¿Qué es la meditación?

La meditación es la mente que se enfoca de manera convergente en un objeto virtuoso, y cuya función es hacer que la mente esté tranquila y en paz. Cada vez que meditamos estamos realizando una acción mental que nos hará experimentar paz interior en el futuro. Normalmente tenemos perturbaciones mentales, lo opuesto a la paz interior, día y noche durante toda la vida. No obstante, en ocasiones gozamos de paz interior de forma natural. Esto se debe a que en vidas pasadas nos concentramos en objetos virtuosos. Un objeto virtuoso es aquel que apacigua nuestra mente cuando lo analizamos y nos concentramos en él. Si como resultado de concentrarnos en un objeto generamos una mente desapacible, como el enfado o el apego, significa que este objeto es perjudicial para nosotros. También hay muchos objetos neutros que no son virtuosos ni perjudiciales.

La meditación puede ser de dos tipos: analítica o de emplazamiento. La meditación analítica consiste en contemplar el significado de cualquier enseñanza espiritual que hayamos leído o escuchado. La contemplación profunda de esta enseñanza nos conducirá a una conclusión definitiva o a generar un determinado estado mental virtuoso. Esta conclusión o estado mental virtuoso será el objeto de la meditación de emplazamiento. Entonces, nos concentramos de manera convergente en esta conclusión o estado virtuoso sin distracciones durante tanto tiempo como podamos para familiarizarnos profundamente con él. Esta concentración convergente es la meditación de emplazamiento. El término contemplación suele utilizarse para referirse a la meditación analítica, y meditación, a la meditación de emplazamiento. La meditación de emplazamiento depende de la meditación analítica, y esta, de la escucha o lectura de las enseñanzas espirituales.

BENEFICIOS DE LA MEDITACIÓN

El propósito de la meditación es pacificar y calmar la mente. Como ya se ha mencionado, cuando nuestra mente está serena, dejamos de tener preocupaciones y aflicciones, y por ello disfrutamos de verdadera felicidad; pero si nuestra mente no está tranquila, por muy agradables que sean las condiciones externas que nos rodean, no podremos ser felices. Si nos adiestramos en la meditación, iremos descubriendo mayor paz en nuestro interior y disfrutaremos de una felicidad cada vez más pura. Finalmente, gozaremos de felicidad en todo momento, aunque tengamos que enfrentarnos con las circunstancias más adversas.

Por lo general, nos resulta difícil controlar nuestra mente. Es inestable y vulnerable a las circunstancias externas, como un globo a merced de los caprichos del viento. Cuando las cosas marchan bien, nos ponemos contentos, pero en caso contrario enseguida nos sentimos mal. Por ejemplo, si conseguimos lo que queremos, como nuevas posesiones, un mejor puesto de trabajo o una pareja, nos entusiasmamos y nos aferramos a ello con intensidad. Sin embargo, como no es posible cumplir todos nuestros deseos y es inevitable que algún día tengamos que separarnos de nuestras posesiones y amigos y perder nuestro prestigio social, esta adherencia mental o apego solo nos causa sufrimiento. Por otro lado, cuando no logramos lo que deseamos o perdemos algo que nos gusta, nos desanimamos o nos sentimos molestos. Por ejemplo, si nos vemos obligados a trabajar con una persona que nos resulta desagradable, es probable que nos pongamos de mal humor y nos sintamos disgustados; en consecuencia, no somos eficientes y el trabajo nos produce estrés e insatisfacción.

Sufrimos estos cambios en nuestro estado de ánimo porque nos involucramos demasiado en las situaciones externas. Somos como niños que se emocionan al construir un castillo de arena en la playa, pero se ponen a llorar cuando las olas lo destruyen. Al practicar la meditación, creamos un espacio en nuestro interior y una claridad mental que nos permiten controlar nuestra mente sean cuales sean las circunstancias externas. De manera gradual adquirimos una estabilidad mental que nos permite estar siempre felices en lugar de oscilar entre los extremos de la euforia y el desaliento.

Si practicamos la meditación con regularidad, finalmente lograremos eliminar las perturbaciones mentales, la causa de todos nuestros problemas y sufrimiento. De este modo, disfrutaremos de la paz interna suprema y permanente del nirvana. A partir de entonces, día y noche, vida tras vida, solo experimentaremos paz y felicidad.

Al principio, aunque nos parezca que no avanzamos en la meditación, debemos recordar que solo con poner esfuerzo en practicarla estamos creando el karma mental para disfrutar de paz interior en el futuro. La felicidad de esta vida y de las futuras depende de nuestra experiencia de paz interior, que a su vez lo hace de la acción mental de la meditación. Puesto que la paz interior es la fuente de toda felicidad, la práctica de la meditación es muy importante.

CÓMO COMENZAR A MEDITAR

La primera etapa de la meditación consiste en disipar las distracciones y lograr más claridad y lucidez mentales, lo cual se puede conseguir con un ejercicio sencillo de respiración. Primero elegimos un lugar tranquilo para meditar y nos sentamos en una postura cómoda. Podemos sentarnos en la postura tradicional, con las piernas cruzadas, o en cualquier otra posición que nos resulte confortable. Si lo preferimos, nos podemos sentar en una silla. Lo más importante es mantener la espalda recta para evitar caer en un estado de sopor o somnolencia.

Mantenemos los ojos entreabiertos y enfocamos nuestra atención en la respiración. Respiramos con naturalidad, preferiblemente a través de los orificios nasales, sin pretender controlar este proceso, e intentamos ser conscientes de la sensación que produce el aire al entrar y salir por la nariz. Esta sensación es el objeto de meditación. Nos concentramos en ella e intentamos olvidar todo lo demás.

Al principio, descubriremos que nuestra mente está muy ocupada y es posible que pensemos que la meditación la agita todavía más, pero, en realidad, lo que ocurre es que empezamos a ser conscientes del estado mental en que nos encontramos. Además, tendremos una gran tentación de seguir los diferentes pensamientos que vayan surgiendo, pero hemos de resistirla y concentrarnos en la sensación que se produce al respirar. Si descubrimos que nuestra mente se distrae con pensamientos e ideas, hemos de volver de inmediato a la respiración. Repetimos este ejercicio tantas veces como sea necesario hasta que la mente se concentre en la respiración.

Si practicamos de este modo con paciencia, las distracciones irán disminuyendo y experimentaremos una sensación de serenidad y relajación. Nuestra mente se volverá lúcida y espaciosa, y nos sentiremos restablecidos. Cuando el mar está encrespado, el sedimento del fondo se agita y el agua se enturbia; pero cuando el viento cesa, el lodo se deposita en el fondo de manera gradual y el agua se vuelve transparente. Del mismo modo, cuando por medio de la concentración en la respiración logramos calmar el flujo incesante de las distracciones, nuestra mente se vuelve especialmente lúcida y clara. Entonces, intentamos permanecer en ese estado de calma mental durante un tiempo.

Aunque este ejercicio de respiración no es más que una etapa preliminar de la meditación, resulta muy eficaz. Esta práctica es una prueba de que podemos experimentar paz interior y satisfacción con solo controlar la mente, sin tener que depender de las condiciones externas. Cuando la turbulencia de las distracciones disminuye y la mente se calma, surge de forma natural en nuestro interior un sentimiento profundo de felicidad y satisfacción que nos ayuda a hacer frente al ajetreo y las dificultades de la vida diaria. Gran parte de las tensiones o el estrés que sufrimos tienen su origen en la mente, y muchos de nuestros problemas, incluida la mala salud, son provocados o agravados por el estrés. Con solo practicar la meditación en la respiración durante diez o quince minutos al día, podremos reducir nuestro estrés. Entonces, experimentaremos una gran sensación de tranquilidad, y muchos de nuestros problemas cotidianos se desvanecerán. Sabremos manejar mejor las situaciones difíciles, nos sentiremos más cerca de los demás, seremos más atentos con ellos y nuestras relaciones mejorarán de manera gradual.

Hemos de adiestrarnos en esta meditación preliminar hasta reducir las distracciones burdas, y luego podemos practicar las meditaciones propiamente dichas que se exponen en el presente libro. Para realizar estas meditaciones, comenzamos calmando la mente con este ejercicio de respiración, y continuamos con las meditaciones analítica y de emplazamiento siguiendo las instrucciones que correspondan en cada caso.