Capítulo 4

 

El viernes por la tarde, después de comer, Alexis se sentó en su despacho. Tenía en el ordenador un contrato a medio leer y, sobre la mesa, varias cartas que debía firmar y un montón de notas que tenía que revisar. No era un despacho grande, pero había aprovechado el espacio lo mejor posible poniendo estanterías que llegaban del suelo al techo. Las paredes estaban pintadas en color melocotón y su escritorio era blanco, lo mismo que su sillón, que era de cuero. En la pared que había detrás de ella había fotografías grandes, enmarcadas, de algunas bodas y otros eventos que había coordinado durante el último año y medio.

La ventana que había delante de su escritorio daba a un aparcamiento bordeado de árboles sin hojas y macizos de flores faltos de cuidado, pero el sol entraba por ella, llenando de luz y alegría la habitación.

Alguien llamó a la puerta y Alexis levantó la vista del ordenador y se subió las gafas casi sin darse cuenta. Sonrió al reconocer a la recién llegada.

—Hola, Kinley, entra.

—Gretchen me ha dicho que podía entrar, pero si llego en mal momento…

—En absoluto.

Alexis se levantó y señaló hacia la cómoda zona de estar que había al otro lado del despacho. Un sofá de cuero blanco y dos sillones a juego, colocados alrededor de una mesa baja de cristal en la que había un jarrón con flores frescas y un par de álbumes de fotografías.

—Por favor, siéntate. ¿Te apetece un café? ¿O té?

—Un té, por favor, si tienes tiempo de tomarte una taza conmigo. He venido a traer los nuevos folletos de la posada y solo quería saludarte.

Alexis se acercó al calentador de agua que tenía encima de un aparador.

—Me alegro de que lo hayas hecho, siempre agradezco que me den la oportunidad de tomarme un respiro cuando estoy haciendo papeleo.

—Te comprendo —dijo Kinley riendo antes de sentarse en el sofá—. Siempre tengo papeleo pendiente, sobre todo cuando estoy gestionando alguna transacción inmobiliaria.

Alex dejó una taza y un plato delante de Kinley y se sentó en uno de los sillones con su té.

—Esta mañana me ha llamado Josie. Está emocionada con la boda de mañana. Tanto Ted como ella llevan mucho tiempo esperando ese momento.

Kinley sonrió.

—Es estupendo trabajar con ella, ¿verdad? Es tan agradable. Tengo la sensación de que los invitados lo van a pasar fenomenal en la boda.

—Eso es lo que Josie quiere. Hacer una fiesta en el jardín. Por eso no ha querido que organicemos un ensayo para hoy, ni tampoco darle demasiadas vueltas a las cosas. Y también por ese motivo me contrató a mí. Me dijo el tipo de boda que quería, los colores que le gustaban, y me dejó el resto. Mañana va a haber detalles que serán una sorpresa incluso para ella.

—Hay mucha diferencia entre las novias que quieren controlarlo todo y las que esperan que seas tú la que lo organices, ¿verdad?

Alexis se echó a reír.

—Mucha diferencia. Con Josie, además, sé que no me va a dejar decidirlo todo para después criticar mis decisiones.

Kinley asintió.

—Sé de qué me hablas.

—¿Qué tal todo por la posada?

Kinley arrugó la nariz y tomó su taza de té.

—Me parece que voy a tener que cambiar algunas cosas. Para empezar, no quiero que mi hermano participe en las reuniones con los clientes. Bonnie y yo nos ocuparemos de eso y después le diremos lo que tiene que hacer. Teníamos que haber funcionado así desde el principio. Es lo que Logan ha querido siempre, limitarse a hacer su trabajo y después encerrarse en casa y dejar que seamos nosotras las que lidiemos con ellos.

—¿Qué ha pasado?

Kinley se mordió el labio, como si no supiese cuánto debía contarle a Alexis, que era más bien una clienta que una amiga, aunque últimamente estaban pasando tanto tiempo juntas que su relación ya no era tan clara. A Alexis, por su parte, le caían muy bien las dos hermanas Carmichael.

Kinley pareció llegar a la misma conclusión, ya que sonrió y dijo:

—Supongo que has trabajado con nosotros lo suficiente como para darte cuenta de que la relación con los clientes no es precisamente su fuerte. Sinceramente, es un tipo estupendo. El mejor hermano del mundo. Pero… bueno, digamos que no siempre piensa lo que va a decir, sobre todo cuando una idea le parece poco realista.

Alexis se rio suavemente.

—No hace falta que lo defiendas delante de mí. Nunca me ha importado que sea un poco gruñón.

No pasaba nada porque admitiese aquello, teniendo en cuenta que había trabajado con los tres hermanos en la media docena de eventos que, hasta el momento, había coordinado en la posada.

—Conmigo siempre ha hecho un trabajo excelente, a pesar de… sus dudas con respecto a ciertas ideas. Y entiendo que quiera proteger el jardín. Trabajan muy duro para mantenerlo como está y no quiere ponerlo en peligro. Tenéis algunos eventos tan seguidos que me sorprende que le dé tiempo a prepararlos todos.

—Eso es —dijo Kinley aliviada al ver que Alexis la entendía—. Siempre has llevado bien a Logan. Por desgracia, no todo el mundo lo entiende tan bien.

Alexis hizo una mueca.

—¿Pero ha ocurrido algo?

—Esta mañana ha discutido con otra organizadora de bodas que está coordinando varias en la posada. Le ha dicho lo que pensaba y ella no se lo ha tomado bien. Después he intentado calmarla yo y me ha dicho que no va a dejar de trabajar con nosotros, pero se ha enfadado mucho.

A Alexis le sorprendió aquello. Había visto protestar a Logan muchas veces, pero nunca le había oído decir nada que no fuese razonable. Incluso lo había visto tratar con mucha paciencia a algunos clientes.

—¿Tan descabelladas eran las ideas?

Kinley escogió sus palabras cuidadosamente, consciente de que estaba hablando con otra clienta.

—Nos ha pedido cortar, o talar lo máximo posible el enorme magnolio que hay a un lado del cenador. Ha dicho que un par de fotógrafos se han quejado de que les impide hacer bien su trabajo durante las ceremonias. Yo sé que es complicado hacer fotografías desde ese ángulo, pero no imposible, y casi todos consiguen tomar instantáneas muy bonitas.

—¿Cortar el magnolio, con lo bonito que es? ¡Sería un crimen!

—Eso es más o menos lo que ha dicho Logan, aunque con menos elegancia —admitió Kinley.

—No voy a preguntarte quién os ha pedido eso porque no me gusta hablar de la competencia, pero yo diría que es una petición ridícula.

—Tengo que admitir que no ha insistido mucho, pero se ha puesto a la defensiva cuando Logan le ha contestado con brusquedad. Ella ha dicho que era solo una sugerencia. Yo le habría quitado la idea de la cabeza con más tacto, pero Logan no ha sabido reaccionar bien.

—Ya te entiendo.

Alexis tuvo que morderse el labio para no sonreír al imaginarse la reacción de Logan cuando alguien le había dicho que cortase uno de sus queridos árboles.

—De ahí mi nueva política. Logan no tendrá que volver a reunirse con los clientes.

—Es buena idea. Aunque a mí no me importa que esté en mis reuniones. Ya me he acostumbrado a él —añadió con naturalidad.

Kinley se echó a reír.

—Siempre has sabido cómo tratarlo.

—Ya sabes que también tengo un hermano —comentó Alexis.

Entonces, para alivio de Alexis, Kinley cambió de tema. Charlaron un rato acerca de los preparativos de la boda de Josie y después Kinley se miró el reloj e hizo una mueca.

—Supongo que tengo que marcharme. Ambas tenemos mucho que hacer.

Alexis miró hacia el escritorio y suspiró.

—Eso me temo, pero me alegro de que hayas venido. He disfrutado mucho del descanso.

Kinley se levantó, se alisó los pantalones de traje que llevaba puestos con la mano izquierda y respondió:

—Yo también. Gracias por el té.

Antes de marcharse, se detuvo delante de la puerta.

—Alexis, solo por curiosidad… ¿Estás saliendo con alguien?

Esta dudó unos segundos antes de contestar.

—Digamos que veo a alguien de vez en cuando. ¿Por?

—De repente, se me había ocurrido algo, pero no importa. De todos modos, seguro que era mala idea. Hasta mañana —respondió Kinley, echándose a reír.

Alexis recogió las tazas de té mientras pensaba en lo que Kinley le había dicho. Dado que habían estado hablando de Logan, era probable que su hermana hubiese pensado en emparejarlos. Ella se dijo que aquel era uno de los motivos por los que no había intentado hacer más amistad con Kinley y Bonnie, para evitar momentos incómodos.

Tal vez pudiesen ser amigas cuando dejase de ver a Logan. Podría invitarlas a cenar o algo así. Porque, desde el principio, Logan y ella habían llegado al acuerdo de que terminarían lo suyo de manera amistosa, sin complicarse y sin que aquello tuviese repercusiones en sus futuras colaboraciones laborales.

No obstante, por bien que le cayesen Kinley y Bonnie, en esos momentos no tenía prisa de que su relación cambiase. Estaba disfrutando demasiado de los momentos que pasaba con Logan y no quería que se terminasen.

 

 

Cualquier boda que no se hubiese ensayado requería algo más de esfuerzo por parte de Alexis en el día de la celebración. Por suerte, todo el mundo había accedido a llegar hora y media antes de la ceremonia, que tendría lugar a las dos, tiempo suficiente para conocer el sitio, familiarizarse con la organización y vestirse. A Josie y a Ted no les importaba verse antes de la boda, al fin y al cabo, llevaban viviendo juntos más de un año, así que se mezclaron con los invitados durante la breve reunión que había organizado Alexis. Bonnie había preparado bebidas y algo de comer en la terraza y las bandejas se habían vaciado muy rápidamente.

—¿Dónde está el perro? —preguntó Josie en un momento dado, mirando a su alrededor—. Y su guapo dueño. Quería felicitar a Logan por su trabajo.

Alexis estaba de acuerdo en que el trabajo de Logan y sus hombres era estupendo. Las enormes cestas de flores que había repartido por el jardín habían creado justo el efecto deseado. Había puesto guirnaldas de hiedra y narcisos en el cenador, y había utilizado eso mismo para adornar las sillas blancas de los invitados. De los árboles colgaban farolillos amarillos, naranjas, verdes y blancos, compensando la falta de hojas. El resultado era una mezcla de boda al aire libre y fiesta de jardín, exactamente lo que Josie había pedido.

Miró hacia la parte en la que tendría lugar la celebración después de la ceremonia, donde, en lugar de una carpa, Logan había colocado unas varas de acero que sujetaban hilos de acero de los que colgaban más farolillos de papel. Debajo había mesas largas con manteles de color blanco y amarillo, y en ellas descansaba la comida de estilo picnic que había preparado la empresa de catering con la que trabajaba Alexis. El carro que había alquilado para el grupo de música estaba al fondo, decorado con cestas de narcisos y tulipanes blancos.

—Logan mantiene al perro dentro de su jardín cuando no lo saca a pasear atado. Y, si no tienes la oportunidad de verlo hoy, yo lo felicitaré de tu parte.

Josie sonrió y abrazó a Alexis.

—Tú también has hecho un trabajo increíble. Es exactamente como Ted y yo queríamos celebrar nuestra boda. Muchas gracias.

Alexis se echó a reír y le devolvió el abrazo.

—La boda todavía no ha empezado. Solo espero que nada salga mal.

Su amiga y clienta hizo un ademán.

—Mientras todo el mundo se divierta y Ted y yo por fin estemos casados, estaré feliz. También me alegro mucho de que hayas accedido a cantar durante la recepción. Me encantaban todas tus actuaciones en el instituto.

Alexis sonrió con tristeza al pensar en todos los años de formación y actuaciones. Nunca había pensado en cantar en bodas, pero Josie era su amiga, así que había accedido a cantar un tema durante la fiesta.

—Ah, otra cosa más —añadió Josie, sonriendo con malicia.

—Dime.

—Que Ted tiene un amigo muy mono. Y soltero. Tiene un buen sueldo y es un tipo estupendo, tampoco es feo.

—Josie…

—El caso es que va a venir a la boda y le he hablado de ti. Está deseando conocerte.

—Josie, de verdad. Voy a estar muy ocupada durante toda la celebración. Has confiado en mí para que todo salga bien, así que no voy a tener tiempo para estar con ningún invitado en particular, por mucho que pudiese interesarme conocer a alguien, que, por cierto, no me interesa —añadió en tono firme mientras se preguntaba por qué todo el mundo estaba tan empeñado en buscarle novio.

Josie le guiñó un ojo.

—De todos modos, te lo voy a presentar. Quién sabe, podría ser amor a primera vista.

Alexis ni siquiera creía en los flechazos, pero, dado que se dedicaba a organizar bodas, prefirió no mencionarlo.

—Hoy voy a estar demasiado ocupada —insistió riendo—. Por cierto, que deberías ir a prepararte mientras que yo me ocupo de los últimos detalles.

—De acuerdo —dijo Josie, dirigiéndose hacia el vestuario.

Alexis suspiró y sacó su tablet para repasar una vez más la lista de tareas antes de la boda. Con un poco de suerte, Josie estaría tan distraída durante la celebración que no tendría tiempo para presentarle a nadie.

Sin darse cuenta, miró hacia la casa de Logan un instante, y entonces volvió a concentrarse en sus responsabilidades.

 

 

Logan solía quedarse fuera de la vista durante las bodas o cualquier otro evento, y solo volvía a salir cuando se terminaba, para recoger. Solía quedarse en su salón con Ninja, con la televisión puesta y trabajando en el ordenador. Kinley le había pedido que actualizase la página web de la posada y él tenía otro proyecto relacionado con su trabajo como consultor de software. No obstante, ese día no fue capaz de concentrarse en el trabajo. Incluso Ninja estaba intranquilo, yendo de un lado a otro y mirando por la ventana.

Al final, Logan cedió y buscó la correa de Ninja.

—Vamos a dar un paseo —le dijo, poniéndose la chaqueta—, pero pórtate bien.

La casa de Logan, que tenía dos dormitorios, estaba en la zona este de la finca, rodeada de árboles, muy cerca del bosque y de un arroyo. De ella salía un camino que iba a dar al sendero de unos diez kilómetros que empezaba en los jardines traseros de la posada. Si el tiempo se lo permitía, Logan y Ninja recorrían aquel sendero todos los días, a menudo, a primera hora de la mañana, antes de que Logan empezase a trabajar.

Normalmente se levantaba temprano y muy activo, pero no empezaba a trabajar hasta las nueve para dejar dormir a los huéspedes. Aquella mañana no le había dado tiempo a pasear, así que pensó que era un buen momento para estirar las piernas.

Nada más salir de la casa, Ninja empezó a trotar contento. El animal había aparecido en la puerta de casa de Logan una mañana de invierno, más de un año antes, mojado, helado, con hambre. Por entonces había sido poco más que un cachorro, tal vez de un año, muy delgado, sin collar, chip ni nada que lo identificase. No obstante, Logan había intentado encontrar a su dueño, pero no lo había logrado.

Por aquel entonces, ni siquiera había pensado que quería tener un perro y era probable que no hubiese aceptado uno si alguien hubiese querido regalárselo, pero en esos momentos no se imaginaba dando aquellos paseos solo otra vez.

A pesar de su extraño sentido del humor y de todo lo demás, Ninja era su perro y parecía contento viviendo allí. Permanecía en su jardín mientras él trabajaba y a su lado cuando no estaba trabajando.

Desde un claro que había en un alto del camino, Logan vio los jardines de la posada, sobre todo, en esos momentos del año, antes de que los árboles se llenasen de hojas. Le gustaba detenerse allí para estudiar su propiedad, aunque solo le perteneciese un tercio.

Siempre había sabido que sus hermanas y él heredarían el terreno algún día. El tío de su madre se lo había dicho siempre, desde que eran niños. Logan y sus hermanas habían pasado allí casi todos los veranos de su niñez, sobre todo desde que sus abuelos maternos habían fallecido. Tío Leo siempre los había puesto a trabajar en la propiedad y a ellos les había resultado muy divertido.

No obstante, Logan jamás había imaginado que terminaría allí. Había estudiado informática, había creado su propio negocio, con un socio en el que por aquel entonces había confiado, y había imaginado que, cuando heredase la posada, vendería su parte a sus hermanas o entraría en el proyecto con ellas, pero quedándose en la sombra. Siempre había sido evidente que Bonnie gestionaría la posada algún día. Esa había sido su meta desde la niñez y se había formado para ello. Por su parte, Kinley era una comercial nata, cualidad que le había venido muy bien como agente inmobiliaria y, en esos momentos, para buscar clientes para la posada.

Con respecto a él mismo, tenía talento para la informática, era bueno con las manos y siempre había tenido buena cabeza para la mecánica. Bonnie le tomaba el pelo diciéndole que era un hombre del Renacimiento. Su negocio anterior había terminado dolorosamente poco antes de la muerte del tío Leo, así que se había refugiado en los trabajos de reforma y mantenimiento de la posada. Tenía a su familia, a su perro, tenía salud y un coche. En general, era un hombre afortunado. No podía quejarse.

Allí de pie, con la vista clavada en el jardín, no se había dado cuenta de que estaba buscando a Alexis con la mirada hasta que la encontró entre la multitud. Iba vestida de rojo, su color favorito, y su pelo moreno brillaba con la luz del sol. Era fácil distinguirla entre las invitadas vestidas en tono pastel, al menos, para él.

La ceremonia había terminado y todo el mundo había ido hacia el lugar en el que se celebraba la recepción. Los invitados estaban alrededor de las mesas de comida, sentados en las sillas plegables, que se habían trasladado de delante del cenador a aquella zona. Algunos se habían puesto cerca de los calentadores, aunque Logan pensó que no hacía mala temperatura. El cuarteto estaba tocando encima de la carreta. A Logan le gustó aquel tipo de boda. Informal, cómoda, con la decoración justa, aprovechando la belleza de la naturaleza.

Vio a Kinley y a Bonnie, pero su atención se volvió a centrar en Alexis, que estaba muy guapa. Se lo diría antes de que terminase el fin de semana. Si era posible, en persona.

Ninja gimoteó y quiso echar a andar hacia la fiesta, pero Logan agarró con fuerza la correa.

—Luego la veremos —le prometió y se prometió a sí mismo.

Iba a darse la vuelta para seguir con su paseo cuando algo hizo que se detuviera. Vio cómo la novia, que había ido al instituto con Alexis, llevaba hasta esta a un hombre alto y delgado y los presentaba. A pesar de la distancia, Logan supo que Josie estaba intentando emparejarlos, y unos minutos después vio aliviado cómo Alexis se alejaba del hombre para dirigirse hacia la carreta, tal vez a anunciar algo por el micrófono. Podría oírla desde allí.

—Josie y Ted me han pedido que cante uno de sus temas preferidos para celebrar su boda —anunció—. Pertenece a la banda sonora de la película y del musical favoritos de la novia, El rey león.

Alexis había mencionado en alguna ocasión que había estudiado música y que había hecho alguna actuación, aunque nunca le había dado muchos detalles. Logan sabía que había vivido en Nueva York y que allí había trabajado a media jornada en alguna floristería. En esos momentos, al oírla cantar, se dio cuenta de que no le había contado el importante papel que la música había tenido en su vida antes de ir a vivir allí.

Era buena, mejor que buena. Era increíble. Su bonita voz lo estremeció y se quedó allí hipnotizado, con Ninja muy quieto a su lado, hasta que la canción terminó. Los invitados de la boda aplaudieron y Alexis dejó el micrófono y bajó del carro. Logan vio al hombre alto ir hacia ella, tocarle el hombro y sonreír.

Él se dio la media vuelta. Creyó ver algo blanco a su derecha, pero cuando miró mejor había desaparecido. O se lo había imaginado, o había sido un pájaro, una ardilla o un ciervo.

Tuvo que tirar fuerte de la correa de Ninja para conseguir que se moviese en dirección contraria a la que estaba Alexis. No sabía por qué, pero a ninguno de los dos les apetecía ya el paseo.

 

 

Una hora después de que la recepción hubiese terminado, casi todo estaba recogido. Los invitados se habían marchado, salvo los que iban a pasar la noche en la posada, que estaban dentro. Alexis se aseguró de que los proveedores a los que ella había contratado lo recogieran todo. Y Logan y dos de sus hombres habían retirado la mayor parte de la decoración. La familia de la novia se había quedado un rato más despidiendo a los recién casados, para ayudar a meter en el coche descapotable en el que iban a marcharse los regalos y los objetos de decoración que Josie quería conservar, pero ya no estaban allí.

Alexis también estaba a punto de marcharse. Miró a su alrededor para asegurarse de que no le quedaba nada por hacer.

Kinley se acercó a ella sonriendo de oreja a oreja.

—Todo ha salido muy bien, ¿no? No he oído ni una queja por parte de los invitados.

—Ha sido una boda estupenda —respondió ella—. Ha habido algún error de poca importancia, pero es lo normal, y los invitados no se han dado cuenta. A Josie le ha parecido muy divertido que la niña que llevaba las flores quisiera quitarse el vestido en mitad de la ceremonia porque le picaba el cuello.

Kinley se echó a reír.

—A todo el mundo le ha parecido que era adorable, menos a su madre.

—El carro ya va de camino a su granja —les informó Logan, acercándose a ellas con expresión seria, de concentración—. Y todo lo demás estará recogido más o menos dentro de una hora.

Alexis se mordió el labio inferior para evitar sonreír. Había visto a Logan preocupado con respecto a la colocación del carro antes de la boda, y después supervisar su retirada al terminar. Junto con sus hombres, lo habían empujado con cuidado, ya que Logan se había negado a que entrase en su jardín una camioneta o tractor. A pesar de sus protestas, lo había decorado con cuidado y el resultado había gustado mucho a los invitados.

—Los jardines estaban preciosos —dijo Alexis mirando a Logan y a Kinley—. Este sigue siendo uno de mis lugares favoritos para celebrar una boda.

A Kinley le gustó oírlo y Logan se limitó a asentir.

—Por cierto —dijo Kinley, tocando el brazo de Alexis—. Me ha encantado la canción que has cantado durante la recepción. ¡No tenía ni idea de que lo hacías tan bien! Logan, tenías que haberlo oído. Tiene una voz maravillosa.

—La verdad es que lo he oído.

A Alexis le sorprendió la respuesta, y a Kinley también.

—¿Dónde estabas? No te he visto en la recepción.

Él negó con la cabeza.

—Había salido a dar un paseo con Ninja —les explicó—. Se oía todo desde el camino. Cantas muy bien, Alexis.

Estaba acostumbrada a cantar con público, llevaba haciéndolo desde que era una niña. Y no se había puesto nerviosa por tener que subir al carro, pero sintió vergüenza al saber que Logan la había escuchado.

—Gracias, en realidad no quiero dedicarme a cantar en las bodas, pero a Josie no podía decirle que no.

—Ha sido estupendo —insistió Kinley—. ¿Dijiste que habías estudiado música?

Alexis asintió.

—En el conservatorio de la Universidad Johns Hopkins.

—Vaya —comentó Kinley.

Logan se limitó a arquear las cejas, pero Alexis supo que estaba sorprendido.

—Pero decidiste dedicarte a planificar bodas.

No era una pregunta, ya que la respuesta era obvia. No obstante, era evidente que Logan no entendía cuál era el motivo que la había llevado allí. Alexis respondió en tono alegre, dirigiéndose a ambos hermanos:

—Supongo que a estas alturas ambos os habéis dado cuenta de que me gusta mandar. Y no podía mandar mientras iba de audición en audición en Nueva York e intentaba pagar el alquiler trabajando en floristerías. Soy mucho más feliz siendo mi propia jefa, y haciendo felices a mis clientes, por supuesto. He combinado mi formación en arte teatral y representación con mi experiencia como florista para organizar bodas y otros eventos, y pienso que el resultado está bastante bien.

—Tienes mucho talento como organizadora de bodas —dijo Kinley inmediatamente, y después preguntó con curiosidad—. ¿Llegaste a actuar en Broadway?

Alexis se sintió cada vez más incómoda. No quería hablar de su pasado delante de Logan y, al mismo tiempo, tampoco quería que Kinley se diese cuenta de la relación que tenía con él.

—Más bien hacía coros fuera de Broadway. Como es obvio, hay muchos cantantes con talento en Nueva York que se dedican a trabajar de camareros o de cualquier otra cosa. Supongo que yo no tuve las ganas necesarias para intentar ser mejor y llegar a lo más alto.

Logan la miró fijamente y Kinley le hizo la pregunta en la que ambos debían de estar pensando.

—¿Y no echas de menos los escenarios?

Alexis se sorprendió a sí misma al ver que dudaba antes de contestar:

—No, en realidad, no.

Luego miró su reloj al darse cuenta de que estaba oscureciendo.

—Debería marcharme. Gracias otra vez por vuestra ayuda.

Kinley le dio una palmadita en el brazo.

—Lo mismo digo, Alexis. Tal vez podríamos comer un día juntas antes del siguiente evento.

—Me parece bien. Aunque esta semana me voy a un seminario fuera de la ciudad —comentó sin mirar a Logan—. Te llamaré cuando esté de vuelta.

—De acuerdo.

Alexis miró entonces a Logan.

—Gracias por tu trabajo. Dale la enhorabuena también a tu equipo.

Él asintió.

—Lo haré. Adiós, Alexis.

Ella no fue capaz de despedirse. Se limitó a sonreír, dio media vuelta y se marchó.

 

 

El domingo por la tarde, Alexis abrió la puerta y se encontró al instante con los lametazos de un enorme perro. Retrocedió riendo y giró el rostro para evitar que el animal le lamiese los labios.

—Hola, hola, Ninja.

Logan suspiró con exasperación e intentó quitarle al animal de encima.

—¡Ninja, baja! Baja.

El perro respondió inmediatamente y volvió a ponerse sobre las cuatro patas, pero siguió moviendo el rabo rápidamente y se giró hacia el sillón, donde estaba su amiga Fiona.

—Lo siento —se disculpó Logan—. Estoy intentando enseñarle buenos modales, pero tiene una memoria muy selectiva.

—Sabe que yo se lo perdono todo.

—Lo mimas demasiado.

—Es probable, pero es que es tan mono…

—Y lo sabe —añadió Logan riendo—. Te daría un beso, pero tienes babas de perro por toda la cara.

Alexis se echó a reír y le dio un suave puñetazo en el brazo.

—Ten cuidado, ¿eh? Que tú no eres tan mono como Ninja.

Él le dio un beso en los labios y luego levantó una bolsa de papel que llevaba en la mano.

—Tal y como te prometí, he traído la cena.

Un rato antes le había enviado un mensaje de texto para ofrecerse a comprar comida china y, a pesar de que Alexis tenía varias cosas que hacer aquella tarde, le había dicho que sí. No siempre lo dejaba todo cuando Logan la llamaba, en alguna ocasión le había dicho que no tenía tiempo. Pero esa noche quería verlo. Al fin y al cabo, iba a marcharse a Seattle en un par de días y sabía que iba a tener mucho trabajo a la vuelta. Además, tenía que cenar.

—Voy a poner la colada en la secadora y estaré lista para cenar.

—Iré poniendo la mesa.

—Gracias. El vino está en la nevera. He puesto a enfriar el Riesling que tanto te gusta.

—Qué bien —dijo él, abriendo el armario en el que estaban los platos.

Mientras se acercaba a la lavadora, que estaba en una habitación junto a la cocina, Alexis pensó que Logan parecía muy cómodo. Se movía por su cocina y por su dormitorio como si estuviese en casa.

Se preguntó cuándo había ocurrido aquello. Al fin y al cabo, tampoco había ido allí tantas veces. Alexis intentó contarlas y le sorprendió el número. Lo que había empezado como algún encuentro ocasional estaba a punto de convertirse en un hábito.

Tenía que hacer algo al respecto, pero ya lo haría más tarde.