Isla ignorada

Soy como esa isla que ignorada,

late acunada por árboles jugosos,

—en el centro de un mar

que no me entiende,

rodeada de NADA, sola sólo—.

Hay aves en mi isla relucientes,

y pintadas por ángeles pintores,

hay fieras que me miran dulcemente,

y venenosas flores.

Hay arroyos poetas

y voces interiores

de volcanes dormidos.

Quizá haya algún tesoro

muy dentro de mi entraña.

¡Quién sabe si yo tengo

diamante en mi montaña,

o tan sólo un pequeño pedazo de carbón!

Los árboles del bosque de mi isla,

sois vosotros mis versos.

¡Qué bien sonáis a veces

si el gran músico viento

os toca cuando viene del mar que me rodea!

A esta isla que soy, si alguien llega,

que se encuentre con algo es mi deseo;

—manantiales de versos encendidos

y cascadas de paz es lo que tengo—.

Un nombre que me sube por el alma

y no quiere que llore mis secretos;

y soy tierra feliz —que tengo el arte

de ser dichosa y pobre al mismo tiempo—.

Para mí es un placer ser ignorada,

isla ignorada del océano eterno.

En el centro del mundo sin un libro

SÉ TODO, porque vino un misionero

y me dejó una Cruz para la vida

—para la muerte me dejó un misterio—.

(En: Isla Ignorada, 1950)