Capítulo 11

 

Aysha despertó con el sonido de la lluvia. Se desperezó con languidez, antes de girar la cabeza para mirar el reloj sobre la mesita de luz. Pasaba un poco de las siete.

En cualquier momento, Teresa golpearía su puerta y el día comenzaría. Con suerte, tendría una hora más, tal vez dos, antes que su madre comenzara a verificar todo en los mínimos detalles.

Aysha se levantó y caminó descalza hasta la ventana. Al alejar la cortina, contuvo un gemido de protesta al ver la lluvia fuerte que estaba cayendo.

Sabía que su madre consideraría eso como un mal augurio y que tendría que contenerse para no contestar contando la verdad.

Había acabado de vestirse y estaba preparándose para descender cuando su celular comenzó a sonar.

¿Carlo?

¿Quién más podría ser?

La voz aterciopelada y grave provocó un escalofrío en Aysha.

Bueno, alguna de mis damas de honor, tu madre, la nonna Benini... –ella rió. – ¿Llamaste por algún motivo en especial?

No estaba más a mi lado cuando te busqué en medio de la noche –protestó, pero con un tono gentil. – Me quedé sólo con el olor de tu perfume en la almohada, recordándome de cuan bueno fue tenerte entre mis brazos. Sentí tu falta, cara.

Aysha cerró los ojos por un instante, alagada.

También estoy sintiendo la tuya. Pero tengo que encargarme de las cosas por aquí.

Dormiste tan poco como yo, ¿no?

Una hora ó dos –respondió ella.

¿Estás vestida?

Si.

Que pena. Mi fantasía tendrá que ser suficiente.

Tú, con seguridad, ya tomaste un baño, te afeitaste y estás pronto para tomar el desayuno, ¿no? –bromeó Aysha. Carlo rió con encanto.

Para ser sincero, no. Estoy acostado en la cama, economizando mi energía.

Sólo de pensar en aquel cuerpo masculino y desnudo acostado entre las sábanas, Aysha sintió una ola de calor.

No creo que debamos hacer esto.

¿Esto qué? –preguntó Carlo.

Sexo por teléfono.

Él rió.

¿Es lo que crees que estamos haciendo?

No lo sé a ciencia cierta –admitió ella, riendo. – De cualquier manera, prefiero un poco más de realismo.

Aysha –Teresa la llamó en la puerta.

Ya estoy yendo, mamma.

No me dejes esperar demasiado hoy en la iglesia, cara –pidió Carlo, mientras ella atravesaba el cuarto.

Llegar por lo menos cinco minutos atrasada ya forma parte de la tradición –bromeó Aysha, abriendo la puerta. – Ciao. –Teresa estaba de pie del lado de afuera.

Buon giorno, querida. –ella miró el celular. – ¿Estabas hablando con Carlo? –sin esperar la respuesta, entró en el cuarto y abrió más las cortinas. – Está lloviendo.

La fiesta comenzará a las cuatro –Aysha recordó.

Antonio pasó tanto tiempo cuidando del jardín en los últimos días –se lamentó Teresa. – Será una pena si no podemos ni siquiera sacar algunas fotos en él.

Podremos sacar fotos en la parte cubierta del jardín, mamma.

Lo sé. Pero las fotos en la parte bajo el cielo abierto quedarían perfectas.

Aysha suspiró. El problema de la persona perfeccionista era que nada estaba a la altura de sus grandes expectativas.

Está pareciendo muy calmada para una novia, querida. –Teresa sonrió.

"Estoy así porque Carlo me ama. Y porque ya estamos casados", Aysha tuvo deseos de responder.

Veme dentro de algunas horas –fue todo lo que respondió, también sonriendo.

Lianna, Arianne, Suzanne y Tessa llegaron a la hora del almuerzo, y luego el ambiente se tornó más que animado con los comentarios hilarantes de las cuatro.

Três chique, querida –bromeó Lianna, mirando a Aysha de arriba a abajo. – Pies descalzos, jeans desbotonados y un top. Sin duda, la última moda para novias modernas. Basta ponerte el velo y causarás la mayor sensación.

Mi madre tendría un infarto. –Aysha rió.

Bien, estamos todas prontas para entrar en acción –dijo Suzanne. – Basta mandar y nosotras comenzaremos.

Juntas, entraron en modus operandi, pero tuvieron que esperar un poco por el peluquero y el maquillador, que llegaron atrasados.

Cuando las damas de honor entraron en el cuarto de la novia, después de ser peinadas y maquilladas en el cuarto de al lado, encontraron a Teresa chequeando cada uno de los vestidos. Tessa puso los ojos en blanco y lanzó un mirar significativo a las otras.

¿Cuándo llegarán los "diablitos"? –preguntó Lianna.

¡Ah, mi Dios! –Teresa miró a Aysha con aire de preocupación. – ¿Viste el recipiente de plástico con pétalos de rosa, en la caja que la florería envió?

Aysha balanceó la cabeza negativamente. Teresa salió del cuarto prácticamente corriendo.

Por el amor de Dios, Aysha –dijo Lianna – métete de una vez en ese vestido que nosotros te ayudaremos y... –un grito de protesta vino de la sala. – Creo que tendremos problemas con los pétalos de rosa, ¿no? –en un tono de conversación informal, continuó: – Voy a ofrecer una ayudita a Teresa, antes que acabe teniendo un infarto de verdad –dijo y salió.

Diez minutos después, Lianna volvió. Al verla, Aysha apenas arqueó una ceja.

Un recipiente con pétalos fue a parar a la casa de Gianna, y no me preguntes como. Pero como precisaremos dos, Giuseppe fue encargado de llenar otro usando las rosas del jardín de Antonio.

¿De quién fue la idea? –Aysha balanceó la cabeza, imaginando como su madre debería estar. –- No me digas. Fue tuya, ¿cierto?

Lianna se inclinó, como quien agradece por los aplausos de una ovación.

Claro, cara. ¿Qué otra elección teníamos? –se oyó un movimiento en la sala. – Oh, oh. Ahí viene la "caballería de las criaturas".

¡Lianna! –todas la censuraron.

Con la ayuda de sus amigas, Aysha finalmente se colocó el vestido todo bordado con perlas. El corsé justo amoldaba su cuerpo perfecto y, a la altura de la cintura, se abría en una amplia falda de tafetán. Sobre ella, caían hileras de perlas bordadas en una camada de encaje. El velo era del más fino tul y quedaba preso por el bellísimo arreglo de perlas y flores de seda que había sustituido la tiara que Aysha usaría al comienzo.

¡Guau! –las cuatro exclamaron, caminando alrededor de ella y admirándola. – Estás hecha una verdadera princesa, querida. liadísima.

Teresa entró de repente al cuarto.

Las criaturas ya están... ¡Dio Madonna! –exclamó, al ver a su hija. – Creo que voy a llorar.

No vas, no –dijo Lianna, haciendo a las otras reír. – Acuérdate del maquillaje. La madre de la novia sólo puede llorar después de la boda.

Teresa no contuvo la risa. Aproximándose a Aysha, la besó en las mejillas.

Estás linda, querida. Linda... Oh, mis Dios...

¡Opa! –Lianna las interrumpió. – Hora de salir.

Cuando la limusina paró delante de la iglesia, había varias personas esperando del lado de afuera para ver a la novia. Mientras Giuseppe ayudaba a su hija a salir del coche, una serie ininterrumpida de flashes los iluminó.

Cuando todos se posicionaron en la entrada de la iglesia, sonaron los primeros acordes de la Marcha Nupcial. Estaban en medio del largo corredor forrado con una alfombra roja cuando las miradas de Aysha y Carlo se encontraron. Y él sonrió. Le sonrió sólo a ella, y de una forma que solamente ella entendió. Eso se llamaba intimidad, y era maravilloso poder compartir algo así con el hombre que amaba.

Cuando Giuseppe entregó la mano de su hija al yerno, Carlo la tomó con cariño y le besó el dorso. Enseguida, el padre comenzó la ceremonia.

En el momento en que el sacerdote dijo que estaban reunidos para "reafirmar" los votos de casamiento, el detalle no pasó desapercibido a los invitados, dando inicio a un discreto murmullo.

Aysha y Carlo intercambiaron una mirada y una sonrisa mientras la ceremonia proseguía, con el intercambio de alianzas y los juramentos.

Ya dentro de la limusina, camino a la recepción, Aysha pudo finalmente disfrutar de un momento más íntimo con su marido.

Está hermosa –dijo Carlo. – Nunca más voy a olvidar tu imagen entrando en la iglesia y viniendo hasta mí con aquel brillo en la mirada.

Después de un beso, Aysha dijo:

Ahora viene la parte de la torta y el champagne.

Y yo podré bailar con mi esposa.

Si, después de los discursos, de la comida, de las fotos...

Y después de todo podremos ir a casa.

Oh, Dios. Aysha contuvo el aliento. ¿Cómo aguantaría esperar por aquel momento a lo largo de las horas siguientes? La boda, la fiesta y todos los detalles fueron perfectos. En gran parte, gracias a Teresa, Aysha tuvo que reconocerlo. El momento de despedirse de sus padres esta vez fue diferente, haciendo surgir lágrimas no sólo en los ojos de ellos, como en los de ella.

Hubo mucho confeti, arroz y risas en el momento en que los dos escaparon hacia la limusina. El trayecto hasta el hotel de lujo donde Carlo había reservado la suite presidencial por una noche fue bien rápido.

Cuando salieron del elevador, en el último piso, Aysha se sorprendió cuando Carlo la levantó en brazos. Después de intercambiar un beso apasionado, la llevó al cuarto.

Al lado de la cama, sobre una mesita, una hielera de plata con champagne helado los esperaba para la celebración privada. Aysha se quedó esperando que Carlo abriera la botella y rió alto cuando el corcho saltó lejos.

También riendo, Carlo llenó dos copas y le entregó una a ella.

Por nosotros.

Por nuestra felicidad. Siempre –completó ella, brindando con él.

Después de probar la bebida, Carlo tomó las copas y las dejó sobre la mesa. Entonces tomó el rostro de ella entre sus manos.

Yo te amo, Aysha. –el beso que intercambiaron fue suave, apasionado. – ¿Ya te dije cuan linda estás?

Si. –ella sonrió. – Varias veces.

Esta vez, el beso fue más osado y las provocaciones sensuales de Carlo encendieron de deseo el cuerpo de ella.

Sólo una cosa más –dijo Aysha, teniendo que esforzarse para alejarse un poco.

Cualquier cosa –respondió Carlo, con voz ronca. – Cualquier cosa, cara. Basta pedir.

Ella sonrió y cerró los ojos cuando él le besó la curva sensible del cuello.

Tengo una cosa para ti –le dijo.

No preciso más nada, excepto a ti.

Aysha lo besó brevemente, antes de alejarse e ir a buscar un sobre blanco que mandó dejaran en el cuarto.

¿Qué es esto? –preguntó Carlo.

Ella sonrió. Bastó un llamado con instrucciones específicas sobre su deseo de pasar sus bienes igualmente a nombre de Carlo y su abogado se encargó del resto. Después, todo lo que ella tuvo que hacer fue leer y firmar el contrato. Un contrato que demostraba su total confianza en su marido.

Ábrelo y velo por ti mismo –le dijo.

Carlo estrechó su mirar y abrió el sobre lentamente. Entonces tomó los papeles y comenzó a leerlos. Su expresión se fue modificando conforme fue entendiendo de qué se trataba y lo que ella había hecho.

Por fin, bajó los documentos y la miró con atención.

Aysha...

Te amo, Carlo. Siempre te amé. –Aysha siempre tuvo la duda si conseguiría contener tanto amor en su corazón. Por lo visto, eso era más que posible. – Siempre te voy a amar.

Carlo sonrió. Ese era el mejor regalo que él podría recibir.

Lo sé –le dijo a ella, en un tono irresistiblemente cariñoso. – Ven acá...

Empujándola con gentileza hacia él, la abrazó con un cariño infinito. Los papeles fueron a parar al piso cuando le cubrió los labios en un beso ardiente. Un beso que indicaba que, de momento, él tenía otros planes en mente.

El paraíso no podría ser mucho mejor que eso, pensó Aysha, mientras se rendía a los brazos de su marido. Cuando volvió a abrir los ojos, ya estaba acostada en la cama, con el lindo rostro de Carlo encima del suyo.

Ti amo –le susurró a él. – Ti amo.

Carlo la besó de un modo posesivo, como si quisiese guardar consigo para siempre el sabor dulce de los labios de ella.

In eterno –murmuró él.

Por la eternidad y, con certeza, un poco más allá...