Capítulo 6

 

Logan dejó la bolsa de viaje a los pies de la cama, en la habitación de Alexis, y miró a su alrededor. También había dos sillones y una mesa pequeña, una televisión plana, un escritorio y una silla en un rincón, y una gran puerta de cristal que daba a un balcón.

—Bonita habitación.

—Un despilfarro total —admitió ella—. Había pensado en mudarme a una habitación más barata cuando terminase el seminario, pero estaba tan bien aquí, que decidí quedarme. Para compensarlo, pasaré los siguientes dos meses comiendo mantequilla de cacahuetes y gelatinas.

Logan se echó a reír.

—Yo pagaré mi parte, a ver si así solo tienes que comer mal un mes.

—Me ha sorprendido mucho verte en la recepción —admitió Alexis, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

—Espero que te haya gustado la sorpresa. Sé que tenía que haberte avisado de que iba a venir, pero no he tomado la decisión hasta el último momento.

Alexis sospechó que le había costado mucho tomarla.

—Ha sido una sorpresa muy agradable.

Él se pasó una mano por el pelo.

—¿No tendrías planes con otra persona? ¿Has hecho amigos nuevos en el seminario?

—He conocido a gente estupenda, pero no he hecho planes con nadie.

Él asintió y Alexis se preguntó si era alivio lo que veía en sus ojos.

—¿Has hecho algo divertido estos días? —le preguntó Logan.

—No he salido del hotel, así que estoy deseando salir a explorar la ciudad.

—Me parece bien —dijo él, acercándose a la ventana—. Está nublado.

—Estamos en Seattle. Me han dicho que, siempre y cuando no se ponga a llover, se puede decir que hace un buen día para el mes de marzo.

—Miré la predicción meteorológica antes de hacer la maleta y parece que va a hacer un fin de semana decente.

Ella se sentó en la cama y se echó hacia atrás, apoyándose en ambas manos.

—Aunque diluvie, estoy segura de que encontraremos la manera de entretenernos.

Logan sonrió de medio lado y le brillaron los ojos.

—¿Eso piensas?

Ella tocó la cama con una mano para invitarlo a sentarse.

Logan se sintió tentado, pero negó con la cabeza.

—Si quieres salir de la habitación hoy, será mejor que lo hagamos ya.

Alexis dudó un instante y después se levantó.

—Tengo muchas ganas de ver el mercado.

—Y yo me muero de hambre —le dijo él—. He salido de Virginia a las seis de la mañana y mi estómago piensa que es tres horas más tarde de lo que marca ese reloj de la mesita de noche.

Ella le tendió la mano.

—Vamos a tomar algo.

Logan entrelazó los dedos con los suyos y sonrió.

—No obstante, también estoy deseando probar esa cama luego.

Alexis le guiñó un ojo.

—Por supuesto.

A pesar de que hacía una tarde gris, las calles del centro de la ciudad estaban llenas de coches, autobuses, bicicletas y taxis. El mercado de Pike Place estaba abarrotado y había mucho ruido. Logan y Alexis se dieron la mano para no separarse mientras paseaban entre los puestos de productos frescos y flores, joyas, bolsos, jabones y cremas, velas y productos de decoración. Había varias tiendas de té, dulces, alta gastronomía, recuerdos, ropa y muchas otras cosas interesantes. No obstante, Alexis sabía que lo primero que quería hacer Logan era comer.

Se decidieron por una cervecería muy popular situada dentro del mercado. Como Alexis ya había comido un poco, se pidió una sopa de cangrejo mientras Logan se decidía por un plato de pescado con patatas. A Alexis le divirtió verlo comer con tantas ganas.

—Ha sido un viaje muy largo —comentó él sonriendo al darse cuenta de que Alexis lo estaba observando.

—Sí —admitió ella—. Yo también llegué muy cansada el martes.

—Yo no estoy cansado, pero necesitaba recuperar energías. El pescado está muy bueno y la cerveza también.

Ella sonrió. Estaban rodeados de gente, pero se sentía como si estuviesen solos. Era agradable poder comer juntos en público, pasear de la mano, y tener un par de días para disfrutar el uno del otro sin tener que pensar en otras cosas.

—Me alegro de que hayas venido. ¿Cómo es que has cambiado de idea?

Logan se encogió de hombros.

—Como tú bien dijiste, necesitaba un descanso. Además, Bonnie y Kinley tenían un almuerzo con un grupo de agentes de viajes el sábado, y no me apetecía estar por allí.

—Ya, te entiendo —murmuró ella sonriendo.

—Si estuviese allí, tal vez me pedirían que participase en el evento, y eso son cosas de Kinley y no mías. Además…

—¿Sí? —preguntó ella con las cejas arqueadas.

Logan suspiró y sacudió la cabeza.

—Salí un par de veces con una mujer que va a asistir.

—¿Y terminasteis mal?

Él se encogió de hombros.

—Resultó ser de las que siempre están intentando emprender un proyecto de reforma. Y a mí no me gusta que me reformen.

—No, ya imagino que no —murmuró Alexis.

—Sobre todo, quería salir un par de días. Cuanto más pensaba en tu invitación, más me apetecía.

La respuesta no era precisamente halagadora, pero sí era típica de Logan. Y como a Alexis le gustaba tal y como era, no quería intentar cambiarlo.

—¿Qué le has dicho a tus hermanas?

—Que me iba un par de días. No les he dicho adónde y ellas no me lo han preguntado. Saben que pueden llamarme por teléfono si me necesitan.

Alexis volvió a pensar que tenía una relación curiosa con sus hermanas.

—Supongo que Bonnie se alegrará de que hayas seguido su consejo de tomarte unas vacaciones.

—Eso ha dicho. Si te soy sincero, creo que piensa que salgo con alguien, pero no se atreve a preguntarme quién es.

—¿Les apetece un postre? —les preguntó el camarero—. Tengo un delicioso brownie de avellanas.

Logan y Alexis rechazaron el postre. Alexis quería ir a dar un paseo cerca del mar y como Logan ya había comido, le pareció bien. Estuvieron un rato más en el mercado y luego caminaron por la ciudad en dirección al puerto.

Alexis le contó a Logan todo lo que había leído acerca de la historia de la ciudad y Logan se mostró muy interesado.

—Me encantan la historia y los museos —admitió Logan.

—¿De verdad? —le preguntó ella con verdadero interés—. No lo sabía.

Logan sonrió con indolencia.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí —dijo en tono de broma, aunque Alexis se dio cuenta de que era verdad.

Decidieron hacer una excursión por los pasajes subterráneos que había bajo el centro de la ciudad y Alexis comentó riendo:

—Quién sabe, a lo mejor nos encontramos con algún fantasma.

Entonces vio que Logan se ponía serio y recordó que la leyenda de la novia fantasma que se aparecía por su finca no le hacía ninguna gracia.

—O no —añadió.

—Los fantasmas no existen —gruñó él.

—Por supuesto que no, era solo una broma.

Él clavó la vista en un ferry cercano y se encogió de hombros.

—En general, prefiero estar siempre con los pies en el suelo. Prefiero ver la vida de manera realista en vez de como uno quiere verla. Así es más fácil evitar decepciones.

Si estaba intentando ser sutil, no lo consiguió, la sutileza no era una de sus cualidades. Alexis se preguntó si debía decirle directamente que no se preocupase, que le daba igual cuáles habían sido sus motivos para decidir viajar a Seattle en el último momento. Que su relación seguía siendo la misma.

—A mí tampoco me ha gustado nunca mezclar la ficción con la realidad —comentó en su lugar—. Me gustan las películas y los libros con final feliz, y puedo dar un paseo por un lugar supuestamente encantado y, no obstante, no me engaño pensando que algo de eso es real.

Y podía disfrutar de un fin de semana sin buscar nada más, pero decidió que no hacía falta que se lo dijese a Logan, ya que era un tipo muy listo y sabía leer entre líneas.

Él asintió.

—Vamos a aprender algo de historia —dijo en tono alegre.

Alexis forzó una sonrisa y lo siguió.

 

 

Cuando volvieron a la habitación del hotel eran solo las nueve de la noche. Los bares y restaurantes del centro de Seattle estaban abiertos y llenos de gente, pero a ellos no les apetecía quedarse más tiempo en la calle. Lo habían pasado muy bien estando juntos en público, pero también les apetecía estar en privado.

Logan fue directo a darse una ducha, dijo que se sentía sucio, después de todo el día viajando y haciendo turismo. Mientras tanto, Alexis se quitó la ropa y se puso el camisón rojo que había metido en la maleta y todavía no había utilizado. Se preguntó si lo había llevado con la esperanza de que Logan se animase a acompañarla. No se había imaginado poniéndoselo para nadie más.

Se peinó la melena y se miró al espejo cuando oyó que dejaba de caer el agua de la ducha. La tela se pegaba a su cuerpo en los lugares adecuados, los finos tirantes dejaban sus hombros al descubierto y el escote de encaje rojo escondía poco más de lo que revelaba. Lo había comprado impulsivamente un par de meses atrás, quizás pensando en Logan.

Este salió del cuarto de baño con un albornoz blanco del hotel. Se había secado el pelo con una toalla, así que todavía lo tenía húmedo. Se detuvo de golpe al verla con el camisón. Ella dejó el cepillo del pelo con mano temblorosa.

—Tenía la esperanza de vértelo puesto —admitió Logan con voz ronca—. Vi que lo metías en la maleta.

Ella esbozó una sonrisa.

—¿Por eso has venido? ¿Para verme con este camisón?

—No —respondió Logan acercándose—. Para quitártelo.

La risa de Alexis se vio acallada por sus besos.

 

 

La habitación todavía estaba a oscuras cuando el insistente sonido del teléfono de Logan los despertó a ambos. Alexis miró el reloj que había en la mesita de noche mientras él alargaba la mano hacia el teléfono y juraba entre dientes. Eran las seis de la mañana.

—¿Qué pasa? —gruñó Logan—. Sí, estaba durmiendo. ¿Qué necesitas?

Escuchó a su interlocutor.

—Está en el armario de mi garaje. Y no me vuelvas a llamar si no es una emergencia, ¿entendido? Estoy intentando tomarme unas vacaciones.

Colgó sin despedirse y volvió a dejar el teléfono en la mesita.

—Tenía que haberlo apagado.

—Tienen que poder contactar contigo si ocurre algo —le recordó ella, saliendo de la cama para ir al cuarto de baño—, pero estoy segura de que le ha quedado claro que no quieres que te molesten si no es necesario.

—Era Curtis. Le he dejado a cargo del jardín, lo que significa que espero que sea capaz de trabajar sin tener que llamarme antes del amanecer —protestó.

Aunque Curtis no tenía por qué saber que allí donde estaba su jefe todavía no había amanecido, ya que Logan no le había dicho a nadie adónde iba.

Antes de volver a la cama, Alexis miró por la ventana. Todavía faltaba alrededor de una hora para que amaneciese, así que las calles estaban oscuras y la luz de las farolas se reflejaba en el mar. Una lluvia fina caía sobre el balcón. Alexis cerró las cortinas y volvió a la cama.

Logan la miró.

—Siento que nos hayan despertado. Espero que puedas volverte a dormir.

Ella se metió debajo de las sábanas y se acurrucó contra su hombro desnudo.

—No tengo prisa por salir de la cama. Es muy cómoda, ¿verdad?

Logan le apartó el pelo de la cara y le dio un beso en la frente.

—Sí.

Alexis sonrió, al parecer, a Logan no le gustaba hablar a primera hora de la mañana. Era la primera vez que dormían juntos, que se despertaban juntos, y era agradable. Solo tendrían dos mañanas más para despertarse en la misma cama y Alexis iba a saborear cada segundo. Las vacaciones eran para disfrutar.

Había mucha más luz en la habitación cuando se volvieron a despertar. No obstante, tardaron un buen rato en vestirse, ya que Logan le pidió que le frotase la espalda en la ducha. Después de pensárselo un segundo, Alexis lo acompañó.

Cuando por fin estuvieron preparados para salir, Alexis abrió las cortinas para ver si seguía lloviendo y sonrió.

—Mira, Logan. Ha salido el sol. Hace un día precioso.

Él se acercó y apoyó las manos en sus hombros. A pesar de que todavía había nubes en el cielo, en esos momentos brillaba el sol y se reflejaba en el agua del mar.

—Allí está el monte Rainier —le dijo ella, señalando al horizonte—. Es la primera vez que lo veo tan bien desde que estoy aquí. De repente, parece que está muy cerca, aunque sé que se tarda varias horas en coche en llegar. Dicen que en verano se pueden dar por él unos paseos preciosos, que está lleno de flores silvestres.

—Podríamos ir.

—Sí.

—Tal vez en un futuro.

De repente, Alexis se puso nerviosa.

—Como si alguno de los dos pudiésemos escaparnos en verano. Tendremos suerte si podemos salir a pasear una mañana por Virginia.

Logan guardó silencio unos segundos y ella se preguntó si se arrepentía del comentario que había hecho, que implicaba que podía haber un futuro. Alexis estaba segura de que había sido un comentario impulsivo. No significaba nada más, no merecía la pena ponerse nerviosa.

No obstante, empezó a hablar con demasiada rapidez y alegría.

—No sé tú, pero yo necesito desayunar. Hay un lugar estupendo enfrente del hotel. Es donde desayuné la primera semana. Tienen unas tortillas y unos bollos deliciosos. Y el café está muy bueno.

—Me parece bien —le contestó él sonriendo—, sobre todo, lo del café. Cuando quieras nos vamos.

Alexis se puso la chaqueta, tomó el bolso y el teléfono y fue hacia la puerta. No sabía por qué se había puesto tan nerviosa de repente. Era una tontería. Tal vez fuese porque no estaba acostumbrada a despertarse con él, a compartir el cuarto de baño, cosas que hacían que su relación pasase a otro nivel, aunque fuese solo de manera temporal.

Un par de días más de diversión y después volverían a casa, a sumergirse en sus trabajos. Volverían descansados, dispuestos a volver a la rutina después de unas breves vacaciones que ambos necesitaban. No merecía la pena perder el tiempo intentando analizar cada una de las palabras y las expresiones de Logan, así que aminoró el paso y le sonrió con más naturalidad. Cuando volviesen a Virginia ya tendría tiempo para decidir lo que iba a hacer, si es que hacía algo, con su relación.