15. Deja que tu cuerpo se entienda con otro cuerpo
Cuando estaba embarazada, sí, cuando El Monje me decía que era buena como el pan, o fuente de placer o música de recámara, bueno, cuando creía estar embarazada, este, fíjate, fue una época en que estuvimos muy separados mi hermano y yo. Él con sus ondas suyas y yo en las mías ¿no? Entonces nos separamos…
Entonces fíjate que él iba muy seguido a Acapulco. Cada ocho días estaba en Acapulco. Se iba en un avión particular con el Ministro, el jefe del Monje. Él lo llevaba y lo traía siempre… Con ellos iba Leonor Cifuentes, una tipa medio putona ¿verdad? Fíjate, zapato rojo de terciopelo con una cadenita que le colgaba de aquí para allá, una cadenita con muchos centavitos que en aquella época se me hacía del otro mundo ¿no? Rarísima, rarísima. Entre más la tratabas más te dabas cuenta, ya veías ¿no? Tenía mucha ropa de un lugar que se llama Frederick’s que está en Los Ángeles ¿lo conoces? Que venden camisas sin chuchas o un camisón sin nalgas y cosas así, ¿no lo conoces? Usaba puras cosas de ésas. Una tipa muy rara, muy rara, pero había logrado encandilar al Ministro, el jefe del Monje ¿no?
Entonces fíjate que un día me invitaron a Acapulco. Bueno, el licenciado era muy amigo de la casa ¿no? Pero siempre iba con su esposa, una maquillada excantante de ópera, exageradamente alcohólica, que pasó casi todos sus días internada en un sanatorio. Procuraba siempre fundirse con ella mirándola, imitando su modo de hablar con los bracitos ajados doblados hacia delante como los de un canguro o un perrito entrenado. Y reía con demasiada cordialidad en presencia de sus subalternos, pero tímidamente cuando estaba solo, casi con dificultad. Así que era amigo de la familia, Ministro y además jefe del Monje. Una vez que mi papá quebró en un negocio él aportó un chorro de lana y salvó la cosa. En fin, parecía como muy respetable. Cada mes iba a comer a la casa y un día, después de la muerte de mi papá, llegó con Leonor Cifuentes. Acababan de internar a su esposa en un sanatorio y mi mamá no les hizo mala cara ni nada… Yo me la pasaba en la alberca, ya sabes. Toda la vida me la he pasado asoleándome y estaba bien quemada. Así que llegaron ellos y los saludé… Fueron a tomarse una copa al jardín, todo esto para convencerme. Quihúbole, bla, bla, bla. Así que los saludé y todo… Más tarde, cuando Leonor festejaba las ocurrencias de mi hermano, algo achispada por el vino, el comedor era como un burdel. Mi mamá no quería parecer confusa y la dureza de su porte y los giros de su cabeza revelaban la vigilancia condescendiente de Teletusa la Culebrosa o los hábitos de Selma la Sarampiona. Empezaron a contar ciertos chistes y Leonor los personificaba, indiscutiblemente vulgar para fascinación del licenciado. Entonces repitieron la invitación y mi mamá aceptó igual que un Secretario de Estado acata una orden presidencial, especialmente porque iba a ir con mi hermano… Adiós, adiós, no vayas a dejar de ir… Y los dos muy interesados… Total, nos llevaron a Acapulco…
Un cuarto para mi hermano y para mí: perfecto. Nos cambiamos y que nos dicen vamos a cenar ¿ya están listos? Entonces fuimos a un lugar en la playa, cómo te diré, oscuro, sí, pequeño, este, privado, imponente. Leonor dijo que parecía un museo porque habían colgado peces disecados por todas partes. Entonces fíjate que me dice el licenciado vamos a bailar, con el mismo ademán con que me hubiera dicho señorita ¿me permite el honor de bailar con usted? Mi hermano como que no daba crédito. Y Leonor dijo ay, por favor, párate a bailar, es la primera vez que él baila con alguien que no sea yo. Busqué el asentimiento de mi hermano mientras decía qué padre, oye, deveras… En su vida seguía Leonor, qué bruto, le has de haber caído de maravilla. Y mi hermano qué bueno que le cayó increíble, qué bueno, que no sé qué. Entonces me dio mucho gusto y me paré a bailar… Ay, tú, todavía no acabábamos de llegar a la chingada pista, no acabábamos de llegar, así, cuando pregúntame si ya lo tenía incrustado. Así como bueno, olvídate, no, no sabes… Me abrazó fuertísimo y empezó a decir toneladas de cosas. Deveras eres hermosa, por ejemplo, déjame ver en tus ojos, en la vida había visto un cuerpo como el tuyo, yo lo que quiero es amarte, mi primer ley es quererte, te quiero más que a mi madre, tu imagen está en mi corazón, te quiero y te he de querer, estoy loco por ti, si no estás enamorada… Que ya iba a saber, que yo, que quién sabe qué… En este momento quise correr, pegar de gritos, llorar, no sabía qué hacer, de verdad, fue un choc para mí, espantosísimo. Le decía váyase a sentar, licenciado. ¡Imagínate! Yo creía estar embarazada del Monje, El Monje era su empleado, él era amigo de la casa desde hacía muchos años y además tenía como cuarenta años más que yo. Entonces me dijo, no, tú no te puedes ir, me las arreglaba bastante bien cuando pensaba que eras una niña, pero de pronto te descubro hecha mujer, con olor de mujer, con problemas de mujer, y este descubrimiento me marea, atrofia mis razonamientos, descalabra mi razón de ser, ahoga mi corazón. ¡Yo nunca me voy a separar de ti! Estoy seguro que es lo que tu padre hubiera querido. Te ofrezco mi corazón, recuerdos de antes de que nacieras, mi poder político, mis riquezas. Eres la muchacha que había estado esperando desde que acaricié un cuerpo por primera vez. Deja que tu piel se junte con mi piel. ¿No sientes cómo te atraigo? No yo, sino mi cuerpo viejo y gastado que vuelve a vibrar juvenilmente… De eso que dices que han de ser mentiras ¿o estará borracho? No sabía si era broma, fíjate, una cosa horrible…
Llegamos a la mesa y yo toda cortada porque además no sabía si mi hermano se había dado cuenta o no. Y además estuvimos bailando un chorro de tiempo, no sé cuánto. Así que llegué a la mesa totalmente confundida, casi mareada. Vi entonces que el licenciado, a medias oculto tras un coco con ginebra, se confabulaba con mi hermano haciendo ademanes de ilusionista que prepara por vigésima vez un milagro. Y me dice Leonor ay querida, no sabes, vas a ser mi ángel de la guarda, no sabes, tú vas a salvar mi no sé qué, mi no sé cuánto. Bueno, ella…, que me besaba las patas, todo… Fíjate, yo decía voy a bajar, voy a la playa, y me daba un sombrero divino que había comprado en París, porque viajaba horrores… No creas que andaba muy bien vestida pero tenía una que otra cosa muy padre. Sobre todo en equipos de playa tenía cosas padrísimas. Entonces me prestaba el sombrero, la camisa escotada, la bolsa para hacer juego, los zapatos, todo. Porque yo nada más con mi bikini desde el primer día… Me traía de verdad como reina. Y luego me decía oye, cómo eres, acompaña al Monstruo. Le decía El Monstruo, ahorita me estoy acordando… Acompaña al Monstruo que quiere ir a dejar unas cosas y yo tengo mucha flojera. Acompáñalo ¿no? Hice mal en contarle. A los tres días estaba decidida a hacer de mí una golfa auténtica, superpreparadísima…
Fue un viaje de pesadilla, de horror. Con decirte que me agredió tanto el primer día que me hice tubos a la mañana siguiente, tubos con papel higiénico de florecitas, y salía, así, para que me viera en esa facha deprimente, para dar horror, asco, lo que fuera ¿ves? Yo creo que te conviene mucho decía Leonor, es apuesto, guapo, rico, inteligente, poderoso, ambicioso, tierno y viejo… Por si fuera poco es bastante viejo así que tienes poco que perder… Pero era feroz, realmente feroz… Bajábamos en el elevador, en el elevador, tú y en el elevador. Íbamos en el coche, paraba el coche y se me echaba encima… Además, quién sabe qué le hacía al elevador. Era un condominio, estábamos en un condominio. ¡Y yo que les tengo pavor a los elevadores y él paraba, él paraba el elevador a medio piso! No sé qué le descomponía… Y Leonor y mi hermano estaban abajo esperándonos y nosotros tardábamos en descender los siete pisos cuarenta y cinco minutos ¿cómo la ves? Y aparte del terror y todo él me estrujaba y trataba de quitarme el bikini, bueno, horrible. Entonces fíjate que no pude decir ni media palabra a nadie más. Comprendí que Leonor había sido contratada para prepararme o algo así. Y el licenciado era muy importante en México y estaba ayudando económicamente a mi mamá y muchas veces nos había sacado de líos gordísimos. Y además ¿a quién se lo iba yo a decir? ¿Con quién lo podía acusar? ¿Qué iba a lograr si se lo decía a su esposa?
Un día pidió prestada nuestra casa para una reunión… ¡Ladillas sin calzones! Hicimos miles de viajes ¿eh? De esos viajes… Pero yo iba con La Vestida de Hombre, para variar. Inclusive no sé si se le aventó alguna vez también a ella ¿me entiendes? No sé si alguna vez. Pero creo que también se le ha de haber aventado, aunque ella nunca me lo dijo. Y es que a ella el licenciado no le era tan desagradable. Le gustaba esa piel ajada por años y años de tenebras en altos círculos financieros, el bigotito acicalado, los centenares de canas… Leonor, al mismo tiempo, era amante de él y estaba loca por mi hermano, loca desesperada… Pero no mi hermano por ella, mi hermano no. Incluso recibió de ella un anillo con tres brillantes que se veía tan horrible que se lo dio a mi mamá para que se encargara de desmontarlo y rehacerlo para dármelo a mí. Entonces La Vestida de Hombre y yo empezamos a salir juntas y el Ministro se moría del coraje. La Vestida de Hombre lo entretenía y yo me iba a la playa y cuando regresaba les platicaba a quién había visto, con quién había nadado, y él se privaba de los corajes, lloriqueaba, se quejaba retorciéndose todo. Y con la gente era muy agresivo, se portaba mal, autoritario y conminatorio, pero apenas se volteaba o nos dejaban solos, grr, empezaba a regañar, a lloriquear, grr, agregando lágrimas a sus palabras para parecer más convincente… Ante ti tienes a alguien que vive en la ansiedad, decía. Trabajo en una ciudad hostil, duermo en una cama antipática, fría y desolada. La confianza me ha abandonado y mi casa está llena de cosas que te están esperando. Nunca pensé que podía ser presa de una angustia tan definitiva. Ahora dependo de ti. ¿Qué pierdes con quererme? Piensa mejor en la experiencia que vas a ganar. Etcétera, etcétera…
Te decía que una vez nos pidió la casa para celebrar algo, no me acuerdo qué, una alianza secreta. Entonces hubo una fiesta y se sellaron muchos pactos de toda índole. Cuando se empezó a ir la gente mi mamá se fue a acostar. Entonces nos quedamos unos cuantos. Pero ya era muy tarde y de repente, tú, dije ya me voy a subir, y dejé a todo el mundo allí abajo. Total, el compromiso era de mi hermano, él era el verdadero amigo del Ministro y del Oficial Mayor, él era quien se iba a dedicar a la política. Así que me subí a acostar…
Me estaba cambiando cuando el licenciado entró en mi pieza. Al principio estaba la recámara de mis papás, y luego seguías y estaba mi recámara, y después la recámara de mi hermano. Entonces fíjate que estaba en mi recámara y que entra el licenciado. ¡Que entra! ¿Te imaginas el susto? Al lado mi mamá durmiendo y abajo, en la sala, una decena de personalidades, mi hermano y una que otra golfa. ¡Carajo! Que empieza a tratar de desnudarme y a decir que bendijéramos esa cama, que iba yo a ver, que le prestara mi cuerpo, que él ya no… Te tienes que… ¡Era tan intenso el miedo! Y fíjate qué hice. Me fui al baño y a trancazos y patadas logré encerrarme. Fíjate qué pendejada. Abrí la regadera y entré bajo el agua con todo y piyama porque no quería oír sus palabras. Me cubrí la cabeza y decía no oigo, no oigo, desesperadamente, y él seguía hablando desde afuera, analizando su necesidad de mí, justificando su embestida y describiendo los placeres adultos del amor, las ventajas de la experiencia o quién sabe qué. Porque yo no quería oír cuando mi hermano subiera y lo madreara… Pero crees que le importaba que mi hermano y mi mamá lo fueran a oír… Y golpeaba en la puerta y gritaba ábreme, no puedes hacerme esto, tienes que oírme… Fíjate, y yo así, repitiendo incesantemente no oigo, no oigo, no oigo, sintiendo correr el agua por mi cara y mi cuerpo, ungiéndome, aislándome del Ministro y sus deseos catastróficos. Me tenía traumadísima. Hasta que de pronto cerré la regadera. Sin abrir la puerta le dije te vas a arrepentir, te lo juro, te vas a arrepentir de esto porque ya me cansaste… Porque ya me orillaste a un carácter de loca, parezco loca, has hecho que mis reacciones sean las de una loca, porque lo que acabo de hacer ahorita, ahoritita que lo estoy pensando y estoy reaccionando, es de enferma mental. Has hecho de mí una enferma mental… ¡No tenía que encerrarme en el baño, ni abrir la regadera, ni mojarme, ni nada! Así que empecé a gritar para que subieran mi hermano y los invitados que quedaban, para que despertara mi mamá, para que se asustara el tipo…, entumecida como estaba bajo la regadera, enajenada y cercada…