1
Poema de dedicatoria a. C. Nepote.
Contenido.— 1-2: pregunta retórica sobre el destino de la dedicatoria de su libro; 3-7: respuesta que encierra el nombre de C. Nepote con su correspondiente elogio; 8-11: formalízación de la dedicatoria e invocación a una de las Musas.
El primer poema debe constituir una sorpresa para el lector no avisado: sencillo y encantador, encierra todo un programa o manifiesto literario. El poeta está construyendo entre la obra de Nepote y la suya un profundo paralelismo. Nepote es un innovador que introduce en Roma uno de los géneros literarios griegos, la historia, resumiendo todo el pasado en tres libros. Catulo hace lo mismo con la poesía griega y en tres libros también. Se enfatiza el esfuerzo y la erudición de la obra de su amigo, que son, precisamente, las características de la suya.
¿A quién le voy a dedicar este librito, nuevo y simpático, con la áspera piedra pómez recién alisados sus bordes[56]? A ti, Comelio [57]; pues tú solías considerar de algún valor mis obri5 llas, ya entonces cuando, el único entre los itálicos, te atreviste a explicar la historia universal en tres volúmenes, eruditos, por Júpiter, y laboriosos. Por ello, acepta este modesto librito, cual10 quiera que sea su valor; que él, <oh> virgen protectora[58], sobreviva intacto más de un siglo.
2
Himno al pájaro del Lesbia (parodia de los himnos a los dioses).
Contenido.— 1: invocación; 2-8: juegos del pájaro y la amada; 9-10: súplica del poeta.
Los poemas 2 y 3 enlazan con el 5, 7, 8 y 11. Los seis forman parte del ciclo de Lesbia, constituyendo una unidad dentro de él.
En la Antología Palatina hay muchos poemas dedicados a animales. Los de Catulo podrían relacionarse con los de Meleagro dedicados a un saltamontes y a una cigarra (Ant. Palatina I, núms. 787 y 788, edición de M. F. Galiano, Madrid, 1978, núm. 7 de esta col.).
Entre las imitaciones del poema de Catulo podemos citar: Ovid., Amores II 6; Est., Silv. II 4, y Marc., 17.
Hay que destacar en él la ironía: un himno dirigido a un pájaro vivo, formalmente perfecto con su invocación al principio y su súpli
ca final. En contraste con esta ironía descubrimos delicadeza expresiva e inquietud amorosa.
Resulta, además, inquietante iniciar el ciclo de Lesbia con un poema así, donde se acaba descubriendo que el poeta sobrelleva la separación de su amada con más dificultades que ella, divertida con su regalo. Queda el eco dramático del último verso: «pudiera aliviar yo también los tristes cuidados de mi alma». Y este deseo da el tono a todo el ciclo amoroso.
Gorrión[59], objeto de las delicias de mi niña, con quien suele jugar y retenerlo en su regazo, a quien, en su agresividad, acostumbra a ofrecer la yema del dedo e incitar sus duros picotazos, cuando a mi radiante amor le gusta entregarse a no sé5 qué apacible juego, pequeño consuelo a su dolor, para calmar, supongo, su ardiente pasión. Pudiera yo, como ella, jugar contigo y aliviar los tristes cuidados de mi alma.10
2b
Estos tres versos, que encierran una comparación, están desconectados del poema anterior, pero, desde luego, no forman otro poema. Hemos mantenido el criterio de Mynors, que no hace más que seguir el del editor renacentista B. Guarino, al separar estos versos del poema 2, frente a otros editores contemporáneos, como P. Goold, que consideran estos tres versos los números 11-13 del poema anterior.
*** Me gustaría tanto, como dicen que a la joven[60] obstinada le gustó la manzana de oro que desató el cinturón tanto tiempo ceñido.
3
Treno por la muerte del pájaro.
Análisis del contenido.— 1-2: invitación al llanto; 3-5: muerte del pájaro; 6-10: sus gracias; 11-12: contraste con la realidad presente: su vagar por las tinieblas; 13-15: maldición del Orco; 16-18: dolor por la muerte,
Los epitafios por la muerte de animales son frecuentes en la Antología Palatina. Ovidio y Marcial también lo imitaron: Amores II 6, y Esp. 109.
Queremos destacar el patetismo del último verso, con diminutivos de auténtica ternura, sin olvidar la simpática evocación del pájaro en brazos de su dueña y la rememoración de su viaje por las tinieblas del Orco. Como en el c. 2, señalemos la ironía en el uso de un treno o nenia en honor de la muerte de un pájaro.
Llorad, ¡oh Venus y Cupidos[61]!, y vosotros, cuantos hombres hay sensibles al amor. El pájaro de mi niña ha muerto; el pájaro, objeto de las delicias de mi niña, a quien ella amaba 5 más que a sus propios ojos, pues era como de miel y la conocía tan bien como una hija a su madre y no se apartaba de su regazo, sino que, dando saltos de un lado para otro, sólo a su dueña 10 piaba siempre. Ahora avanza por aquel camino cubierto de tinieblas, de donde dicen que no vuelve nadie. Pero os maldigo, malditas tinieblas del Orco[62], que todo lo bello devoráis. Tan 15 bonito pájaro me habéis robado. ¡Oh maldito crimen! ¡Oh gorrioncillo, digno de lástima! Ahora, por tu causa, los ojitos de mi niña enrojecen hinchados de llanto.
4
Poema epitafio dirigido a los visitantes de su casa en el lago de Garda, o el Lago Ascanio en Bitinia. Era tradicional colocar ex-votos a los Dioscuros en agradecimiento por una feliz travesía.
Estructura— 1-9: apostrofe a los visitantes; 10-24: paréntesis explicativo del origen de la barca; 25-28: consagración final a los dioses gemelos.
Hay numerosos epigramas votivos en la Antología, y es posible que se trate de un ex-voto consistente en la pintura de la barca, lo que explicaría el empleo de ille y de hunc con valor deíctico. Virgilio lo imitó en el Cat. 10.
Tenemos aquí, por otra parte, un monólogo dramático que puede encerrar un símbolo autobiográfico.
Este poema forma con el 31 y el 46 un pequeño ciclo.
La barca que estáis viendo, visitantes, nos dice que fue el más rápido de los navíos y que el ímpetu de ningún otro barco 5 la pudo adelantar, ya fuera necesario volar con remos o con velas. Y niega que lo niegue la costa del Adriático[63] amenazador, ni las islas Cicladas, ni la ilustre Rodas, ni la horrible Propónti10 da tracia, ni la salvaje bahía del Ponto, en donde aquélla, barca después, fue antes frondoso bosque; pues en la cima del Cítoro muchas veces lanzó un silbido con su follaje locuaz. Amastris[64] del Ponto, y tú, Cítoro, cubierto de bojes, todo esto os ha sido 15 y os es muy conocido, asegura la barca: desde tiempo inmemorial afirma que se irguió en tu cumbre, en tus aguas empapó sus remos, y luego, a través de tantos mares borrascosos, trajo 20 a su dueño, ya la brisa la llamase a babor o a estribor, ya Júpiter favorable se hubiese abatido sobre ambas escotas al mismo tiempo. Ningún voto a los dioses de las costas[65] fue formulado por ella cuando llegaba desde el más remoto mar hasta este 25 lago[66] de limpias aguas; pero todo esto fue antes: ahora envejece en un tranquilo retiro y se consagra a vosotros, Cástor gemelo y gemelo de Cástor[67].
5
Éste es el primero de los poemas de los besos. El tema aparece también en el 7 y en el 48.
Estructura.— 1-3: grito de alegría amorosa; 4-6: brevedad de la vida / eternidad de la muerte; 7-9: los besos contados; 10-13: estratagema para evitar el «mal de ojo».
Se tocan los tres temas que son leit motiv en la poesía: el amor, la vida y la muerte.
Ha dilatado nombrar a su amada hasta el c. 5, para hacerlo con el posesivo mea y un grito de alegría que es una invitación al amor, frente a la moral tradicional. La evocación de la vida se hace primero con el plural soles como si sólo a la naturaleza le concerniese el mito de la reencarnación. La vida de Catulo y Lesbia, en cambio, será breve y les corresponderá una noche sin fin. En técnica de contrastes, la forma responde al contenido: la brevedad de la vida se expone mediante un sistema decreciente de sílabas: Occidit breuis lux, mientras que a la perpetuidad de la muerte le corresponde un sistema creciente: nox est perpetua una dormienda.
Tras las cuentas de los besos que se pueden accionar con el sistema de contar de los romanos, acaba con un gesto humorístico para interceptar el posible mal de ojo.
¡Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y todos los rumores de los viejos, demasiado severos, valorémoslos en un solo céntimo[68]! Los soles pueden morir y renacer; nosotros, cuando 5 haya muerto de una vez para siempre la breve luz de la vida, debemos dormir una sola noche eterna. Dame mil besos, luego cien, después otros mil, y por segunda vez ciento, luego hasta otros mil, y otros ciento después. Y cuando sumemos ya mu10 chos miles, los borraremos para olvidamos de su número o para que ningún maligno pueda echarnos mal de ojo cuando sepa que fueron tantos nuestros besos.
6
Acusación a Fabio de ocultar una aventura amorosa.
Sinopsis.— 1-5: acusación del poeta; 6-14: enumeración de las pruebas que le acusan; 15-17: exhortación para que redima su culpa.
El poema es como una pequeña pieza de oratoria forense: acusación, pruebas de la acusación y exhortación final.
La amada del amigo del poeta es illepida atque inelegans, «sin gracia y sin elegancia», esto es, sosa y desgarbada. Dentro del círculo de los neotéricos son cualidades rechazables por completo. La amada, lo mismo que la poesía, tiene que tener gracia y elegancia, por lo menos.
Flavio, si la que hace tus delicias no fuera sosa y desgarbada, consentirías en contarle tu amor a Catulo y no podrías ca5llártelo. Pero no sé a qué puta enfermiza quieres: te da vergüenza admitirlo. Pues que tú no duermes las noches sólo lo dice a gritos tu dormitorio, silencioso en vano, con su olor a 10 guirnaldas y a aceite sirio, con este almohadón y aquel otro, hundidos por igual, y el chirrido de la cama desvencijada por movimientos de toda clase. <Pues de nada vale callar los amoríos>[69] de nada. ¿Por qué? No descubrirías tus flancos tan derrengados si no estuvieras haciendo ninguna tontería. Por ello, 15 todo lo que te pase, bueno o malo, dímelo. Quiero llamarte a ti y a tu amor a un lugar en el cielo con simpáticos versos.
7
Forma pareja con el 5.
Sinopsis.— 1-2: pregunta de Catulo a Lesbia; 3-8: segundo término de la comparación; 9-12: primer término de la comparación.
En este poema alterna el tono popular —satis superque, por ejemplo— con el «culterano»: laserpicio, templo de Zeus Amón, sepulcro de Bato, etc.
El poema, como tantos otros de la primera parte, está concebido como un drama, con la pregunta inicial que lo origina. Con cierta impaciencia, Lesbia pregunta y Catulo contesta candorosamente. Su respuesta equivale a infinitos besos, esto es, equivale a hacerle ver a su amante que es insaciable. Esta respuesta supone también, sobre todo en los VV. 7-8, una apelación a la ternura; quiere evitar de esta forma la contundencia del concepto. Los versos finales son una vuelta al humor. Tenemos aquí un drama persuasivo, con sus ingredientes de humor, extravagancia y sentimentalismo (cf. R. O. A. B. Lyne, The Latín Love Poets…, págs. 45-46).
Me preguntas cuántos besos tuyos, Lesbia, bastarían para saciarme. Pues bien: cuantos granos de arena libia hay en Cirene[70], fértil en laserpicio, entre el oráculo del ardiente Júpiter y 5 el venerable sepulcro del viejo Bato[71], o cuantos astros, cuando calla la noche, vigilan los furtivos amores de los seres huma10 nos, tantos son los besos, dados por ti, que le bastan para saciarse al loco de Catulo, de forma que ni los curiosos podrían contarlos, ni hechizarlos una lengua maligna.
8
Poema típico de la renuntiatio amoris.
Estructura del contenido.— 1-2: planteamiento del conflicto; 3-8: sentimientos amorosos del pasado; 9-13: renuncia amorosa del presente; 14-18: futuro de la amada; 19: seguridad del poeta en su renuncia.
Monólogo del poeta renunciando a su amor, posiblemente inspirado en la Comedia Nueva, aunque se da en la épica y en la tragedia, sobre todo en Eurípides. Se citan de Menandro, Sicionio 397 y ss.; Díscolo 213 y ss.; Samia 111 y ss.
La sencillez con que está escrito el poema, su antirretórica, es lo que más nos interesa. Luego, su cuidada simetría que encierra una profunda y contenida emoción.
El enunciado «romántico» del v. 5: amata nobis quantum amabitur nulla, se convertirá en un clásico lema de la poesía amorosa de todos los tiempos.
Desdichado Catulo, deja de cometer locuras y lo que ves perdido, dalo por perdido. Brillaron un día radiantes soles para 5 ti, cuando ibas y venías a donde te llevaba la joven, amada por mí como ninguna otra será amada. Cuando allí surgían aquellos numerosos juegos amorosos, que tú querías y la joven no desdeñaba, brillaron, en verdad, radiantes soles para ti. Ahora ella ya no los quiere. Tú, no seas débil; <no los quieras> tampo10 co. Ni persigas a quien huye, ni vivas desdichado; resiste con obstinación, aguanta. Adiós, joven, ya Catulo resiste. No te buscará, ni irá a rogarte en contra de tu voluntad. Pero tú sufrirás, cuando nadie se dirija a ti. Maldita, ¡ay de ti! ¡Qué vida te 15 aguarda! ¿Quién se te va a acercar ahora? ¿A quién le parecerás hermosa? ¿A quién vas a amar ahora? ¿De quién se dirá que eres? ¿A quién vas a besar? ¿A quién le morderás los labios? Pero tú, Catulo, aguanta sin ceder.
9
Poesía de bienvenida a su amigo Veranio.
Estructura del contenido.— 1-2: saludo elogioso al amigo; 3-7: el encuentro familiar y anécdotas vividas; 8-10: evocación del encuentro entre los dos amigos y alegría final.
Desde la Odisea, con las sucesivas llegadas a Ítaca de Telémaco y Odiseo reconocidos y recibidos sucesivamente por el porquero, el aya, Penélope y Odiseo (XVI 11-67, 187-234; XVII 28-60; XXIII 205-230, y XXIV 345-412), la bienvenida se convierte en un topos, cuyas derivaciones en la poesía latina las podemos encontrar también en Hor., Od. 136, y Juv., Sát. 12.
Ésta es una de las muestras de la poesía de Catulo aparentemente llenas de una alegría espontánea, pero sometidas al control de su rigurosa perfección formal.
Veranio[72], de todos mis amigos el preferido entre trescientos mil. ¿Has regresado a casa junto a tus penates[73], tus hermanos bien avenidos y tu anciana madre? Has regresado. ¡Oh fe5 liz noticia para mí! Volveré a verte sano y salvo y te oiré hablar de los lugares, de los acontecimientos y de los pueblos de Iberia, como es contumbre tuya, y abrazándome a tu cuello 10 besaré tu alegre boca y tus ojos. Oh, de cuantos hombres felices existen, ¿quién hay más dichoso y feliz que yo?
10
Poema anecdótico en contra de sí mismo.
Contenido— A 1-4: presentación de los personajes; 5-13: Bitinia, tema de conversación en estilo indirecto; B 14-24: estilo directo: mentira de Catulo; 25-27: la putilla le pide a Catulo sus supuestos esclavos; 28-34: salida chistosa de Catulo,
La anécdota, contada con gracia y con una gran sencillez, anticipa el tono de algunas sátiras de Horacio.
Es indudable que este poema forma pareja, por contraste, con el 6. Flavio no le habla a Catulo de su amante en el 6; Varo, en cambio, le lleva de visita a casa de la suya. La amiga de Flavio era illepida e inelle gans, la de Varo es scortillum, pero non illepidam ñeque inuenustum, con uso de litotes afortunadas. El diálogo fluye en términos realistas, con ligero toque obsceno, propio de la lengua conversacional.
La justificación final sobre su mentira resulta maravillosa en la forma. Ha dicho: fugit me ratio y, a continuación, aparecen hipérbatos, disjunciones y homofonías en e; en el último verso podemos contar hasta ocho es.
Varo, mi amigo, desde el foro me ha llevado, ocioso, de visita a casa de su amante, una putilla a quien, según entonces me pareció a primera vista, realmente no le faltaba gracia y poseía 5 cierta sensibilidad. Cuando llegamos allí, nos surgieron variados temas de conversación, entre ellos cómo estaba Bitinia[74] ahora, en qué situación se encontraba, y cuánto dinero había sacado yo en limpio. Contesté lo que pasaba, que no había nada, ni para los propios pretores, ni para el séquito de sus amigos, de 10 forma que nadie volvía con la cabeza más perfumada[75], sobre todo teniendo por pretor[76] a un maricón, a quien no le importaba nada su séquito. «Pero al menos», me dicen, «lo que se ase15 gura que tuvo su origen allí, conseguiste hombres para tu litera». Yo, por hacerme pasar ante la muchacha por el más afortunado, le dije: «no me fue tan mal porque, pese a haberme tocado en suerte una provincia esquilmada, pude conseguir 20 ocho hombres hechos y derechos». En realidad, yo, ni aquí ni allí, tenía a nadie sobre cuyos lomos pudiese transportar la pata quebrada de un viejo camastro. Entonces, ella, como convenía a una desvergonzada, me dijo: «Por favor, Catulo mío, préstame25 los un rato, pues quiero que me lleven al templo de Sérapis[77]». «Espera —le contesté a la chica— en lo que hace poco dije que tenía, me distraje: un compañero mío que se llama Gayo Cin30 na[78] fue quien los consiguió. Pero, suyos o míos, ¿qué más da? Los utilizo como si hubiese sido yo el que los hubiese conseguido, pero tú no tienes ninguna gracia y vives para molestar, pues contigo no es posible tener una distracción».
11
Como el 8, este poema pertenece al género de la renuntiatio amoris.
Contenido.— 1: exhortación a sus dos amigos; 2-14; pormenores geográficos; 15-24; mensaje de ruptura.
Está escrito en estrofas sáficas, como el 51, que marca el comienzo de las relaciones entre Catulo y Lesbia. Su lenguaje es elevado y arcaico. Se ha fechado en el invierno del 55-54, por sus alusiones a las campañas de César.
Con un solemne comienzo, en una gélida letanía se enumeran una serie de pueblos. Estos pueblos, el Oriente lejano, árabes y egipcios, y Galia y Britania, son las tres zonas principales en las que los romanos de su tiempo dividían el mundo conocido. El final lo forman los ruegos por el envío del mensaje a Lesbia. Este mensaje empieza siendo rudo y termina en un patetismo romántico. La imagen final es una fusión de Safo (fr. 105) e Ilíada VIII 306-8. Virgilio la heredará en En. IX 435-6. La misma imagen, pero más desarrollada, se encuentra en 62, 39-41.
Furio y Aurelio[79], compañeros de Catulo, ya se aventure a penetrar en la India lejana, allí donde las costas son batidas por 5 las olas de Oriente que resuenan a lo lejos, ya en el territorio de los hircanos[80] o en el de los pacíficos árabes, ya en el territorio de los sagas o en el de los partos, portadores de flechas, ya en las aguas que tiñe el Nilo de siete desembocaduras, ya se 10 aventure a atravesar los elevados Alpes a ver los trofeos del gran César o el Rin de la Galia o [los terribles[81]] britanos en los confines del mundo, vosotros, dispuestos a afrontar juntos todo lo que disponga la voluntad de los dioses, anunciadle a mi 15 amada este corto y no agradable mensaje: que viva y lo pase bien con sus amantes, esos trescientos a los que estrecha a la vez con sus abrazos, sin querer a ninguno en realidad, pero rompiendo por igual los ijares de todos. Que no cuente, como 20 antes, con mi amor, que por su culpa cayó como la flor del más alejado lindero, una vez que fue tocada por el arado al pasar.
12
Poema flagitatio, lo mismo que el 25 y el 42.
Estructura del contenido.— 1-5: Asinio Marrucino roba pañuelos; 6-9: gravedad del defecto; 10-11: amenaza de castigo; 12-17: valor sentimental del pañuelo.
Es un poema ocasional. La exigencia de devolución del objeto robado, así como el ataque personal contra Asinio Marrucino, cesan de pronto y el poema se convierte en un cumplido a sus amigos, Fabio y Veranio.
Asinio Marrucino[82], de tu mano izquierda no haces un uso correcto: en medio de las bromas del vino robas los pañuelos de los más distraídos. ¿Crees que esto tiene gracia? Se te borra 5 la razón, imbécil. No hay nada más sórdido y grosero. ¿No me crees? Cree a tu hermano Polión, que está dispuesto a cambiar tus robos por un talento[83], pues es un joven repleto de todos los 10 encantos y de todas las gracias. Así que o espera trescientos endecasílabos o devuélveme el pañuelo, que no me interesa 15 por su valor, sino por ser recuerdo de un amigo. Pues me enviaron de regalo de Iberia unos paños de Játiva[84] Fabulo y Veranio. Es forzoso que yo los quiera como a mis amigos Veranio y Fabulo.
13
Este poema es una invitación, cuyo contenido es el siguiente: 1-2: invitación; 3-8: menú; 9-14: obsequio de Catulo.
Estamos ante un divertido poema ocasional. En medio de expresiones propias de la lengua coloquial surge su credo neotérico: uenuste, suauius elegantiusque.
Las exigencias iniciales de Catulo se compensan con el extravagante regalo del poeta al final, un perfume de Lesbia que lo convertirá en «un hombre a una nariz pegado».
Cenarás bien en mi casa, Fabulo querido —ojalá que con el favor de los dioses— dentro de unos pocos días, si traes contigo 5 comida buena y copiosa, no sin una muchacha guapa, vino, sal y risa en cantidad. Te digo que si traes todo esto, mi simpático amigo, cenarás bien, pues la bolsa de tu Catulo está llena de te10 larañas. Por mi parte recibirás mi cariño puro o lo que es más suave o más exquisito: te regalaré un perfume con que le obsequiaron a mi amada las Venus y los Cupidos. Cuando tú lo huelas, pedirás a los dioses que te hagan, Fabulo, todo nariz.
14
Poema de contenido epigramático, que se estructura así: 1-5: indignación ante el regalo de Calvo; 6-11: dudas sobre el autor de este regalo a Calvo; 12-15: oportunidad en la elección del día del envío: las Saturnales; 16-20: venganza con otros malos poetas; 21-23: devolución del regalo y despedida.
Posiblemente es Licinio Calvo el mejor amigo de Catulo; así, la posteridad mantendrá siempre unidos los dos nombres.
Escrito, como tantos otros, en un lenguaje sencillo y espontáneo, cuida, sobre todo, el final. El metro empleado es el endecasílabo llamado faléceo.
Pes está usado en el sentido literal de «salir con mal pie» y también con el sentido de pie métrico. Nuestro poeta trata de reproducir la incompetencia de los malos poetas con la propia, al incluir dos palabras yámbicas, malum pedem, con heterodinia.
La aliteración final está subrayada con la homodinia: pessimi poetae, precisamente las dos últimas palabras.
Si no te quisiera más que a mis propios ojos, simpatiquísimo Calvo, por ese regalo te odiaría con el odio de Vatinio[85]. Pues, ¿qué he podido hacer o decir yo para que me mates con 5 tantos malos poetas? ¡A ese cliente tuyo los dioses le otorguen toda clase de males, a ese que te ha enviado de regalo tal cúmulo de herejías! Y si, como sospecho, este nuevo y escogido 10 regalo te lo hizo el maestro Sila[86], no lo tomo a mal; al contrario, tomo a bien y con felicidad el que no se malogren tus esfuerzos. ¡Grandes dioses!, ¡horrible y condenado librito! ¡Por cierto, se lo enviaste a tu querido Catulo, para matarlo al punto 15 en el mejor de los días, el de las Saturnales[87]! No, no, falso; esto no se va a quedar así, pues en cuanto amanezca acudiré corriendo a las estanterías de los libreros, cogeré los Cesios, 20 los Aquinos, el Sufeno[88], todos esos venenos y con ellos como tormentos te devolveré el regalo. Vosotros, por el momento, adiós. Idos de aquí, volved allí de donde habéis salido con pie maldito, castigos de mi generación, pésimos poetas.
14 b
En los manuscritos, estos tres versos aparecen unidos al poema anterior. Está claro que se trata de un breve fragmento de otro poema, quizá el comienzo de un Catulo más lascivo. Concretamente, T. P. Wiseman, Catullan Questions, Leicester, 1969, pág. XXX, sostiene la hipótesis de que este poema es un fragmento perteneciente a la composición introductoria del envío de una segunda parte (14b-26) de las nugae, cuyo tema central serían los amores de Catulo y de Juvencio y la rivalidad del poeta veronés con Furio y Aurelio.
Si casualmente algunos sois lectores de mis tonterías y no os asustáis de acercar vuestras manos a mí ***
15
Aurelio apareció junto con Furio, en el poema 11, que iniciaba el ciclo dedicado a ellos, y éste, a su vez, acababa el pequeño ciclo inicial de Lesbia. Realmente, Juvencio es quien se alza, por primera vez, como protagonista. El poema es una típica commendatio.
El contenido es el siguiente:1-13: petición a Aurelio del favor;
14-19: amenaza en caso contrario.
Observamos, en primer lugar, una absoluta franqueza al tratar temas sexuales, con un acento que, si bien es nuevo, se repetirá después a lo largo de toda la colección. Estamos ante una nueva clase de poesía urbana. El lenguaje eufemístico que, por contraste, emplea en los dos últimos versos, resulta más efectivo, si cabe, que el empleado anteriormente.
Nos encomendamos a ti mi amor y yo, Aurelio[89]. Pido un favor insignificante: que, si con toda tu alma has deseado algo que querías que se mantuviera puro e íntegro, me guardes ho5 nestamente a mi joven, no digo de la gente —nada temo a ésos que pasan por la plaza de un lado para otro ocupados en sus asuntos— sino de ti, te temo a ti y a tu pene, hostil a jóvenes 10 puros y depravados. Muévelo tú por donde quieras, como quieras, cuanto quieras, cuando esté fuera dispuesto al ataque: exceptúo a éste solo; discretamente, creo. Y si un mal pensamiento y un loco furor te empujan a una culpa tan grande, 15 maldito, como para herir mi vida a traición, ¡ah, desdichado de ti entonces y mal destino el tuyo! Con las piernas separadas y por la puerta abierta te subirán corriendo mújoles y rábanos[90].
16
Ataque a sus dos amigos, Aurelio y Furio.
Contenido.— 1-4: amenazas y protestas en favor de su virilidad; 5-11: justificación de su poesía; 12-14: repite sus protestas y sus amenazas.
Es un poema anular: son iguales el primer y el último verso; el putastis del v. 3 se repite como putatis en el penúltimo.
Desde el punto de vista del contenido, este poema encierra su credo poético. El poeta, como sacerdote de las musas, es pius y castus, pero sus versos no tienen por qué serlo. En los poemas escritos al final de su vida volverá a aludir a su piedad y a su vida honrada.
Os sodomizaré y me la chuparéis, Aurelio bujarrón[91] y puto Furio, que me habéis considerado poco honesto por mis 5 ligeros versos, porque son muy sensuales. Es verdad que, si conviene que el poeta piadoso sea casto personalmente, en nada es forzoso que lo sean sus versos, ya que entonces al fin tienen sal y gracia, si son muy sensuales y poco pudorosos y 10 pueden provocar excitación, no digo a los jóvenes, sino a esos velludos que no pueden menear sus pesados lomos. ¿Vosotros, porque habéis leído muchos miles de besos, me consideráis poco macho? Os sodomizaré y me la chuparéis.
17
Tal vez estemos ante uno de sus carmina de juventud, ambientado en Verona o en Colonia Veneta, cerca de Verona.
Contenido.— 1-4: invocación; 5-11: petición de un favor por parte del poeta; 12-22: alusión de motivos; 23-26: nueva petición del favor.
Tenemos una ciudad llena de vida dispuesta a bailar sobre un puente desvencijado y una joven llena de gracia a quien su viejo esposo no le hace caso, Hay, como podemos ver, un claro simbolismo entre la ciudad y su puente y la joven y su viejo esposo.
Las imágenes de este poema, la del infantilismo del viejo, la de su postración, de resonancias épicas, y su caída final al cieno, como la mula que deja sus herraduras, se encuentran entre lo mejor de su poesía.
Oh, Colonia[92], que deseas celebrar juegos sobre tu largo puente y estás preparada para el baile, pero tienes miedo de las inseguras patas del puentecillo que se alza sobre unas tablas viejas, no sea que se derrumbe y caiga en el profundo pantano. ¡Ojalá, según tus deseos, resulte para ti un buen puente, sobre 5 el que se puedan celebrar las danzas sagradas de los Salios[93]! Obséquiame, Colonia, con este regalo de grandísima diversión. A cierto paisano mío quiero que desde tu puente vaya precipitado al lodo de cabeza y de pies, pero precisamente por donde 10 el abismo es más negro y, sobre todo, profundo de todo el río y de todo el estanque pestilente. Se trata de un hombre muy sin gracia y sin más discreción que la de un niño de dos años que duerme en la cuna que forman los brazos temblorosos de su padre. Éste, aunque está casado con una joven en la flor más 15 tierna de la vida, esto es, una niña más delicada que un tierno cabritillo, a la que hay que vigilar con más tiento que a las uvas más maduras, le permite divertirse como le place; para él no vale un comino, ni se levanta de su rincón, sino que se que20 da echado como el olmo en el foso abatido por el hacha lígur, sintiéndolo todo tal como si no existiera nadie en ninguna parte. Así es ese estúpido paisano mío que ni ve nada, ni oye nada, ni sabe tampoco quién es él mismo, ni si existe o no existe. Ahora quiero lanzarlo de cabeza desde tu puente por si 25 es posible despertar de repente su estúpida modorra y dejar su vida vuelta del revés en el espeso cieno, como la mula deja sus herraduras en el légamo pegajoso.
21[94]
Otro poema de ataque a Aurelio.
Contenido.— 1-6: apostrofe a Aurelio; 7-8: amenaza: 9-11: persecución de Aurelio en contra del puer Juvencio; 12-13: variación de la amenaza contenida en 7-8.
Este poema forma pareja con el 15. El poema 17 contrasta con estos dos: así como el viejo no se preocupaba de su joven esposa, Catulo se desvive por cuidar de su puer. Tenemos una prueba más de que la colección está elaborada por el propio poeta.
El humor es lo que destaca en este poema: la caracterización heroica habitual, al estilo de la de Heródoto como «padre de la historia», la utiliza Catulo para ironizar con Aurelio, al que presenta como «padre de las hambres», con un plural enfático. Aurelio no tiene más categoría que un parásito de Comedia, y éste es precisamente el rival del poeta.
Aurelio, padre de todas las hambres —no sólo de éstas, sino de cuantas existieron, existen o existirán en años sucesivos—, deseas sodomizar a mi amor. Y no a escondidas: pues estás 5 con él, bromeas con él, pegado a su costado lo intentas todo. En vano, pues mientras tratas de tenderme trampas, te agarraré primero para que me la chupes. Y si estuvieras harto de comer, me callaría. Ahora me duelo de esto, precisamente de que mi 10 amante, <¡ay, pobre de mí[95]! > aprenda a pasar hambre y sed. Así que déjalo, mientras puedas, sin avergonzarte, no sea que tengas que dejarlo después de habérmela chupado.
22
Poema de crítica literaria, como la contenida en 14, 36 y 95.
Contenido.— 1-11: distinción entre Sufeno persona y Sufeno poeta; 12-17: difícil explicación del contraste; 18-21: moraleja final de aplicación a todos los humanos.
Poesía reflexiva y de madurez. Es curioso que, al distinguir entre Sufeno persona y Sufeno poeta, sus características personales son las que los neotéricos exigirían para sí mismos y para su poesía: venustus, dicax, urbanus y bellus. Frente a estas condiciones personales, las del poeta: caprimulgus, fossor e infacetior y, además, escribe por millares los versos creyendo que lo hace muy bien. Cuando esperamos un final de apoteosis climácica contra Sufeno, Catulo da un quiebro y duda de la objetividad de las personas a la hora de juzgarnos, recordando la fábula de «las dos alforjas».
Ese Sufeno, Varo, a quien tú conoces bien, es un hombre sensible al amor, elocuente y educado y, al mismo tiempo, escribe muchísimos versos. Yo creo que él tiene escritos diez mil 5 o más y no copiados tal como suele hacerse en palimpsesto[96]: papeles de primera, libros nuevos, nuevos umbílicos, rojas las correas del pergamino, todo rayado con plomo y alisado con 10 piedra pómez. Cuando tú lo leas, el fino y educado Sufeno te parecerá, por el contrario, un auténtico cabrero o un sepulturero. Tan distinto es y tanto cambia. ¿Qué podemos pensar que es esto? Quien recientemente parecía refinado o algo más distinguido si lo hay, él mismo resulta más basto que un basto pa15 tán en cuanto ha tocado la poesía y él, por su parte, jamás es tan feliz como cuando escribe versos: tanto goza de sí mismo y tanta admiración se tiene. Sin duda, todos nos engañamos y no hay nadie en quien, de alguna manera, no puedas ver un Sufe20 no. A cada cual le ha sido otorgado su propio defecto, pero no vemos la alforja que hay en nuestras espaldas[97].
23
Satírico elogio de la probreza.
Contenido— 1-6: pobreza de Furio; 7-23: elogio de la pobreza; 24-27: consejo: no pidas dinero.
Está escrito en un tono jocoso, conseguido a base de crear clímax y anticlímax. Furio no posee nada, pero tiene padre y madrastra. Eran proverbiales las malas relaciones entre hijastros y madrastras: Furio se lleva bien. Como no tienen nada, no padecen los peligros de los ricos. Nuevo clímax: no padece las molestias de los que viven bien; sin sudor, sin saliva, sin mocos, etc., hasta llegar al sarcasmo en esta gradación climática al aludir al culus. El final anticlimácico es de pura lógica: no hay nadie tan feliz como Furio, por lo que no debe pedir dinero.
Furio, que no tienes esclavo, ni arca, ni chinches, ni arañas, ni fuego, pero sí padre y madrastra, cuyos dientes pueden masticar hasta pedernal, te va estupendamente con tu padre y con 5 el leño de la mujer de tu padre. No es extraño: pues gozáis de buena salud todos, digerís perfectamente, a nada tenéis miedo, ni a incendios, ni a duros derrumbamientos, ni a impiedades, ni 10 a las trampas de un veneno, ni a otros azares peligrosos. Sin embargo, tenéis los cuerpos más secos que el cuerno, o si hay algo más reseco por el sol, el frío o el hambre. ¿Por qué no es15 tás contento y feliz? Mantienes alejados de ti el sudor, la saliva, el moco y la enojosa coriza de nariz. A toda esta limpieza añade otra cosa más limpia: tienes el culo más brillante que un salero y no cagas diez veces en todo un año y esto más duro 20 que las habas y que los guijarros, de forma que si tú lo frotaras y lo trituraras con las manos, jamás podrías mancharte un dedo. Furio, estas ventajas tan dichosas no las desperdicies, ni 25 las estimes en poco y deja de pedir lo que sueles: cien mil sestercios; bastante feliz eres.
24
Poema dedicado a Juvencio, citándolo por su nombre. Aparece con su nombre en los poemas 24, 48, 81 y 99. El ciclo se completa con el 15 y 21, donde se alude a él sin nombrarlo. En este poema tampoco nombra a Furio, pero lo descubrimos por alusiones: no tiene esclavo, ni arca.
Contenido.— 1-6: quejas a Juvencio; 7-10: argumentos para que deje a Furio.
Comienzo retórico en alabanza de Juvencio. Toque alejandrino con alusión al rey Midas. Dramatización al hacer que Juvencio replique en estilo directo para defender a Furio porque es bellus, cualidad que un neotérico no puede reprochar. Final retórico al aconsejar el abandono del amante por su pobreza.
Oh, tú, que eres la más bella flor de los Juvencios, no sólo de éstos, sino de cuantos existieron o existirán después en años sucesivos. Preferiría que le hubieses dado las riquezas de Mi5 das a ese que no tiene esclavo ni arca, a que permitieras ser amado tanto por él. «¿Cómo? ¿No es un hombre distinguido?», contestarás. Sí, pero este distinguido ni tiene esclavo ni arca. 10 Quítale a esto la importancia que tú quieras y desprécialo. Sin embargo, él ni tiene esclavo, ni tiene arca.
25
Poema flagitatio.
Contenido.— 1-5: descripción de Talo; 6-8: uso de lo robado por parte de Talo; 9-13: amenaza.
La lectura atenta del poema nos descubre una serie de características sorprendentes en un poema aparentemente ocasional, que tendría que deslizarse en un tono de conversación: abundancia de diminutivos, cuatro en los dos primeros versos; en 10-11, tres; homofonías en lateral —11— en nueve palabras. El nombre propio Thallus inicia la homofonía dominante. En la imagen última hay hasta armonías imitativas del uentus. ¿Quién podía esperar tal rigor en un poema así?
Puto Talo, más suave que el pelo de un conejo, que la manteca de ganso, que el lóbulo de una orejita, que el pene fláccido de un anciano o que un rincón de telarañas; tú mismo, Talo, más ladrón que un huracán de tormenta, cuando la diosa Luna 5 descubre desocupados <a los mujeriegos[98]>, devuélveme lo que me has robado: mi manto, un pañuelo de Játiva y bordados de Tinia[99], que sueles, imbécil, mostrar en público como recuerdos de familia. Despégalos ahora de tus uñas y devuélvemelos, no sea que tus costillitas de lana y tus manos blandengues te 10 las señale ignominiosamente mi ardiente látigo y te agites de forma insólita, como barquilla apresada en el inmenso mar por viento enloquecido.
26
Último poema del ciclo de Furio y Aurelio.
Contenido.— 1-3: la casa de Furio no está expuesta a los vientos; 4-5: sino a una hipoteca.
El poema gira en tomo a la ambigüedad de opposita est, que por una parte significa: «expuesta» y por otra «hipotecada». Los cuatro vientos están nombrados: dos a la griega y dos a la romana. El uso del segundo significado de opponere tras uerum crea el anticlimax en los dos últimos versos.
Furio, tu casita de campo no está expuesta a los soplos del austro[100], ni a los del favonio, ni a los del bóreas cruel, ni a los 5 del afeliota, sino a quince mil doscientos sestercios. ¡Oh, viento horrible y pestilente!
27
Ésta es una canción de banquete al estilo de las de Anacreonte.
Contenido.— 1-4: Catulo pide bebidas más fuertes; 5-7: fuera el agua ante el mejor vino.
No hay seguridad en la identificación de esta Postumia, la anfitriona del banquete. Si fuera la mujer de Servio Sulpicio Rufo y amante de César, este poema inauguraría el ciclo de los políticos. Se puede ver también una mueca humorística a la historia romana: esta graciosa lex Postumia estaría en contraste con la del famoso Postumio de Livio (IV 29, 5), que dio orden de matar a su propio hijo. Parece indudable que estamos ante un guiño de complicidad del poeta dirigido al culto lector.
Joven escanciador de añejo falerno, tráeme bebidas más fuertes, como manda la ley de Postumia, nuestra anfitriona, más borracha que un grano de uva borracho. Pero tú, agua, 5 vete de aquí adonde quieras, perdición del vino, y pásate a los sobrios. Éste es un vino de Tionio[101].
28
Poema dirigido a sus amigos Veranio y Fabulo en contra de Memmio y Pisón.
Contenido.— 1-5: se dirige a sus amigos, miembros del séquito de Pisón; 6-13: la situación de Catulo con Memmio es igual a la de sus amigos bajo Pisón; 14-15: maldición a los dos pretores.
En los primeros versos llama la atención el empleo ambiguo de cohors y la acumulación posterior de palabras que evocan la milicia, sarcinulis et expeditis, frigora famemque, tópicos de la guerra. Ellos han ido a una misión civil, pero han padecido como si hubieran ido a la guerra. Lo mismo le ha pasado a Catulo. El poeta acude al lenguaje eufemístico, trabs, uerpa, para la designación del órgano sexual masculino; la imagen resulta todavía más gráfica que si hubiera usado el término real.
Para la maldición usa una fórmula ritual y solemne.
Compañeros de Pisón[102], pobre séquito, con equipaje manejable y liviano, excelente Veranio y tú, mi querido Fabulo, ¿qué hacéis? ¿Habéis soportado con ese degenerado fríos y 5 hambre en abundancia? ¿Cuál es el gasto anotado en la columna de las ganancias, como me ocurre a mí, que, siguiendo a mi pretor, cuento por ganancias los gastos? Oh, Memmio, bien y por largo tiempo, boca arriba, me has hecho chupar despacio 10 esa viga entera. Pero por lo que veo habéis corrido igual suerte, pues estáis hartos de una verga no menor. ¡Busca amigos nobles! Pero a vosotros os abrumen con toda clase de desgra15 cias los dioses y las diosas, deshonra de Rómulo y Remo.
29
Ataque contra Mamurra, César y Pompeyo.
Contenido.— 1-20: retrato satírico de Mamurra, lleno de reproches a César, que es a quien dirige sus preguntas; 21-24: reproches a César y a Pompeyo.
Hay que advertir que Catulo no es un satírico político. Jamás veremos que sus versos expresen ideas políticas; expresan resentimiento contra las personas que ostentan el poder, pero no contra sus ideas.
La denuncia contra Mamurra está llena de pasión, de libertad y de fantasía en medio de una retórica exuberante. El que el poema esté escrito en yambos (concretamente en trímetros yámbicos puros) lo hace en forma y en contenido de la escuela arquiloquea.
Las tres palabras impudicus, uorax, aleo no van dirigidas a Mamurra directamente, pero es natural su implicación. Concretamente, se sabe con certeza que César no fue uorax, pero esta característica le cuadra a Mamurra perfectamente. La adjetivación superbus et superfluens, así como las homofonías subrayadas, preparan la imagen siguiente, donde el diminutivo albulus y la ironía que supone el empleo de la forma litúrgica Adoneus descubren al mejor Catulo, doctus et lepidus. Continúa la enumeración de sus excesos culpables en lenta complacencia, para acabar elevando el ataque hasta los que se los consienten.
¿Quién puede ver esto, quién puede sufrirlo, si no es un desvergonzado, glotón y truhán? ¿Que Mamurra[103] posea la grasa que untaba la Galia de los de larga cabellera y la Britania de los confines del mundo? Puto Rómulo[104], ¿verás todo esto y 5 lo soportarás? ¿Y él, ahora, soberbio y cebado, recorrerá todos los lechos como un palomo blanco o un Adonis? Puto Rómulo, ¿verás todo esto y lo soportarás? Eres un desvergonzado, un 10 glotón y un truhán. ¿Con este pretexto, general sin par, estuviste en la última isla de occidente, para que ese jodido Carajo vuestro devorase doscientos o trescientos millones? ¿Qué otra 15 cosa es sino siniestra liberalidad? ¿Es que ha derrochado poco o es que ha engullido poco? Primero dilapidó los bienes paternos, luego, el botín del Ponto, y, en tercer lugar, el de Iberia, que conoce el aurífero río Tajo. Ahora se le teme en Galia y en 20 Britania. ¿Por qué alentáis semejante enfermedad? ¿Qué es lo que éste puede hacer sino devorar pingües patrimonios? ¿Con este pretexto, vosotros, dos más piadosos[105] de Roma), suegro y yerno[106], lo habéis perdido todo?
30
Poema de quejas ante la traición de un amigo.
Contenido.— 1-6: Alieno ha abandonado la amistad del poeta; 7-12: ruptura del foedus amicitiae y seguridad del castigo de la diosa Fides.
En el poema 64, Ariadna se queja en términos semejantes ante el abandono de Teseo (132-142) e idéntico contenido es también el de la elegía 76.
Catulo establece en este poema (y lo va a repetir a lo largo de toda la colección, concretamente en los poemas antes apuntados), que las bases de la buena amistad son un foedus (pacto). La Fides es garante de dicho pacto. Némesis se encarga de castigar a los culpables.
Alfeno, desmemoriado y falso para tus amigos leales, ¿ya no te compadeces nada, cruel, de tu dulce amigo? ¿Ya no vacilas en traicionarme y en engañarme, pérfido? Las impiedades de los hombres engañosos no agradan a los habitantes del cie5 lo. Tú no les haces caso y me abandonas, desdichado de mí, en medio de desgracias. Ay, ¿qué pueden hacer los hombres? Di, ¿en quién pueden confiar? Realmente tú me forzabas a entregarte mi alma, malvado, induciéndo<me> a estrechar nuestra amistad, como si yo no tuviera nada que temer. Tú mismo, 10 ahora, te alejas de mí y permites que todas tus palabras y todas tus acciones las disipen los vientos y las ligeras nubes. Si tú te has olvidado, al menos los dioses se acuerdan, se acuerda la Fidelidad[107], que va a lograr que tú te arrepientas de tu conducta de ahora en adelante.
31
Es un epibaterio o salutación dirigida a la tierra natal tras la vuelta de un viaje.
Contenido.— 1-6: palabras de saludo a Sirmión; 7-11: alegría del regreso; 12-14: palabras de alabanza.
Destaca la personificación de la península de Sirmión, a quien Catulo se dirige como a un ser humano. El diminutivo ocelle es típicamente amoroso. La misma emoción entrañable que usa para dirigirse a su amigo Veranio en el poema 9 la repite al dirigirse a Sirmión. Allí Veranio volvía a Catulo, aquí Catulo vuelve a Sirmión.
No faltan los toques «culteranos»: uterque Neptunus, Thyniam atque Bithynos y Lydiae… undae. El final, como siempre, es lo más cuidado: el saludo, con una más intensa personificación de la península, al dedicarle el epíteto que suele ser el más común a la hora de dirigirse a la amada uenusta y la imagen del contento y las risas, brillante y espontánea.
Sirmión[108] perla de las penínsulas y de las islas, de todas las que en lagos de limpias aguas y en el dilatado mar ofrecen uno y otro Neptuno[109]. ¡Con cuánto gusto y con cuánta alegría te vuelvo a ver, creyéndome apenas que he abandonado Tinia[110] 5 y las llanuras de los bitinios y que te veo sin peligro! Oh, ¿qué dicha es mayor que la de la pérdida de los cuidados, cuando el pensamiento descarga su peso, y agotados del esfuerzo del viaje llegamos a nuestro hogar y descansamos en nuestro añorado 10 lecho? Este placer es la única recompensa por tantas fatigas. Oh, bella Sirmión, salud. Regocíjate con tu amo, y vosotras, aguas del lago lidio[111], reíd con cuantas risas haya en casa.
32
Poema de ocasión,
Contenido.— 1-3: solicitud de invitación; 4-8: consejos; 9-11: urgencia.
Es un escrito que requiere respuesta, en el que late una dramatización.
Una vez más, su final es un quiebro anticlimácico. Cuando creíamos que Ipsitila era la protagonista, los dos últimos versos nos descubren que se trata realmente de la urgencia sexual del poeta. Por otra parte, no debemos olvidar que tras el nombre de lpsitilla se esconde el de alguna mujer famosa romana, que para el lector de su época sería fácil desvelar. Los nombres femeninos acabados en —illa eran abundantes, como el de Aurelia Orestilla, citada en Salustio, Cat. XV 2.
Por favor, mi dulce Ipsitila, objeto de mis delicias y de mis pasatiempos, invítame a que yo vaya a tu casa a pasar la siesta. 5 Y si lo haces, añade esto otro: que nadie eche el cerrojo de la puerta, ni se te ocurra salir fuera; al contrario, quédate en casa y preparémonos a joder nueve veces seguidas. Y si vas a ha10 cerlo, invítame en seguida: pues estoy echado recién comido y, saciado boca arriba, atravieso la túnica y el manto.
33
Poesía de invectiva contra dos personajes desconocidos.
Contenido — 1-4: presentación de los dos protagonistas, padre e hijo; 5-8: consejos para los dos.
El poeta maneja el factor sorpresa: empieza con un irónico optime, dedicado al padre; es el mejor, pero de los ladrones, y sigue con un claro insulto al hijo. Catulo procura repartir equilibradamente el poema en sus ataques. Sin embargo, la imagen del hijo es más degradante, un homosexual entrado en años que anda vendiéndose a poco precio.
Oh, tú, el mejor de los ladrones de baños públicos, Vibenio, el padre, y el puto de su hijo (pues si el padre tiene la derecha más sucia, el hijo tiene el culo más hambriento) ¿por qué no os vais al destierro, a unas malditas tierras? Pues los robos del pa5 dre son conocidos de todo el mundo, y tú, hijo, no puedes andar vendiendo tus velludas nalgas por una peseta.
34
Himno a Diana.
Contenido.— 1-8: invocación a la diosa; 9-20: sus poderes; 21-24: súplica.
Parece un himno griego tanto por la forma como por su contenido: está escrito en estrofas constituidas por tres gliconios y un ferecracio, y en cuanto a la diosa, más que la Diana romana es la Ártemis griega. Sólo las dos últimas estrofas tienen un sabor auténticamente romano, precisamente cuando el himno se hace más solemne y litúrgico.
Somos fieles a Diana[112] todos, muchachas y jóvenes castos. <A Diana, jóvenes castos> y muchachas, cantemos. Oh, hija de Latona, excelsa estirpe de Júpiter Máximo, a quien tu madre 5 parió cerca del olivo de Delos, para que fueras señora de las 10 montañas, de los verdes bosques, de los desfiladeros escondidos y de los ríos resonantes; tú eres invocada como Juno Luci15 na por las dolientes parturientas, tú eres invocada como poderosa Trivia y por tu luz no propia como Luna. Diosa, con tu 20 carrera mensual midiendo el camino del año, colmas tú de buenas cosechas las rústicas viviendas del labrador. Sé venerada bajo el nombre que te guste y, tal como acostumbraste desde antiguo, favorece con benéfica ayuda a la raza de Rómulo.
35
Poema de ocasión para invitar a un amigo.
Sinopsis.— 1-6: invitación a Cecilio y motivos para ello; 7-12: el amor de Cecilio; 13-18: invocación a la puella.
Éste es sin duda un bonito poema, en el que encontramos al poeta Cecilio acompañado por una docta puella como la misma Lesbia de Catulo. Resulta interesante descubrir el ambiente social en el que se desenvolvían los neotéricos. Las referencias sáficas son múltiples, no sólo en la perífrasis Sapphica puella musa doctior, sino en la caracterización de la puella como candida. Además, debemos tener en cuenta que esta amante de Cecilio aparece caracterizada como la Lesbia de los mejores momentos, frente a tantas amantes de sus amigos tratadas de scortum y de scortillum.
A un dulce poeta, a mi amigo Cecilio, querría que le dijeras, papiro, que se acerque a Verona, dejando los muros de Como[113] 5 la Nueva y las márgenes del Lario, pues deseo que oiga ciertos pensamientos de un amigo suyo y mío. Así que, si es sensato, devorará el camino, por más que una niña radiante mil veces lo llame al partir y, echándole las dos manos al cuello, le ruegue 10 que se detenga. Ella, ahora, si es verdad lo que me cuentan, se muere por él con un amor irresistible. En efecto, desde el día en que le leyó el comienzo del poema sobre la señora del Díndimo[114], desde entonces a la pobrecilla fuegos le corroen el 15 interior de sus médulas. Te disculpo, niña más culta que la musa de Safo[115], pues es bello el poema, iniciado por Cecilio, sobre la Gran Madre.
36
Epigrama contra los Anales de Volusio.
Sinopsis.— 1-10: invocación a los Anales para que se cumpla la promesa de Lesbia; 11-17: himno paródico; 18-20: Catulo pide ahora que se cumpla la promesa.
J. Ferguson (cf. Catullus…, págs. 107-109) divide el poema en dos partes: la primera pasa de Volusio al voto, y la segunda, del voto a Volusio. La primera parte, según él, acabaría en el voto de Lesbia; la segunda, en el voto de Catulo, con lo que tendríamos un típico ejemplo de construcción quiástica.
En la parodia del voto (11-17) podemos observar el uso de fórmulas de tipo religioso propias de un himno: así, sanctae, electissima, infelicibus, la caracterización de Vulcano, burla de la de Aquiles en la llíada y, por último, la sonora solemnidad de electissima pessimi poetae e infelicibus ustulanda lignis.
Anales de Volusio, papeles de mierda, cumplid la promesa en favor de mi amada, pues prometió a la sagrada Venus y a 5 Cupido que, si yo le era devuelto y dejaba de hacer vibrar mis fieros yambos, ofrecería al dios lento de pies[116] los más selectos escritos del peor poeta para ser quemados por malditos leños. Y 10 éste es el voto que la peor de las jóvenes ha decidido de forma burlona y divertida ofrecer a los dioses. Ahora, tú, diosa[117] nacida del cerúleo mar, que habitas el sagrado Idalio, los Urios de abiertas llanuras, Ancona, Gnido, cubierto de cañas, Amatunte, 15 Golgos y Dirraquio, posada del Adriático, acepta y cumple la promesa, si no carece de encanto y de gracia. Y vosotros, mientras tanto, venid al fuego, llenos de tosquedad y de torpeza, 20Anales de Volusio, papeles de mierda.
37
Poesía de invectiva contra los clientes de una taberna o prostíbulo.
Contenido.— 1-5: apostrofe a la clientela de la taberna; 6-10: amenazas; 11-16: causas del enfado de Catulo; 17-20: concreción del ataque en Egnacio.
Este poema forma parte del ciclo de Lesbia, aunque el poeta no la nombre. Está claro que la puella… amata tantum quantum amabitur nulla de los versos 11-12 es Lesbia, la protagonista del poema 8, cuyo v. 5 se repite aquí en el 12. Los hechos que ahora se denuncian son posteriores a los descritos antes en el 8. A aquella crisis le ha sucedido una degradación en la conducta de la amante. El poema 11 describiría el final de esta aventura.
La culminación del poema es el ataque a Egnacio, de quien reprocha su pelo largo y su origen extranjero, de una tierra que cría conejos y cuyos habitantes lavan sus dientes con orina. Es indudable que este Egnacio ahora es el preferido de Lesbia; por eso Catulo se ocupa de él.
Taberna lasciva y vosotros, los asiduos de ella, la de la novena columna a partir del templo de los hermanos del píleo[118], ¿creéis que sois los únicos que tenéis cojones, que sois los únicos a los que está permitido joder a todas las jóvenes y consi5 derar a los demás unos cabrones? ¿Es que, porque estéis sentados en fila cien o doscientos cretinos, creéis que no me voy a atrever a llenaros la boca a los doscientos a la vez? Pues creédmelo, os voy a pintar toda la fachada de la taberna con obsce10 nidades. La joven que ha huido de mi regazo, amada por mí tanto como no será amada ninguna, por la que yo he librado muchas peleas, está sentada ahí. Todos, hombres de bien y afortunados, la gozáis, y, por cierto, lo indignante es que todos 15 sois unos donnadie y unos puteros de esquina. Sobre todo tú, uno de los de pelo largo, hijo de Celtiberia, tierra de conejos, Egnacio[119], a quien hacen pasar por hombre de bien una barba 20 espesa y unos dientes frotados con orina ibera.
38
Poema de reproches a un amigo.
Contenido.— 1-3: estado del poeta; 4-6: su disgusto; 7-8: petición de ayuda.
Es posible que más que a una enfermedad física esté aludiendo a la crisis espiritual padecida tras la muerte de su hermano. También se puede interpretar que el poeta se refiere a una de las numerosas crisis padecidas en sus relaciones con Lesbia. Lo cierto es que el tono es emotivo y que Catulo reclama con urgencia y sinceridad una consolatio.
Está enfermo, Comificio, tu amigo Catulo está enfermo, por 5 Hércules, y agotado, más y más cada día y cada hora. ¿Con qué palabras lo has consolado, cosa muy fácil e insignificante? Estoy enfadado contigo. ¿Así correspondes a mi cariño? Me gustarían unas breves palabras, más tristes que las lágrimas de Simonides[120].
39
Nuevo ataque satírico a Egnacio.
Contenido.— 1-8: la risa de Egnacio; 9-21: consejo del poeta y explicación de su actitud siempre riente.
El poema construye una terrible caricatura de este personaje, al que hemos descubierto como rival de Catulo en el 37.
La descripción, al principio, de los lugares en que inoportunamente se ríe el personaje está descubriendo el alto rango social de que disfruta, al ser uno de tantos urbani ociosos en la Roma del momento. A partir del v. 9 empieza, en un estilo heroico burlesco, una enumeración de ciudadanos, romanos y de provincias. Cuida como siempre, el chiste final, que es un insulto. Este insulto final comienza al hacerle ver que es un celtíbero, una especie rara en la Roma de su tiempo, para acabar demostrándole que bebe orines en grandes cantidades.
Este poema está en la línea de las más antiguas sátiras de Horacio.
Egnacio, porque tiene dientes muy blancos, ríe siempre y por cualquier cosa. Sí nos acercamos al banquillo del acusado, en el momento en que el abogado defensor provoca el llanto, él se ríe. Si hay luto ante la pira de un hijo piadoso, cuando su 5 madre, sola, llora por su hijo único, él se ríe. Ante cualquier cosa que ocurra, en dondequiera que esté, por cualquier cosa que haga, se ríe. Tiene este vicio, ni correcto, según creo, ni de buen gusto. Así que debo darte un consejo, buen Egnacio: aun10 que fueras romano, sabino o tiburtino; o un grueso umbro o un obeso etrusco o un lanuvino, moreno y de grandes dientes; o un transpadano, por citar también a los míos, o cualquier otro que lave bien sus dientes, sin embargo, no querría que tú te rie15 ras siempre y por cualquier cosa, pues nada hay más tonto que una risa tonta. Ahora bien, <eres> celtíbero. En la tierra de Celtiberia, con lo que cada uno ha meado, por la mañana suele frotarse los dientes y las rojas encías, de forma que, cuanto 20 más limpios estén esos dientes tuyos, tantos más orines proclamarán que has bebido.
40
Ataque a Rávido.
Contenido.— 1-6: insensatez de Rávido; 7-8: su castigo será tan grande como la fama de esta poesía de Catulo.
El tono seco e incisivo que presenta está descubriendo su ascendencia arquiloquea. Su estructura es muy sencilla: ocho versos de preguntas y dos de respuesta. Se duda si pertenece al ciclo de Lesbia, porque no es segura la identificación de meos amores con ella.
¿Qué extravío, pobrecito Rávido, te lanza de cabeza contra mis yambos[121]? ¿Qué dios, incorrectamente invocado, te dispo5 ne a provocar una insensata pelea? ¿Es para estar en boca de la gente? ¿Qué pretendes? ¿A cualquier precio deseas ser famoso? Lo serás, desde el momento en que quisiste gozar del objeto de mi amor a cambio de un duro castigo.
41
Invectiva contra la amante de Mamurra, protagonista también del 43.
Contenido.— 1-4: Catulo explica su relación con Ameana; 5-8: exhortación a sus parientes.
Hay un ataque también a Mamurra, aunque no se le nombre.
Destaca la crudeza del ataque inicial, la burla en la machacona repetición de puella en los versos 1, 3, 5 y 7 y, por último, el final: una mirada al espejo le haría ver que lo que pide es absurdo.
Ameana, la joven jodida por todos, me reclama ni más ni menos que diez mil sestercios, esa joven de deforme nariz, amiga del despilfarrador de Formias[122]. Parientes que os cuidáis de 5 ella, convocad una junta de amigos y de médicos: no está bien de la cabeza la joven, ni suele preguntar a su espejo cómo es.
42
Flagitatio; es un soberbio monólogo dramático.
Contenido.— 1-2: urgente llamada a los endecasílabos; 3-6: la causa es el robo de unos apuntes con versos; 7-20; furioso ataque a la autora del robo; 21-24: invitación irónica al cambio de estilo en el ataque.
Durante mucho tiempo, la crítica se ha preocupado por la identificación de la moecha putida. Fue E. Fraenkel quien primero llamó la atención sobre el hecho de que el interés del poeta radica en la idea afortunada de los hendecasyllabi flagitantes: la flagitatio es una costumbre popular itálica, destinada a obtener la restitución de un bien sin pasar por el pretor. (Cf. J. Granarolo, L’oeuvre de Catulle…, página 237.) Es la que Catulo trata de reproducir aquí.
La repetición de redde codicillos otorga la estructura básica a todo el poema (11-12; 19-20; 24). Este juego de simetrías está subrayado por las abundantes aliteraciones. El alto retoricismo hace que nos demos cuenta de que más que una flagitatio real es una burla de ella, mediante el artificio de la poesía. Catulo no enfatiza contra quien se emplea la flagitatio, sino que más bien reproduce en tono burlesco una flagitatio real.
Acudid, endecasílabos, todos cuantos hay de cualquier parte, todos cuantos hay. Esa puta desvergonzada me cree su ju5 guete y se niega a devolverme mis apuntes[123], para ver si podéis aguantarlo. Persigámosla y exijámoslos. Preguntáis quién es. Aquella que veis andar de forma desvergonzada y reír como 10 un mimo molesto con boca de cachorro galo. Rodeadla y exigidle: «¡Puta asquerosa, devuelve las tarjetas; devuelve, asquerosa puta, las tarjetas!» ¿No haces caso? ¡Oh lodo, burdel, o 15 algo más degradante, si aún es posible! Pero, con todo, no hay que pensar que esto sea suficiente. Y si no hay otra manera, saquémosle los colores a esa perra de cara de hierro. Gritad de 20 nuevo más fuerte: «¡Puta asquerosa, devuelve las tarjetas; devuelve, asquerosa puta, las tarjetas!» Pero no conseguimos nada, no se conmueve. Tenéis que cambiar de idea y de método, por si podéis sacar más provecho: «Honrada y casta, devuelve las tarjetas».
43
Nueva invectiva contra Ameana, la amante de Mamurra. Contenido.— 1-4: defectos de Ameana; 5-8: imposible su comparación con Lesbia.
La enumeración pormenorizada de los defectos de Ameana descubre el retrato ideal de belleza femenina, que para Catulo se realiza en Lesbia: nariz media, ni chata, ni larga; pies bonitos, ojos negros, dedos largos, boca seca, sin babas, elegante elocuencia. Éste es el retrato de Lesbia, que luego veremos repetido en el epigrama 86, mediante un procedimiento semejante.
Salud, joven de nariz nada chata, ni de pie bonito, ni de ojitos negros, ni de dedos largos, ni de boca sin babas, ni de una expresión al hablar elegante en exceso, querida del despilfarrador de Formias[124]. ¿Los de la provincia andan diciendo que tú 5 eres bonita? ¿Contigo comparan a mi Lesbia? ¡Oh, tiempos sin discernimiento y sin sensibilidad!
44
Parodia de himno dirigido a su finca con casa de campo.
Contenido.— 1-9: invocación a la finca. Enfermedad del poeta; 10-15: causas de su enfermedad y curación; 16-21: agradecimiento a la finca y súplica final.
El carácter de himno se evidencia por el empleo de arcaísmos: autumant, grates, recepso; anáforas: seu… seu; formas casi litúrgicas: Sestianas dum uolo esse conuiua y otioque et urtica.
La burla empieza con la mención de Sestio, cuyo mal gusto era proverbial en la Roma de su tiempo. El adjetivo frígida empleado para la tos es, desde luego, un término técnico usado en crítica literaria.
La inesperada invocación final descubre la maestría de nuestro poeta en sus finales anticlimáticos. Lo que empezó como una parodia de himno solemne dirigido a su finca como a un dios acaba en epigrama contra Sestio.
Oh finca mía[125], sabina o tiburtina (pues estiman que eres de Tíbur quienes no pretenden ofender a Catulo, pero los que lo 5 pretenden apuestan cualquier cosa a que eres sabina). Pero seas sabina o, más exactamente, de Tíbur, he estado muy a gusto en tu casa de campo en las afueras de Roma, donde expulsé de mi pecho una maldita tos, que me ocasionó —no sin 10 merecerlo— mi estómago, por ir tras cenas copiosas. Pues por querer ser invitado de Sestio[126], su discurso contra el candidato Ando, lleno de veneno y pestilencia leí. Entonces, un enfriamiento y un acceso de tos me quebrantaron hasta que huí a tu 15 regazo y me curé con reposo y tisana de ortigas. Así que, recuperado, muchísimas gracias te doy, porque no te has vengado de mi falta. Ahora ruego encarecidamente que, si vuelvo a coger los abominables escritos de Sestio, el frío lleve la tos y el 20 enfriamiento no a mí, sino al propio Sestio, quien me invita precisamente cuando le he leído un mal libro.
45
Poema que encierra un juramento de amor con la aceptación de la esclavitud consiguiente. Tema recurrente en los poetas elegiacos.
Contenido.— 1-9: juramento de Septimio con la aprobación de Cupido; 10-18: juramento de Acme con la aprobación de Cupido; 19-26: mutuo amor de los dos amantes. Reflexión del poeta.
Es el típico canto amebeo de la poesía bucólica, que luego encontraremos en el 62. Sus antecedentes pueden ser los Idilios 5 y 8 de Teócrito. Tenemos que señalar su elegante estructura: tres estrofas de nueve versos las dos primeras y de siete la tercera. La primera corresponde a Septimio, la segunda a Acme y la tercera es un comentario del propio poeta, de un optimismo inusual. Como inusual es la teatralización de un cuadrito de amor romántico, pleno de felicidad.
Septimio, estrechando contra su pecho a Acme, su amor, le dice: «Acme mía, si no te amo con locura y no estoy dispuesto a amarte sin cesar toda la vida, tan perdidamente como 5 el que más, que solo en Libia y en la tórrida India me encuentre con un león de mirada de acero». Cuando dijo esto, Amor, como antes a su izquierda[127], estornudó su aprobación a la derecha.
Por otra parte, Acme, volviendo levemente la cabeza y sus 10 ojitos, embriagados de su dulce joven, le besó con aquellos labios suyos de púrpura y le dijo: «Queridito Septimio, vida mía, sirvamos siempre a este único dueño, tal como arde en mis 15 tiernas médulas un fuego mucho mayor y más vivo». Cuando dijo esto, Amor, como antes a su izquierda, estornudó su aprobación a la derecha.
Ahora, habiéndose marchado con buen augurio, con recí20 proca pasión aman y son amados. El pobrecito Septimio prefiere a Acme a Siria y Britania enteras. Sólo en Septimio la fiel Acme prodiga sus delicias y sus placeres. ¿Quién ha visto a 25 personas más felices? ¿Quién a una Venus de mejores auspicios?
46
Deliciosa poesía de regreso.
Contenido.— 1-3: la primavera; 4-6: es la hora de abandonar Bitinia; 7-8: viaje preparado; 9-11: despedida.
Destaquemos la bonita evocación de la primavera con las personificaciones que laten en furor y silescit. El poeta se dirige de repente a sí mismo, con lo que el tono emocional se intensifica. Hay patetismo en la evocación de los lugares donde yace muerto su hermano; pero este sentimiento dura sólo un momento, para seguir con un final alegre. Alegría propia de la vuelta a casa.
Ya la primavera trae de nuevo los tibios días; ya el furor del clima equinoccial empieza a calmarse con los suaves so5 plos del céfiro. Dejemos, Catulo, las llanuras frigias[128] y los ricos campos de la ardiente Nicea: volemos a las célebres ciudades de Asia[129]. Ya el muy agitado pensamiento ansia libertad, ya los pies, alegres, cobran vigor con el afán. Oh, adiós, gru10 pos de dulces compañeros, juntos salimos lejos de casa, nos devuelven opuestos y diferentes caminos.
47
Invectiva contra Pisón.
Contenido.— 1-2: apostrofe a los dos protegidos de Pisón; 3-7: protesta en favor de sus amigos Veranio y Fabulo.
Caricatura monstruosa la de Pisón, como un Priapo listo para el ataque con dos manos izquierdas preparadas para robar.
Porcio y Socratión[130], roña y hambre de la humanidad, las dos izquierdas[131] de Pisón, ¿os prefirió a mis queridos Veranio y Fabulo aquel Priapo descapullado? Vosotros celebráis famo5 sos y suntuosos banquetes a pleno día; mis amigos buscan por las esquinas invitaciones.
48
«Poema de besos» dentro del ciclo de Juvencio (24, 48, 81 y 99).
Estructura.— 1-3: período condicional: prótasis-apódosis; 4-6: período concesivo: apódosis-prótasis. Estructura quiástica.
La intensificación de los besos no sólo la expresan los numerales; hay anáforas y doble negación. La imagen final, la de la cosecha de besos, resulta original, sorprendente y de una frescura sin parangón en la poesía de su tiempo y aun en la del nuestro.
Tus ojitos de miel, Juvencio, si alguien me permitiera besarlos libremente, los besana hasta trescientas mil veces. Me parecería que no me iba a sentir harto jamás, no, aunque la 5 mies de nuestros besos fuera más espesa que una de espigas en sazón.
49
Poesía de circunstancias dirigida a Cicerón.
Contenido.— 1-6: retórico elogio de Cicerón y aparente humildad de Catulo frente a él.
Estoy convencido de que hay una parodia del muy vanidoso estilo de quien llegó a decir Romam fortunatam me consule natam, al dirigirse a él como disertissime, y un dardo envenenado en Romuli nepotum. Salustio lo había definido como inquilinus ciuis (Cat. XXXI 7).
Los últimos versos son claramente satíricos: repite en dos versos seguidos pessimus omnium poeta. Hay una oposición de poeta y patronus. Está claro que Catulo jamás se creyó el peor poeta, es más, estaba convencido de que era uno de los mejores. Si Catulo era el peor poeta de todos en la misma medida en que Cicerón era el mejor de los abogados, no hay quien crea que Catulo ha escrito esto con sinceridad, sino con la mayor de las ironías. El ser, por otra parte, abogado de todos no era ningún título de honradez, por cuanto eso implicaba también ser abogado de quienes no merecían ser defendidos. El juego de ambigüedades de optimus omnium patronus se decanta en el peor sentido (cf. J. Ferguson, Catullus…, pág. 141).
Tú, el más elocuente de los nietos de Rómulo, de cuantos son y de cuantos han sido, Marco Tulio[132], y de cuantos serán después en años sucesivos, te da muchísimas gracias Catulo, el 5 peor poeta de todos, el peor poeta de todos en la misma medida en que tú eres el mejor abogado de todos.
50
Poema de amistad.
Contenido.— 1-6: apostrofe a Licinio, que establece la situación en que se encontraban los dos amigos; 7-13: signa amoris; 14-21: regalo poético de Catulo y amenazas.
Para mí, los síntomas de la homosexualidad de Catulo se presentan en poemas como éste, más espontáneos, más originales, menos de escuela que los de Juvencio.
En la segunda estrofa, el lenguaje es más fuertemente amoroso que en la primera: incensus, miserum, cupiens, son síntomas amorosos. Existe, por parte del poeta, una fuerte atracción hacia Calvo: ut tecum loquerer simulque ut essem. En la tercera estrofa continúa el lenguaje amoroso: el vocativo ocelle, dolorem, semimortua, etc.
La introducción al final de la diosa Némesis hace más trascendente esta amistad-amor, que había empezado como un juego entre dos pueri delicati otiosí.
Ayer, Licinio[133], desocupados nos divertimos mucho con mis tablillas de escritura, como convenía a unos jóvenes refinados: los dos jugábamos escribiendo versos, ya en un ritmo, 5 ya en otro, con respuestas alternativas en medio de las bromas del vino. Y de allí me marche excitado por tu gracia, Licinio, y por tus golpes de ingenio, de forma que, desdichado de mí, ni el alimento me agradaba, ni el sueño cubría con su tranquilidad 10 mis ojos. Al contrario, presa de un loco delirio, me agitaba por toda la cama, deseoso de ver amanecer para hablar contigo y estar juntos. Una vez que mis miembros agotados por la fatiga 15 yacían medio muertos en la cama, te hice, mi dulce amigo, este poema, por el que te puedes dar cuenta de mi dolor. Ahora, guárdate de ser soberbio, y te pido que no desprecies mis sú20 plicas, niña de mis ojos, no sea que Némesis[134] se vengue de ti. Es una diosa apasionada: guárdate de ofenderla.
51[135]
Poema en sáficos dirigido a Lesbia. Se cree que es el primero que escribió dirigido a ella.
Contenido.— 1-12: signa amoris de Catulo ante Lesbia; 13-16: reflexión sobre los males del ocio.
Es una adaptación del c. 31 de Safo, pero con un final «a la romana». Es un toque personal, una llamada de atención a sí mismo sobre los peligros del ocio. El puritanismo del provinciano hace aquí su primera irrupción.
El resto del poema es casi una traducción de la maravillosa oda de Safo, en la que hace un prodigioso análisis de las emociones humanas. Catulo está identificado con Safo. Lo que añade en la primera estrofa es: si fas est… superare, porque ha intensificado la expresión de Safo, que es ísos, «igual a». Es una hipérbole retórica que, posiblemente, le quita naturalidad al original. También en la primera estrofa añade identidem te. Una nueva intensificación. En el v. 5 añade: missero… mihi, que no está en el original y que es una expresión muy característica de los elegiacos latinos. Tampoco está en Safo sonitu suopte, típico del estilo directo y conversacional de Catulo.
Hay mucha aportación original de Catulo; mucho más de lo que puede sugerir una rápida lectura de la oda griega.
Aquél me parece que es igual a un dios: aquél, si se me permite, supera a los dioses, el que sentado frente a ti, sin moverse, te mira y te oye reír con dulzura, cosa que a mí, en mi 5 desgracia, me arrebata los sentidos, pues tan pronto como te he visto, Lesbia, nada queda de mí *** Mi lengua enmudece; una leve llama se aviva bajo mis miembros; con su propio sonido 10 zumban mis oídos y se cubren de noche mis ojos.
El ocio te perjudica, Catulo. Por el ocio te exaltas y te excitas demasiado. El ocio, antes que a ti, perdió a reyes y ciuda15 des prósperas.
52
Poema de invectiva contra dos cesarianos.
Contenido.— 1: grito desesperado; 2-3: motivos de su desesperación; 4: se repite el v. 1.
Los versos primero y último reproducen el estilo conversacional de Catulo. En el centro se contesta a las preguntas retóricas: es una bofetada a César en la cara de Nonio y Vatinio.
¿Qué hay, Catulo? ¿Por qué retrasas tu muerte? En la silla curul se sienta Nonio[136] el tuberculoso, por su consulado perjura Vatinio. ¿Qué hay, Catulo? ¿Por qué retrasas tu muerte?
53
Poema que encierra una graciosa anécdota con chiste final.
Esta anécdota tiene mucho del aînos de ascendencia arquiloquea.
El chiste final se encierra en la palabra salaputium, cuyo exacto significado se nos escapa. Si hacemos caso a Séneca (Cont. VII 4, 7), esta palabra se refiere a la pequeña estatura de Calvo; por otra parte, es presentada como obscena, mentula salax. Nuestra traducción por «pito» podría satisfacer al tratar de reproducir una ambigüedad semejante.
Me he reído hace poco con no sé quién del público, que, como mi querido Calvo hubiera explicado maravillosamente sus acusaciones contra Vatinio, con admiración y las manos en 5 alto, gritó: ¡Grandes dioses, elocuente pito!
54
Poesía de invectiva política, cuya interpretación es difícil por el estado del texto.
Estructura.— 1-3: descripción de defectos de tres cesarianos; 4-5: Catulo se dirige ahora a César y a Suficio; 6-7; reflexión.
Por encima de las dificultades del texto, los cinco primeros versos son ambiguos y ofensivos. Es indudable que el unice imperator es César. El toque alejandrino en una sátira popular lo tenemos en seni recocto: es una alusión al mito de Medea.
La cabeza de Otón[137] es verdaderamente pequeñita; las piernas <de paleto> <de Herio[138]> están a medio lavar; sutil y tímido es el pedo de Libón. Si no todo, yo querría que eso os desagradara a ti y a Suficio, ese viejo recocido[139] *** de nuevo te vas a 5 irritar contra mis yambos sin culpa alguna, general sin par.
55
Poema anecdótico.
Contenido.— 1-2: Camerio se ha perdido; 3-14: Catulo lo busca por todas partes; 15-22: apelación directa a Camerio.
El mayor interés de este poema reside en el descubrimiento que el poeta nos hace del mundo social de los jóvenes en la Roma de su tiempo. Éstos se desenvuelven en un ambiente en el que resulta obligatorio protegerse los unos a los otros. En este mundo, el peligro para Catulo es la mujer. Camerio ha desaparecido: está claro que lo retienen lacteolae… puellae, plural poético intensivo y de parodia del estilo heroico; el adjetivo en diminutivo resulta, además de oportuno, encantador.
Si casualmente no te molesta, indica, por favor, dónde están las tinieblas de tu escondrijo. Te he buscado por el Campo menor[140], en el Circo, por todas las librerías, en el templo con5 sagrado al Sumo Júpiter. Durante ese tiempo, en el pórtico del Grande abordé, amigo, a todas las mujerzuelas que vi, pese a todo, con rostro sereno. <«Me habéis robado[141]> —así yo mismo 10 les gritaba— a mi Camerio, chicas de mala vida». Una me contestó <descubriendo sus pechos desnudos[142]>: «Aquí está, escondido entre mis tetillas de rosa». Sufrirte ya es un trabajo de Hércules. Con un orgullo tan grande, amigo, me desdeñas. Di15 nos dónde vas a estar; sal con valentía, arriésgate, confíate a la luz. ¿Te retienen ahora jovencitas en leche? Si mantienes la lengua en boca cerrada, arrojarás fuera todos los beneficios del amor. Venus goza con una charla abundante. Incluso, si quieres, puedes cerrar con llave tu paladar, con tal de que yo participe de vuestro amor.
56
Otro poema que encierra una anécdota.
Contenido.— 1-4: dedicatoria a Catón de la anécdota, cuyo planteamiento se hace; 5-7: cómico final con la intervención del poeta como protagonista de ella.
Una vez más podemos mostrar en estas anécdotas su ascendencia calimaquea. El poeta despliega en estos carmina, de una sencillez sólo aparente, un enorme control observable en el cuidado formal.
La cita de Dione en la exclamación es un guiño «culterano», sin duda, dirigido a sus doctos amigos los neotéricos o a su maestro, si este Catón es Valerio Catón. Ilíada (V 375-385) narra cómo Afrodita acude a consolarse en brazos de Dione, su madre, herida por la lanza de Diomedes por haber querido proteger a su hijo Eneas. Diomedes-Venus: Catulo -populus.
¡Oh anécdota graciosa, Catón[143], y divertida, digna de tus oídos y de tus risas! Ríe, Catón, cuanto quieres a Catulo. Es una anécdota graciosa y divertida en exceso. Hace poco he sor5 prendido a un chiquito que trataba de joder a una joven. Yo, que Dione me ayude, en ristra caí sobré él con la mía tiesa.
57
Poema de invectiva contra César y Mamurra.
Contenido.— 1-2: planteamiento de las buenas relaciones entre los dos; 3-5: manchas iguales; 6-9: la misma educación y las mismas faltas; 10: repite el v. 1: sus buenas relaciones.
Desarrollo del ciclo contra César y Mamurra, cuyos precedentes son el 29 y el 54. Posiblemente estamos ante el más furioso ataque contra estos dos personajes, entre los que Catulo ha hecho a lo largo de toda la colección.
Deja claro su desprecio cuando repite, al principio y al final, el mismo verso, donde encierra la acusación resumen del contenido de todo el poema: los dos son cinaedi, homosexuales pasivos.
Qué bien se llevan esos desvergonzados bujarrones, el puto Mamurra y César. No es extraño. Manchas iguales tienen ambos, uno en Roma, el otro en Formias[144]; las llevan grabadas y 5 no se las borrarán. Igualmente enfermos, gemelos los dos, en la misma camita instruidos ambos. No está éste más hambrien10 to de adulterios que aquél, socios rivales de las jovencitas. Qué bien se llevan esos desvergonzados bujarrones.
58
Poema del ciclo amoroso de Lesbia que trata sobre su degradación.
Contenido.— 1-3: felicidad en el pasado; 4-5: degeneración presente.
Se pasa de la evocación amorosa a la obscenidad brutal. Parece lógico que si Celio fue el amante que sustituyó a Catulo en los favores de Clodia, ahora le dirija este poema en el que le descubre el estado de degradación al que ha llegado Lesbia. Es la pintura de una amante que le desdeña, vista con los ojos de un odio irracional.
Es conmovedora, sin embargo, la repetición del nombre de Lesbia con el enfático illa en disposición contrastada: … Lesbia nostra, Lesbia illa / illa Lesbia. Es un grito repetido de dolor y rabia.
Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia, la famosa Lesbia aquélla, la única, a quien Catulo amó más que a sí mismo y que a todos 5 los suyos, ahora por las esquinas y callejas se la pela a los nietos del magnánimo Remo.
58 b[145]
Fragmento de un poema.
Contenido.— 1-4: enumeración mitológica; 5-7: sigue la enumeración de elementos veloces e invocación a Camerio; 8-10: fatiga en su búsqueda.
Está claro que este fragmento no tiene nada que ver con el c. 58. Está relacionado, sin duda, con el 55, porque se trata de la búsqueda del mismo personaje: Camerio. Puede tratarse de dos carmina sobre el mismo tema, que ofrecen todo el aspecto de estar inacabados y/o de haber padecido enormemente en la transmisión textual. Tenemos una acumulación de citas o de alusiones a seres legendarios, famosos por su velocidad, a lo largo de cinco versos, con objeto de destacar el esfuerzo del poeta en la búsqueda de su amigo. Hay, naturalmente, humor al parodiar el estilo heroico y, quizá, autoironía con respecto a los propios usos neotéricos. En un contexto conversacional, como es el de la exposición de los riesgos a los que se somete el poeta por la búsqueda de Camerio, el poeta acude a los procedimientos típicos empleados en los carmina longiora, en complicidad con el lector por la burla de sus propios métodos, como tantas otras veces.
No, aunque me transformara en el famoso vigilante de los cretenses[146], no, aunque fuera llevado en vuelo por Pegaso, ni aunque fuera Ladas o Perseo de pies con alas, ni el carro de Reso rápido y de caballos de un blanco de nieve. Añádeles 5 pies alados y plumas prontas para el vuelo, y, al mismo tiempo, procúrate la fuerza de los vientos en la carrera, que uncidos, Camerio, me consagrarías. Sin embargo, yo estaría agota10 do en todos mis huesos y consumido por toda clase de fatigas, amigo mío, buscándote.
59
Poema imitación de los «graffiti».
Contenido.— 1-5: sátira contra Rufa.
Salvo en el epíteto Bononiensis, que es una burla de la épica heroica, el v. 1 es exactamente un «graffito»; parece un precedente de los epigramas incestuosos de la tercera parte. Se intensifica el clímax degradante que alcanza su culminación en el final. A Rufa la azota, nada menos que un esclavo, dedicado a quemar cadáveres, con la cabeza rasurada por su condición de fugitivo.
A su Rufillo se la mama Rufa la de Bolonia, la mujer de Menenio, a la que muchas veces en los cementerios habéis visto robar comida incluso de la pira, mientras, persiguiendo el 5 pan caído del fuego, era azotada por el quema-cadáveres de cabeza a medio rapar[147].
60
Poema de quejas.
Contenido.— 1-5: reproches a la amada o a un amigo.
Recuerda las quejas de Ariadna en el poema 64 (154-6), cuyo origen es la Medea de Eurípides (1341-3; 1358-9) e Ilíada XVI 33-35.
Hay una sola pregunta de fuerte dramatización, con un lenguaje muy literario y culto: Leaena, Libystinis y alusión a Escila. Parece lógico que estas quejas estén dirigidas a Lesbia, colofón de este primer libro.
¿Es que una leona de las montañas libistinas[148] o Escila[149], que ladra por debajo de sus ingles, te engendró con un corazón tan negro y cruel que desprecias la voz de un suplicante en extremo peligro, ay, tú, de corazón excesivamente fiero?5
61
Canto de bodas en honor de Manlio Torcuato y de Junia Aurunculeya.
Contenido.— 1-75: invocación a Himeneo con su elogio; 76-81: anuncio de la llegada de la novia; 82-113: apostrofe a la novia interrumpido por un paréntesis: la canción en el lecho nupcial; 114-148: las burlas fesceninas; 149-183: llega la novia; 184-198: apóstrofe al novio; 199-223: a la pareja.
El epitalamio es un género bien conocido de la época helenística, aunque nos haya quedado sólo un ejemplo, el Idilio 18 de Teócrito. En el c. 61 se dan todos los tópoi propios del epitalamio: alabanza del dios Himeneo con el típico grito io y o, alabanzas de la belleza de la novia y de las virtudes del novio, etc. Sin embargo, Catulo mezcla los lugares comunes del epitalamio griego con notas propias del realismo romano: el ritual es el típico de una boda romana, la fescennina iocatio y el lanzamiento de las nueces, el ceremonial de la supuesta deductio o rapto de la novia, las matronas uníviras acompañando a la novia, la invocación del dios Talasio romano, etc.
A lo largo del canto de bodas hay pormenores bellísimos, imágenes visualizadas llenas de color y fuerza, algunos de los mejores hallazgos del poeta. Acudamos a unos cuantos ejemplos: así, en 149-156 se invita a la novia a que tome posesión de la casa de su prometido y se evoca la vejez futura, en un portentoso retrato del temblor senil que da la impresión de que a todo se asiente. Especialmente bella es la comparación del rostro de la novia con las flores silvestres (186-188). En el epitalamio propiamente dicho se desea la descendencia mediante un retrato de familia gracioso y encantador: un niño en el regazo de su madre tiende sus brazos y sonríe a su padre; cuadro que llamó la atención de Virgilio, quien lo trasladó a un momento de máximo patetismo, el monólogo que precede al suicidio de Dido (Eneid. IV 328-9) y en Égl. IV 60-63.
En escenas de tan gran ternura era lógico que Catulo acudiera al abundante uso de diminutivos. Los arcaísmos aparecen en momentos en los que se quiere buscar efectos solemnes de himno ritual.
Oh, habitante del monte Helicón, hijo de Urania, tú que robas a la tierna doncella para su esposo, oh, Himeneo Himen, 5 oh, Himen Himeneo[150]; ciñe tus sienes con flores de mejorana de suave olor; toma alegre el velo color de llama; aquí ven, 10 aquí, con sandalia azafranada en tu pie de nieve; y, excitado por este día jubiloso, entonando los himnos nupciales con voz 15 bien timbrada, golpea la tierra con tus pies, agita en tu mano la tea de pino, pues Junia, tal como Venus, la que habita el Idalio, 20 llegó ante el juez frigio[151], se casa con Manlio, una buena doncella con buenos auspicios, brillante como el mirto de Asia de ramas en flor, que las diosas Hamadríades[152], un placer para 25 ellas, alimentan de húmedo rocío.
Ea, pues, dirígete aquí, deja las grutas aonias de la rocosa Tespias, sobre las que la ninfa Aganipe derrama sus frescas 30 aguas[153]. Y llama a su casa a la dueña, apasionada por su nuevo esposo, ciñendo de amor su mente, como la hiedra obstinada se abraza al árbol por un lado y por otro. Así mismo vosotras, 35 vírgenes sin tacha, para quienes llega un día semejante, ea, cantad a coro: ¡Oh, Himeneo Himen! ¡Oh, Himen Himeneo! 40 para que de buen grado, al oír que se le llama a su deber, se dirija aquí el que guía una Venus buena y ciñe un buen amor.45
¿Qué dios debe ser invocado más por los amantes que son amados? ¿A cuál de los habitantes del cielo honrarán más los hombres, oh, Himeneo Himen, oh, Himen Himeneo? Te invo50 ca para los suyos el padre tembloroso; para ti las vírgenes desciñen del cinturón sus vestidos; te aguarda inquieto con oído 55 atento el recién casado. Tú mismo entregas una muchachita en flor en las manos de un joven fogoso desde el regazo de su madre, oh, Himeneo Himen, oh, Himen Himeneo. Ningún placer 60 que la buena fama apruebe puede lograr sin ti Venus, pero puede, queriéndolo tú. ¿Quién se atrevería a compararse con este 65 dios?
Sin ti ningún hogar puede dar hijos, ni un padre puede apoyarse en su descendencia, pero puede, queriéndolo tú. ¿Quién se atrevería a compararse con este dios?70
La tierra que careciera de tu culto no podría dar defensores a sus territorios; pero podría, queriéndolo tú. ¿Quién se atreve75 ría a compararse con este dios?
Abrid los cerrojos de la puerta. Aquí está la novia. ¿No ves cómo las antorchas agitan sus ardientes cabelleras? *** aunque la retrase el pudor de una buena crianza. Con todo, atendiéndo80 lo más, llora, porque es preciso partir.
Deja de llorar. Para ti, Aurunculeya, no hay peligro de que 85 una mujer más hermosa haya visto la clara luz del día nacer del Océano. Así, en el multicolor jardín de un rico propietario 90 suele surgir la flor del jacinto. Pero te retrasas, el día se va. <Sal, nueva esposa>.
Sal, nueva esposa, si ya te parece bien, y atiende a mis pa95 labras. ¿Ves? Las antorchas agitan su cabellera de oro. Sal, nueva esposa.
Jamás tu esposo, entregado inconstante a deshonrosos adulterios, en busca de placeres vergonzosos, querrá acostarse 100 lejos de tus tiernas tetillas, sino que, como la flexible vid se 105 agarra a los árboles plantados en tomo, se agarrará a tus abrazos. Pero se va el día. Sal, nueva esposa.
Oh, lecho nupcial, que a todos *** con el blanco pie de la 110 cama, ¡qué gozos llegan para tu dueño! ¡Qué grandes! ¡Los puede disfrutar en noche sin sueño y al mediodía! Pero el día se va. Sal, nueva esposa.
115 Alzad, <oh> jóvenes, las antorchas. Veo llegar el velo color de llama. Id, cantad juntos al compás: ¡Io[154], Himen Himeneo, io! ¡lo, Himen Himeneo!
120 Que no calle por más tiempo la procaz burla fescennina[155] y no niegue nueces a los niños el concubino, al oír que ha perdi125 do el amor de su amo. ¡Tira nueces a los niños, concubino perezoso! Bastante tiempo jugaste con nueces. Parece bien que ahora seas esclavo de Talasio[156]. Concubino, tira nueces. Te asqueaban las campesinas, concubino, ayer y hoy. Ahora el bar130 bero va a afeitar tu rostro. Ah, desdichado concubino, desdichado, tira nueces.
Se dice que renuncias a tus depilados esclavitos de mala gana, marido perfumado, pero renuncia. Io, Hirnen Himeneo, 135 io; <io, Hirnen Himeneo>. Sabemos que sólo has conocido estos placeres que son lícitos; pero esos mismos placeres de antes no son lícitos para un marido. Io, Himen Himeneo, io; io, Himen 140 Himeneo.
Tú tampoco, novia, lo que tu marido solicite, no se lo va145 yas a negar, no sea que lo pida en otro sitio. lo, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. Aquí tienes la casa de tu marido 150 —qué poderosa y afortunada—; deja que ella obedezca tus órdenes (io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo) hasta que la 155 canosa vejez, haciendo mover las temblorosas sienes, diga que sí a todo y a todos. Io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. Haz pasar el umbral con buen presagio a tus pies calzados 160 de oro y franquea la bruñida puerta. Io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. Mira dentro cómo tu marido, recostado en 165 el diván tirio, se inclina por entero hacia ti. Io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. A él no menos que a ti le quema 170 en el fondo de su pecho una llama, pero más profundamente, lo, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. Suelta el tornea175 do bracito de la niña, joven de pretexta: que se acerque ya al lecho del marido. Io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo. 180<Vosotras>, buenas mujeres, que habéis vivido honestamente con vuestros ancianos maridos, conducid a la jovencita. Io, Himen Himeneo, io, io, Himen Himeneo.
185 Ya puedes venir, esposo: tu mujer te aguarda en el lecho radiante con su rostro en flor, como la blanca margarita o la roja 190 amapola. Pero, esposo, válganme los habitantes del cielo, tú no eres menos guapo, ni Venus se ha olvidado de ti. Pero se va el día. Date prisa, no te retrases.
195 No te has retrasado mucho. Ya llegas. Válgate una Venus propicia, pues lo que deseas lo deseas a las claras y no ocultas 200 tu buen amor. Lleve antes la cuenta del polvo de África y de las brillantes estrellas, el que quiera contar los muchos miles 205 de vuestros juegos. Holgaos como os plazca y pronto dadnos hijos. No conviene que un apellido tan antiguo quede sin descendientes, sino que siempre se vaya procreando del mismo 210 tronco. Quiero que un Torcuato pequeñito, tendiendo desde el regazo de su madre sus tiernas manos, ría con dulzura a su pa215 dre con la boquita entreabierta. Sea parecido a su padre Manlio y reconózcanlo con facilidad todos los que no lo sabían y muestre en su rostro el pudor de su madre. Tal renombre pro220 cedente de una madre honrada denote su linaje, como la fama sin igual de su excelente madre permanece para Telémaco, hijo 225 de Penélope. Cerrad las puertas, vírgenes. Basta de fiestas. En cambio, vosotros, honestos esposos, vivid felices y en vuestra tarea ejercitad vuestra fuerte juventud.
62
Segundo epitalamio.
Contenido.— 1-5: los jóvenes ven la estrella de la tarde y se levantan para esperar a la novia; 6-10: las jóvenes hacen lo mismo; 11-19: coro de jóvenes preparándose para la canción, observan cómo ellas se concentran más; 20-66: canto amebeo: 20-31: apostrofe a Véspero; 32-38: llegada de Véspero; 39-58: el matrimonio: imágenes comparativas; 59-66: apostrofe a la novia.
A diferencia del 61, este canto de bodas no se realiza en honor de nadie en particular. Se repiten los tópoi propios del género: invocación al dios Himeneo, referencia a la deductio típicamente romana, muy breve en este poema, el banquete de bodas, el enfrentamiento de los jóvenes, separados por sexos, a la griega. Como vemos, en estos loci communes se mezclan las costumbres griegas y las romanas. Lo más romano es la alusión al contrato que hacen los padres con el futuro marido al que debe plegarse la mujer (59-65).
A la hora de fijar las fuentes tenemos: Safo (fr. 104), Teócrito, de quien parece haber tomado Catulo el estribillo (cf. Idilios 18, 58); y para las imágenes comparativas: Sóf… Traq. 144-52, y Eur., Hip. 7381, junto con Safo (fr. 105). Por otra parte, el canto amebeo es típico de la poesía pastoril (cf. Teoc., Idil. 5 y 8, y Virg., Buc. 3 y 7).
La valoración estética del c. 62 ha pasado desde considerarlo una obra primeriza de Catulo, sin más mérito que el de un escolar aplicado que conoce las reglas del género, hasta los elogios de un E. Fraenkel, que la considera entre lo mejor de la poesía romana (cf. «Vesper adest (Catullus LXII)», Journal of Roman Studies XLV, 18). Desde luego, la estrofa de los jóvenes (39-48) sobre «la flor alejada», de tantos precedentes en la literatura griega, y con la que él va a jugar en otras ocasiones a lo largo de la colección, está dentro de lo mejor de todo Catulo.
Véspero[157] está aquí, jóvenes, levantaos. Véspero, con dificultad, al fin alza del Olimpo sus luces largo tiempo esperadas. Hora es de levantarse ya, de dejar ya las mesas abundantes. Ya 5 llegará la novia, ya se cantará el Himeneo. ¡Oh, Himen Himeneo! ¡Oh, preséntate, Himen Himeneo!
¿Veis, vírgenes, a los jóvenes? Levantaos por vuestra parte. Demasiado deja ver el mensajero de la noche los fuegos del Eta[158]. Así es sin duda. ¿Veis con qué agilidad se han levantado? No lo han hecho de forma irreflexiva, cantarán una canción 10 digna de vencer. ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh Himen Himeneo!
Una palma de victoria no fácil, compañeros, nos está aguardando. Mirad cómo las muchachas tratan de recordar lo que han preparado. No en vano se preparan. Tienen algo que será digno de recuerdo. No es extraño; ellas se concentran en 15 silencio con mucha atención. Nosotros dirigimos a un sitio nuestros pensamientos y a otro nuestros oídos. Con justicia, pues, seremos vencidos. La victoria gusta del esfuerzo. Por ello, al menos ahora, prestad atención. Ya empezarán a cantar, ya nos convendrá responder. ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!
20 Héspero, ¿qué estrella más cruel se mueve por el cielo? Tú que puedes arrancar a la hija del abrazo de su madre, arrancar del abrazo de su madre a la hija que se resiste y regalar la casta doncella a un joven ardiente. ¿Qué hacen más cruel los enemigos de una ciudad conquistada? ¡Oh, Himen, Himeneo, presén25 tate, oh, Himen Himeneo!
Héspero, ¿qué astro más alegre brilla en el cielo? Tú que confirmas con tu llama las promesas matrimoniales que pactaron antes padres y maridos y no se unieron antes de haberse levantado tu luz ardiente. ¿Qué más deseable nos entregan los 30 dioses que esta hora feliz? ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!
Héspero se ha llevado a una de nosotras, compañeras. En efecto, a tu llegada vela siempre la guardia; de noche se esconden los ladrones, a quienes al volver, Héspero, tú mismo con frecuencia atrapas, cambiado tu nombre por el de Eos[159], pero 35 gusta a las solteras hablar mal de ti con fingidas quejas. ¿Qué más da, entonces, si te increpan a ti, a quien desean en su callado pecho? ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!
Como flor apartada que nace en jardines vallados, ignorada 40 del rebaño, sin que ningún arado la arranque, las brisas la acarician, la robustece el sol, la alimenta la lluvia. Muchos jóvenes y muchas doncellas la desean. Cuando ella misma, rozada levemente por una uña, quedó marchita, ningún joven, ninguna doncella la desea. Así es la virgen: mientras permanece sin to45 car, es querida de los suyos; cuando ha perdido la flor de la castidad, profanado su cuerpo, ni a los jóvenes les resulta agradable, ni querida de sus amigas. ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!
Como vid solitaria que nace en un campo desnudo, jamás 50 se levanta, jamás cría suave uva, sino que, doblando su tierno tallo bajo el peso que la inclina, ya está a punto de tocar con su raíz el sarmiento más elevado, a ella ningún labrador, ningún novillo la cultiva. Pero si, casualmente, se ha unido a un olmo 55 en maridaje, muchos novillos, muchos labradores la cultivan. Así es la virgen: mientras queda sin tocar, envejece sin cuido. Cuando un matrimonio conveniente en su momento preciso ha conseguido, resulta más querida de su esposo y menos molesta a su padre. <¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!>.
60 Y tú no te resistas a esposo semejante, novia. No conviene resistirse a quien tu propio padre te entregó, tu propio padre y tu madre a quienes debes obedecer. Tu virginidad no toda es tuya, también es de tus padres. Un tercio es de tu padre, otro tercio ha sido confiado a tu madre; sólo el último tercio es 65 tuyo. No hagas frente a los dos, que entregaron a su yerno sus derechos al mismo tiempo que la dote. ¡Oh, Himen Himeneo, preséntate, oh, Himen Himeneo!
63
Poema de Atis, con características de epilio y de himno a Cibeles.
Contenido.— 1-5: introducción narrativa; 6-11: la locura de Atis; 12-26: Atis, en pleno éxtasis, se dirige a las galas; 27-34: las galas enfurecidas suben al Ida; 35-38: el sueño; 39-47: cordura y descenso a la costa; 48-73: lamento de Atis; 74-90: renovación de su locura y vuelta a la montaña; 91-93: epílogo del propio poeta.
Hay una constante combinación de fragmentos narrativos con otros en estilo directo. Así, 1-11: N; 12-26: E. D.; 27-49: N; 50-73: E. D.; 74-77: N.; 78-83: E. D.; 84-90: N; 91-93: E. D.
Se puede pensar también que estamos ante una tragedia en tres actos: I acto: la locura de Atis (1-38); II acto: su arrepentimiento (3973); III acto: Cibeles, como deus ex machina; impone su autoridad y resuelve el problema para siempre (74-90). El epílogo sería lo original de este drama (91-93): el autor pide para él paz a la diosa. Una coda final anticlimática.
No hay más remedio que dar la razón a los partidarios de Catulo como autor de la recopilación, porque la colocación del c. 63 tras el 61 y 62 es intencionada. El poema de Atis es antiepitalámico, como ya dijimos: la castración inicial de Atis es todo un símbolo antinupcial.
Los poemas 63, 64 y 68 son los más famosos, entre los carmina longiora. Éste podemos considerarlo como el más moderno, por el gusto por una morbosa psicología. Los éxtasis y lamentos de un personaje marginal como Atis están dentro de la línea de tantos personajes teatrales y novelescos de éxito arrollador en la literatura de nuestro tiempo.
Es posible que Catulo tuviera un modelo helenístico y es posible también que su estancia en Bitinia le permitiera ver en directo algunos de estos ritos con la consiguiente impresión. Su propio subconsciente grabaría, como una lección moral, los extremos a los que puede llegar el amor. Sin olvidar que en la Roma de su tiempo el culto a Cibeles ya se había introducido, con el consiguiente eco en escritores como Lucrecio, II 600-660.
Lo cierto es que el hecho de que Catulo eligiera un metro griego como el galiambo, que requiere diez sílabas breves como mínimo, hay que verlo, sin duda, como un ejercicio de superación propia, «un más difícil todavía». Ha arriesgado mucho y por eso su triunfo es mucho mayor.
Cuando Atis, transportado en rápida nave sobre profundos mares, tocó, ansiosamente, el bosque frigio con pie apresurado y se acercó a los dominios sombríos de la diosa, ceñidos de bosques, aguijoneado allí por una rabia enfurecedora, con su 5 espíritu transtornado, se arrancó con afilado pedernal los pesos de las ingles, y luego, al darse cuenta de que su cuerpo se le había quedado sin virilidad, manchando incluso el suelo con su sangre fresca, fuera de sí, tomó con sus manos de nieve el tímpano ligero, tu tímpano, Cibeles[160], objeto de tus ritos iniciáti10 cos, madre, y golpeando con sus tiernos dedos la cóncava piel de toro, empezó temblorosa[161] a cantar esto a sus compañeras:
«Ea, id juntas a los profundos bosques de Cibeles, galas, id juntas, libre rebaño de la dueña del Díndimo, quienes, buscan15 do como desterradas tierras ajenas, habéis seguido, compañeras bajo mi guía, mi misma dirección, habéis sufrido el oleaje impetuoso y los peligros del mar y habéis castrado vuestro cuerpo por un odio excesivo a Venus. Alegrad con vuestras precipitadas correrías el corazón de nuestra dueña. Fuera del pensa20 miento el retraso perezoso: id juntas, seguid hacia la mansión frigia de Cibeles, hacia los bosques frigios de la diosa, donde resuena el tañido de los címbalos, donde retumban los tímpanos, donde canta sombría la flauta frigia de corva caña, donde las ménades coronadas de yedra mueven sus cabezas con violencia, donde con agudos gritos sus sagradas orgías celebran, 25 donde se agita habitualmente el errante cortejo de la diosa, a donde conviene apresuramos con frenéticas danzas».
Tan pronto como Atis, falsa hembra, cantó esto a sus compañeras, de repente el cortejo aúlla con lenguas trepidantes, el pulido tímpano imita mugidos, los cóncavos címbalos resue30 nan, al verde Ida[162] se dirige con pie apresurado el rápido coro. Al mismo tiempo, furiosa, sin aliento, errante, camina entre jadeos Atis, acompañada del tímpano, dirigiéndolas a través de bosques sombríos, como ternera que trata de evitar el peso, indómita al yugo. Las galas siguen veloces a su guía de paso vertiginoso. Y así, cuando desfallecidas han alcanzado la mansión 35 de Cibeles, por el excesivo esfuerzo concebían el sueño sin haber comido.
Al penetrarles la languidez, un perezoso sopor les cubre los ojos. Se cambia en suave tranquilidad la rabiosa locura de su espíritu. Pero, cuando el Sol de rostro de oro iluminó con sus ojos brillantes el blanco cielo, las duras tierras, el fiero mar y 40 empujó las sombras de la noche con sus frescos corceles de cascos resonantes, entonces el Sueño, huyendo deprisa, despertó al excitado Atis; lo recogió en su seno palpitante la diosa Pasitea[163]. Así, tras el suave descanso y en cuanto se disipó su impetuoso furor, la propia Atis dio vueltas en su pensamiento a 45 sus acciones, con claridad vio sin qué cosas se encontraba y dónde estaba y con su espíritu agitado encaminó de nuevo sus pasos a la costa. Allí, viendo el ancho mar con ojos anegados en llanto, habló así a su patria con voz lastimera y digna de compasión:
«Oh, patria, creadora de mi existencia, oh, patria, madre 50 mía, a la que abandonando, desdichado de mí, como suelen los esclavos fugitivos a sus dueños, llevé mis pasos hasta los bosques del Ida para vivir entre la nieve y en las frías guaridas de las fieras y acercarme furioso a todos sus escondrijos, ¿en dón55 de o en qué lugar del mundo puedo pensar que estás situada, patria mía? Mis propias pupilas desean dirigir su mirada hacia ti, cuando mi alma está libre de su salvaje locura por breve tiempo. ¿Yo voy a ser arrastrada hasta estos bosques distantes de mi casa? ¿De mi patria, de mis bienes, de mis amigos, de 60 mis padres voy a quedar alejada? ¿Voy a quedar alejada del foro, de la palestra, del estadio y de los gimnasios? Ay, desdichada, desdichada alma mía, tengo que quejarme una y mil veces. Pues, ¿qué aspecto humano hay que yo no haya asumido? Yo he sido mujer, joven, efebo, niño, la flor del gimnasio; yo 65 era la honra de los atletas cubiertos de aceite. Mis puertas estaban concurridas, mis umbrales tibios, mi casa ceñida de guirnaldas de flores, cuando, al despuntar el sol, yo tenía que dejar mi lecho. ¿Yo ahora voy a ser forzada como servidora de los dioses y esclava de Cibeles? ¿Yo voy a ser una ménade, una 70 parte de mí, un hombre estéril? ¿Yo las regiones del verde Ida, cubiertas de fría nieve voy a habitar? ¿Yo voy a pasar mi vida bajo las altas cumbres de Frigia donde habita la cierva de los bosques y el jabalí errante por las selvas? Ya, ya me duele lo que hice; ya, ya estoy arrepentido. Tan pronto como <el veloz> 75 sonido se le alejó de sus labios de rosa, llevando estas imprevistas noticias a los oídos de los dioses, entonces Cibeles, desatando el yugo que uncía a los leones y aguijoneando al de la izquierda, enemigo del ganado, le habla así:
»Ea, pues, le dice, <ve> feroz, logra que la locura lo <agite>; consigue que, a golpes de esta locura, regrese a los bosques el 80 que, libre en exceso, desea huir de mis órdenes. Ea, golpea tus lomos con la cola, sufre tus golpes, haz que todo retumbe con tus mugientes rugidos, agita feroz en tu musculoso cuello tus rojizas crines.
Estas palabras las pronuncia amenazadora Cibeles y desata 85 el yugo con su mano. La propia fiera, infundiéndose a sí misma rapidez, cobra brío, camina, ruge, destroza las zarzas con sus ligeras patas. Y cuando se acercó a los húmedos lugares de la costa que empezaba a alborear y ve a la delicada Atis cerca de la superficie marmórea del mar, la ataca. Ella, fuera de sí, 90 huye a los bosques salvajes; allí, siempre, toda su vida, fue una esclava.
Diosa Cibeles, gran diosa, diosa dueña del Díndimo, lejos de mi casa toda tu locura, señora mía. A otros excítalos, a otros enfurécelos.
64
El epilio de Las bodas de Tetis y Peleo.
Contenido.— 1-30: introducción; 1-11: los Argonautas; 12-21: Tetis y Peleo; 22-30: la Edad de Oro; 31-32: las bodas; 33-49: la llegada de los humanos como invitados; 50-266: la colcha con el episodio de Ariadna y Teseo; 267-277: la marcha de los humanos; 278-302: llegada de los dioses como invitados; 303-381: epitalamio de las Parcas; 382-408: epílogo final: los nuevos tiempos.
Estamos ante un epilio helenístico con sus características propias y con las del estilo de nuestro poeta, así, la digresión del episodio de Ariadna dentro de las bodas de Tetis y Peleo es semejante a la digresión del episodio de Io dentro del poema épico de Mosco, Europa. La originalidad catuliana reside en la extensión e intensidad que el episodio intercalado adquiere en relación con el resto de la historia.
Los epilios helenísticos acuden a las variantes de los mitos menos conocidos y en Las bodas tenemos ejemplos de ello: Júpiter cede sus derechos sobre Tetis a Peleo por temor a la profecía de Prometeo de que nazca un descendiente vencedor de su padre, y otro ejemplo es el hecho de que Apolo y Diana no acudan a las bodas, cuando Ilíada (XXIV 63) y las Nemeas de Píndaro los citan en ellas expresamente. La originalidad de Catulo radica en acudir a las variantes más lógicas, en el primer caso, para ponderar el honor del marido, cuyo rival es el propio Júpiter, en el segundo, para presentar a Apolo como indirectamente responsables de la muerte de Aquiles.
Otra característica de la épica helenística es el empleo de digresiones eruditas, pero Catulo va más allá: sus citas no son explícitas, sino alusivas. En la introducción cita extensamente el mito de los Argonautas, pero ni habla de Jasón, ni de ningún otro héroe salvo Peleo.
A Atenea se la presenta, sin nombrarla, de la siguiente manera: «la diosa que protege las fortalezas en las cimas de las ciudades…»
El episodio escrito con mayor esmero es sin duda el de Ariadna; al usar el artificio de estar bordado en una colcha es lógico que predominen las visualizaciones de los hechos que describe. El bordado está concebido como un tríptico pictórico: a la izquierda, la escena de la marcha de Teseo; en el centro, la figura de Ariadna lamentándose a orillas del mar y, a la derecha, Baco con el cortejo de sátiros, silenos y bacantes. También resulta lógico que en descripciones que apelan a lo visual el color sea preponderante y esté muy cuidado. En la introducción el mar lo inunda todo, con lo que el azul y el blanco están muy contrastados. En la escena de la llegada de los invitados nos encontramos con oro, plata y marfil y el brillo de las copas (44-45); en el lecho nupcial se pasa del marfil al rojo púrpura (48-49). En el episodio de Ariadna se pasa del blanco de los pies al escarlata de la colcha (162-63). El rojo y el blanco, el rosa y el blanco se repiten en el atuendo de las Parcas (307-309).
Escenas de bello colorido alternan con otras jubilosas, en las que podemos encontrar homofonías, aliteraciones, onomatopeyas, produciendo auténticas armonías imitativas, sonidos perfectamente audibles, como la irrupción del cortejo de Yaco (261-64).
Ya habíamos dicho en la Introducción general que los carmina longiora no eran un mundo aparte de los polimétricos y de los epigramas. Es más, éstos, en muchos aspectos, tenían un carácter de reflexión personal, eran un eco del mundo autobiográfico del poeta. Versos enteros del poema 64 evocan momentos de las composiciones más personales. Así, los efectos amorosos que produce en Ariadna la visión de Teseo (91-94) son los mismos que produce en Catulo la de Lesbia (51, 9-12); lo agridulce del amor tomado de Safo (fr. 47) aparece en 64, 95, y en 68, 18. La locura de amor de Ariadna (64, 94) es la misma de Catulo (7, 10). Las promesas de Teseo se disipan en el viento (64, 142), como las de Lesbia (70, 4).
Dijimos que la imagen comparativa de la caída del Minotauro con la del árbol gigantesco estaba tomada de Ufada XIII 389-95, y de Apolonio de Rodas, IV 1682-90.
Para el estudio de las imágenes comparativas usamos la termino logia de Ullmann, adoptando de él los conceptos de vehículo, de tenor y de imagen dinámica (cf. St. Ullmann, Lenguaje y estilo, Madrid, 1968, págs. 218-238).
Catulo tenía ejemplos de Homero mejores que el elegido para establecer el fundamento entre vehículo y tenor, pero prefirió de los tres o cuatro ejemplos de que podía echar mano, precisamente el más dinámico, el que le permitía explayarse en la imagen de una naturaleza desatada. De Apolonio tomó la furia del viento; y hay que hacer observar que el autor griego, medroso, no creía capaz al viento de abatir solo un gigantesco pino, le añade: «al que dejaron a medio talar los leñadores». La imagen de Apolonio, menos observador de la naturaleza, queda muy lógica, muy de escuela. La de Catulo falla precisamente porque el fundamento entre vehículo y tenor no está muy racionalizado, dada la excesiva distancia entre los dos, pero lo maravilloso se descubre si los estudiamos independientemente. La encina o el olmo y el pino, arrancados de cuajo por un huracán indomable están vistos como en una secuencia cinematográfica. Se desencadena el huracán, los soplos de viento retuercen sus troncos, los sacan de raíz y rompen todo a su paso. Por otra parte, Teseo vence el cuerpo de Minotauro, le hace hincar las rodillas, mientras él se defiende dando cornadas a los vientos. Los símiles homéricos y el de Apolonio ofrecen un fundamento estrecho entre las dos imágenes comparadas, aun siendo muy dinámica la imagen de Homero citada como origen de la catuliana. Sin haber tanta correspondencia en su símil, Catulo supera a sus maestros, cuando descubrimos la autenticidad de su estudio sobre un huracán y «vemos» al Minotauro defenderse con imposibles cornadas en un último esfuerzo por sobrevivir.
Cuentan que pinos nacidos un día en la cumbre del Pelión[164] nadaron por las limpias aguas de Neptuno en dirección a las corrientes del Fasis y a los territorios eeteos, cuando jóvenes 5 escogidos, lo más fuerte de la mocedad argiva, deseosos de arrancar a los coicos la piel de oro, se atrevieron a deslizarse por las saladas aguas con rápida nave, barriendo los azulados mares con remos de abeto. La diosa que protege las fortalezas en las cimas de las ciudades les construyó ella misma un carro 10 que volaba al menor soplo de viento, entrelazando madera de pino en la curvada quilla. Fue aquella nave la primera que inauguró la inexperta Anfitrite[165] con su carrera. Tan pronto como ésta cortó con su espolón el ventoso mar y, batida por los remos, blanqueó de espumas la ola, surgieron del brillante tor15 bellino del mar unos rostros, las marinas nereidas[166], turbadas ante aquel prodigio. Aquel día y <no> otro, vieron los mortales con sus propios ojos a las ninfas del mar de cuerpo desnudo salir hasta los pechos del blanco torbellino. Entonces, se cuen20 ta, Peleo ardió de amor por Tetis[167], entonces Tetis no desdeñó unas bodas humanas, entonces el propio padre de los dioses comprendió que Peleo se debía casar con Tetis.
¡Oh, hijos de siglos en exceso deseados, héroes, salud, raza de dioses! ¡Oh, buena descendencia de unas madres <buenas>, salud, <salud de nuevo>[168]! Yo os ensalzaré a menudo con mi canto y a ti, tan extraordinariamente honrado con felices bo25 das, Peleo, gloria de Tesalia, a quien el propio Júpiter, el mismo padre de los dioses, te otorgó el objeto de sus amores. ¿No te gozó Tetis, la más bella hija de Nereo? ¿No te otorgaron casarte con su nieta Tetis y Océano, que abraza el mundo entero 30 con el mar?
Tan pronto como estos deseados días, cumplido su tiempo, llegaron, toda Tesalia visita la casa en tropel, se llena el palacio de una muchedumbre alegre; ofrecen sus regalos en bandejas, manifiestan su contento en el rostro. Se deja Cieros[169], 35 abandonan el Tempe de Ptía, las mansiones de Cranón y los muros de Larisa, se reúnen en Farsalia y ocupan sus moradas. Nadie cultiva los campos, descansan los cuellos de los terneros, las viñas bajas no se limpian con los curvos rastrillos, no 40 aran la tierra con el arado hundido los bueyes, la hoz de los podadores no recorta la sombra de los árboles, la sucia herrumbre se asienta en los arados abandonados; pero las moradas de él, a donde quiera que se extiende el rico palacio, brillan con el re45 fulgente oro y con la plata. Resplandece el marfil en el trono, relucen las copas en las mesas; todo el palacio se goza con el suntuoso tesoro real. El lecho nupcial de la diosa se coloca en el centro del palacio, incrustado del colmillo indio. Lo cubre la púrpura teñida del rojo rosado del múrice.
50 Esta colcha bordada con figuras de hombres de otro tiempo explica las hazañas de los héroes con arte admirable. En efecto, observando en la costa resonante de Día[170], ve a Teseo alejarse con su flota veloz Ariadna con indomables explosiones 55 de cólera en su corazón, todavía, incluso no se cree que ve lo que está viendo, puesto que ella, despierta apenas entonces de un sueño engañoso, se contempla digna de lástima, abandonada en una playa solitaria. Por otra parte, el joven desmemoriado golpea en su huida las aguas con los remos, dejando unas 60 promesas para disiparse en los vientos de la tormenta. La de Minos lo ve desde las algas de la playa, a lo lejos, con sus ojitos tristes, como la estatua de piedra de una bacante, ay, lo ve, y se agita en medio de las grandes olas de sus afanes, no sujeta en su rubia cabellera la cofia de fino tejido, ni protege su pe65 cho con el ligero velo que lo cubre, ni somete sus tetillas en leche a la delicada faja, con toda la ropa que se le había caído por todo el cuerpo sin ningún orden delante de sus propios pies las saladas olas jugueteaban. Pero ella, sin cuidarse entonces ni de la cofia, ni del velo que revolotea, estaba pendiente de ti, 70 Teseo, perdida con todo su corazón, con toda su alma, con todo su pensamiento. Ay, desdichada, a quien con repetidos ataques abatió Ericina[171], sembrando en su pecho las espinas del amor, en aquella época, desde el momento en que el arrogante Teseo, después de haber salido de las curvadas costas del Píreo, tocó los templos de Gortina[172], los territorios de un rey 75 injusto.
Pues cuentan que, un día, forzada por cruel peste a pagar la culpa del asesinato de Androgeo[173], Cecropia acostumbraba a entregar a jóvenes escogidos a la par que lo más honroso de sus doncellas, de banquete para Minotauro. Mientras sus estrechos 80 muros eran vejados por estas desgracias, Teseo en persona deseó entregar su propio cuerpo por su querida Atenas antes de que tales cadáveres vivientes de Cecropia fuesen transportados a Creta. Y así, navegando en ligera nave y con suaves brisas, 85 llegó ante el soberbio palacio del magnánimo Minos. En cuanto con sensual mirada lo vio la princesa a la que un casto lecho que exhalaba suaves perfumes todavía criaba en el blando regazo de su madre, como los mirtos que ciñen la corriente del Eurotas[174] o la brisa primaveral que hace brotar variados colo90 res, no apartó de él sus ardientes ojos, hasta que concibió desde sus entrañas por todo su cuerpo una llama y en sus profundas médulas ardió entera. Ay, niño divino, que desdichadamente provocas locos amores con tu cruel corazón y mezclas en los 95 hombres gozos y cuidados y tú, la que gobiernas Golgos[175] y el frondoso Idalio, ¡en medio de qué oleaje habéis arrojado a una niña, puro fuego en su corazón, y que suspira sin cesar por su rubio huésped! ¡Cuántos miedos soportó ella con corazón des100 fallecido! ¡Cuánto más que el oro amarillento quedó pálida en repetidas ocasiones, mientras Teseo, deseoso de enfrentarse con el monstruo cruel, buscaba o la muerte o el premio de la gloria! Con todo, sin prometer ofrendas desagradables a los dioses, que podían resultar vanas, formuló sus votos con silen105 cioso labio, pues, como a la encina que agita sus ramas en la cumbre del Tauro[176] o al pino piñonero de corteza resinosa un indomable huracán con sus soplos de viento retorciendo sus troncos los arranca (él, sacado de raíz, lejos cae abatido, por 110 doquier rompiendo todo lo que encuentra a su paso), así Teseo, después de domar el cuerpo del monstruo, le hizo hincar sus rodillas, embistiendo en vano con sus cuernos a los vientos sin resistencia. Luego se retiró a salvo con gran gloria guiando sus 115 pasos errantes con fino hilo, no fuera que el difícil trazado del palacio le burlase al salir del complicado laberinto.
Pero ¿por qué yo, apartándome del tema de mis primeros versos, voy a recordar más cosas: cómo la hija, esquivando la mirada de su padre, el abrazo de su hermana y, finalmente el de su madre, que, desdichada, <se alegraba> apasionadamente con 120 esta hija, prefirió el dulce amor de Teseo a todos ellos o cómo, transportada en barco, <llegó> a las espumosas playas de Día o cómo a ella, vencidos sus ojos por el sueño, la abandonó su amante al marcharse desmemoriado? Se cuenta que ella una y 125 otra vez se enfureció con su corazón en llamas y dejó escapar de lo más profundo de su pecho agudos gritos y que luego escalaba triste montañas escarpadas desde donde dirigía su mirada <hacia> el inmenso oleaje del piélago, después corría al encuentro de las opuestas aguas del mar agitado, recogiéndose el fino vestido sobre sus desnudas piernas y, entristecida, había 130 proferido estas palabras entre lamentos de muerte, emitiendo escalofriantes sollozos con el rostro húmedo de llanto:
«¿Así, tú, pérfido, a mí, llevada lejos de los altares de mi patria, me has abandonado en una playa desierta, pérfido Teseo? ¿Así, al marcharte, despreciada la voluntad de los dioses, desmemoriado, ay, llevas a casa perjurios sacrílegos? ¿Nada 135 pudo doblegar la decisión de tu mente cruel? ¿Ningún tipo de clemencia tuviste presente que indujera a tu duro corazón a compadecerse de mí? Pero no fueron éstas las promesas que me hiciste en otro tiempo con halagüeñas palabras; no fueron 140 éstas las que me mandabas esperar en mi desdicha, sino un matrimonio alegre, unas anheladas bodas, promesas todas vanas que los vientos disipan en el aire. Ahora ya ninguna mujer se fíe del juramento de un hombre, ninguna espere que las palabras de un hombre le resulten fieles. Mientras su alma deseo145 sa de algo quiere con fuerza conseguirlo, no tienen miedo a jurar, no se abstienen de prometer; pero, tan pronto como el capricho de su codiciosa mente se ha saciado, no temen a sus palabras, nada le preocupan sus perjurios. Por cierto que yo te salvé a ti, que te agitabas en medio de un torbellino de muerte, y decidí perder a mi hermano antes que faltarte a ti, embustero, 150 en el momento supremo. En pago a esto yo voy a ser entregada al desgarro de las fieras y como botín de las aves de presa y, muerta, no me va a cubrir ni un puñado de tierra. ¿Qué leona te parió al pie de solitaria roca? ¿Qué mar te concibió y te escu155 pió de sus espumosas aguas? ¿Qué Sirtes[177], qué voraz Escila, qué colosal Caribdis te engendraron a ti, que devuelves en pago de tu dulce vida semejantes premios? Aunque no te hubiese agradado el matrimonio conmigo porque temblabas ante 160 las severas órdenes de un padre anciano, pudiste, al menos, llevarme a tu palacio, para que te sirviera de esclava con un trabajo alegre, acariciando las blancas plantas de tus pies con limpias aguas, cubriendo tu cama de colcha escarlata. Pero ¿a qué lamentarme en vano, abatida por mi desgracia, a unos aires in165 sensibles, privados de todos los sentidos, que ni pueden oír mis quejas, ni contestar a mis palabras? Y él ya casi se encuentra en mitad del mar y ningún mortal aparece en la costa vacía. Así una suerte cruel, ensañándose en exceso en mi última hora, 170 quita oídos a mis quejas. Júpiter todopoderoso, ¡ojalá desde el primer momento no hubiesen tocado las naves cecropias las costas de Gnosos, ni, llevando crueles tributos al toro indomable, el pérfido marinero hubiese atado amarras en Creta, ni este 175 malvado, ocultando con suave apariencia crueles proyectos, hubiese descansado en mi palacio como huésped! Pues, ¿a dónde me volveré? Perdida, ¿a qué esperanza me puedo agarrar en mi perdición? ¿Buscaré las montañas del Ida? Pero apartándome con hondo abismo me separa la amenazadora su180 perficie del mar. ¿Podría esperar la ayuda de mi padre? ¿No lo abandoné yo misma por seguir a un joven manchado con la sangre de mi hermano? ¿Es que podría consolarme a mí misma con el fiel amor de un esposo? ¿No era tal el que huye curvando en el abismo sus flexibles remos? Además, esta isla solita185 ria no está habitada de ningún albergue humano, ni se ofrece ninguna posibilidad de salida del mar con las aguas que la ciñen. Ningún medio de fuga, ninguna esperanza. Todo está en silencio, todo desierto, todo es una ostentación de la muerte. Sin embargo, mis ojos no languidecerán con ella, ni mis senti190 dos se retirarán de mi agotado cuerpo, sin que, traicionada, reclame a los dioses un justo castigo y suplique su fidelidad en mi última hora. Por ello, Euménides[178], que castigáis los delitos de los hombres con pena vengadora, cuya frente coronada de una cabellera de serpientes muestra las iras que brotan del co195 razón, aquí, aquí, allegaos, oíd mis lamentos, que yo, ay, desdichada, me veo obligada a sacar de mis profundas entrañas, sin recursos, enardecida y ciega de un furor que me enloquece. Ya que estas verdades nacen de lo más hondo de mi corazón, vosotras no consintáis que mi dolor se disipe, sino que con la 200 misma memoria con que Teseo me dejó sola, con esta memoria, diosas, lleve el luto a sí mismo y a los suyos».
Una vez que profirió estas palabras de su entristecido corazón, exigiendo, desesperada, castigo para tan crueles acciones, asintió con su invencible poder el rey de los dioses. Ante este 205 asentimiento, la tierra y los encrespados mares temblaron y sacudió sus estrellas brillantes la bóveda celeste. Teseo mismo, rociada su mente con una niebla cegadora, dejó escapar de su ofuscado pecho todos los encargos que antes mantenía con firme pensamiento y, sin izar la dulce señal de victoria para su 210 preocupado padre, no dio a entender que él divisaba el puerto de Erecteo sano y salvo. Pues cuentan que en otro tiempo, cuando Egeo[179] confiaba a los vientos a su hijo que dejaba en nave los muros de la diosa, abrazando al joven le dio los siguientes encargos:
215 «Oh, mi único hijo, más querido que mi larga vida, hijo, a quien yo me veo obligado a despedir para una arriesgada aventura, devuelto a mí hace poco, precisamente en el último límite de mi vejez, puesto que mi desdicha y tu ardiente valor te 220 arrancan de mi lado en contra de mi voluntad, cuando mis ojos ya cansados todavía no se han saciado de la querida figura del hijo, yo no te despediré con corazón gozoso ni alegre, ni permitiré que lleves señales de una fortuna favorable, sino que, primero, haré salir de mi alma muchos lamentos, mancillaré 225 mis canas echándoles tierra y polvo encima. Luego colgaré una vela negra del mástil viajero, de forma que la vela oscurecida por la herrumbre ibera[180] indique mi dolor y el ardor de mi pensamiento. Y si a ti te otorga la habitante del santo Itono[181], que consintió en defender nuestra raza y las mansiones del 230 Erecteo, que empapes con la sangre del toro tu diestra, entonces, procura que prevalezcan para ti, recordándolos, estos encargos míos grabados en tu corazón y que el tiempo no los borre, de forma que, tan pronto como tus ojos divisen nuestras 235 colinas, todos los mástiles arríen las velas de muerte, e icen banderas blancas los retorcidos cordajes, para que yo, viéndolas cuanto antes, conozca el éxito con alegría, puesto que una época feliz te devuelve».
Estos encargos que Teseo retenía antes con toda la firmeza de su pensamiento lo abandonaron como las nubes disueltas 240 por el soplo de los vientos abandonan la elevada cumbre de un monte nevado. Por otra parte, su padre, mientas observaba desde lo más alto de la ciudadela, consumiendo sus ojos anhelantes en continuos llantos, tan pronto como vio los lienzos de la vela de luto se arrojó de cabeza desde la punta de los escollos, creyendo a Teseo traicionado por un destino cruel. Así, al pe245 netrar en su palacio de luto por la muerte de su padre, el arrogante Teseo recibió en sí mismo un dolor tal como el que había ocasionado a la de Minos con su pérdida de memoria. Ésta, luego, triste al ver que la quilla se retiraba, revolvía herida 250 múltiples cuidados en su alma.
Pero en otro recuadro de la colcha, Yaco[182], en la flor de su juventud, corría veloz con su cortejo de sátiros y de silenos de Nisa, buscándote, Ariadna, y enardecido por tu amor***. Éstas, entonces, alegres por doquier, con su mente borracha se enfurecían; evoé, gritaban las bacantes, evoé, sacudiendo sus cabe255 zas. Unas agitaban sus tirsos de punta cubierta de hojas; otras arrojaban los miembros de un ternero descuartizado; otras se ceñían de serpientes enroscadas; otras veneraban sagrados objetos en cestos profundos, objetos que en vano desean conocer 260 los profanos; otras con las palmas abiertas batían los tímpanos o sacaban del bronce redondeado agudos chirridos; muchas soplaban cuernos que producían roncos zumbidos y la bárbara flauta resonaba con terrible canto.
Con tales figuras ricamente adornada, la colcha cubría el 265 lecho nupcial ciñéndolo con su tejido. Una vez que los jóvenes de Tesalia se saciaron de ver todo esto con pasión, y empezaron a ceder su puesto a los sagrados dioses, entonces, como el 270 céfiro erizando un mar plácido con su soplo de mañana provoca olas que se encabalgan, al salir Aurora bajo el umbral del Sol errante y estas olas empujadas primero lentamente con un suave soplo avanzan y levemente resuenan con el sonido de 275 una risa y después, al arreciar el viento, cada vez crecen más y deslizándose desde la luz de púrpura a lo lejos brillan, así abandonando el vestíbulo del palacio real cada cual se marchaba para casa en distintas direcciones con paso apresurado.
Tras su marcha, el primero, desde la cima del Pelión llegó 280 Quirón[183] con regalos silvestres, pues cuantas flores crían los campos, las que la región de Tesalia produce en sus enormes montañas, las que engendra, a causa de las aguas de su río, la brisa fecunda del tibio Favonio, todas ellas las llevó él personalmente entrelazadas en guirnaldas sin artificio, con cuyo fra285 gante olor la casa acariciada sonrió. Al punto Peneo[184] se presenta, dejando el verde valle del Tempe, el Tempe que ciñen bosques que se deslizan desde las alturas, para que <las ninfas del Peneo[185]> lo celebren con sus danzas [dorias[186]], no de vacío, 290 pues él regaló las cepas de unas altas hayas y elevados laureles de recto tronco no sin el plátano vacilante y la flexible hermana[187] de Faetonte, envuelto en llamas, y el altivo ciprés. En torno al palacio todos estos árboles entrelazados en una amplia extensión de terreno los colocó, para que su entrada cubierta de suave fronda resplandeciera de verdor. Después de éste le sigue Prometeo[188] de hábil ingenio, con las huellas curadas de 295 su antiguo castigo, el que un día pagó, encadenados sus miembros a una roca, colgando de un abrupto precipicio. A continuación el padre de los dioses con su sagrada esposa y con sus hijos llegó, dejándote en el cielo a ti solo, Febo, junto a tu ge300 mela, habitante de las montañas del Idro[189]. Pues tu hermana y tú despreciásteis a Peleo y no quisisteis honrar las antorchas conyugales de Tetis.
Una vez que éstos acomodaron sus miembros en sitiales de un blanco de nieve, ampliamente se prepararon mesas con variados manjares; he aquí que, mientras tanto, agitando sus cuer305 pos con un débil temblor, las Parcas[190] empezaron a predecir cantos verídicos. Un vestido blanco que cubría sus cuerpos temblorosos les caía hasta los pies con franja de púrpura; por otra parte, unas cintas rosadas les ceñían sus cabezas blancas y 310 sus manos seguían ritualmente una labor eterna. La izquierda empuñaba la rueca cubierta de suave lana; la derecha, entonces, tirando suavemente formaba hilos con los dedos vueltos, después, retorciéndolos con el pulgar inclinado, hacía girar el huso en equilibrio por el redondo disco y de esta manera, sus dien315 tes, eliminando la aspereza igualaban siempre el trabajo y los trozos mordidos de lana quedaban pegados a sus resecos labios, los que antes habían sobresalido del hilo alisado. Delante de sus pies los suaves vellones de blanca lana los guardaban cestillos de mimbre. Entonces ellas, mientras tiraban de estos copos, 320 con voz clara entonaron estas profecías en un canto divino, un canto que, después, ninguna época acusará de falsedad.
¡Oh, tú, que aumentas tu insigne honra con grandes virtu325 des, protector de Ematia[191], queridísimo del hijo de Ope, atiende a lo que en alegre día te revelan las hermanas, un oráculo verídico!; pero vosotros girad guiando los hilos a los que obedece él destino, girad, husos.
Ahora llegará para ti el Héspero que trae los goces a los que aspiran los maridos, llegará con astro favorable la esposa, 330 que te inundará el corazón con las seducciones del amor y se dispondrá a dormir contigo lánguidos sueños tendiendo sus finos brazos debajo de tu robusto cuello.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
335 Ninguna casa jamás hospedó amores tales, ningún amor unió a unos amantes con semejante fidelidad, como la concordia que existe entre Tetis y Peleo.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Os nacerá Aquiles sin miedo, conocido de los enemigos no 340 por su espalda, sino por su esforzado pecho, quien, muy a menudo, vencedor en la veloz carrera, superará las huellas, rápidas como la llama, de la cierva veloz.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Ningún héroe se le enfrentará en combate, cuando <las llan345 uras> frigias chorreen sangre troyana y, al asediar los muros teucros con prolongada guerra, los devastará el tercer heredero del perjuro Pélope[192].
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Sus ilustres virtudes y sus famosas hazañas con frecuencia las reconocerán las madres en los entierros de sus hijos, cuan350 do suelten de sus canosas cabezas sus cabellos sin cuido y tiñan lívidos sus fláccidos pechos con sus débiles manos.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Pues como el labrador segando las espesas espigas bajo el ardiente sol recolecta la rubia cosecha, así con espada hostil 355 abatirá los cuerpos de los troyanos.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Será testigo de sus grandes virtudes el agua del Escamandro[193], que desemboca por puntos distintos en el impetuoso Helesponto, cuyo cauce, estrechándose con los montones de cadáveres abatidos, calentará sus profundas corrientes con la 360 sangre mezclada.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Finalmente, también le servirá de testigo el botín ofrecido a él ya muerto, cuando su circular sepulcro, alzado en elevado túmulo, reciba los níveos miembros de la doncella sacrificada[194].
Girad guiando los hilos, girad, husos.365
Pues tan pronto como el destino ofrezca la posibilidad a los cansados aqueos de abatir los muros de la ciudad de Dárdano, levantados por Neptuno[195], el elevado sepulcro se empapará con la sangre de Políxena, que, como víctima abatida por el hacha de doble filo, dejará caer su cuerpo decapitado, hincada 370 su rodilla en tierra.
Girad guiando los hilos, girad, husos.
Por ello, ea, unid vuestros amores como lo desean vuestras almas. Que el esposo acoja a la diosa con pacto dichoso; entréguese la esposa a un marido que la desea ya desde hace tiempo.
375 Girad guiando los hilos, girad, husos.
La nodriza, al visitarla al amanecer, no podrá rodear su cuello con el hilo del día anterior[196], ni su preocupada madre, 380 triste por el enfado de su hija con su separación del dormitorio, renunciará a la esperanza de unos queridos nietos.
Profetizando en otro tiempo tales aventuras de Peleo cantaron con su divino pecho las Parcas. Pues antes los habitantes 385 del cielo solían visitar en persona los castos hogares de los héroes y mostrarse en las reuniones de los mortales, todavía no despreciada por éstos la piedad religiosa. Muchas veces, el padre de los dioses en templo resplandeciente pagando su visita regular cuando llegaban los sacrificios anuales en días festivos, 390 vio caer en tierra cien toros. Muchas veces, errante Líber[197] por la más alta cima del Parnaso, condujo a las tíades que lanzaban su grito: —¡evoé!— con los cabellos sueltos, cuando los de Delfos lanzándose a porfía desde toda la ciudad recibían al dios alegres humeando sus altares. Muchas veces, en los combates 395 mortales de una guerra, Marte o la dueña del rápido Tritón[198] o la virgen ramnusia[199] exhortaron en persona a tropas humanas. Pero, una vez que la tierra se manchó con delitos sacrílegos y todos ahuyentaron la justicia de su avaro corazón, los herma400 nos empaparon sus manos con la sangre fraterna, el hijo dejó de llorar la muerte de sus padres, deseó el padre la muerte de su primogénito para, libre, apoderarse de la flor de la castidad de una virgen, luego madrastra; la madre impía, acostándose con su hijo, sin reconocerlo, no temió, impía, profanar los divinos penates. Todo lo sagrado y lo sacrilego, mezclado en mal405 vada locura, nos apartó de la mente de los dioses, emanadora de justicia. Por ello, ni se dignan visitar una sociedad semejante, ni consienten ser tocados por la luz del día.
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Poema de justificación del envío del carmen siguiente.
Contenido.— 1-4: tristeza del poeta; 5-14: su causa: la muerte de su hermano; 15-18: envío de la traducción siguiente; 19-24: símil de la manzana.
Podemos situar al poeta en Verona tras la muerte de su hermano y antes de viajar a Bitinia. Hortensio ha debido escribirle pidiéndole versos y él le contesta con la traducción de La cabellera de Berenice.
Sus fuentes son Safo (fr. 105 a y c, edic. L. P.) y Calimaco (Aitia III, fr. 67 Pf.).
Se dan los típicos loci communes de las aguas leteas y del canto de la Dáulide. Sin embargo, el símil de la manzana provoca una de tantas imágenes dinámicas del Catulo, en las que lo que más admira no es el fundamento, sino la frescura de la imagen que constituye el vehículo.
La estrofa dedicada a su hermano es patética y plena de lenguaje amoroso: uita… amabilior; semper… amabo.
Aunque, abatido por un dolor continuo, la tristeza me aparta de las doctas vírgenes, Órtalo[200], y no puede producir los dulces frutos de las musas mi inspiración, en medio de tantas des5 gracias se agita. Pues recientemente el agua que corre por el torbellino de Lete[201] baña el muy pálido pie de mi hermano, al que, arrebatado a mis ojos, bajo la costa retea[202] la tierra de Tro10 ya lo esconde*** ¿Nunca te veré ya, hermano, más querido que mi vida? Pero con toda seguridad siempre te amaré, siempre entonaré cantos tristes por tu muerte, tales como los que bajo las espesas sombras de las ramas canta la Dáulide[203], llo15 rando el destino de Ítilo, devorado; pero, con todo, en medio de tan grandes tristezas, Órtalo, te envío este poema traducido del Batíada[204], no sea que creas que tus palabras confiadas en vano a los libres vientos se han borrado casualmente de mi memoria, como la manzana enviada como regalo furtivo del 20 amante resbala del casto regazo de una doncella, que, pobrecita, se olvidó de haberla escondido bajo su fino ropaje y, por levantarse de un salto a la llegada de su madre, se le escurre y la manzana rueda en veloz carrera; a ella se le extiende por el rostro entristecido un rubor culpable.
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La Cabellera de Berenice.
Contenido.— 1-8: elogio del astrónomo Conón; 9-14: Berenice promete a los dioses su cabellera; 15-38: recuerdos del pasado; 39-50: los cabellos de Berenice entonan sus lamentos; 51-78: catasterismo de la cabellera; 79-94: epílogo: consejos morales, cosmética y deseo final.
Tratándose de una versión de una obra de Calímaco de la que se conserva un fragmento (el 110 de la ed. de Pfeiffer), lo primero que debemos destacar es su alejandrinismo, tanto en su erudición como en su sentimentalismo y en su interés por la psicología amorosa.
Al comparar el fr. con la obra de Catulo, se puede observar algo parecido a lo que ocurría con el c. 51 y la oda correspondiente de Safo. A veces Catulo se pliega al original y, en otras ocasiones, hace una versión totalmente libre: por ejemplo, el v. 44 de Calímaco es el mismo verso 44 del c. 66 de Catulo; los versos 7-10 de Calímaco están amplificados, de manera que se desarrollan en los versos 1-38 del poema del veronés. Los versos 79-88 del c. 66 son totalmente originales y se explica por el tono moralizante: la cabellera rechaza todas las honras que provengan de mujeres adúlteras, etc.
También el juicio tradicional sobre este canto ha tenido que ser rectificado. Se había visto como un ejercicio de retórica, quizá trivial dentro del conjunto, por las características del sujeto doliente, una prosopopeya sin entidad, una cabellera, una trenza con lamentos humanos, una catasterización absurda, etc.
Hoy se observa un acento elegíaco, un canto de amor, separación y muerte en la misma línea de la aventura personal del poeta.
El que ha observado todos los astros de la bóveda celeste, el que ha averiguado los nacimientos y ocasos de las estrellas, cómo el brillo de llama del rápido sol se eclipsa, cómo se retiran las constelaciones en estaciones fijas, cómo un dulce amor que 5 destierra a la Trivia furtivamente al pie de las rocas de Latmio la desvía de su órbita en el cielo, es el mismo famoso Conón[205] que me ha visto entre las estrellas del cielo a mí, cabellera de la cabeza de Berenice[206], brillar con toda claridad, <cabellera> que ella 10 prometió a muchas diosas extendiendo sus delicados brazos en la época en que el rey, ampliado su reino con una nueva boda, había acudido a devastar los territorios asirios, llevando las dulces huellas de la riña nocturna, que había sostenido por el botín 15 de una virgen. ¿Las nuevas esposas odian a Venus? ¿O es que engañan el contento de los padres con falsas lagrimitas que derraman en abundancia delante de la alcoba nupcial? ¡Válganme los dioses, no lloran sinceramente! Esto me lo enseñó mi reina 20 con sus muchas quejas, mientras su nuevo esposo proyectaba feroces guerras. ¿Y tú, abandonada, lloraste no sólo el lecho vacío, sino la penosa separación de tu querido hermano? ¡Cuán profundamente consumió tus tristes médulas esta tristeza! ¡De 25 qué forma angustiada entonces en todo tu corazón, privada de los sentidos, se te borra la consciencia! Pero yo, por cierto, <te> sabía de gran corazón desde pequeña. ¿Es que te has olvidado de la buena acción, por la que conseguiste un matrimonio real, hazaña a la que no se atrevería otro más fuerte[207]? Entonces, triste mientras despedías a tu esposo, qué palabras pronunciaste. 30 ¡Por Júpiter! ¡Cuántas veces restregaste tus ojos con la mano! ¿Qué dios tan grande te ha cambiado? ¿O es quizá porque los amantes no quieren estar lejos del cuerpo que aman? Y, entonces, tú me prometiste a todos los dioses por tu dulce esposo junto a la sangre de un toro, si él regresaba. En poco tiempo, 35 había añadido la conquista de Asia a los territorios de Egipto. Yo por estas hazañas ofrecida a los dioses del cielo pago el antiguo voto con un regalo nuevo. De mala gana, oh reina, me re40 tiré de tu cabeza, de mala gana. Lo juro por ti y por tu vida, que lleve lo merecido quien jure en falso. Pero ¿quién puede pretender rivalizar con el hierro? También fue excavada aquella montaña[208], la más grande de las tierras, sobre la que viaja el resplandeciente hijo de Tía, cuando los medos crearon un nue45 vo mar y cuando los jóvenes extranjeros con su flota navegaron por el centro del Atos. ¿Qué harán los cabellos, cuando ante el hierro ceden montañas tales? ¡Por Júpiter, que muera toda la raza de los cálibes[209] y quien, al principio, se obstinó en buscar las venas del metal debajo de la tierra y en moldear la 50 dureza del hierro! Los cabellos hermanos de los míos recién cortados lloraban mi destino, cuando el caballo alado de la locria Arsínoe[210], hermano gemelo del etíope Memnón, golpeando los aires con el batir de sus alas se me presentó, y él, co55 giéndome, vuela por las etéreas sombras y me coloca en el casto regazo de Venus. A su propio criado había enviado allí la misma Cefíritide[211], la habitante griega de las playas de Canopo. 60<Entonces[212]>, para que la corona de oro de las sienes de Ariadna no estuviera sólo fija en la variada luz <del divino> cielo, sino para que también brillara yo, consagrado despojo de una rubia cabellera, a mí, al llegar a los templos de los dioses empapada de llanto, la diosa me colocó como nueva constelación entre las 65 antiguas. En efecto, al lado de los astros de la Virgen[213] y del feroz León, unida a Calisto, hija de Licaón, me vuelvo hacia el ocaso, guía del lento Bootes, quien se sumerge con dificultad y tardíamente en el profundo Océano. Pero, aunque me oprimen 70 de noche los pasos de los dioses, el día, en cambio, me devuelve a la canosa Tetis (con tu consentimiento séame lícito hablar aquí, virgen ramnusia, pues yo no ocultaré la verdad por miedos de ninguna clase, ni aunque los astros me hieran con palabras 75 hostiles; es más, revelaré los secretos de mi corazón verdadero), no me alegro tanto con mi suerte actual como sufro por estar separada siempre, por estar separada de la cabeza de mi dueña, con quien yo, mientras fue virgen, en otro tiempo sin conocer todos los perfumes me embebí de muchos humildes. Vosotras, ahora, a quienes la antorcha nupcial unió en el día deseado, no 80 entreguéis vuestros cuerpos a vuestros esposos con los mismos deseos, descubriendo vuestros pechos, desvestidas, antes de que derrame para mí amables ofrendas el vaso de alabastro, el vaso de alabastro de vosotras las que observáis los juramentos de un casto lecho. Pero la que se entregó al impuro adulterio, ah, sus 85 malas y vanas ofrendas las beba el polvo ligero, pues yo no busco ningún premio de las mujeres indignas, sino más bien, oh casadas, siempre la Concordia, siempre un amor constante habite vuestras moradas. Tú, reina, cuando al mirar las estrellas aplaques a la diosa Venus los días de fiesta, no permitas que yo, que 90 soy tuya, me halle falta de perfumes, sino más bien obséquiame con abundantes regalos. ¡Ojalá las estrellas se conviertan en fugaces! ¡Yo me haría cabellera de reina! ¡Cerca de Hidrócoo brillaría Orion[214]!
67
Diálogo entre el poeta y una puerta.
Contenido.— 1-8: reproches a la puerta; 9-14: respuesta de autodefensa; 15-18: el poeta le invita a defenderse con detalle; 19-30: aventuras de la dueña de la casa en el pasado; 31-36: aventuras actuales; 37-44: fuentes de información; 45-48: el personaje pelirrojo.
La puerta actúa como un personaje vivo que difama a su dueña, como un esclavo de comedia. La situación descrita también es de comedia: un padre ayudando a su hijo impotente. En la Asinaria de Plauto, el hijo, Argiripo, consiente en ceder a su padre, Deméneto, la amiga por una noche, después de que su padre le ha provisto del dinero que necesita. Concretamente, en el v. 831 el hijo le dice: pietas, pater. A esto es, sin duda, a lo que alude Catulo en el v. 39: egregium narras mira pietate parentem. Con fino humor nuestro poeta, al citar la misma palabra, lleva al lector el recuerdo de la comedia de Plauto, en la que la piedad de un padre ayudaba a corromper a su hijo con la condición de compartir la amante. Aquí otro padre «piadoso» ayuda a su hijo compartiendo con él su mujer. En esta ocasión la inmoralidad es mayor. Lo que allí era un juego gracioso de comedia, se Convierte en este carmen en algo escandaloso. En definitiva, nos encontramos más que con el humor de Catulo, con su sarcasmo (cf. J. Ferguson, Catullus… págs. 219-233).
La solemnidad del comienzo es irónica: parodia de himno con fórmulas de liturgia arcaica, o… / salue, teque bona Juppiter auctet ope, / ianua… No faltan los alardes que venimos llamando culteranos. En medio de un diálogo sencillo, cercano a la comedia, surgen toques como el de Cycneae… speculae.
Oh, tú, agradable para el dulce marido, agradable para el padre, salud, y que Júpiter te colme de riquezas, puerta, de la que dicen que serviste muy bien en otro tiempo a Balbo, cuan5 do él mismo, anciano, tuvo la casa, y de la que cuentan que, al contrario, serviste muy mal a su hijo, una vez que, enterrado el viejo, te has hecho casada[215]. Ea, dinos por qué, dicen, has cambiado hasta abandonar tu antigua fidelidad al dueño.
10 «(Válgame Cecilio, a quien ahora pertenezco) no es culpa mía, aunque se diga que es mía. Nadie puede decir que yo he faltado en nada, pero la puerta lo hace <todo[216]> <para esas gentes[217]>, que, dondequiera que se descubre que se ha cometido un fallo, gritan a coro hacia mí: ¡puerta, la culpa es tuya!».
No basta eso, que tú lo digas con una palabra, sino que lo15 gres que cualquiera lo sienta y lo vea así.
«¿Cómo puedo lograrlo? Nadie busca saber, ni se esfuerza por ello».
Yo lo quiero. No dudes en contármelo.
«Pues bien, en primer lugar, lo que se dice acerca de que una virgen fue confiada a mí, es falso. El marido no la habría 20 podido tocar el primero, ya que su puñalito, que le cuelga más blando que una acelga tierna, nunca se le levantó hasta el centro de la túnica, sino que el padre, se dice, fue quien violó el lecho de aquel hijo y profanó esta desdichada casa, sea porque 25 su espíritu impío ardiese presa de una loca pasión, sea porque el hijo impotente fuese de semen estéril, de forma que hubo que buscar el medio <de donde> se produjera con más nervio aquello que pudiera desatar el cinturón de una virgen».
Hablas de un padre famoso por su admirable piedad, que 30 personalmente se corrió en el regazo propiedad de su hijo.
«Y, sin embargo, no sólo dice que esto lo sabía de sobra Brescia[218], situada al pie de la gruta cignea, a la que riega el rojizo Mela de perezosa corriente; Brescia, querida madre de mi Verona, sino que habla de Postumio y de su pasión con Corne35 lio, con quien ella cometió deshonroso adulterio. Entonces, alguien podría replicar: ¿Cómo? ¿Tú, puerta, sabes esto, a quien nunca se te permite alejarte del umbral del dueño, ni escuchar a la gente, sino que aquí, fija en el quicio, sólo sueles abrir y 40 cerrar la casa? Muchas veces la oí hablar de estos adulterios con voz cautelosa, a solas con sus esclavas, y llamar por su nombre a los que os he dicho, como quien espera que yo no 45 tenga ni lengua, ni orejas. Además, añadía a otro del que no quiero repetir su nombre, para que no frunza su rojo entrecejo. Es un hombre alto, a quien en otro tiempo le ocasionó famosos juicios el falso embarazo de un vientre embustero[219]».
68
Elegía.
Contenido.— 1-10: el poeta cuenta cómo se encuentra su amigo Manio; 11-14: cómo se encuentra él mismo; 15-18: evocación del pasado alegre del poeta; 19-26: la muerte de su hermano; 27-40: razones de su recusatio a Manio; 41-50: agradecimiento a Alio por sus servicios; 51-72: el amor de Catulo favorecido por Alio; 73-86: Laodamía; 87-90: Troya; 91-100: la muerte de su hermano; 101-104: Troya; 105-130: el amor de Laodamía e imágenes comparativas; 131-148: el amor de Catulo y sus vicisitudes; 149-160: agradecimiento a Alio.
La elegía 68, siguiendo la edición de Mynors, la consideramos un solo poema, que contiene una carta seguida de un poema elegiaco. No es exactamente el caso de los poemas 65 y 66, pero es un sistema que encierra una variante del empleado con estos poemas. El 65 era una carta para enviarle a Órtalo la traducción de Calimaco, que forma el poema 66. Aquí la carta encierra la elegía.
Hasta esta poema 68 no nos habla directamente de Lesbia, pero había recurrido a los mitos en todos los poemas anteriores para hablamos de ella y de sus amores. Aquí nos vuelve a hablar claramente de todo su mundo: sus alegrías juveniles, la muerte de su hermano, la ayuda de sus amigos, etc.
La introducción del personaje mitológico de Laodamía constituye el más brillante pormenor de todo el poema (73-86). Se hace la evocación de Lesbia como candida diua y, en seguida, surge la comparación ut quondam… Laodamia, Su radiante diosa se dirige al nido de amor que les ha preparado Alio, pero se detiene pisando el umbral (71-72). Éste, que puede parecer un momento alegre y brillante, resulta de una inquietud máxima, cuando recordamos que en el c. 61 se nos ha dicho que la novia debe pasar el umbral sin pisarlo (cf. 61, 159-161). La llegada de Lesbia es como la de una novia, pero ésta hinca la planta en el umbral, señal de mal agüero (el adjetivo arguta, disjunto de solea, nos puso sobre la pista): este crujir de sus sandalias es premonitorio. De la misma forma, Laodamia llegó a casa de Protesilao y el no haber hecho sacrificios a los dioses también va a augurar futuras desgracias: la muerte en Troya de Protesilao, el amado esposo de Laodamia. La mención de Troya en este mito le lleva a evocar en seguida la muerte de su hermano en este lugar.
Uno de los motivos elegíacos más famosos, reproducido en los poetas de la época augústea, es la concepción de la amada como domina (v. 68) o dueña del enamorado y del poeta enamorado como esclavo de su amor; éste es el seruitium amoris, que expresamente proclaman los elegíacos, Tibulo por ejemplo.
El hecho de que tú, golpeado por una suerte y un azar crueles, me envíes esta carta escrita con lágrimas, para que yo te socorra como a náufrago arrojado en medio de las olas del mar en tempestad y te rescate del umbral de la muerte a ti, a quien ni la 5 sagrada Venus consiente que descanses en un plácido sueño, solo en lecho vacío, ni con la suave poesía de los escritores antiguos las musas te deleitan, tanto es el insomnio de tu angustiado espíritu, todo ello me resulta agradable, puesto que me llamas amigo tuyo y buscas en consecuencia regalos de las musas y de 10 Venus. Pero para que tú no ignores mis sufrimientos, Manio[220], ni creas que rehuyo mi deber de huésped, entérate de en qué oleaje de desventura yo mismo estoy hundido, de forma que no busques más de un desgraciado regalos que te consuelen.
15 El día que recibí la toga viril por primera vez, cuando mis años en flor hacían transcurrir una alegre primavera, jugué bastante a todo. No me ha ignorado la diosa que mezcla dulce amargura a los cuidados. Pero toda esta pasión me la quitó la 20 muerte de mi hermano con su llanto. ¡Oh, hermano, a mí, mísero, arrebatado! Tú, tú, al morir rompiste mi felicidad, hermano mío; contigo toda nuestra casa ha sido sepultada, contigo murió todo mi contento que alimentaba tu dulce amor en vida.
25 Con su muerte yo he ahuyentado del todo de mi pensamiento estas pasiones y todos los placeres de mi corazón. Por ello, respecto a lo que escribes: «Es vergonzoso, Catulo, permanecer en Verona, porque aquí cualquiera de la mejor sociedad calien30 ta sus fríos miembros en una cama vacía». Eso, Manio, no es vergonzoso; es más bien digno de lástima. Perdonarás, pues, si no te otorgo, porque no puedo, estos presentes de amistad, que el dolor me ha arrancado. Pues ocurre que no hay gran abundancia de libros en mi casa, ya que vivo en Roma. Aquélla es M35 i casa, aquélla es mi residencia, allí transcurre mi vida. Aquí sólo me acompaña una caja de libros de las muchas que tengo. Y en estas circunstancias no querría que pensaras que obro así por malevolencia o con un espíritu escasamente cordial, porque a ti, que me lo pedías, no se te ha ofrecido la posibilidad de 40 ninguna de las dos cosas. Yo, con gusto, te las ofrecería, si pudiera.
No puedo callar, diosas, en qué circunstancias de mi vida Alio me socorrió o con cuántos buenos oficios me ayudó. El tiempo que vuela en un curso de siglos olvidadizos no cubra de 45 noche cegadora este celo suyo. Pero os lo diré a vosotras; vosotras decidlo a muchos miles de personas y haced que este papel hable, llegado a viejo,*** y muerto, sea cada vez más famoso y la araña, tejiendo su fina tela en las alturas, no haga su 50 trabajo en el olvidado nombre de Alio. Pues sabéis qué dolor me ocasionó Amatusia[221] engañosa y de qué manera me abrasó, cuando yo ardía tanto como lo hace la roca Trinacria y la fuente de Malia en las Termopilas del Eta, y no cesaban de hinchar55 se mis tristes ojos de ininterrumpido llanto, ni de empaparse mis mejillas de doliente lluvia de lágrimas. Como el río que brilla en la cima de una alta montaña salta desde rocas cubiertas de musgo y, cuando éste ha girado en torbellino, cae torrencialmente desde la pendiente de un valle, cruza un camino muy 60 frecuentado, dulce alivio para el caminante agotado y sudoroso, mientras el duro estío corta los campos requemados, y, como a los marineros, arrojados en medio de negra tormenta, les llega una brisa favorable que sopla más suave, respuesta a 65 las plegarias ya a Cástor, ya a Pólux, así me sirvió de ayuda Alio. Él abrió con un amplio sendero la llanura cerrada y él nos ofreció casa a mí y a mi dueña, en la que íbamos a ejercitar nuestros mutuos juegos amorosos. Allí mi radiante diosa se di70 rigió con suave paso, y en el gastado umbral hincó sus plantas refulgentes apoyadas en crujiente sandalia, como un día, ardiente de amor, Laodamía[222] llegó a la casa de su esposo Protesilao, en vano empezada, porque todavía no había pacificado 75 una víctima con sacrificios de sangre a los señores del cielo. ¡Nada me agrade tanto, virgen ramnusia, como actuar a mi arbitrio, sin el consentimiento de los dioses! Cuánto un ara vacía echa de menos la sangre piadosa, lo aprendió Laodamía con la 80 pérdida de su marido, forzada a soltar el cuello de su esposo reciente, antes de que uno y otro invierno, volviendo con sus largas noches, hubiera satisfecho su codicioso amor, para po85 der sobrevivir, interrumpido el matrimonio que no mucho después se perdería; —lo sabían las Parcas—, si él, como soldado, atacaba las murallas de Ilion. Pues entonces, ante el rapto de Helena, Troya había empezado a convocar a los principales jefes argivos, Troya (¡oh, sacrilegio!), sepulcro común de Asia y 90 Europa, pira cruel de todos los hombres valientes. Hasta ella ocasionó una miserable muerte a mi hermano. Ay, hermano mío, perdido para mí, desdichado; ay, luz alegre arrebatada a su desgraciado hermano: contigo toda nuestra casa se derrum95 bó, contigo murió todo mi contento, que tu dulce amor alimentaba en vida. A él, ahora tan lejos enterrado no entre sepulcros conocidos, ni cerca de cenizas de parientes, sino sepultado en 100 una Troya siniestra, en una Troya desgraciada, una tierra extraña en los confines del mundo lo retiene. Hacia ésta, se dice, jóvenes griegos <escogidos> de todos lados presurosos abandonaron sus hogares y sus penates, para que Paris, alegre por el rapto de la adúltera, no disfrutara de su ocio libremente en un 105 tálamo en paz. Por este azar, entonces, a ti, hermosísima Laodamía, te fue destrozado aquel matrimonio más querido que tu vida y que tu alma. La ola amorosa, absorbiéndote en medio de un torbellino tan grande, te había arrojado al fondo de un abismo abrupto, tal como —según los griegos— el que[223], cerca de 110 Feneo de Cilene, deseca, absorbida el agua del pantano, el suelo feraz que, dicen, socavó un día, cortadas las entrañas del monte, el falso hijo de Anfitrión[224], en la época en que con certera flecha abatió los monstruos de Estinfalo por orden de un amo indigno de él, para que la puerta del cielo fuese desgasta115 da por más dioses y para que Hebe[225] no fuera de prolongada virginidad; pero tu profundo amor lo fue más que aquel abismo, que te enseñó a que tú, todavía sin casar, soportaras el yugo. Pues la hija única de un padre de extrema edad no cría con tanto cariño un nieto nacido tarde, y aquél, cuando al fin 120 encontró heredero para los bienes patrimoniales, inscribió su nombre en el registro testamentario, privando de impíos goces a un pariente burlado y espanta de su canosa cabeza a aquel buitre. Ni disfrutó tanto ninguna paloma con su compañero 125 blanco de nieve, y eso que se dice que roba besos en un constante picoteo con más desenfreno que la mujer que es sobre todo ardiente. Pero tú sola superaste sus grandes pasiones, en cuanto te uniste a tu rubio marido.130
Mi lucero, en nada o en poco digna de ser pospuesta a Laodamía, entonces, se arrojó a mis brazos; saltando en torno a ella de un lado para otro Cupido, brillaba radiante con su túnica de azafrán. Sin embargo, aunque ella no esté contenta con 135 Catulo solo, sufriré los escasos deslices de mi tímida dueña, para no ser celoso en exceso como los tontos. Muchas veces también Juno, la más grande de los habitantes del cielo, consumió su ardiente ira ante la traición de su marido, conociendo 140 los numerosos amoríos del caprichoso Júpiter. Sin embargo, no es justo que los hombres se comparen con los dioses*** Quita el ingrato peso de un padre tembloroso[226]. Con todo, ella no vino guiada por la diestra paterna a mi casa, que olía a perfume asirio, sino que en noche maravillosa, a escondidas, me entre145 gó sus favores arrancados del regazo de su propio marido. Por ello, me basta si se me otorga a mí solo el día que ella señala con la más blanca piedra[227].
150 Este regalo escrito en verso, tal como he podido, se te ofrece, Alio, en pago a tus muchos favores, para que tu nombre no lo manche la sucia herrumbre, ni hoy, ni mañana, ni otro día, ni otro. A ello añadirán los dioses los numerosos regalos que un día Temis[228] acostumbró a ofrecer a los hombres piadosos de 155 otros tiempos. Sed felices, tú, a la par que la que es tu vida, tu <misma> casa, en la que disfrutamos mi amante y yo, y el que, al principio, ‹como guía de amor[229]›, nos hizo llegar a tierra, de quien nacieron, primero, todos mis bienes y, por encima de to160 dos, la que me es más querida que yo mismo, mi luz. Mientras ella viva me será dulce vivir.
69
Poema de ataque contra Rufo, emparejado con el 71.
Contenido.— 1-4: Cátalo le plantea a Rufo el problema; 5-8: rumores de la causa del problema; 9-10: consejo último.
Si, como se cree, este Rufo es el Celio Rufo amante de Clodia, hay una clara intención al colocar el 70, dedicado a Lesbia, entre el 69 y 71, dedicados a Rufo.
Se observa un fuerte contraste entre fondo y forma: a una forma suave, sencilla, que se desliza con la naturalidad de una conversación, se opone un tema de aguda sátira, de bronco contenido.
No te extrañes de por qué ninguna mujer, Rufo[230], quiere colocar debajo de ti sus delicados muslos. No lo haría aunque quisieras seducirla con el regalo de un vestido exótico o con las delicias de una joya muy brillante. Te perjudica un rumor 5 malicioso, por el que se dice que en tus sobacos vive un macho cabrío maloliente. Lo temen todas y no es extraño, pues es una bestia muy desagradable, con quien no se acostaría ninguna chica guapa. Por ello, o acaba con esa cruel enfermedad para 10 las narices o no te extrañes de por qué huyen.
70
Poema de juramento de amor.
Contenido.— 1-2: sacramentum amoris de Lesbia; 3-4: desconfianza por ser una mujer la que jura.
El tema lo ha tomado de Calimaco (Ant. Palatina V 6, 1-4). La nota escéptica, que en el poeta griego es que los juramentos de amor «no llegan al oído de los dioses», la convierte en un locus communis: «hay que escribirlo en el viento y en el agua corriente». Escribir en el agua es un topos desde Sófocles (fr. 741 N.): «los juramentos de una mujer yo los escribo en el agua».
Mi amante dice que ella no quiere hacer el amor con nadie, salvo conmigo, ni aunque se lo pidiera el mismo Júpiter. Eso dice, pero lo que dice una mujer a un amante apasionado hay que escribirlo en el viento y en el agua corriente.
71
Poema de invectiva, una vez más, contra Rufo y sin nombrarlo.
Contenido.— 1-4: exposición de dos males: el mal olor y la gota; 5-6: muerte de olor y de gota.
Las hipótesis iniciales sobre dos defectos físicos, el mal olor y la gota, parece confirmarlas Catulo al sugerir que los padecen los dos amantes rivales. Una vez más, el efecto sorpresa aparece al final: en la frase proverbial illam affligit amore, amore los sustituye por odore y cuando esperamos ipse perit amore lo reemplaza por podagra, con lo que hace el más ingenioso e inesperado chiste.
Si a alguien justamente le ha supuesto un obstáculo el maldito macho cabrío de los sobacos o si a alguien con motivo le tortura la gota que hace cojear, ese alguien es ese rival tuyo que hace el amor a vuestra amante; extrañamente [de ti] ha contraído ambos males. Pues cuantas veces la jode, tantas ve5 ces castiga a ambos: a ella con su olor la atormenta; él mismo muere de gota.
72
Razones de amor. Forma pareja con el 70. Una demostración más de que la colección ofrece un orden consciente.
Contenido.— 1-2: repite el sacramentum amoris de Lesbia; 3-4: amor de Catulo en los momentos del juramento de Lesbia; 5-8: ahora el poeta la conoce: la ama más, pero la quiere menos.
Éste es uno de los poemas que marca la transición desde los dísticos elegiacos de contenido epigramático hasta los de contenido elegiaco. Podríamos decir que éste es ya casi una elegía.
Tal vez en nuestra sociedad no se entienda que Catulo diga que quiere a Lesbia como un padre quiere a su yerno.
Decías tiempo atrás que tú sólo te entregabas a Catulo, Lesbia, y que en mi lugar no querías tener ni a Júpiter. Entonces te amé no sólo como la gente quiere a su amante, sino como un padre quiere a sus hijos y a sus yernos. Ahora te co5 nozco. Por ello, aunque me consumo fuera de toda moderación, sin embargo me resultas, con mucho, más vil y frívola. ¿Cómo es posible? me dices. Porque a un amante una traición así obliga a amar más, pero a querer peor.
73
Otro poema sobre la ingratitud.
Contenido.— 1-2: consejo; 3-4: constatación: todo es ingratitud; 5-6: ejemplo sacado de su experiencia.
El amigo al que no cita puede ser Celio Rufo, con lo que la trabazón de los primeros poemas de la tercera parte quedaría probada. La traición es la de Celio con Clodia. Todo tendría así un sentido: 69, ataque a Celio Rufo; 70, de las promesas de amor de Lesbia no hay que fiarse; 71, nuevo ataque a Rufo; 72, dudas sobre Lesbia; 73, traición de su amigo Celio Rufo. Está claro el motivo de los furiosos ataques a Celio Rufo.
No pretendas obtener el agradecimiento de nadie por algún favor, ni creas que alguien pueda considerarse fiel. Todo es ingratitud; de nada <aprovecha> haber obrado bien; al contrario, 5 incluso provoca disgustos y, lo que es más, rencor, como a mí, a quien nadie persigue con mayor dureza ni con más ensañamiento que quien hasta hace poco me tuvo a mí como solo y único amigo[231].
74
Se inicia el ciclo de Gelio y de sus relaciones incestuosas.
Contenido.— 1-2: manías del tío de Gelio; 3-4: Gelio tiene relaciones con su tía; 5-6: reducción al silencio del tío de Gelio.
Ataque sombrío cuya gracia está en presentar al tío de Gelio como un moralista, a quien Gelio convierte en un Harpócrates, esto es, lo calla para siempre.
Observamos el toque helenístico con la cita de Harpócrates, como un símbolo, tal vez, de la tolerancia egipcia en relación con el incesto.
Gelio[232] había oído decir que su tío solía pelearse con quien hablaba de goces amorosos o con quien los disfrutaba. Para que esto no le ocurriera, perdió a la propia mujer de su tío y convirtió a su tío en un Harpócrates[233]. Consiguió su objetivo. 5 Pues, aunque ahora se la haga chupar a su propio tío, su tío no dirá palabra.
75
Quejas de amor. Sigue en la línea del 70, 72 y prepara el 76.
Contenido.— 1-2: pasado: culpa de Lesbia, fidelidad de Catulo; 34: presente: ni querer bien, ni dejar de amar.
Ya en el 72 distinguía entre amare y uelle bene: aquí lo hace de una forma más intensa. Es como si hubiera reducido los ocho versos del 72 a cuatro.
A tal extremo ha llegado mi alma, Lesbia, por tu culpa y de tal forma ella misma se ha perdido por su fidelidad, que ya ni puede quererte bien, por muy buena que seas, ni puede dejar de amarte, aunque hagas de todo.
76
Elegía amorosa.
Contenido.— 1-8: recuerdo del sacramentum amoris; 9-16: deseos de invalidarlo; 17-22: súplica a los dioses; 23-26: deseos de olvido y nueva súplica.
Todo el proceso de sus relaciones con Lesbia, comprendido en los poemas anteriores, culmina en este poema. Resalta en él un tono de melancolía —ocasionada por la renuncia a su amor— que es característico de la elegía erótica en época augústea. Estamos ante el penúltimo estadio, el que precede a la renuncia definitiva (c. 11), en un momento de introspección del poeta. Es lógico que en este momento pase revista a toda la historia de su amor. Al modo de una síntesis poética, están presentes numerosas ideas, numerosas palabras comunes a todos los poemas del ciclo de Lesbia y aun a los poemas más serios de la colección.
Catulo concibe la amistad y el amor como un contrato que, en cierto modo, reproduce el esquema de alianzas políticas y sociales de la Roma de su tiempo. La Fides, concebida como una diosa, garantiza la indisolubilidad de este contrato. La pietas es la virtud social que desarrolla el sentido del deber para con la familia, para con los amigos e, incluso, para con el Estado. Esta virtud es la garantía de la fidelidad: la pietas es la que conserva la fides. ¿Qué quiere decir Catulo con lo de uitam puriter egi? Que él no ha roto el foedus, él no ha roto el sacramentum amoris, ha sido fiel y piadoso. Es coherente al decir esto teniendo en cuenta toda «la novela de amor» que él nos cuenta en el ciclo de Lesbia. Otra cosa sería saber si esto sólo existió en su imaginación, en sus deseos; si Lesbia supo alguna vez la clase de amor que había provocado, un amor «romántico», fuera de época, en el que a la atracción carnal le sustituye un deseo de unión espiritual casi mística.
Si los hombres experimentan placer al recordar la antigua obra bien hecha, cuando consideran que son honrados, que han respetado la sagrada fidelidad, que en ningún pacto han invocado en vano el poder de los dioses para engañar a los hombres, muchas satisfacciones te aguardan a lo largo de tu vida, 5 Catulo, a causa de este amor tuyo no correspondido, pues todo el bien que los hombres pueden hacer o decir a sus semejantes, tú lo has dicho y hecho. Todo ello ha muerto confiado a un corazón ingrato. ¿Por qué, pues, atormentarte ya más? ¿Por qué 10 no sacas coraje y te apartas de ella y aun con los dioses en contra, dejas de ser un desdichado? Es difícil renunciar de pronto a un prolongado amor; es difícil, pero hazlo de cualquier forma. Ésta es tu única esperanza de salvación: tú debes conse15 guir esta victoria; hazlo, tanto si puedes como si no. Oh, dioses, si es propio de vosotros la compasión o si llevasteis algunos, alguna vez, ya en el mismo momento de la muerte, un último socorro, contemplad mi desdicha y, si he vivido sin culpa, libradme de esta enfermedad y de esta perdición, que, 20 como una parálisis deslizándose hasta el fondo de mi cuerpo, ha arrancado completamente la alegría de mi pecho. Yo ya no pretendo que ella corresponda a mi amor o, lo que resulta imposible, que consienta en ser pudorosa. Yo sólo aspiro a curar25 me y a quitarme esta cruel enfermedad. ¡Oh, dioses, concedédmelo a cambio de mi piedad!
77
Poesía de quejas a Rufo.
Contenido.— 1-4: explicación del motivo de sus quejas; 5-6: ataque.
Forma parte del pequeño ciclo de Celio Rufo (58, 69, 71, 73, 77 y quizá el 100).
Parece claro que eripuisti omnia nostra bona alude al robo de la amante, Lesbia, por parte de Rufo.
Tiene interés la manera de sugerir la imagen de Rufo como una
serpiente subrepisti… uenenum. Hay un uso deliberado de la ambigüedad del lenguaje.
Rufo, de quien yo me fié como de un amigo, pero en vano e inútilmente. ¿En vano? Es más, a un precio elevado y doloroso. ¿Así te has introducido en mi corazón y, abrasando mis en5 trañas, ay, robaste todos mis bienes, desdichado de mí? Me los robaste, ay, ay, cruel veneno de nuestra vida, ay, ay, infamia de nuestra amistad.
78
Invectiva contra un tal Galo.
Contenido.— 1-2: presentación del caso; 3-4: actuación amable y desafortunada de Galo; 5-6: las consecuencias de su acción pueden volverse en contra suya.
Sitúa la acción en las dos primeras estrofas y, como tantas veces, la tercera le sirve para el ataque y la broma. Un ejemplo más del buen partido que Catulo le saca al sarcasmo.
Galo[234] tiene dos hermanos: la mujer de uno de ellos es toda ella encantadora; el hijo del otro es encantador. Galo es un hombre amable, pues consigue dulces amores de forma que la 5 chica guapa se acuesta con el chico guapo. Galo es un imbécil y no se da cuenta de que también él es marido, que, como tío, está enseñando a ponerle los cuernos al tío.
78 b[235]
Parece claro que este fragmento no tiene nada que ver con el 78. Se trata del final de un poema perdido.
Contenido.— 1-2: Lamento de los besos de un personaje desconocido; 3-4: Cátalo se encargará de hacerlo famoso.
Es probable que formara parte del ciclo de Lesbia. Una amenaza semejante a la contenida en los dos últimos versos la podemos encontrar en el 116, dirigido a Gelio. Hasta en tan breves fragmentos podemos encontrar prosopopeyas geniales, como la caracterización de la fama o el rumor como una vieja charlatana fama loquetur anus.
*** Pero hasta ahora me lamento de que tu puerca saliva haya orinado los besos castos de una casta doncella. Y esto no lo vas a hacer impunemente, pues todos los siglos venideros te conocerán y la anciana fama hablará de quién eres.
79
Ataque a Clodio, hermano de Lesbia-Clodia.
Contenido.— 1-2: Relaciones de Lesbio y Lesbia; 3-4: Catulo vale más.
De las supuestas relaciones incestuosas se hace eco también Cicerón, como ya hemos dicho en su momento, pero parece que la fuerza del ataque está en la última estrofa. La interpretación nuestra, que es la tradicional, no satisface precisamente por la falta de esa fuerza: Cátalo aceptaría ser vendido, él y su familia, como esclavos si Clodio fuera capaz de encontrar tres personas amigas que se dejaran saludar con la intimidad que supone un beso. Según esto, Clodio tendría seguidores, pero no auténticos amigos, amigos íntimos como los que sin duda tiene Catulo.
Lesbio[236] es guapo. ¿Cómo no? Ése a quien Lesbia prefiere a ti, Catulo, y a toda tu familia. Pero, con todo, que este guapo venda como esclavos a Catulo y a su familia, si entre todos los que lo conocen encuentra tres besos.
80
Nuevo ataque contra Gelio.
Contenido.— 1-4: ironía en la pregunta a Gelio; 5-8: duda irónica en la segunda pregunta con final revelador.
Invectiva obscena y brutal. Al principio usa un lenguaje amoroso. Basta observar el calificativo y el diminutivo del v. 1: rosea ista labelia. En lenta gradación, nos va induciendo irónicamente a pensar que Gelio está enamorado. Al final descubrimos adónde nos llevaba Catulo. El verso final emplea, en contraste con el primero, un lenguaje rudo, campesino, que descubre lo que había en la ironía y en las ambigüedades de su lenguaje anterior.
¿Cómo puedo explicar, Gelio, por qué tus labios de rosa se vuelven más blancos que la nieve invernal, cuando sales de tu casa por la mañana y cuando la hora octava de una larga jorna5 da te levanta de la ociosa siesta? No sé qué ocurre en realidad. ¿Es verdad el rumor que se susurra de que devoras lo tenso y gordo del centro del hombre? Sí, es verdad. Lo proclaman los riñones derrengados del pobrecito Víctor y tus labios manchados del suero ordeñado.
81
Poema de queja amorosa dentro del ciclo de Juvencio.
Contenido.— 1-2: reproche a Juvencio.; 3-4: el amante de Pisauro; 5-6: error de Juvencio.
Algunos críticos consideran que el poema está incompleto. Echan de menos la agudeza última, el final en punta.
Podemos observar, como tantas veces, la parodia del estilo heroico: ab sede Pisauri, hospes inaurata pallidior statua. Mayestático lenguaje en un tema trivial. J. I. Adiego Lajara (en «Observaciones en torno al ciclo de Juvencio en Catulo», Actas del VII C. E. E. C., Madrid, 1989, págs. 427-433) hace notar el papel de consejero asumido por Catulo con respecto a Juvencio, «lo que puede entenderse sin duda como una autorridiculización», ya que siempre fracasa en sus consejos. Está claro que Juvencio, por más consejos que le dé Catulo, no va a cambiar de actitud con respecto al «homo bellus». Lo único que yo añadiría es que esta autorridiculización comporta mucho humor y mucha ironía. Y, en su didactismo, un distanciamiento tal que parece que el problema no le atañe desde el punto de vista afectivo.
Entre tanta gente, Juvencio, ¿no pudo haber otro hombre refinado a quien tú te decidieras a amar, sino a ese huésped tuyo, hijo de la desierta ciudad de Pesaro[237], más pálido que una estatua dorada, a quien tú ahora ofreces tu cariño y a quien te atreves a preferir a mí, sin saber qué crimen estás cometiendo?5
82
Poema de ruego a Quincío, que se desarrolla en un solo período condicional.
Contenido.— 1-2: prótasis; 3-4: apódosis.
No se sabe quién es exactamente la persona que Catulo no quiere que Quincio le robe. Carius oculis lo aplica el poeta para referirse al pájaro de Lesbia (3, 5), a Calvo (14, 1) y en 100, 2, para referirse a Lesbia.
Quincio[238], si quieres que Catulo te deba sus ojos o cualquier otra cosa que le sea más querida que los ojos, no le robes lo que le es mucho más querido que sus ojos o si hay algo más querido que los ojos.
83
Diagnóstico amoroso. Forma pareja con el 92.
Contenido.— 1-2: Lesbia habla mal de Catulo delante de su marido; 3-6: causa de ello.
Destaca por la agudeza psicológica del poeta. Vir puede ser el marido de Clodia, Metelo Céler, o su amante, y en este caso se puede estar refiriendo a Celio Rufo.
Las dos metáforas amorosas que se ofrecen están referidas a Lesbia: sana y uritur.
Lesbia en presencia de su marido dice de mí atrocidades. Esto le produce al muy estúpido grandísimo regocijo. Pedazo de animal, ¿no te das cuenta? Si callara sin acordarse de mí, estaría curada. El que ahora gruña y me critique, es que no 5 sólo me recuerda, sino que está irritada, lo que es mucho más grave. En otras palabras, se quema y habla.
84
Sátira contra Arrio.
Contenido.— 1-6: Arrio y su pronunciación; 7-8: descanso que deja su marcha; 9-12: peligro público.
Para los que pensamos que hay una coherencia en la ordenación de los poemas, se nos podría objetar lo absurdo que es que el 83 y el 84 estén juntos: el primero sobre el amor y el segundo sobre la afectación en la forma de expresarse. Si el análisis lo llevamos un poco más lejos, en el 83 Lesbia decía una cosa y pensaba otra; en el 84 Arrio se expresa mal por afectación, al pronunciar aspiraciones inexistentes. Por la historia de la lengua sabemos que esto respondía a una moda latina de la época, que llegó a introducir aspiraciones en palabras que nunca las habían tenido, como ocurre en trimp(h)us. Las palabras commoda e insidias, pertenecientes al lenguaje oratorio, nos hacen pensar que Arrio era un orador provinciano.
Arrio[239] decía «jomodidades», cuando quería decir «comodidades», y «jasechanzas» por «asechanzas», y, luego, se creía que había hablado de maravilla, cuando había dicho «jasechanzas» cuanto podía; creo que así habían hablado su madre, su 5 tío materno, el liberto, así su abuelo y su abuela por parte de madre. Enviado éste a Siria, los oídos de todos descansaron. Estas mismas palabras las oían sin aspiración y suavemente y 10 en lo sucesivo no temían a tales palabras. He aquí que de repente llega una noticia horrible: el mar Yonio, desde que Arrio se había ido allí, ya no era Yonio, sino Jionio.
85
El más conocido de todos los epigramas y el que ha sido objeto de más imitaciones.
Contenido.— 1: Cátalo ama y odia; 2: esto le hace sufrir.
Ante todo se observa que el dístico no contiene sustantivos. Hay ocho verbos, cuatro en cada verso, distribuidos así: odi et amo corresponden a sendo et excrucior; faciam a fieri; requiris a nescio. Las tres palabras iniciales, o di et amo, y la última, excrucior, son las de máxima potenciación: desde el punto de vista métrico son equivalentes y, empleadas al principio y al final, sirven de balance. Expresan tres acciones verbales: las dos primeras son polarmente opuestas; la última expresa la consecuencia de la acción inicial. El amor y el odio van en direcciones opuestas, y el desgarro es la consecuencia en el individuo que las padece. A Lesbia no se la nombra; el retrato psicológico que se ofrece es el de Catulo, pero ella siempre está presente. El amor de Catulo por Lesbia es un hecho que le ha sucedido y que escapa a su control.
Odio y amo. ¿Quizá me preguntes por qué actúo así? No lo sé, pero siento que es así y sufro.
86
Retrato de Quincia en contraste con Lesbia.
Contenido.— 1-2: retrato físico de Quincia; 3-4: sin gracia; 5-6: belleza de Lesbia como contraste.
Catulo y sus amigos exponen su punto de vista respecto a la belleza, como en el 43. La mujer no debe ser como un animal, que pueda ser considerado hermoso porque reúna una serie de condiciones agradables: su estatura, su blancura, etc. La mujer, frente a los animales y objetos hermosos, debe poseer además uenustas, el atractivo de Venus, esa gracia que tiene Lesbia, que armoniza el conjunto.
Quincia[240] resulta hermosa a muchos. Para mí es blanca, alta, derecha. Yo admito que cada uno de sus atractivos es así. Niego que todo ello sea ser hermosa, pues no existe ninguna gracia, ni una pizca de sal en un cuerpo tan grande; Lesbia sí 5 es hermosa, quien, por una parte, toda ella resulta hermosísima; por otra, es la única que les robó a las demás todas las gracias de Venus.
87
Poema del ciclo de Lesbia.
Contenido.— 1-2: el amor más sincero es el de Catulo; 3-4: además es el más fiel.
Este poema está relacionado, dentro del ciclo, con el 109. Una vez más aparecen los términos foedus y fldes, que son la transposición a la esfera del amor, de los pactos y fidelidades corrientes en las relaciones humanas de la época, tanto en la administración, como en la política, en los negocios y en la esfera de la amistad. Destaca la emoción y el patetismo con que está redactado.
Ninguna mujer puede decir haber sido amada verdaderamente tanto como mi Lesbia ha sido amada por mí. Ninguna fidelidad tan grande hubo nunca en ningún pacto como la que se ha descubierto de mi parte en tu amor.
88
Nueva poesía del ciclo de Gelio, de tema incestuoso.
Contenido.— 1-4: preguntas retóricas que sitúan el ambiente; 5-8: falta grave e imperdonable.
Es la primera vez que vamos a encontrar cuatro poemas seguidos dedicados al mismo personaje. En un continuum dramático que empezó en el 74, se le acusaba de adulterio con su tía; en el 80 de homosexualidad; en el 88 de incesto hasta con su madre; en el 89 y 90 reitera el tema y en el 91 se descubre el motivo de toda esta persecución: es rival de Catulo.
El final en punta es en esta ocasión apoteósico: Gelio, como un héroe mitológico, devorándose a sí mismo, en una inmensa fellatio, digna de una pintura de Goya.
Sátira cruel de pensamiento y de una técnica muy cuidada.
¿Qué hace, Gelio, el que se excita con su madre y con su hermana y pasa las noches en vela sin ropas? ¿Qué hace el que no consiente que su tío ejerza de marido? ¿Es que no sa5 bes qué culpa tan grave comete? Comete, oh Gelio, una culpa tan grave que ni la muy lejana Tetis, ni Océano, padre de las ninfas, pueden lavar, pues no hay ningún delito con el que se llegue más lejos, ni, aunque, agachada la cabeza, se devore a sí mismo.
89
Otro poema contra Gelio, que repite multiplicado el tema del incesto.
Contenido.— 1-4: delgadez de Gelio; 5-6: toca lo que no debe.
Como siempre, Catulo cuida especialmente el final: emplea los verbos tangere y attingere, que se usa para indicar una acción de robo, poner las manos en el dinero. Gelio toca lo que es sacrilego tocar: fas non est. El planteamiento del principio se resuelve al final.
Toda la gravedad de la acusación se expresa con levedad, en un tono conversacional.
Gelio está flaco. ¿Cómo no? Quien vive con una madre tan buena y tan llena de vida, con una hermana tan hermosa, con un tío tan complaciente y con todo tan repleto de niñas de la familia, ¿cómo podría dejar de estar delgado? Aunque éste 5 sólo toque lo que está prohibido tocar, de sobra comprenderás por qué está tan seco.
90
Tercer poema contra Gelio.
Contenido.— 1-2: deseo de que nazca un mago de Gelio y de su madre; 3-4: así es la creencia persa; 5-6: este hijo adorará a los dioses persas.
El epigrama tiene seis versos, con la escena situada en el centro y los dos últimos versos para el dardo final. El mago, hijo de Gelio y de su madre, es el segundo de ella y de su primer hijo y adorará a los dioses persas.
Estamos ante una reacción vehemente de Catulo ante el incesto, fruto del clima religioso, social y familiar romano.
Al exotismo del contenido responde lo extraño de la forma: los
tres pentámetros tienen tres finales polisilábicos, con repetidas elisiones en ellos.
Nazca un mago de la incestuosa unión de Gelio y de su madre, y aprenda el arte de la adivinación de los persas, pues es forzoso que se engendre un mago de una madre y de su hijo, 5 si es verdadera la sacrílega religión de los persas, para que, aceptada su plegaria, agradecido venere a los dioses, mientras derrite sobre las llamas grasientas entrañas.
91
Con éste acaba la serie de Gelio, pero no el ciclo.
Contenido.— 1-8: Catulo no encontraba razones objetivas para la traición de Gelio; 9-10: Gelio sí, porque era una culpa criminal.
Que la traición sea con Lesbia no se nos dice, pero se hace difícil pensar que Catulo pueda referirse a un amor distinto del que él profesa a Lesbia con estas palabras: in misero hoc nostro, hoc perdito amore fore.
Los tres poemas anteriores no son más que la preparación de éste. Es un descubrimiento para el lector que un personaje como Gelio, o, más bien, como Catulo lo pinta, haya podido ser amigo íntimo del poeta. Parece claro, una vez más, que no todo lo que dice acerca de Gelio ha de ser verdad; pero lo que sí es evidente es la intensidad de su decepción, la inmensidad de su amargura.
Gelio, no confiaba en que me fueras leal en este desdichado amor mío, en este amor de perdición, por el hecho de que te conociese bien ni porque te considerara seguro o que podías 5 apartar tu pensamiento de una vergonzosa deshonra, sino porque veía que ni tu madre, ni tu hermana era ésa por cuyo gran amor me estaba consumiendo. Y aunque estuviese unido a ti por un trato íntimo, no había creído que este motivo fuese para ti suficiente. Tú sí lo has considerado suficiente: tanto regocijo te produce toda culpa en la que haya algo criminal.10
92
Otro diagnóstico amoroso como el del 83.
Contenido.— 1-2: Lesbia ama a Catulo, porque habla mal de él; 3-4: a Catulo le pasa lo mismo.
La diferencia con el 83 es que aquí no se menciona al marido. Contienen los dos la misma observación psicológica: «de lo que abunda el corazón habla la boca».
Lesbia me critica siempre y no deja de hablar nunca de mí. Que me muera si Lesbia no me ama. ¿Que qué pruebas tengo? Porque otro tanto me ocurre a mí. La maldigo continuamente, pero que me muera si no la quiero.
93
Contra César.
Contenido.— 1-2: total indiferencia de Catulo respecto a César.
Fue éste uno de los más famosos epigramas de Catulo en la Antigüedad, de forma que Quintiliano lo cita sin nombrar a Catulo (XI 1, 38) y Marcial lo adapta en I 32.
Albus an ater es una expresión proverbial, cuyo sentido más corriente es el de bonus an malus.
No me esfuerzo demasiado, César, por querer agradarte, ni por saber si eres blanco o negro.
94
Epigrama contra Mamurra.
Contenido.— 1-2: Mamurra hace lo que es propio de su apodo.
El ciclo de Mamurra, que es parte del ciclo de los políticos, contiene el c. 29, en donde Catulo se refiere a Mamurra, lugarteniente de César, como diffutata mentula (v. 13). Aquí la palabra Mentula se usa como sobrenombre o apodo.
El tono es conversacional. Con pregunta y respuesta mediante proverbio o refrán.
El Carajo anda de putas. ¿Anda de putas un carajo? Por supuesto. Esto no es más que el proverbio: la olla por sí misma recoge las legumbres.
95
Poesía de crítica literaria.
Contenido.— 1-3: poesía neotérica frente a la tradicional; 4-7; comparación del destino de los dos frutos poéticos representantes de los dos estilos.
De G. Helvio Cinna ya se ha ocupado Catulo en el c. 10 y le va a dirigir el 113.
Desde el punto de vista formal destacan la simetría existente en los dos dísticos finales, aunque la oposición de sentido entre ellas sea muy acusada. El destino de la Esmirna es volar lejos y durar siglos; el destino de los Anales es una muerte cercana y penosa: servir de sepulcro a los peces.
La Esmirna[241] de mi querido Cinna, después de nueve veranos y de nueve inviernos de haberla empezado, al fin ha sido publicada, mientras tanto Hortensio quinientos mil versos en un solo año*** La Esmima será enviada hasta lo más remoto 5 de las cóncavas aguas del Sátraco[242]; los siglos encanecerán leyendo atentamente la Esmirna. En cambio, los Anales[243] de Volusio irán a morir hasta las mismas márgenes del Po y muchas veces ofrecerán holgadas envolturas a las caballas.
95 b[244]
Muchos editores consideran estos versos el final del epigrama anterior. Creemos que puede tratarse de un breve fragmento de otro.
Séanme queridas las pequeñas obras maestras <de mi amigo>, pero goce el vulgo con el hinchado Antímaco[245].
96
Es una consolatio a L. Calvo, poema de consolación con motivo de la muerte de su esposa Quintilia.
Contenido.— 1-4: prótasis de la condicional: nota melancólica; 56: apódosis: Quintilia se consuela con el amor de Calvo.
Es una poesía de las de género consolatio o epicedio, pero Catulo, como es frecuente en él, procura escaparse de las reglas del género. Estas consolationes contaban con una serie de tópoi que se repetían, ya fuesen escritas en prosa o en verso. Nuestro poeta no recoge ninguno de los lugares comunes, como podrían ser la condición mortal de los humanos, el poder del tiempo, las buenas cualidades morales del difunto, etc.
Si las tumbas mudas pueden encontrar, Calvo[246], algo agradable y satisfactorio en nuestro dolor y en la melancolía con que evocamos antiguos amores y lloramos amistades hace 5 tiempo perdidas, realmente a Quintilia no le ocasiona tanto dolor su temprana muerte como disfruta con tu amor.
97
Invectiva contra Emilio a causa de su halitosis.
Contenido.— 1-4: comparación de la boca y el culo de Emilio; 58: más presentable el último; 9-12: absurdo éxito de Emilio con las mujeres.
Esta sátira tiene toda la virulencia de la antigua diffamatio latina.
El tono es conversacional, con abundantes muestras de sermo familiaris. Llaman la atención las elisiones del pentámetro que forma el segundo verso:
con pérdida de la cesura normal del pentámetro. El contraste entre la primera y la segunda parte, espondeos-dáctilos, homodinia-heterodinia. Las homofonías vocálicas también contrastadas: u / o (primera parte) a / e / i (segunda parte). Las convergencias de estos hechos lingüísticos en el plano del significante están visualizando el gesto de asco de quien huele mal.
El dardo final sorprende por su crudeza.
¡Válganme los dioses! Yo no he considerado que haya diferencia entre olerle a Emilio[247] el culo o la boca: en nada es más limpia ésta y en nada es más sucio aquél, sino que incluso el culo está más limpio y mejor presentado, pues no tiene dientes. 5 Y la boca los tiene de a pie y medio y unas encías como las de una vieja caja de carro; además, suele tener un gesto como el coño abierto de una mula meando en pleno estío. Éste ha jodido con muchas y se las da de guapo, ¿y no se le manda al mo10 lino y a sustituir al burro[248]? Si alguna llega a tocarlo, ¿no podríamos pensar que ella es capaz de lamer el culo de un verdugo enfermo?
98
Otro poema contra la halitosis,
Contenido.— 1-2: presentación del personaje; 3-4: la lengua de Viccio; 5-6: petición de apertura de boca.
Tono conversacional y familiar, con uso de un proverbio común. Un chiste provoca el clímax satírico.
Contra ti puede decirse, si puede decirse contra alguien, sucio Viccio[249], lo que se dice de los charlatanes y de los vanidosos. Con esa lengua, si llegara el caso, podrías lamer culos y 5 rústicas albarcas. Si quieres perdernos a todos nosotros por completo, Viccio, abre la boca: del todo lograrás lo que deseas.
99
Poema de besos que cierra el ciclo de Juvencio. A su vez, es un poema de despedida.
Contenido.— 1-2: un beso robado; 3-6: sufrimiento de Catulo; 7-10: la reacción de Juvencio; 11-14: amargas reflexiones del poeta; 15-16: renuncia.
Comienza con un concentrado lenguaje amoroso, con dos diminutivos en los dos primeros versos, mellite y suauiolum. Si comparamos este poema con el 48, la situación es distinta: allí era una situación idílica; aquí es de ruptura.
Todo el poema está bellamente estructurado y, como siempre, lo más destacado es el final.
Te robé, mientras jugabas, Juvencio de miel, un besito más dulce que la dulce ambrosía. Pero no lo obtuve impunemente, pues más de una hora me acuerdo que estuve clavado en lo alto de una cruz, mientras te ofrecía mis excusas y no podía, 5 cubierto de lágrimas, calmar un poquito tu ataque de cólera. Pues tan pronto como esto ocurrió, secaste tus labios húmedos de muchas gotas con todos tus dedos, para que no quedase nada del contacto de mi boca, como si se tratara de la asquero10 sa saliva de una puta infectada. Además, no has cesado de entregarme, desdichado de mí, en las manos de Amor hostil y de atormentarme por todos los medios, de forma que aquel beso se me cambió ya de ambrosía en algo más amargo que el amargo eléboro. Ya que infliges este castigo a mi desdichado 15 amor, nunca ya en lo sucesivo te robaré besos.
100
Poema anecdótico.
Contenido.— 1-4: dos amigos enamorados; 5-8: el poeta se inclina por ayudar al primero, Celio.
Hay una sutil ironía que se extiende por todo el epigrama. De todas formas, el amor al que alude en el v. 7 es el de Lesbia; este Quincio puede ser el protagonista del c. 82, de quien supimos que era un posible rival de Catulo. Parece lógico que no lo ayude ahora y que interceda por el homosexual.
Celio y Quincio[250], la flor de la juventud de Verona, mueren de amor por Aufileno y Aufilena: el primero por el hermano, el segundo por la hermana. Esto es lo que se llama una cama5 radería fraterna verdaderamente agradable. ¿A cuál de los dos podría ayudar más? Celio, a ti. Pues tu amistad única yo la he sometido a la prueba del fuego, cuando mi loca llama abrasaba mis entrañas. Sé dichoso, Celio, sé afortunado en amor.
101
Epigrama funerario en honor de su hermano, muerto y enterrado en Troya..
Contenido.— 1-6: exequias por la muerte de su hermano; 7-10: el adiós definitivo.
A pesar de que nos encontramos ante un poema de género —las poesías epitafios son muy corrientes en la poesía helenística (epigrama de Meleagro, Ant. Palatina VII 476)—, Catulo sorprende una vez más con su originalidad; no hay tópoi. La lectura de este epigrama nos descubre que estamos ante un hecho real, inmediato: el poeta está ante la tumba, cumpliendo su ceremonia funeraria. Sentimos todo el patetismo de su soledad, Por otra parte, no hay referencias geográficas, ni históricas; aquí no existe el toque alejandrino frecuente en otros carmina minora. Como si fuera un responso, se repite la palabra frater, sin duda imitando el ritual romano. El lenguaje es sencillo y directo, afortunadamente ayuno de toda retórica.
Después de viajar por muchos pueblos y muchos mares, llego, hermano mío, para estas modestas exequias a obsequiarte con la última ofrenda a los muertos y a hablarle en vano a 5 tus cenizas mudas, puesto que el destino te arrebató a ti precisamente de mi lado, ay, pobre hermano pronto arrancado a mi cariño; pero ahora, mientras tanto, esto que por la antigua tradición de los antepasados se nos confió como triste ofrenda a los muertos, recíbelo empapado del llanto de tu hermano y por 10 siempre te saludo, hermano mío, adiós.
102
Petición de confianza.
Contenido.— 1-2: prótasis: la lealtad entre los amigos; 3-4: apódosis: él es un amigo leal.
Una vez más, Catulo plantea las relaciones de amistad existentes en la Roma de su tiempo, aunque más de un crítico entiende que está aludiendo a alguna clase de sociedad religiosa de tipo dionisiaco.
La figura del dios greco-egipcio del silencio aparece evocada, una vez más, como en el c. 74.
Si a un amigo discreto ha sido confiado algo por un amigo fiel, cuya lealtad de espíritu ha sido a fondo conocida, encontrarás que yo estoy ligado con tal juramento, Cornelio[251], y piensa que me he convertido en un Harpócrates.
103
Sátira contra Silón.
Contenido.— 1-2: Catulo le pide a Silón que le devuelva el dinero; 3-4: no se puede ser alcahuete e intratable.
El fin de verso de los pentámetros se repite: saeuus et indomitus, cualidades incompatibles con las de un romano bien nacido, lo mismo que la condición de leno. Las tres cosas juntas parecen excesivas.
Hay, por otra parte, una sutil ironía en el uso de fórmulas solemnes de educación refinada, con las que se dirige a Silo: sodes y desine quaeso.
Devuélveme, por favor, mis diez mil sestercios, Silón[252], y, luego, sé cruel e intransigente todo lo que quieras o si te gustan los dineros, deja, por favor, de ser alcahuete y, al mismo tiempo, cruel e intransigente.
104
Epigrama de protesta.
Contenido.— 1-2: pregunta que encierra una protesta; 3-4: respuesta que contiene un ataque.
Forma pareja con el 82, que estaba dirigido a Quincio. Se considera como perteneciente también al ciclo de Lesbia, ya que el meae uitae del v. 1 no puede estar dirigido a nadie más que a ella.
¿Crees que yo he podido insultar a la que es mi vida[253], que me es más querida que estos dos ojos? No he podido y, si pudiera, no la amaría tan perdidamente, pero tú con Tapón[254] inventas toda especie de enormidades.
105
Invectiva contra Mamurra.
Contenido.— 1-2: las musas no toleran a Mamurra como poeta.
En este dístico se compendian los mayores aciertos del estilo de Catulo: imagen mitológica en la escalada del monte Pipleyo e imagen rural con «los hornazos» o «golpes de horca». La genialidad radica en haber armado las blancas y delicadas manos de las musas. A ningún poeta griego podría habérsele ocurrido nada semejante.
El Carajo intenta escalar el monte Pipleyo[255]. Las musas, a horcazos, lo arrojan de cabeza.
106
Poema de circunstancias.,
Contenido.— 1: planteamiento de la situación; 2: comentario.
Se dan dos interpretaciones diferentes: 1, el vendedor, el que pregona la mercancía, está interesado en venderse al joven; y 2, es el joven el que arde en deseos de venderse.
Quien ve a un vendedor en compañía de un chico guapo, ¿qué puede pensar sino que está deseando venderse?
107
Poema de reconciliación con Lesbia.
Contenido.— 1-2: período condicional que presenta una situación; 3-6: vuelta de Lesbia a Catulo; 7-8; felicidad del poeta,
Las dos primeras estrofas expresan la concentración del poeta en sí mismo; está deseoso y agradecido ante lo que Lesbia le ofrece. Del plano declarativo pasamos en las dos últimas estrofas al del síntoma. Lo que deseaba es una realidad, y todo es ya una pura exclamación de alegría y de asombro ante la vida que le espera.
Si te ha sucedido algo que deseabas apasionadamente y ya habías perdido la esperanza, esto es sobre todo grato al corazón. Por ello, es grato y [para mí también] más valioso que el 5 oro, el que te vuelvas, Lesbia, a mí, que te deseo. Vuelves a mí, que te deseo y que no lo esperaba. Eres tú misma la que te entregas a mí. ¡Oh, día señalado con la piedra más blanca! ¿Quién vive más feliz que yo? o ¿quién podrá decir que hay algo <más deseable[256]> que esta vida mía?
108
Ataque satírico contra Cominio.
Contenido.— 1-2; prótasis de período condicional: condena a muerte de Cominio; 3-6: apódosis: le espera el peor castigo.
Hace una minuciosa descripción de las partes del cuerpo de Cominio que se van a entregar a las fieras: su lengua a un buitre, sus ojos a un cuervo, sus intestinos a los perros, el resto a los lobos. Hay también, en esta ocasión, quienes al comentar el poema hacen una lectura sexual, basándose en su pretendido lenguaje ambiguo.
Si por decisión del pueblo, Cominio[257], tu canosa vejez manchada con una conducta deshonesta tuviese que perecer, no dudo en absoluto de que, ante todo, tu lengua, enemiga de los hombres de bien, sería cortada y entregada a un buitre voraz, tus ojos arrancados los devoraría un cuervo de negras fau5 ces, tus intestinos los perros, el cuerpo restante los lobos.
109
Poema del ciclo de Lesbia. El último de los epigramas dedicados a ella.
Contenido.— 1-2: promesa de amor; 3-4: súplica a los dioses; 5-6 : foedus amicitiae.
Si, como pretendemos, fue Catulo quien llevó a cabo la recopilación, él colocó este poema como el último de la colección de Lesbia, ya que ni dejaba una nota de alegría, ni de desesperación. La primera estrofa, en la que se enuncia la promesa de amor de Lesbia, está formulada con una cierta inseguridad. Esta sensación hasta hace pensar que debió de haber sido formulada mediante una secuencia interrogativa.
Me prometes, vida mía, que este feliz amor nuestro ha de ser eterno entre nosotros. Dioses del cielo, lograd que pueda hacer promesas verdaderas y que hable sinceramente y de corazón, para que a lo largo de toda nuestra vida sea posible 5 mantener este perenne pacto de sagrada amistad.
110
Invectiva contra Aufilena, personaje que aparece en el c. 100 y que es protagonista también del poema siguiente.
Contenido.— 1-4: Aufilena no cumple lo que promete; 5-8: duro ataque final en la misma línea.
Podemos tener aquí la clave de por qué Catulo se inclinó por la pareja Celio-Aufileno en el c. 100. Sin duda en aquel momento el poeta sabía lo que se podía esperar de Aufilena. Independientemente del ataque que la ha hecho famosa a través de los siglos, es curioso observar el espíritu comercial del poeta, sin duda heredado de su familia, que se muestra a lo largo de algunos poemas de la colección. Ni en transacciones amorosas consiente que se le engañe; quien lo haga se expone a su mala fama a lo largo de las siglos.
Aufilena, a las buenas amantes siempre se las alaba. Cobran el precio fijado las que deciden hacerlo. Tú, puesto que me lo has prometido, puesto que has mentido de forma insidiosa, puesto que no te entregas y muchas veces me robas, come5 tes un delito. Cumplir es propio de una mujer cabal; no prometer hubiera sido propio de una mujer pudorosa, Aufilena, pero coger lo que te dan, mientras engañas en tus obligaciones, <es> más propio de una puta avara que se prostituye con todo su cuerpo.
111
Nuevo ataque contra Aufilena.
Contenido.— 1-2: la matrona romana; 3-4: el incesto de Aufilena.
El interés radica en el contraste entre las dos estrofas. Frente a la virtuosa matrona romana, Aufilena comete adulterio con su tío.
Aufilena, pasar la vida contenta con un solo hombre es una alabanza excelsa entre todas las alabanzas de las casadas, pero vale más ponerse debajo de cualquiera antes que, preñada de tu tío, <paras>[258] primos hermanos.
112
Ataque contra Nasón.
Contenido.— 1: empieza resaltando su actividad; 2: acaba acusándolo de homosexual pasivo.
Como tantas veces, Catulo juega con el efecto sorpresa, que se encuentra en el final, un auténtico «anticlímax».
Eres un hombre activo, Nasón[259], pero no <son> muchos los hombres que bajan contigo al foro. Nasón, eres activo y un bardaja.
113
Ataque contra la tercera esposa de Pompeyo.
Contenido.— 1-2: dos amantes de Mecilia; 3: multiplicación de sus amantes; 4: reflexión: fecundidad del adulterio.
Este epigrama es de los fácilmente datables, ya que Pompeyo fue cónsul por primera vez en el 70 y por segunda vez en el 55.
Denota un fino humor al contrastar su fidelidad con los dos primeros amantes y su supuesta prostitución. Este contraste se marca también por el contraste en el valor aspectual de los tiempos verbales: durativo / puntual. El dardo final es antológico: se trata de un proverbio burlesco. ¿Por qué dedica este epigrama a Cinna? ¿Quizá por haber sido, como dijimos, un cesariano pasado a Pompeyo?
En el primer consulado de Pompeyo, Cinna, dos intimaban con Mecilia[260]. Ahora, elegido cónsul por segunda vez, los dos continuaron, pero por cada uno crecieron millares. El adulterio tiene una semilla fecunda.
114
Ataque a Mamurra.
Contenido.— 1-4: Méntula es rico en teoría; 5-6: el poeta se alegra de que en realidad sea pobre.
El poema forma pareja con el siguiente. Tras la enumeración prolija de las riquezas de Mamurra, la última estrofa es de contraste.
Por su finca de Firmo[261], y con razón, el Carajo es considerado rico, pues encierra tantas exquisitas riquezas: aves de todas clases, peces, prados, tierras de labor y fieras. En vano. Los gastos superan las ganancias. Por ello, admito que sea rico 5 con tal de que todo le falte. Alabemos su finca, siempre que él sea un menesteroso.
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Ataque final a Mamurra.
Contenido.— 1-6: sus riquezas; 7-8: dardo final.
Seis versos dedicados a enumerar las riquezas de Mamurra. Encontramos hasta un verso hipermétrico —5— con cinco elisiones en dos versos —5 y 6—, El poeta se divierte jugando con la forma, mientras satiriza sus riquezas. Cuando estamos convencidos de que en él todo es grande, surge la imagen fálica desproporcionada. Aprovecha un verso de Ennio, Anales 621, en el que describe un aparato de guerra colosal, para acercarle la imagen al lector y que él ría divertido: machina multa minax… mentula magna minax…
El Carajo tiene aproximadamente treinta yugadas de prado, cuarenta de tierras de labor; lo demás es agua. ¿Por qué no podría superar a Creso en riquezas, quien en una sola finca posee tantos bienes: prados, tierras de labor, infinidad de árboles, 5 bosques y pantanos hasta los hiperbóreos y la mar Océana? Todo esto es grande; sin embargo él es mucho más grande todavía. No es un hombre, sino verdaderamente un carajo enorme, amenazador.
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Poema final de la colección, dedicado a Gelio.
Contenido.— 1-6: intento de congraciarse con Gelio; 7-8: amenaza final contra él.
Se puede entender este epigrama como programático, en cuanto que el poeta se proclama discípulo de Calimaco. El hecho de que este epigrama acabe siendo dirigido a Gelio es sorprendente.
El primer poema se lo dedica a. C. Nepote, el amigo fiel; el último a Gelio, amigo infiel. Y, por encima de los dos, su maestro Calímaco.
Después de haber buscado repetidas veces para ti con el afán de un cazador, cómo podría enviarte poemas del Batíada, cómo congraciarte conmigo y que no intentaras lanzar flechas 5 hostiles contra <mi> persona, ahora veo que yo asumí este esfuerzo en vano, Gelio, y que en esta ocasión no han valido mis ruegos. Esas flechas tuyas contra mí las evitaremos [con el manto], pero atravesado por las mías tú sufrirás tu castigo.