haría ninguna diferencia.
Si, lo haría. Eso daría a Nina el delicioso placer de ver, en primera fila, una discusión entre ellos.
Creo que es mejor comenzar a despedirnos –dijo ella en tono de disgusto, volviendo atrás en su amenaza. Diez minutos después estaba sentada en el asiento del pasajero del Mercedes, atravesando Harbour Bridge rumbo al suburbio de Clontarf.
Ella no dijo una palabra siquiera a lo largo de todo el trayecto y, ni bien Carlo paró el coche en la puerta de la casa, Aysha salió del vehículo. No ganaba nada en pedirle que no la siguiese, entonces se ahorró el trabajo.
Bruno es un amigo. Un buen amigo –dijo ella, sintiéndose ultrajada por la postura autoritaria de él. – Que es mucho más de lo que puedo decir al respecto de Nina.
Bruno y Nina no son relevantes. No son nuestro problema.
Entonces, ¿cuál es el problema, al fin de cuentas?
Nosotros dos –respondió Carlo, de manera sucinta y directa.
Bueno, ahí está. Nina no se incomodará ni un poco por verte casar conmigo, siempre y cuando pueda continuar siendo tu amante.
La mirada de él pareció centellear de irritación.
Nina tiene una imaginación diabólica.
Ve a casa, Carlo –dijo Aysha, en tono alterado. – Si no te vas ahora, puedo hacer algo de lo que me arrepentiré después.
Nada la prepararía para la salvajería contenida con que sus labios fueron apoderados por los de él, forzándola a abrir la boca y permitir que aquella lengua seductora minase su fuerza de voluntad. Fue un ataque deliberado contra su autocontrol. Fue un beso poderoso, punitivo, devastador. Las sensaciones de tiempo y espacio desaparecieron cuando una de las manos de él se deslizó por entre sus cabellos, masajeándole la nuca, mientras la otra la apretaba contra aquel cuerpo masculino de manera irresistible y posesiva.
Entonces la presión disminuyó y la característica punitiva cedió lugar a la pasión, transformando gradualmente aquel contacto en una caricia seductora que invadió su ser y la hizo vibrar y arder por dentro. Desde las emociones más carnales hasta sus sentimientos más sutiles. Al final, se sintió débil y vulnerable.
Pero de algún lugar dentro de si surgió la fuerza suficiente para que Aysha alejara sus labios de los de él. Su cuerpo temblaba contra el masculino mientras aquellos dedos hábiles le acariciaban el rostro y los labios.
Nina no significa nada para mí, ¿entendiste? Nunca significó y jamás significará.
Sin decir una sola palabra más, Carlo sólo la encaró. Aysha identificó sinceridad en su aire triste y decepcionado. Por algún motivo, no conseguía alejarse de él.
Dejándose acercar más a aquel cuerpo masculino y fuerte, tuvo el rostro acomodado junto al hombro de él y sintió aquellos labios suaves rozando sus cabellos dorados.
Percibirlo allí, sentirlo tan sensual y poderoso, al mismo tiempo en que parecía tan sincero, la dejó dividida. Entonces murmuró:
No quiero que pases aquí la noche.
¿Porque me odiarás por la mañana? –La respiración de ella fluyó de manera trémula. – Yo me odiaría aún más...
Pero todo lo que Carlo precisó hacer fue besarla; para hacerla cambiar de idea. Parte de ella lo deseaba tanto que llegaba a parecer un tormento. Aún así, si cediese en aquel momento estaría completamente perdida. Y, para peor, no llegaría a ningún lugar.
Él la mantuvo en sus brazos por lo que pareció una eternidad, entonces giró el rostro de ella en su dirección e hizo que sus labios se encontrasen en un leve roce, acariciándola de manera más provocativa a cada instante, hasta aquello se transformó en un beso tan apasionado que hizo que casi todas sus dudas se disiparan.
Casi. Él sintió la oposición sutil de Aysha y, con gentileza, la alejó, sosteniéndola por los hombros.
Vendré a buscarte a las siete de la mañana, ¿está bien?
Fue fácil balancear la cabeza afirmativamente. Aysha lo observó darse vuelta y salir por la puerta, entonces oyó el motor ser prendido y partir. Después de quedarse allí, parada, por un tiempo indeterminado, fue hasta la puerta para trancarla, encendió la alarma y subió al cuarto.
Dormir parecía una meta imposible para aquella noche, entonces encendió la televisión para encontrar algo que la entretuviese. Después de pasar por todos los canales, descubrió que no había nada soportable, entonces fue a tomar un relajante baño caliente antes de acostarse.
En la semi-oscuridad del cuarto, se quedó mirando los vultos que la cercaban y la silueta del techo durante horas, antes de conseguir cabecear por primera vez. Pero el corto momento de sueño pareció no ocurrir, pues ella continuó despertando sin parar, asediada por una pesadilla en la cual Nina se transformaba en una vampiro y venía a atacarla.