Capítulo 10
Aysha
Ella estaba soñando y fue preciso luchar para salir del sopor del sueño al oír su nombre. Era Carlo.
La escena que pasaba en su mente se fundió a la realidad. El lugar y la persona eran correctos, pero la situación bastante diferente.
Levantándose, se puso de lado y colocó los pies en el piso, dudando un momento, antes de levantarse.
¿Ya es tan tarde? Debo haberme dormido –murmuró Aysha, tomando conciencia de cuan atractivo era él y bien arreglado. – Voy a tomar un baño y vestirme.
Dejándola pasar delante, Carlo la siguió dentro de la casa. Al verla subir la escalera, se dirigió a la cocina y tomó una lata de refresco de la heladera. Haciendo una mueca al ver que era dietético, soltó un suspiro y la abrió aún así. Comenzó a beber y a caminar de un lado a otro, sintiéndose demasiado agitado para quedarse parado en un sólo lugar.
Había nuevos detalles de la decoración que volvían el lugar aún más acogedor. Pero, si desfrutarían ó no de aquella comodidad como dos personas felices, aún era una incertidumbre.
Al verificar el reloj, constató que apenas cinco minutos habían pasado. Aysha demoraría por lo menos más media hora para acabar el baño, secar su cabello, vestirse y aplicarse maquillaje.
En verdad, ya habían pasado cuarenta y cinco minutos cuando ella volvió al piso de abajo. El vestido de noche, hecho de un finísimo tejido color salmón, parecía adherirse a aquel cuerpo escultural de manera de hacerle recordar a una sirena. El maquillaje leve le realzaba los ojos castaños y los cabellos dorados, presos en un moño refinado y elegante. Una única mecha enrulada le caía por el rostro y llegaba a la altura del mentón, dando un toque de encanto irresistible a su visual.
Aysha no encontró difícil sustentarle la mirada cuando se encararon, pero fue imposible impedir la aceleración de sus latidos cardíacos al verlo mirarla de arriba a abajo con aire de deseo y comenzar a aproximarse.
¿Vamos saliendo? –lo invitó, manteniendo su voz en un tono calmo.
Antes de irnos, hay algo que quiero que leas.
Carlo tomó un sobre pardo que dejara sobre una mesa próxima y se lo entregó a Aysha.
La persona tierna y maravillosa de una semana antes ya no existía. Excepto, claro, cuando estaba interpretando un papel enfrente de otros.
Cuando estaban solos, la espontaneidad de la risa de ella desapareciera, así como la alegría en sus ojos y en su comportamiento.
La escena que Carlo hizo junto a Nina, horas antes, generara algunas consecuencias, pero eso no importaba. La alegría de Nina, al aceptar su invitación a almorzar, lo dejó enojado. Y él no perdió tiempo en informarla lo que pretendía hacer en retribución, en caso ella volviese a causar cualquier tipo de preocupación ó disgusto a Aysha.
Carlo fue bastante lejos en sus esfuerzos para intentar eximir todas las dudas de Aysha. Ahora sólo faltaba contarle todo. Mostrarle la verdad.
Lee eso, cara.
¿No puede esperar?
Colocando las manos en los bolsillos, él intentó relajar su musculatura, que estaba demasiado tensa.
No.
Al ver su expresión, quedó claro que no ganaría nada con discutir. Aún así, arqueó la ceja con aire curioso, sin abrir el sobre mientras lo encaraba.
Por favor, léelo –insistió él, parecía ansioso. Soltando el cordón que lo mantenía cerrado, Aysha retiró los papeles que estaban dentro.
El primer documento era una única página, con una firma que jamás vio antes reconocida en una escribanía. Con todo, no precisaría la ayuda de nadie para identificar uno de los testigos, pues Samuel Sloane era uno de los hombres más prominentes entre los abogados famosos del país.
Pasando los ojos por el escrito, comenzó a leer con más atención cuando tomó conciencia que se trataba de una declaración atestiguando que Nina di Salvo contrató los servicios fotográficos de William Baker, con instrucciones específicas para fotografiarla en compañía de Carlo Santangelo en posiciones comprometedoras, que habían sido previamente combinadas y entrenadas, por la suma de cinco mil dólares por el negativo.
Aysha pensó en las fotos que Nina le mostró y concluyó que sus sospechas estaban correctas. Todo no pasó de una escenificación. Encarándolo, dijo apenas:
No pensé que ella iría tan lejos.
Él apretó los labios, como si se estuviese conteniendo.
Dudo que esa mujer nos vuelva a molestar en el futuro. Ya me encargué de eso.
Control de daños –murmuró Aysha, observándolo estrechar su mirar y balancear la cabeza afirmativamente. – Un poco de su propia medicina.
Entiendo.
Para alivio de Carlo, ella estaba comenzando a entender. Pero aún había un paso importante a ser dado.
Lee el segundo documento.
Colocando la hoja suelta de vuelta en el sobre, Aysha comenzó a leer con cautela aquello que parecía ser un contrato. A pesar de los términos legales que más complicaban de lo que explicaban, no había dudas de que se trataba: cualquier bien heredado por ambos, de sus respectivos padres, permanecería apenas a nombre de ella, para su uso y fruto personal. Cuando eso pasara, Carlo Santangelo asumiría apenas la responsabilidad financiera por la empresa Benini-Santangelo.
Había apenas una pregunta.
¿Por qué, Carlo?
Porque yo te amo.
Aysha oyó las palabras y su cuerpo entero se estremeció. La quietud de la sala pareció intensificarse hasta el silencio volverse casi tangible.
De algún modo, consiguió levantar el tono de voz y decir:
Si eso es algún tipo de truco ó bromita, puedes dar media vuelta y desaparecer de aquí.
Los ojos de ella quedaron anegados de lágrimas, pues era imposible controlar ó esconder la emoción que estaba sintiendo. Entonces Carlo hizo una expresión enamorada por la cual ella daría la vida sin pensar.
Sosteniendo las manos de ella en una de las suyas, la tomó de la nuca con la otra.
Yo te amo. Te amo en cuerpo y alma, Aysha. Y te amo sólo a ti –dijo él, rozando los labios en el rostro de ella y volviendo a sustentarle el mirar. – Pensé que el amor que había sentido por Bianca era insustituible, pero ahora sé cuanto equivocado estaba. Siempre fuiste tú. Sentí un afecto inmenso desde que te vi nacer, un respeto enorme cuando te vi convertirte en una mujer y una admiración sin igual cuando te vi tomar las riendas de tu vida. –al sostenerla de los hombros y empujada cerca de él, Aysha posó las manos sobre el pecho masculino y lo empujó con delicadeza.
Sería muy fácil dejarse seducir por aquel sueño. Pero aquel momento precisaría estar libre de cualquier duda ó mal-entendido causados por la pasión que llenaba su corazón.
No consigo pensar con claridad cuando me abrazas –dijo Aysha.
El mirar de él era tan expresivo que parecía ser posible ver el alma de Carlo por entero.
¿Y tan importante es pensar con claridad en este momento?
Si, es.
Él la soltó, pero no se alejó. Su mirada continuó transmitiendo una expresión de pasión sincera y desmedida. Aquello con lo que siempre ella soñó. Algunos segundos pasaron mientras Aysha lo encaraba con intensidad.
La sonrisa de él la desarmó por completo, haciéndola sentir una ola de calor por el cuerpo.
Quieres todo, ¿no?
Los labios de ella se estremecieron mientras se esforzaba por recuperar el control de sus emociones. Pero su cuerpo entero parecía vibrar por dentro, como si todo su ser fuese a derrumbarse en cualquier momento.
Quiero.
Carlo colocó las manos en los bolsillos del pantalón y sonrió de una manera diferente, como si estuviese abriéndose por completo con alguien por primera vez en la vida.
Sabía que si nos casásemos, todo saldría bien. Tenemos historias familiares parecidas, pertenecemos al mismo círculo social, frecuentamos las mismas escuelas, aunque en épocas un poco diferentes, y compartimos muchos intereses. Teníamos una base de amistad y afecto sobre la cual construir un futuro.
Aysha mal podía creer en la expresión de él. Era como si su sonrisa y su mirar fuesen capaces de decir todo aquello sin el uso de palabras.
Carlo prosiguió:
Al comienzo estaba convencido de que eso bastaría. No esperaba que esos sentimientos se desenvolviesen y se transformaran en algo más. Mucho menos en algo genuinamente mayor.
¿Y ahora?
Preciso formar parte de tu vida, quiero que me desees tanto como yo te deseo, como amiga, como esposa, como la otra mitad de mi alma. –sacó las manos de los bolsillos y tomó el rostro de ella con cariño. – Para amarte como te mereces ser amada, de todo corazón, por toda mi vida.
Al sentir las lágrimas que vinieron a sus ojos, Aysha pestañó deprisa para dispersarlas. En aquel exacto momento, se consideró incapaz de pronunciar cualquier palabra.
¿Sería posible que ella tuviese noción de cuan transparente era? La intimidad era un arma poderosa, persuasiva e invasora, y cualquiera podría utilizarla sin el menor esfuerzo. Sería muy fácil aproximar el rostro al de ella, empujarla hacia si y dejarla sentir la reacción que provocaba en él. Podría acariciar aquel cuerpo maravilloso con las manos, tomar posesión de aquellos labios...
Pero Carlo no hizo nada de eso.
Si.
Al oír aquella simple afirmación, cada músculo de su cuerpo, cada nervio tenso se descontrajo. Nada más importaba, excepto el amor que sentían uno por el otro y la vida que tendrían juntos.
¿Sin restricciones?
Aysha balanceó la cabeza negativamente.
Ninguna.
Los labios de él volvieron a curvarse en una sonrisa, esta vez con trazos de satisfacción.
Ni te imaginas como tu certeza me deja feliz.
Diciendo esto, la empujó junto a él y se apoderó de aquellos labios que tanto esperara besar. El contacto comenzó leve y sutil, como una caricia de provocación sensual. Entonces fue surgiendo un fervor apasionado que la hizo llevar los brazos a sus hombros y entonces enlazar su cuello, acariciándole la base de la nuca con un masaje seductor.
Aysha sintió el cuerpo de él estremecerse bajo sus caricias, mientras se encantaba con la fuerza de aquel beso. Su lengua se encontró con la de él en una especie de danza de seducción.
Las manos grandes y fuertes de Carlo se tornaban tan gentiles mientras exploraban su cuerpo que era casi como si estuviesen en un sueño. Cada roce parecía comenzar una llama local que se sumaba al incendio que ardía dentro de ella.
Parecía haber pasado una era entera en un instante, hasta que él levantó el rostro y la encaró, sustentándola en sus brazos
¿Confías en mí, cara?
Al oír el tono profundo de su voz, fue posible distinguir la seriedad de la pregunta. Sus miradas se encontraron y se sustentaron en un breve y significativo silencio. No había dudas en su mente y mucho menos en su corazón.
Si.
Entonces, ven conmigo.
Está bien.
Ah, cuanta docilidad –la provocó Carlo, mientras rozaba con sus labios la sien de ella.
Aysha colocó las manos a ambos lados de su rostro y lo empujó hacia ella, mientras se inclinaba para besarlo con ardor y pasión.
Fue posible sentir el ritmo del corazón de él acelerarse de manera drástica y ella sintió una ola de placer delante de aquella sensación de poder tener el control sobre si misma. Carlo interrumpió el contacto con cierta renuencia.
Es muy difícil de resistir la tentación de hacer el amor contigo, aquí mismo, ahora...
Una sonrisa sensual se formó en los labios de ella.
Algo me dice que resistirás.
Las manos de él se deslizaron hasta los hombros de Aysha, presionándolos con cariño.
Por un buen motivo. Al final, se trata apenas de un breve adelanto...
Diciendo eso, le soltó los hombros y la tomó de la mano, empujándola consigo rumbo a la puerta.
¿Acaso tus planes incluyen el detalle de contarme para donde estamos yendo?
A un lugar muy especial.
Llevándola hasta afuera, Carlo la condujo rumbo a la parte trasera de la casa.
¿Aquí? –indagó Aysha, confusa, mientras se aproximaba a la pequeña área cubierta que estaba en medio del jardín adyacente a la piscina.
Las luces se encendieron como en un pase de magia, iluminando la construcción delicada que se asemejaba a una versión moderna de un quiosco de música de una plaza. El brillo relució por la grama recién plantada y por el agua de la piscina, creando un efecto surrealista.
Ela estrechó los ojos al ver un hombre y dos mujeres bajo la delicada estructura, parados de pie delante de una pequeña mesa rectangular que estaba forrada con una tela de encaje blanco. Dos antorchas encendidas liberaban un humo blanco y delicado de llamas brillantes e intensas. Había un maravilloso perfume de rosas en el lugar, como si un hada hubiese sacudido su varita mágica y vuelto todo perfecto.
¿Carlo?
Cuando verbalizó aquel tono indagador, vio la respuesta en aquellos ojos oscuros como la noche, que brillaron con pasión admirable y única. Con amor verdadero.
Esto es para nosotros –murmuró él con cariño, mientras la empujaba junto a él y ajustaba el cuerpo de ella al suyo. – La superproducción del sábado será para satisfacer a nuestros padres y las expectativas de los invitados.
Aysha sentía como si todo su ser estuviese derritiéndose por dentro. Era difícil saber si el deseo que sentía era de reír ó de llorar de alegría.
Hacía menos de dos horas, estaba acostada en la reposera, pensando en las amarguras de su vida.
¿Estás bien? –insistió Carlo.
Los latidos de su corazón se aceleraron aún más, parecían hacer eco en sus oídos. Una sonrisa espontánea se formó en sus labios, reflejando su felicidad interior.
Si.
Hechas las debidas presentaciones, Aysha asumió solemnemente su lugar al lado de él, delante de la jueza de paz. Si la mujer se sorprendió por los trajes inadecuados de los novios, no demostró nada. Actuando con la naturalidad de quien ya oficializara centenas de uniones, hizo un pequeño y significativo discurso sobre el matrimonio que dejó a los novios emocionados.
Carlo le cambió de mano la alianza, pasándola para la izquierda y Aysha hizo lo mismo con la de él enseguida. Su pecho fue apoderado por una ola de emociones cuando la jueza los declaró marido y mujer.
Acercando sus labios a los de él, saboreó aquel beso como ningún otro. Aquello era lo más próximo al paraíso que se podía estar. Fue con un lamento que ella lo dejó alejarse.
El ardor y la pasión estaban allí, como antes, pero mucho más potentes, gracias a la revelación del amor entre ellos. Lanzándole una mirada provocativa, lo vio reaccionar de inmediato, encarándola con un deseo más que evidente.
Había champagne en una hielera y Carlo la abrió, llenando las copas de todos. La bebida de excelente zafra era deliciosa, pero cada minuto de aquel demorado brindis ofrecido por la pareja de testigos parecía demorar una eternidad.
Completadas las obligaciones oficiales y sociales, la jueza se despidió y llevó consigo los testigos que firmaron el acta de matrimonio.
Entregada a los brazos de él, Aysha aprovechó cada momento de aquella noche, registrándolos como tesoros en su corazón.
Ella y Carlo estaban casados.
Era difícil de creer. Había tantas preguntas a ser hechas, pero aquel no era el momento. No aún. Habría mucho tiempo para eso después.
En aquel instante, lo que importaba era saborear el momento.
Estás muy quieta –murmuró Carlo junto a su oído, haciéndola erizarse de placer.
Siento como si estuviésemos solos en el universo –le contestó, en tono soñador, entonces curvando los labios. – Bueno, casi. Sólo es preciso ignorar la vista de la ciudad, las luces de la calle, las casas del barrio y listo.
Muy gracioso. Pensé que, a esta altura, estarías haciendo un millón de preguntas –dijo él, en tono de diversión.
No ahora.
Al responder, ella deslizó la mano por el rostro de él de manera provocante, rozando entonces la punta de las uñas en su cuello, haciéndolo excitarse de inmediato.
Una de aquellas manos fuertes se deslizó por su escote, apoderándose de uno de sus senos y explorando el pezón entumecido. Aysha sintió su cuerpo estremecerse de placer y un gemido escapó por entre sus labios.
Carlo respiró de manera profunda y se alejó. Comenzó a caminar y a llevarla de la mano, rumbo a su coche:
Ven, vamos a salir de aquí.
¿Para dónde vamos?
Reservé una suite para nosotros en un hotel maravilloso. Una cena a la luz de las velas, champagne...
¿Por qué? –preguntó ella, de manera directa. – ¿Para que eso, si lo que precisamos está justo aquí?
Quiero que esta noche sea memorable.
Y lo será –le respondió, en tono de promesa.
¿No quieres en serio un cuarto lujoso, una cena excelente y champagne de la mejor zafra? –insistió Carlo.
Todo lo que quiero eres tú. Sólo tú. El sábado cumpliremos todas esas formalidades. Pasaremos la noche en un hotel y viajaremos a la mañana siguiente, para la luna de miel. Pero esta noche... podremos saciar nuestros deseos.
Él la besó de manera provocante.
¿Comenzando ahora mismo?
¿Aquí? ¿En frente de los vecinos?
Levantándola en brazos, Carlo la cargó para dentro, yendo hacia el cuarto principal, mientras Aysha lo besaba sin parar, dejándolo casi fuera de si.
Cuando fue colocada en el piso, al lado de la cama, ella lo dejó desnudarla lentamente, disfrutando cada momento, cada movimiento. El deseo que sentía aumentaba cada vez más. Parecía imposible esperar que aquella deliciosa tortura acabase.
Al quedar desnuda, no obstante, retribuyó la gentileza, impidiéndole tocarla mientras lo desnudaba y lo acariciaba con el mismo grado de intimidad, haciéndolo gemir mientras se esforzaba para contenerse.
Cuando sus cuerpos se unieron íntimamente, fue algo mucho más grande y más intenso de lo que jamás habían compartido antes. El éxtasis parecía querer perdurar por la eternidad, tan intenso que los alejó del mundo y de todos.
Conforme fueron recuperando la conciencia del mundo otra vez, sus respiraciones se calmaron y Aysha se dejó reposar en el abrazo de él.
Entonces se le ocurrió una pregunta:
¿Vamos a contarle a nuestros padres?
Carlo rozó con su mejilla lo alto de la cabeza de ella.
Dejemos que una pequeña alteración en el texto de la jueza, de "unión" a "reafirmación de los votos" cuente la historia por nosotros el día de la ceremonia.