Capítulo 10

 

Una vez vestido, Logan fue a la cocina a reunirse con Alexis. Miró a Ninja y a Fiona, que estaban comiendo juntos en un rincón, y se sentó a la mesa.

—¿Ya estás mimando a mi perro otra vez?

Alexis sonrió y dejó un plato con brownies y una taza de café delante de él.

—Pues Ninja piensa que al que estoy mimando es a ti.

—¿Has estado hablando con él?

—Soy capaz de descifrar sus expresiones —le respondió, tomando un trozo de brownie y dejándolo en su plato antes de sentarse.

—Hablas como Bonnie —comentó él, dando un sorbo a su café y dejando la taza.

De repente, se había puesto serio.

Ella ladeó la cabeza, tenía la sensación de que quería decirle algo.

—¿Qué?

—Cuando estábamos en la cama, hace unos minutos… has pasado la mano por mis cicatrices.

—Sí… lo siento. ¿Te molesta?

Él negó con la cabeza.

—No, no me molesta. A otras personas les causaban rechazo.

—¿De verdad? A mí solo me da pena pensar en lo mucho que debió de dolerte.

—Nunca me preguntas por ellas.

—Porque siempre he pensado que era un tema del que no querías hablar —respondió ella, encogiéndose de hombros y preguntándose adónde quería ir Logan a parar—. Me dijiste que te habías lesionado en la universidad, haciendo deporte, y supuse que era todo lo que necesitaba saber.

—Me lesioné al día siguiente de cumplir los veintiún años —le confirmó él—. Me rompí la pierna jugando al rugby. Me estaban operando cuando los médicos descubrieron que, además, había un tumor.

Ella dejó caer el brownie que tenía en la mano.

—¿Un tumor? ¿Quieres decir… cáncer?

Él asintió y su mirada se ensombreció.

—Estaba en el hueso. Me operaron para quitármelo y para arreglarme la pierna, al menos, no tuvieron que amputarla. Me dieron quimioterapia, con lo que perdí casi todo el pelo y perdí muchísimo peso.

Ella miró su pelo oscuro y grueso y los fuertes músculos de su pecho con los ojos muy abiertos.

—No tenía ni idea —fue lo único que se le ocurrió decir.

—Tal y como tú pensabas, es un tema del que no me gusta hablar. Mis hermanas lo saben. No es un secreto de Estado, ni mucho menos, pero forma parte de una época de mi vida en la que prefiero no profundizar.

—Lo comprendo.

Tenía que haber sido horrible, tanto para él como para sus hermanas, su madre, sus tíos y todos sus seres queridos.

—¿Pudiste…? ¿Corrió peligro tu vida?

—Por suerte, me lo diagnosticaron muy pronto y el cáncer todavía no se había extendido. Lo peor fue la infección que tuve después de la segunda operación. Estuve bastante enfermo una época, pero me recuperé y ahora estoy completamente bien. Me hago una revisión una vez al año y estoy limpio desde hace diez años. Cojearé toda la vida, pero teniendo en cuenta las alternativas, es una molestia menor.

—Por supuesto.

Alexis entendió un poco mejor que no le gustase hablar de su pasado, pero no sabía por qué se lo estaba contando en ese momento.

—En Seattle me preguntaste por la pierna —le dijo él, como si le hubiese leído el pensamiento—. Entonces no te contesté porque no quería hablar del tema en una cafetería, pero entiendo que sintieses curiosidad y me ha parecido que este era un buen momento para contártelo.

—¿Te duele?

Él negó con la cabeza.

—Solo cuando me esfuerzo más de la cuenta, y en ocasiones sé que va a llover, pero no me impide hacer todo lo que quiero hacer.

—Yo siempre he aceptado que te habías hecho daño haciendo deporte e imaginaba que había sido un percance complicado, pero no tenía ni idea de que habías sobrevivido a un cáncer.

Logan se encogió de hombros y tomó su brownie, evitando mirarla a los ojos.

—En cualquier caso, eso no cambia quién soy.

Alexis no pudo evitar preguntarse si había cambiado quién había sido antes, si siempre habría sido un hombre solitario, directo y un poco gruñón. Sintió todavía más curiosidad por él.

—Eras muy joven.

—Es el tipo de cáncer más habitual en hombres jóvenes.

—Supongo que te apoyaste mucho en tu familia durante esa época.

—Por supuesto. Mi madre estuvo a mi lado en todo momento. Kinley también estaba en la universidad y se acostumbró a estudiar en mi habitación para hacerme compañía. Bonnie estaba terminando el instituto. Se ocupaba mucho de la casa y de la cocina para que mamá pudiese seguir trabajando y también cuidando de mí. Aunque a Bonnie siempre le ha encantado cocinar, limpiar y ocuparse de la casa.

Aquello explicaba que los tres hermanos estuviesen tan unidos.

—¿Y tu padre? —le preguntó con cautela—. ¿También te apoyó?

—Económicamente, sí —respondió Logan después de dudar—. Se aseguró de que no me faltase de nada y de que mamá pudiese pagar las facturas. También vino a verme un par de veces. Por entonces estaba viviendo en Sudamérica. Pero no pudo quedarse porque tenía que volver a trabajar.

Tomó aire y se pasó una mano por el pelo.

—Lo cierto es que es de los que no les gustan las enfermedades. En ese año me di cuenta de que había muchas personas así.

—¿Tus amigos?

—Mis amigos, mi novia. Eran jóvenes y no estaban preparados para algo así. Un par de amigos me apoyaron, todavía estamos en contacto aunque no vivamos en el mismo lugar. También tengo amigos aquí. Como bien sabes, tengo poco tiempo libre, pero intento salir por lo menos una vez al mes. Los de aquí no saben nada del cáncer, no se lo he contado porque no quiero que me traten de manera diferente a los demás. En ocasiones, la gente reacciona de manera muy extraña, me han llegado a tratar como si tuviese algo contagioso, o como si fuese un héroe porque sobreviví.

—Ahora tienes una buena vida.

—Sí. En general, soy un tipo con suerte.

Ella miró a su perro, que estaba hecho un ovillo sobre la alfombra blanca y negra que había en la cocina, con su gata encima. Sonrió.

—Ninja también tiene mucha suerte de haberte encontrado.

Logan se echó a reír, pareció sentirse aliviado con el cambio de tema de conversación.

—Sí, formamos un buen equipo, ¿verdad, amigo?

Sin abrir los ojos, el perro golpeó el suelo con el rabo.

Logan se limpió los labios con la servilleta de papel y se terminó el café.

—Estaba muy bueno, Alexis. Gracias.

Ella se levantó a recoger la mesa y le guiñó un ojo.

—De nada. Sabía que ibas a tener hambre.

Él se levantó y la agarró por la cintura. La hizo girar entre sus brazos y le dio un beso en los labios.

—Contigo siempre tengo hambre —comentó—, pero no necesariamente de comida.

Ella se echó a reír, le mordisqueó la barbilla y luego salió de sus brazos.

—Eres un demonio con pico de oro.

—Es la primera vez que me dicen algo así.

Ella sonrió y dejó los platos en el fregadero.

—A lo mejor soy yo, que te hago sacar la labia.

—Tal vez.

Logan miró su reloj y sacó las llaves del bolsillo.

—Voy a tener que marcharme. El martes por la tarde tengo una reunión con un cliente, alrededor de las seis. Si tienes la noche libre, podría traer una pizza y ver una película juntos.

—¿El martes?

Alexis repasó mentalmente la semana, sorprendida por la sugerencia, no solían verse tanto y nunca habían quedado para ver una película. Intentó no darle demasiadas vueltas al tema, al fin y al cabo, Logan iba a ir a la ciudad y tenía sentido que quedasen a cenar.

—Estoy libre —añadió ella—. Me parece bien que traigas una pizza.

—Perfecto.

Logan le dio un beso en los labios, y después llamó a su perro.

Alexis se apretó el cinturón de la bata y después se agachó a recoger a Fiona. Cuando Logan se hubo marchado, volvió al salón con la gata en brazos.

Aquella noche había sido diferente. Logan había estado distinto. Incluso antes de sorprenderla hablándole de una parte de su vida de la que no le gustaba hablar, ya había notado un cambio en él. El modo en que la había mirado al llegar, la manera en que la había tomado en brazos para llevarla a la cama, e incluso la ternura con la que le había hecho el amor. No sabía qué era, pero había cambiado algo.

Debía de haber ocurrido durante los días que habían pasado juntos en Seattle. Aquella era la primera noche que habían pasado juntos desde entonces.

Alexis suponía que era normal que el tiempo que habían pasado juntos le hubiese dado una nueva dimensión a su relación. Habían intimado más. Habían averiguado más cosas del otro. Por ejemplo, ella se había enterado de que Logan había tenido un socio sin escrúpulos que había sido su amigo y lo había traicionado. Logan había superado varios golpes muy duros en la vida. Había sobrevivido a una enfermedad terrible. Había perdido amigos y a una novia. Había perdido a su madre y a sus tíos. No era de extrañar que se hubiese vuelto tan quisquilloso y, no obstante…

Pensó en cómo apoyaba a sus hermanas. En ocasiones protestaba, pero siempre las ayudaba. Tenía un don para la decoración de jardines. Y era bueno con los animales. Tenía un sentido del humor especial. Y la hacía sentirse bella, deseada y sexy sin palabras bonitas ni estudiados discursos amorosos.

De repente, sintió pánico, notó que se quedaba sin aliento. No quería pensar en él de aquella manera. No quería admirarlo tanto ni comprenderlo tan bien. Lo suyo tenía que ser algo fácil, superficial, sensato y realista. Ella no quería nada más. No podía arriesgar más.

Ya había sufrido bastante cuando Harry le había dicho que no quería formar parte de su vida. Cuando habían desaparecido la pasión, la emoción e incluso los sentimientos. Era lo que les había ocurrido a sus padres, y probablemente a su hermano también. Se imaginó oyendo aquellas palabras de boca de Logan y se puso muy tensa.

Fiona se removió entre sus brazos y maulló, y Alexis se dio cuenta de que debía de haberla apretado demasiado.

—Lo siento —murmuró, dejando a la gata—. Soy una tonta.

Lo era. Logan le había dejado claro desde el principio que no quería una relación estable. Y no le había dado ningún motivo para pensar que había cambiado de opinión. No había habido promesas, por lo que tampoco podía haber dolor.

Había compartido algo más de su pasado con ella porque eran amigos. Y los amigos hablaban. No tenía por qué significar nada más.

Compartirían una pizza el martes por la noche, pensó Alexis de camino a su dormitorio. Y probablemente habría sexo. Después Logan se marcharía, como hacía siempre, y ambos volverían a centrarse en su trabajo. Seguirían en contacto por teléfono, se verían cuando pudiesen, aunque no mucho cuando llegase la temporada alta. Y por fin decidirían de mutuo acuerdo que su aventura había terminado y seguirían colaborando laboralmente, como habían hecho en un principio.

Sintiéndose mucho mejor, se metió en la cama y se tapó con las sábanas. Se quedó dormida pensando en Logan.

 

 

El todoterreno de Logan olía a queso fundido y puré de verduras cuando aparcó delante de casa de Alexis el martes por la noche. Tomó la caja y la botella de vino tinto que había llevado, salió y fue hacia la puerta. Se le había pasado por la cabeza llevar también flores. Había visto un puesto cuando había parado a comprar el vino y se había estado debatiendo entre las rosas y las margaritas, pero después había decidido que ya le compraría flores a Alexis en otra ocasión. Si se presentaba en su casa con la cena, vino y flores, esta pensaría que estaba tramando algo.

Alexis le abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, pero Logan tuvo la sensación de que no estaba del todo contenta, tal vez estuviese cansada.

—Huele muy bien —dijo esta, haciéndolo pasar—. Estoy hambrienta. Solo he tomado una ensalada al mediodía.

—Yo también tengo hambre, así que será mejor que cenemos ahora que está caliente.

Logan le dio el vino y Alexis fue a por las copas.

Fiona anduvo alrededor de él, maullando, entonces debió aceptar que Ninja no había ido y se alejó.

Logan se echó a reír.

—Tu gata sabe expresar sus sentimientos muy bien.

—Desde luego.

Durante la cena charlaron de trabajo, de las cosas que habían hecho desde que se habían separado el domingo por la noche y de sus futuras obligaciones. Alexis no tenía ningún evento en la posada durante las siguientes semanas, pero sí tenía que organizar celebraciones en otros lugares.

Cuando terminaron de cenar, Logan la ayudó a recoger la mesa y fueron al salón con sus copas de vino. Se sentaron en el sofá y Fiona, que al parecer ya lo había perdonado, saltó a su regazo para que la acariciase.

—¿Qué tal ha ido tu reunión de hoy? —preguntó Alexis.

—Bien. El cliente se ha mostrado satisfecho con el informe que he preparado. Le he hecho varias recomendaciones para que pueda ahorrar tiempo con el papeleo.

—Estoy pensando que tal vez podrías echarle un vistazo al programa que utilizo yo para mi negocio —le dijo Alexis—. Si ahorro varias horas a la semana de papeleo podría merecer la pena, siempre y cuando tus tarifas sean razonables.

Terminó la frase en tono de broma y él sonrió.

—Para ti… sí.

Alexis frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—Te pagaría tu tarifa habitual, por supuesto. No pretendo que hagas ningún favoritismo conmigo. Recuerda que decidimos mantener nuestra relación personal completamente separada de la laboral.

—Lo recuerdo —dijo él—. Si lo dices en serio, le echaré un vistazo al programa que utilizas en horario de oficina, y te haré un veinte por ciento de descuento porque nos traes trabajo a la posada.

—Me parece justo.

—Me alegro —respondió Logan fingiendo estar muy serio.

Alexis lo fulminó con la mirada.

Él dejó su copa de vino en la mesa que había delante del sofá y tomó aire. Iba a dar un paso importante y no sabía cómo iba a reaccionar Alexis.

—A uno de los chicos con los que juego al baloncesto un par de veces al mes le han ascendido y se va a ir a vivir a Dallas dentro de un par de semanas. Vamos a organizarle una fiesta el martes de la semana que viene.

—Suena bien —respondió ella, distraída con la gata, que acababa de sentarse en su regazo y le estaba oliendo la copa de vino.

—Y había pensado que podrías venir conmigo. Si no estás ocupada esa noche.

Alexis debió de tardar unos segundos en asimilar sus palabras, cuando lo hizo, se quedó inmóvil un momento antes de preguntar:

—¿Quieres que vaya contigo?

—Eso he dicho.

—¿Como si saliésemos… juntos?

—Exacto.

—No creo que sea una buena idea.

Logan arqueó las cejas.

—¿Tienes otros planes para esa noche?

Alexis se metió un mechón de pelo detrás de la oreja en un gesto nervioso.

—No, creo que no. No estoy segura, pero no creo que debamos ir a una fiesta juntos.

—¿Por qué no?

Ella suspiró pesadamente, con impaciencia.

—Porque… aunque no vayan tus hermanas, y aunque yo no conozca a tus amigos, es probable que se corra la voz de que hemos ido juntos. No estamos en Seattle, donde era poco probable que nos reconociesen.

—Y, no obstante, tú te encontraste con alguien conocido —le recordó él.

Se sentía un tanto molesto, pero se advirtió que tenía que darle a Alexis algo de tiempo.

—Isabella jamás había oído hablar de ti —continuó ella—. Y eso sería más difícil en esta ocasión.

—Por supuesto, pretendo decirle a mis amigos cómo te llamas.

Ella se mostró nerviosa.

—Y sabes lo que van a pensar.

—¿Qué van a pensar? —le preguntó él.

—Que somos pareja. O, por lo menos, que nos estamos viendo.

—Alexis, llevamos siete meses viéndonos. Creo que va siendo hora de que dejemos de fingir que no es así.

Ella dejó la copa en la mesa tan bruscamente que pensó que se iba a romper. Luego se levantó del sofá y se puso a pasear de un lado a otro. Él la observó sorprendido, no había imaginado que reaccionaría así.

—¿Has dicho que crees que va siendo hora? —repitió.

—Evidentemente, no voy a decir nada sin tu consentimiento. Por eso te he preguntado si querías venir a la fiesta conmigo. Me ha parecido la manera más sencilla de hacerlo.

—¿La manera más sencilla de hacer el qué?

Logan se puso en pie lentamente.

—De hacer público lo nuestro. Para que podamos vernos abiertamente, sin fingir que casi no nos conocemos. Al principio, teníamos motivos para vernos en secreto. No pensamos que la cosa duraría y era estupendo vernos sin tener interferencias bienintencionadas de familiares y amigos, pero ya hemos pasado esa fase, ¿no?

—¡Yo pienso que no!

A Logan le sorprendió el ímpetu de sus palabras.

—No lo entiendo, Alexis. ¿Qué ocurre?

La vio respirar hondo, en un claro intento de recuperar la compostura.

—Si hacemos nuestra relación pública —empezó ella más tranquila—, todo cambiará. La gente, mi madre, tus hermanas, esperarán algo más de nosotros. Nos preguntarán si tenemos planes de futuro y esas cosas. ¿De verdad quieres tener que lidiar con esa presión externa?

Logan había pasado mucho tiempo haciéndose esas preguntas antes de invitarla a la fiesta. En ese momento, se encogió de hombros y respondió:

—Tal vez haya llegado el momento de empezar a pensar en el futuro. Estamos bien juntos, Alexis. En la cama y fuera de ella. No pienso que sea para tanto pensar a largo plazo. Tal vez incluso terminemos casán…

Alexis no le dejó terminar.

—¡Basta! No sigas, ¿de acuerdo?

Él se masajeó la nuca con una mano y la miró fijamente.

—Me parece que voy a necesitar una explicación. ¿Por qué te estás echando atrás?

—Porque estás cambiando las reglas del juego —replicó ella—. No era esto lo que habíamos acordado. Todo iba fenomenal y ahora estás intentando cambiarlo.

—Tú fuiste la primera en cambiar las cosas al invitarme a ir a Seattle.

—Tal vez fuese un error. Pensé que podíamos pasarlo bien, relajarnos unos días, y después volver a como habíamos estado desde el principio.

Logan sintió dolor en el cuello y bajó la mano, estaba muy tenso.

—Las cosas cambian. Evolucionan. Yo pensaba que nuestra relación estaba avanzando. Al parecer, estaba equivocado.

Alexis notó que se le humedecían los ojos.

—¡No teníamos una relación! Era solo sexo, una aventura. Dijiste que eso era lo que querías y ahora, de repente, cambias de discurso. ¿Cómo quieres que me lo tome?

A Logan no le gustó aquella descripción de su relación.

—Mira, no pretendía… Es evidente que no he hecho bien las cosas. Si no quieres ir a la fiesta, no pasa nada. Podemos hablarlo.

—Ya hemos hablado suficiente —susurró ella, bajando la mirada mientras se abrazaba—. Será mejor terminar con esto.

—¿Con esto? —repitió él en tono frío.

—Con lo nuestro.

Alexis estaba rompiendo con él. Allí mismo, en su propio salón, sin previo aviso, y todo porque la había invitado a una fiesta. Logan no podía creerlo, pero no estaba dispuesto a rogar.

—Si es lo que quieres.

Ella asintió y luego añadió en un hilo de voz:

—Es lo mejor. Espero que cumplas tu promesa de que esto no va a afectar a nuestro trabajo. Al fin y al cabo, de los dos, yo soy la que más tiene que perder.

—¿Eso piensas? —replicó Logan, furioso de repente.

Ella asintió.

—Pues no te preocupes, no diré nada que afecte a la reputación de tu negocio, y espero que tú no dejes de trabajar con la posada solo porque hayas terminado conmigo. Kinley y Bonnie no se lo merecen.

—Yo nunca…

Logan estaba ya en la puerta.

—No te preocupes con respecto a nuestra relación en la posada, Kinley se ocupará de todo. Habla con ella. Yo intentaré hacer lo que esté en mi mano para satisfacer a tus clientes.

—Logan…

Este no esperó a oír más. Salió dando un portazo y se dirigió a su coche. Pensó que había sido un idiota. Al parecer, no había aprendido las lecciones que la vida había intentado enseñarle. Había vuelto a sentir. Había vuelto a tener esperanzas. Había vuelto a…

Enamorarse.

Maldijo entre dientes.

Debería haber sido más precavido.