Capítulo 4

 

Aysha tomó un trago de agua helada, lanzando un rápido mirar a los otros invitados sentados a la mesa. Su mirada se demoró un poco más en el rostro de Nina, que, por la expresión de furia velada, notaba exactamente lo que estaba pasando.

Aysha se preguntó si la morena y Carlo no habrían tenido algún tipo de relación. Quería tener el amor de Carlo. Desesperadamente. Pero se contentaría con su fidelidad. Sólo de pensar en verlo en los brazos de otra mujer ya sentía un nudo en el pecho.

¿Qué te parece, Aysha?

¡Oh, maldición! No era recomendable permitir que la distracción por causa de asuntos personales interfiriese en su interacción social. Especialmente por ser la invitada de honor.

Miró a Carlo con un velado aire de súplica y distinguió un brillo de diversión en sus ojos.

Luisa no concuerda que yo mantenga el destino de nuestra luna de miel como una sorpresa para ti –dijo él.

Aysha precisó apenas un instante para entender lo que fue dicho y mostrar su mejor sonrisa.

Preciso llevar ropa de abrigo en el equipaje –declaró, sonriéndole a Luísa, la señora que le hiciera la pregunta. – Pero eso es todo lo que sé.

Europa –dijo la mujer con una guiñada. – Ó tal vez América del Norte. ¿Canadá?

Realmente no tengo la menor idea –respondió Aysha.

Como postre fueron servidas porciones individuales de tortilla caramelizada, acompañadas por frutas frescas picadas y servidas con crema de licor.

Delicioso –murmuró Aysha, al probar la primera porción.

Yo no debería, pero lo voy a probar –dijo Luísa. – Mañana, compensaré esta extravagancia comiendo sólo frutas y doblando el tiempo de gimnasia.

Aysha notó que Teresa removió cuidadosamente la crema de lado y comió sólo algunos pedazos de frutas, sin tocar la tortilla. Como madre de la novia, claro que no admitiría aumentar nada en su silueta esbelta hasta el casamiento.

Casi media hora después, los anfitriones invitaron a todos a ir tomar un café en la sala. Los hombres se unieron en ruedas para conversar sobre negocios y política, mientras las mujeres permanecieron sentadas, tratando sobre amenidades. Aysha adoraba oír aquel tono musical del italiano, hablado por la mayoría. El modo como se comunicaban era muy expresivo, siempre gesticulando y dando énfasis a aquello de lo que estaban hablando.

Giuseppe se está sintiendo en las nubes.

Aysha se preparó para encarar a Nina, que acababa de acercarse e hizo el comentario. Bastó un mirar para saber que la actitud de la morena era exactamente lo opuesto de una aproximación amigable.

¿Y habría algún motivo para que no se estuviera sintiendo así?

El casamiento será un negocio y pico. –Nina sonrió, pero su mirar mostró un brillo de provocación. – Mis felicitaciones, querida. Debería haber imaginado que lo conseguirías.

Aysha inclinó la cabeza levemente para un lado.

Bueno, gracias Nina. Consideraré eso como un elogio.

No había nadie suficientemente cerca para oír la conversación entre ambas. Lo que no dejaba de ser lamentable, pues sólo sirvió para darle motivos a Nina para arrojar otro de sus dardos venenosos...

- ¿Como es ser la segunda mujer en la vida de un hombre? ¿Aún más cuando tu parte en la herencia de la empresa es el único motivo para el casamiento?

- Tomando en cuenta que Carlo también recibirá su parte en la herencia de la empresa, creo que deberías hacerle la misma pregunta a él.

Nina estrechó sus ojos, parecía no gustarle el desafío. La sonrisa que mostró enseguida fue totalmente artificial.

No sé si es preciso, querida. Al final, serás tú quien tendrá que lidiar con el fantasma de Bianca –dijo ella. – Pero como dicen: "En la oscuridad, todos los gatos son pardos", ¿no?

Dios, aquello estaba siendo bajo.

¿En serio? –Aysha arqueó las cejas, fingiendo un aire de sorpresa. – Tal vez debieras intentar con las luces encendidas cualquier día, cara. No tienes idea de lo bueno que es.

Un punto más, pensó Aysha. No obstante, sabía que su victoria duraría poco, pues Nina no era del tipo que se conformaba en perder una discusión de aquella índole. Por eso, fue con alivio cuando vio a Luisa acercarse a ellas.

Aysha –la señora la llamó. – Teresa acaba de contarme sobre las flores de la iglesia. Orquídeas, fue una excelente elección, y la combinación de colores quedará magnífica.

Aysha era la invitada de honor de la fiesta y claro que el centro de las conversaciones estaba siendo su casamiento. Principalmente las pláticas entre mujeres. Pero, para Aysha, hablar sobre aquello sólo reforzaba el detalle de cuanto aún precisaba ser hecho hasta la realización de la boda, y cuanto todo aquello aún sería desgastarte.

Miró al otro lado de la sala y vio a Carlo, en medio de una rueda de conocidos. Dios, como era guapo. La ropa con caída perfecta lo dejaba más elegante que nunca, pero, para ella, lo más excitante era saber como era aquel cuerpo masculino sin ropa.

En aquel exacto momento, daría cualquier cosa para ir hasta él y sentir aquella mano consoladora en su cintura. Entonces podría recostarse en él y disfrutar la expectativa de lo que pasaría cuando estuviesen solos.

Sabía que Carlo se sentía orgulloso de ella y su belleza. A veces, él la dejaba completamente desconcertada, al actuar como si consiguiese leer sus pensamientos. No en tanto, no había entre ellos aquella empatía especial existente entre dos personas que se amaban. Por más que ella desease que existiese.

¿Tendría Carlo noción que Aysha podía reconocer exactamente el momento en que él entraba en un ambiente donde ella estaba? No era preciso verlo ú oírlo para saber que estaba presente. Una especie de sexto sentido siempre la alertaba en cuanto a la proximidad de él, y su cuerpo reaccionaba como si él la hubiese tocado de alguna manera.

Ya pasaban de las once cuando la primer pareja de invitados partió. Y era casi medianoche cuando Teresa y Giuseppe demostraron intención de partir.

Aysha agradeció a sus anfitriones, tuvo una sonrisa en su rostro hasta que comenzó a dolerle y sintió un escalofrío cuando Carlo sostuvo su mano y los dos siguieron a sus padres en dirección a los autos.

Buenas noches, querida. –Teresa la besó en el rostro.

Aysha se quedó de lado mientras Carlo le abría la puerta del coche. Antes de entrar, le sopló un beso a su padre y le deseó buenas noches. Entonces arregló el cinturón de seguridad y recostó la cabeza en el respaldo, mientras Carlo encendía el motor.

¿Estás cansada?

Él la miró de soslayo, colocando el auto en movimiento.

Un poco.

Aysha cerró los ojos, dejando el movimiento del vehículo acunarla y hacerla relajarse.

¿Quieres que te lleve a casa?

Un breve suspiro escapó de los labios de ella.

Hey, esa es una cuestión y pico. ¿A qué casa te estás refiriendo? ¿A la tuya, la mía ó la nuestra?

La elección es tuya.

Aysha pensó en optar por la mansión donde vivirían después de la boda, ya que ésta estaba prácticamente pronta. Pero, se recordó que su madre podría aparecer por allá por la mañana, para encargarse de más detalles.

Además de eso, la expectativa de dormir en la cama de Carlo, donde ya estaba tan acostumbrada a pernoctar, era mucho más cómoda.

Vamos para tu apartamento.

Él no hizo ningún comentario, llevando a Aysha a imaginar si habría hecho alguna diferencia si ella hubiese dicho "a nuestra casa".

Sintió un vacío en su pecho, que se fue transformando en un nudo, cuando Carlo entró en el edificio de apartamentos y estacionó el auto en su espacio reservado.

Subieron al apartamento en silencio y, al pasar por la puerta, Aysha se entregó una vez más en los brazos de su futuro marido.

Aysha salió temprano, a la mañana siguiente, y los dos sólo se volvieron a encontrar a la noche, para más un evento social. Habían sido invitados para comparecer a un pre-estreno de cine, de un director amigo.

Bella –Carlo la saludó cuando ella llegó, alrededor de las siete y media de la noche.

Aysha también podría haber dicho "bello" al respecto de él, pues Carlo estaba simplemente arrasador, vestido con un smoking impecable. A su lado, con su largo vestido color marfil y bordado con perlas, se sentía casi la mujer más suertuda del mundo. Casi.

¿Quieres tomar un trago antes de salir?

No, gracias. El alcohol en un estómago prácticamente vacío no es una buena idea.

¿Cómo fue tu almuerzo con tus amigas?

Una sonrisa se insinuó en los labios de Aysha, cuando ella recordó cuanto se rió y se divirtió en compañía de Lianna, Arianne, Suzanne y Tessa aquella tarde.

Fue genial –respondió. – Realmente genial.

Carlo le tomó la mano y se la llevó a los labios.

¿Lianna "aprontó" alguna cosa más?

No esta vez. –Aysha sonrió. – Fue genial sólo conversar y poder relajarme un poco. Aún así, Lianna se mostró ansiosa por el momento de besar al novio.

Carlo sólo sonrió y empujó la manga del smoking, para mirar la hora.

Creo mejor ir marchando. El tránsito va a estar difícil a esta hora.

Cuando llegaron al pre-estreno de gala, casi una hora después, encontraron el lugar bien movido por la presencia de invitados ilustres.

Al entrar en el hall del cine, iluminado por arañas de cristal, fueron a saludar a algunos conocidos. Aysha había acabado de aceptar un trago, hecho con jugo de naranja y champagne, cuando oyó una voz familiar saludarla con ironía.

Hola, Nina –dijo, volviéndose hacia su rival.

La morena la miró de arriba a abajo, entonces volvió a encararla con su aire provocante.

Aysha que... linda estás. Aunque el marfil no combine mucho con el cabello rubio, hiciste una buena elección. –diciendo esto, se volvió hacia Carlo y le ofreció su más deslumbrante sonrisa. – Caro, preciso realmente un trago. ¿Podrías ir a buscar uno para mí, por favor?

"Que genial”, pensó Aysha. Bastaría que Carlo se alejara algunos pasos y la tortura comenzaría.

Dudo que conseguirás satisfacerlo por mucho tiempo.

¡Bingo! Aysha la encaró directo a los ojos y hasta consiguió sonreír.

No tengas duda que haré lo posible.

Bueno, tener una alianza de casamiento en el dedo debe tener sus ventajas –admitió Nina.

¿Cómo la de no sólo dormir con él?

Los ojos de Nina brillaron.

Yo preferiría ser su amante a su esposa, cara. De esa forma, tendría el placer, mientras su esposa todo el restante trabajo.

Aysha tuvo que contenerse para no tirarle el contenido de su copa al rostro de la morena.

Champagne –anunció Carlo, aproximándose y entregando una copa a Nina.

El discreto toque de una campana anunció que la película comenzaría a ser exhibida dentro de algunos minutos. Aysha dio gracias por poder librarse de la presencia incómoda de Nina, pero cual no fue su espanto, y evidente disgusto, al ver que la morena había reservado un lugar al lado de Carlo. ¡Aquello ya era demasiado!

Después que todos se acomodaron, las luces diminuyeron. Aysha se puso tensa al sentir la mano de Carlo posarse sobre la suya. Peor aún fue sentir su pulgar comenzar a rozar su muñeca de un lado a otro. Entonces él estaba sintiendo su tensión. Genial. ¡Y la sentiría mucho más hasta el final de la noche!

Las luces finalmente se apagaron y las imágenes surgieron en la pantalla. El filme era oír, con acciones subjetivas, y no había ni siquiera un toque de humor. Aysha lo consideró depresivo, a pesar del buen guión y de la excelente dirección y actuación del elenco.

La escena final mostró una dosis extra de violencia, y cuando los créditos comenzaron a aparecer, ella vio a Nina retirar la mano del brazo de Carlo. Lanzó una mirada fusilante a la morena, cuya expresión transmitía pura satisfacción. Aysha sintió deseos de gritar.

Sin dudar, se puso de pie y se encaminó al corredor, donde acompañó a las personas en dirección a la salida, sin molestarse en esperar a Carlo. Sabía que Nina debía estar adorando todo aquello, pero poco le importó. Su paciencia tenía un límite.

Cuando llegaron al salón donde sería ofrecido el cóctel, paró un instante y forzó una sonrisa a algunos conocidos. No demoró en que Nina y Carlo aparecieran.

¿Por qué no vamos a un club nocturno? –Nina sugirió. – Aún no es tarde.

"¿Para verte intentar bailar con Carlo y seducirlo?", pensó Aysha, con indignación. "¡No si lo puedo evitar!"

No lo pierdas por nosotros –respondió Carlo, rechazando sutilmente la invitación y pasando el brazo por la cintura de Aysha.

Tensa, ella estaba definitivamente tensa. Carlo sintió deseos de besarla y consolarla, diciendo que no había nada de qué preocuparse.

Una leve sonrisa curvó los labios de él. Al verlo, Nina no entendió muy bien el motivo.

Conozco un lugar excelente, con música increíble. –pasando el brazo por el de Carlo, agregó: – ¡Les va a encantar!

No; gracias –respondió Carlo, alejando el brazo de ella delicadamente. – No podremos ir.

Nina sabía reconocer cuando era derrotada. Por eso, se limitó a dar de hombros con elegancia.

Si no pueden ir... –miró a Carlo. – Quien sabe en otra ocasión.

Aysha respiró hondo y soltó el aire lentamente, cuando Nina se retiró. ¡Cuanta osadía!

¿Carlo, come stai?

Un conocido del mundo de los negocios se aproximó para saludar a Carlo y Aysha dio gracias por eso. Por lo menos ella y Carlo no precisarían tocar aquel asunto por ahora. El hombre pareció sorprendido cuando ella preguntó sobre su esposa, hijos, sobre como les estaban yendo en la escuela y cuales eran las novedades en la vida familiar.

Lo dejaste espantado. –Carlo rió cuando el hombre se retiró.

Aysha también rió.

Su llegada fue en el momento justo –afirmó ella. – Si, porque estaba presta a golpearte.

¿En público?

Ella suspiró y lo miró en silencio durante varios segundos.

Esta no es la hora para frivolidades.

¿Nina te dejó enojada?

Aysha se forzó a continuar mirándolo a los ojos.

Ella nunca pierde una oportunidad de ir donde estamos nosotros.

Él estrechó su mirar.

¿Crees que no lo noté?

¿Ustedes fueron amantes? –Aysha preguntó directamente.

No.

¿Estás seguro? –las palabras salieron antes que ella pudiese darse cuenta.

Carlo permaneció en silencio durante algún tiempo.

Nunca me falló el discernimiento al respecto de las pocas mujeres que compartieron mi cama. Y créeme, Nina no fue una de ellas. ¿Nos vamos?

Él se enojó. Bueno, pero ella también, y por motivos muchos más consistentes que los de él.

Si, vamos –lo secundó.

El trayecto hasta el coche sólo fue interrumpido una vez, cuando tuvieron que parar para saludar a algunos amigos.

Estás muy silenciosa –afirmó ele, cuando llegaron a la calle.

Digamos que estoy siguiendo aquel dictado que dice: "Si no tienes nada de bueno que decir, entonces es mejor tener la boca cerrada".

Entiendo.

"No, no entiendes", concluyó Aysha. Carlo no tenía idea de como, para ella, era terrible no conseguir mantener su interés. Sentía recelos que algún día él se interesase por otra persona y la dejase de lado.

El trayecto hasta Rose Bay fue recorrido en un tiempo relativamente corto. Cuando Carlo estacionó en su lugar en el garaje, ella salió y se dirigió a su propio coche.

¿Qué estás haciendo? –Carlo preguntó.

Pensé que era evidente. Estoy yendo a casa.

Pero tus llaves están en mi apartamento.

“Maldición, es verdad”.

Entonces, voy a subir a buscarlas.

Diciendo esto, ella fue hasta el elevador y apretó el botón, casi sin contener la impaciencia mientras lo esperaba.

¿No crees que estás exagerando?

Aysha reconoció algo diferente en el tono de voz de Carlo, y una especie de sexto sentido la puso en alerta.

No, no lo creo.

Las puertas del elevador finalmente se abrieron. Aysha entró sin titubear y apretó el botón del piso correspondiente. Ambos permanecieron en silencio mientras subían hasta el apartamento.

Ni bien Carlo abrió la puerta, ella pasó a su lado y fue a buscar las llaves.

Tus padres no te están esperando.

Voy a llamarlos.

Carlo respiró hondo.

Quédate.

Aysha lo miró.

Prefiero ir a casa.

Las palabras maliciosas de Nina la habían afectado más de lo que le gustaría admitir.

Voy a llevarte hasta allá –declaró él, en un tono de quien no admitiría un no.

No vas, no.

La expresión de Carlo se tornó implacable y su maxilar se endureció.

Intenta salir de este apartamento y verás hasta donde conseguirás llegar –la desafió.

Al oír eso, Aysha lo miró directamente a los ojos.

¿Fuerza bruta, Carlo? ¿No lo encuentras un poco drástico?

No cuando tu bienestar y seguridad están en juego.

Ella levantó el mentón, con aire de desafío.

¿Crees realmente que eso significa mucha diferencia? –levantó la mano cuando él hizo mención de hablar. – No. Vamos por lo menos a permitir que haya honestidad entre nosotros.

Nunca fui deshonesto contigo.

Aysha sintió un vacío por dentro. Hasta entonces, creía que tener apenas el cariño de Carlo sería suficiente, pero estaba comenzando a percibir que sería muy difícil contentarse apenas con eso.

Sin decir más nada, se dirigió al ascensor. Los veinte segundos siguientes de espera parecieron los más largos de su vida. Suspiró cuando las puertas finalmente se abrieron.

Acababa entrar al elevador y estaba presta a apretar el botón del subsuelo, cuando se sobresaltó al ver a Carlo también entrar en él.

Sal, por favor –le pidió.

Puedo llevarte ó seguirte con mi auto. Tú eliges –fue su respuesta.

Las puertas se cerraron y comenzaron a descender hacia el subsuelo.

Vete al infierno.

Una sonrisa se insinuó en los labios de él.

Esa no fue una de las opciones.

Infelizmente.

Por lo visto, no quieres que te lleve.

Las puertas se abrieron y Aysha salió sin decir nada. Su auto se encontraba estacionado próximo al de él y ella caminó en su dirección, oyendo el eco de sus tactos contra el piso.

Carlo abrió la puerta del pasajero de su Mercedes.

Entra.

Aysha no estaba ni un poco dispuesta a obedecerlo.

Voy a necesitar mi coche por la mañana.

La expresión de Carlo continuó impasible.

Iré a buscarte.

¡No quieras mandarme, maldición! –bramó ella.

Fue una larga noche, llena de momentos de furia contenida, de desilusiones e intentos de razonar. Y nada ayudó a aplacar el vacío que Aysha sintiera a partir do momento en que caviló la posibilidad de una traición por parte de Carlo.

Entra al auto, cara.

Aquella vez, el tono gentil casi la hizo desistir de argumentar. De repente, se vio luchando contra el deseo de llorar. Maldición, quería mantener la furia, y no llorar frente a él.

Quería anidarse en los brazos de Carlo y que la consolara, pero también quería mantener la furia y gritar toda su indignación. ¿Sería aquello alguna especie de síndrome pre-nupcial? El hecho que su casamiento no fuera una unión convencional descartó esa posibilidad.

Con un breve gesto de asentimiento, ella se sentó en el asiento del pasajero y ajustó el cinturón, mientras Carlo rodeaba el coche. Segundos después, estaban camino a la casa de ella.

Llama a tus padres.

Aysha tomó el celular de su cartera y digitó los números. Giuseppe atendió al tercer llamado.

¿Aysha? ¿Pasó algo?

No, papá. Llegaré a casa en quince minutos. ¿Podría apagar la alarma?

Aysha dio gracias porque no hubiera sido Teresa quien atendiera. Con certeza su madre haría preguntas que no estaba ni un poco de ganas de responder.

Cerró los ojos al imaginar a su madre poniéndose la bata y yendo a la sala a esperarla, para saber que pasó. Oh, Dios, no sabía si conseguiría aguantar tres enfrentamientos en una misma noche.

 

De hecho, ni bien Carlo la dejó en la puerta de su casa y ella entró, se deparó con Teresa esperándola. Aysha explicó que no había pasado nada, pero su madre no pareció muy convencida.

¿Estás segura que no pasó nada?

Estoy, mamma.

¿No discutiste con Carlo, o sí?

Aysha respiró hondo, intentando mantener una actitud neutra.

¿Por qué lo haría?

Voy a prepararnos un té –anunció Teresa, sin responder a la pregunta.

No, gracias.

Aysha no veía la hora de poder estar sola en su cuarto.

¿Vas a subir ahora?

Si. Buenas noches.

Gianna y yo te encontraremos mañana en el almuerzo –recordó Teresa, citando el nombre del restaurante. – Voy a reservar la mesa para la una.

Aysha besó el rostro de su madre.

Está bien.

Sin decir más nada, comenzó a subir la escalera. Al llegar al cuarto, se desnudó lentamente, se sacó el maquillaje y tomó un baño caliente, antes de acostarse. Si por lo menos el sueño tuviese el poder de hacerla olvidar...