12
Anduvieron durante un largo rato recorriendo el largo pasillo, pero ahora ya no había celdas; estas se habían quedado atrás. Lo que seguía era simplemente el pasillo diáfano y de paredes angostas; escasamente iluminado. Sonidos de goteo se escuchaban en él…
Por fin llegaron a la gran sala de sacrificios; estaba oscura y no se oía nada. Todo estaba en absoluta silencio.
–¿Virginia?... ¿Ivonne?... ¿Están aquí? –preguntó Tommy, pero no hubo ninguna respuesta – ¿Ivonne?... ¿Virginia? –volvió a preguntar.
–¡Encenderé las velas!... Sí las encuentro, claro –dijo Bianca.
–Toma el mechero. –José le tendió la mano y Bianca a tientas lo cogió.
Bianca llegó como pudo hasta las velas y las encendió. La luz bañó tenuemente la sala y Tommy pudo divisar a Virginia e Ivonne acurrucadas, durmiendo en una esquina; estaban abrazadas y la cabeza de Ivonne descansaba sobre el hombro de Virginia.
Tommy se acercó al lugar donde yacían las dos muchachas y se agachó para despertar a Virginia con un beso en los labios, ella notó un cosquilleo en su boca y se despertó apaciblemente. Estaban tan cansadas debido a los últimos acontecimientos, que les costó despertarse; tanto que no oyeron que Tommy las estuvo llamando.
–¡Tommy! –dijo Virginia al reconocer a su novio–. ¡Has venido!.... Lo sabía.
–¡Claro que he venido, cariño! No pensaba dejarte aquí tirada… No entraba en mis planes –le explicó él.
–¡Ivonne despierta! –Virginia despertó a Ivonne con una caricia en el pelo–. Anda, despierta que han venido a rescatarnos –continuó acariciándole el pelo hasta que la otra muchacha ya se hubo despertado.
El resto del grupo se acercó formando un corro alrededor de las chicas y éstas se levantaron.
Tras ellos, un sonido estrepitoso se oyó y los asustó. Todos se giraron al tiempo y vieron al hombre de la túnica, pero sin la capucha puesta, dejando ver así su rostro; a ambos lados de él le guardaban las espaldas Nico y David.
–¡Tú! ¿Estás preparado? –preguntó el hombre de la túnica señalando con el índice a Tommy.
–¡Sí, aquí me tienes!... ¿No te basta conmigo? –le dijo Tommy con desafío y dio unos pasos hacia delante.
–¡Tommy… no! –le gritó Virginia asustada, acercándose a su novio.
–No pasará nada,… no te preocupes. –Se giró hacia ella y la besó en la frente cariñosamente–. Quédate aquí, con Ivonne. ¿De acuerdo?
–Vale. Ten mucho cuidado –respondió ella.
–¡Vamos, pollito! –dijo burlonamente; hablaba como arrastrando las palabras–. Tengo mucha prisa; aún me quedan cuatro. Aunque cuando acabe contigo, los otros serán pan comido.
Tommy y Wilfried Vanther se acercaron al centro del círculo.
Los secuaces del conde se mantuvieron al margen, pero al ver que Bianca y José se acercaban, fueron a por ellos. Cada uno se dispuso a atacar al policía y a la psiquiatra semejando una película de karate; Bianca y José se defendían de sus agresores como podían. En un momento dado, Bianca pudo agarrar a José de la mano y ambos intercambiaron una especie de fuerza, con la que los dos pudieron golpear a sus atacantes, haciendo que éstos cayeran al suelo con mucha violencia.
Mientras, Tommy y Vanther se debatían por poseer el antiguo puñal. Una lucha sin cuartel se desató entre ellos; a base de puñetazos y patadas el chico le intentaba arrebatar la daga al conde. En una de esas, Tommy le agarró ambas manos a Wilfried y, sin darse cuenta, ambos comenzaron a elevarse del suelo girando sobre el centro del círculo. De pronto, Tommy consiguió dar un manotazo y la daga cayó al suelo; los dos hombres, que estaban elevados por una fuerza que provenía del cuchillo, cayeron al mismo tiempo y rodaron por los suelos. Los dos divisaron la daga tirada cerca del púlpito y se precipitaron a cogerla; Tommy pudo ser más rápido y saltó sobre ella, pero el conde hizo gala de su poder y la atrajo hacia sí; el cuchillo fue a parar a sus manos, como atraído por un enorme imán.
Virginia e Ivonne, por su parte, se cogieron de las manos y se concentraron para adquirir energía; una sensación de poder las embargó de pronto y lo enviaron hacia Nico y David. Tanta fue la energía, que ambos salieron despedidos por los aires, justo cuando éstos se disponían a atacar otra vez a Bianca y a José; fueron a parar a las maquinas de tortura y quedaron atados de pies y manos por una fuerza invisible, que era el poder de las muchachas.
Repentinamente, todo se detuvo, como si alguien en algún lugar, hubiera pulsado la pausa de un video y esto les afectara a ellos. Con mucha atención, Bianca, José, Virginia e Ivonne, miraban al centro del círculo donde se encontraban Tommy y Wilfry (como llamaba la abuela de Tommy al conde).
Tommy estaba de espaldas al conde y éste le presionaba la nuez del cuello; elevó en ese preciso instante la daga por encima de la cabeza del muchacho y se detuvo un momento a mirar a los espectadores; sus ojos reflejaban mucho odio y en su boca se dibujaba una sonrisa de triunfo.
–Fijaos y preparaos, porque después vais vosotros –dijo Vanther mirándolos de uno en uno. Hizo una pausa para que los otros entendieran lo que se proponía y añadió–: ¡Mhe masmo sim katumi! –Y bajó el puñal con mucha fuerza.
–¡Noooo! –gritaron todos a la vez.
El puñal bajó demasiado rápido y con mucha potencia hacia el corazón de Tommy, quien permanecía con los ojos cerrados, sin poder ver como el puñal le desgarraba la camisa en dirección al corazón…
La parálisis se hizo colectiva y todos permanecían con las bocas abiertas…
Lo siguiente que pasó, ocurrió con mucha rapidez.
El puñal no llegó al corazón, sino que se detuvo al chocar con la medalla que un día, hacía ya muchos años, le había regalado la abuela a Tommy. Wilfried recibió una especie de descarga que se inició en la punta de la daga y le recorrió todo el cuerpo, dejando ver pequeños rayos de colores brillantes cubriendo todo su cuerpo. La energía desatada por el impacto del cuchillo hizo que Wilfried saliera despedido por los aires yendo a caer con mucho estrépito al suelo y resbalara por él hasta darse de bruces contra el púlpito.
Por su parte, la daga salió volando por los aires dando giros como si la hubiera tirado un lanzador de cuchillos profesional y fue a parar sobre el púlpito, clavándose la punta en la base superior.
Wilfried se levantó del suelo muy despacio, casi a cámara lenta, y se dirigió otra vez al centro del círculo sin percatarse de que la daga había ido a parar sobre el púlpito; en su rostro se reflejaba una gran decepción y a pesar de que había sido un hombre muy atractivo, en ese momento dejó de serlo, ya que su cara se había desfigurado debido a la expresión de pura maldad que se le marcó. Una vez ya metido en el centro del círculo, comenzó a concentrarse como para recargar energías y de pronto, a su alrededor, se desató una pequeña tormenta de aire que hizo bailar a los otros, que estaban fuera del círculo: los pelos, la ropa e incluso todos ellos, danzaban en el aire; eran arrastrados por los suelos haciendo que se separaran del centro; las llamas de las velas que habían en los candelabros, los cuales estaban detrás del púlpito, cobraron vida y se elevaron hasta alcanzar el techo como si de dos lanzallamas se trataran; las hojas del libro de oraciones perteneciente a Vanther, pasaban unas tras otras alocadamente. La daga, que permanecía sobre el púlpito, giraba sin parar sobre su propio eje, pero sin llegar a despegarse.
Todo parecía estar envuelto por un fuerte tornado donde reinaba el caos y los cinco amigos eran incapaces de controlar.
–¡Vamos, tenemos que rodearlo! –gritó Tommy para quien pudiera escuchar; intentaba levantarse del suelo, pero le era imposible–. ¡Bianca, debemos rodearlo! –gritó cuando pudo ver que la psiquiatra estaba a su lado intentando ponerse en pie también.
–¡Lo intentaremos! –gritó ella; se cogieron de las manos en intentaron juntos ponerse en pie. Parecían dos cómicos sobre un escenario haciendo un número de una gran oleada.
Ivonne logró llegar a uno de los aparatos de tortura y se sujetó a él, evitando que David la atrapara; Virginia la observó, y arrastrándose por el suelo, se dirigió como pudo hasta su amiga y se sujetó de sus piernas como si fuera una niña chica evitando la ida de su madre; Mientras, José se debatía por quitarse la sabana roja que había tapado a David con anterioridad, o lo que quedó de ella después de haberse prendido fuego. Cuando pudo quitársela de encima, se dirigió hacia el aparato de tortura que más tenía a mano, y en el que se encontraba Nico… Después de luchar a contra viento, logró alcanzar un pie del muchacho y se sujetó a él, para luego ir trepando por su pierna e intentar levantarse. Nico pataleaba pero José ni se daba cuenta debido a la fuerza del aire en la estancia.
Cuando Tommy y Bianca lograron ponerse en pie y mantuvieron el equilibrio como les fue posible; por un momento permanecieron abrazados como dos enamorados bailando una balada en una pista de baile.
–¡La dagaaaa! –gritó ella.
–¿Cómo diceeees? –preguntó él gritando.
–¡La… daga…, hay… que… coger… la… daga! –Volvió a repetir ella, esta vez señalando hacia el púlpito.
Tommy miró hacia donde le indicaba Bianca y localizó el cuchillo con la vista y vio que giraba sin parar.
–¡Aaaah ya! –gritó él.
–¡Intentaré cogerla! –le gritó ella.
–¡Nooo hayyy tiempooo! –gritó Tommy–. ¡Vamos a concentrarnos! –Cerró los ojos; Bianca hizo otro tanto y ambos se concentraron.
Por alguna razón inexplicable, el viento tomó otro rumbo y como un tornado, se dirigió hacia una de las paredes, que desapareció para recibirlo. Lo que había en lugar de la pared, era como un agujero negro que lo absorbía todo, pero aun así, el viento no cesó. La concentración de Tommy y Bianca dio resultado y la daga comenzó a elevarse como si pudiera volar, pero sin dejar de dar vueltas sin sentido. Los dos apuntaron a su objetivo deseado y la daga se fue moviendo poco a poco y cada vez con mayor velocidad; Vanther continuaba sus rezos sin saber lo que se le venía encima.
De pronto, sintió una punzada en el pecho, pero no era tal punzada, sino una fuerte estacada que le partió en dos el corazón e hizo que Wilfried se quedara tieso como una momia, con la cabeza echada hacia atrás.
El viento cesó y la sala se quedó en una apacible quietud; Wilfried Vanther abrió la boca y soltó un grito ahogado. Estiró los brazos hacia el techo recibiendo el fuerte dolor que le produjo la daga al penetrar en el centro de su corazón.
–¡Corran, hay que cerrar el círculo! –les gritó Tommy a sus compañeros.
Todos se soltaron de donde estaban agarrados, salvo José, que tuvo problemas, ya que Nico le agarró la camisa y no lo soltaba; el policía lo intentó todo para zafarse de las garras del chico, pero no hubo manera.
Los cuatro amigos estaban en el círculo nerviosos y desesperados observando la escena protagonizada por José y Nico. El policía se giró, se acercó un poco a su contrincante y le asestó un fuerte derechazo en la mandíbula; el dolor hizo que éste reaccionara soltándole la camisa a José y se llevara la mano a la cara.
José se dirigió corriendo al círculo para cerrarlo definitivamente.
Tommy, Bianca, José, Virginia e Ivonne unieron sus manos en un círculo alrededor de Wilfried.
Una luz iluminó el centro y los cegó; todos cerraron los ojos con mucha fuerza.
Tras ellos, el agujero negro se estaba moviendo y parecía querer succionarlos a todos, sin dejar nada ni a nadie atrás. Ya se había tragado parte de la sala y parecía un dibujo surrealista, uno de esos cuadros en el que solamente se ve la mitad de las cosas; quizás una pintura de Dalí.
El agujero negro era la puerta que cerraba las entre-dimensiones y era capaz de absorber todo lo que en ellas se encontraba. Era el encargado de barrer con todo, de llevarse consigo a todo aquel que pretendía vagar entre las dimensiones que separaban a los hombres de los espíritus; y todo el que quedaba en aquella suerte de dimensión, pretendía burlar al agujero cuando el concejo se reunía para llevárselo.
El concejo era designado por una fuerza espiritual superior de la última dimensión universal, y éstos eran los encargados de regir el orden en aquel subsuelo de las dimensiones.
Si los cinco amigos no se apresuraban a salir de allí, serían absorbidos y se irían como espíritus a la primera dimensión espiritual.
La luz cegadora se suavizó, dejando ver la silueta cada vez más clara de la abuela de Tommy.
Conscientes de que la luz había bajado de tono, todos abrieron los ojos y la vieron, antojándoseles un ángel precioso; un ángel celestial, que manaba paz y amor.
La señora angelical tomó a Wilfried en sus brazos y lo atrapó en un fuerte abrazo de amor.
–Wilfried, hijo mío. Tenemos que irnos; ha llegado el momento de que desistas de tu absurdo cometido. Tienes que venir con nosotros. Te hemos estado esperando –dijo la anciana y su voz sonaba musical.
–¡No mami! ¡No quiero irme!... ¡No quiero irme!... ¡Noooo! –gritó Vanther con una voz ahogada.
–¡Hazlo por mí, mi amor; ya has hecho demasiado daño! Ya es hora de que hagas acto de contrición y entres en la primera dimensión espiritual. El Padre te espera.
–¡Noooo! –gritó desesperado, pero sin apenas poder moverse.
–¡Y vosotros, debéis iros ya! ¡Marchaos, ya habéis concluido vuestra misión! –dijo la buena señora dirigiéndose a su nieto y sus amigos.
–¿Por dónde saldremos de aquí, abuela? –preguntó Tommy.
–¡Por allí! –dijo la anciana señalando hacia la pared, justo enfrente de ella.
Todos se quedaron inmóviles intentando ver una salida en aquella sólida pared, pero no veían ninguna, ni siquiera una rendija por donde pudiera pasar luz o aire.
De pronto y sin que ellos supieran como, la pared desapareció y en su lugar apareció un largo pasadizo en semipenumbra.
El agujero negro ya estaba a punto de tragarse a la abuela de Tommy y con ella a Wilfried, que permanecía inmóvil atrapado entre los brazos de la anciana, que se cerraban alrededor de él como una abrazadera divina.
–¡Vamos no perdáis tiempo o se os tragará el agujero!... ¡Corred! –les gritó la anciana pero sin gritar.
–¡Vámonos! –gritó José y tiró de la mano de Bianca, que aún la sujetaba.
Todos salieron corriendo en dirección al pasadizo y penetraron en él.
Tommy quedó el último y se giró para mirar a su abuela, que aún sostenía a Wilfried. Su abuela se giró también, sabiendo que su nieto la observaba.
–¡Gracias! –le dijo con suavidad; él no pudo escucharlo con claridad, pero leyó la palabra en sus labios.
Tommy se despidió de ella con un ligero levantamiento de mano y continuó observándola; entonces pudo ver como su abuela y el conde se desvanecían, como se iban apagando paulatinamente, como la llama de una vela cubierta por un vaso. Así, pudieron librarse del agujero, que los intentó absorber como lo había hecho con el resto de la estancia; Viajaron a la dimensión de la que su abuela le habló.
–¡Tommy vamos! –le gritó Virginia desde más adelante, cuando se hubo percatado de que su novio no estaba a su lado.
Tommy divisó a Virginia a lo lejos del pasadizo y corrió hacia ella, seguido de lejos por el agujero negro; Bianca, José e Ivonne ya habían doblado la esquina del corredor y seguían corriendo.
En una de esas, Ivonne se detuvo para comprobar que Virginia y Tommy venían detrás de ella y vio que no la seguían; así que le gritó a los otros dos que se esperaran, ya que Bianca y José estaban bastante más adelantados.
Ahora, a Tommy, el agujero le pisaba los talones; aún así, logró salvar la distancia a la que se encontraba su novia y juntos doblaron la esquina y se tropezaron con los otros tres, que ya venían en su busca.
–¡Corramos! ¡Tenemos que salir de aquí! –gritó Tommy.
Continuaron la carrera a lo largo del pasillo que los llevaba por fin hasta el túnel de salida; seguidos de cerca por aquel terrorífico agujero que lo absorbía todo, emitiendo un sonido fuerte, como de un desagüe de grandes dimensiones. Cuando llegaron al túnel, divisaron el coche detenido a un lado de la calzada.
José llegó al coche y tras de sí, Bianca e Ivonne; más atrás Virginia, que se acercaba con mucha prisa; Tommy la seguía de cerca, pero tropezó con una piedra en el camino y se torció el tobillo, cayendo de bruces contra el suelo, dando un leve grito; al tiempo que todos se giraban y veían caer al muchacho.
–¡Tommy! –gritó Virginia y corrió hacia su novio.
–¡No vengas, ya casi está aquí!... ¡Vete! –gritó Tommy al ver que su novia se dirigía apresuradamente hacia él.
Por espacio de unos segundos, los otros tres se quedaron sin moverse hasta que Bianca dijo.
–¡Sube al coche y arranca, yo los ayudaré!
–¡De acuerdo! –gritó José y se subió al coche para ponerlo en marcha.
Virginia ya estaba agachada junto a su novio y lo ayudaba a incorporarse con mucho cuidado; Bianca se dio la vuelta y se dispuso a acercarse a los muchachos; Ivonne sin pensárselo dos veces se metió dentro del coche junto con José y se angustió al comprobar que al vehículo le costaba arrancar.
–¡No me iré sin ti! –le dijo Virginia a su novio mientras lo alzaba del suelo.
Se pasó el brazo de él por el hombro de ella y comenzaron a correr como podían. Bianca los alcanzó y se unió a la pareja pasando el brazo libre del chico por su hombro.
José ya había intentado varias veces arrancar el dichoso auto, pero sin conseguir su propósito; Ivonne desesperada, se asomó a la ventanilla del coche y animó a sus amigos a llegar hasta él dando fuertes manotazos y gritando sin parar, al tiempo que ellos avanzaban con dificultad pero sin detener la marcha.
Mckin no conseguía ponerlo en marcha y aquella cosa ya casi los iba a atrapar, hizo varios intentos, pero no conseguía arrancarlo; un intento más y tampoco tuvo éxito.
–¡Hay que empujar! –le gritó a la chica desesperado.
–¿Qué has dicho? –preguntó Ivonne, que ya estaba al borde de la histeria.
–¡No arranca, hay que empujar! –repitió–. ¡Bájate, hay que darse prisa!
La chiquilla se bajó del coche y comenzó a llamar a Bianca para que viniera a echarle una mano. Tommy hizo un gesto para que se detuvieran y las dos mujeres obedecieron.
–¡Paren! ¡Deténganse! –les gritó–. Se me ha ocurrido algo que nos puede hacer ganar tiempo. Tú, Bianca, ve ayudarlos a ellos; nosotros vamos enseguida.
–¡Vale, procuren no tardar! –dijo Bianca y corrió a empujar el coche.
Sin mediar una palabra más, Tommy se giró y quedó frente al agujero, que ya casi se les venía encima. Se arrancó la medalla de su abuela y la lanzó. Como por arte de magia, el agujero retrocedió unos metros más atrás y pareció darles más tiempo para que escaparan; como si el orden establecido del que hablaba su abuela, estuviera dándoles una nueva oportunidad.
Cuando se acercaron al coche, las dos mujeres empujaban una al lado de la otra, ya casi sin aliento. Tommy, con el tobillo roto, y Virginia se unieron a la fiesta y empujaron hasta que el vehículo carraspeó fuertemente, soltando por el tubo de escape una gran cantidad de humo negro al aire. Todos se subieron al coche como locos, desesperados por marcharse de aquel infierno; que ya les había hecho demasiado daño, como para que encima se los tragara aquel tifón improvisado, creado por seres superiores de otra dimensión.
–¡Sácanos de aquí! –Gritó Bianca.
José aceleró y el coche salió zumbando como alma que lleva al diablo en dirección a la salida, perseguido de cerca por el agujero que optaba por absorberlos. Cuando el coche salió del túnel, fue como si atravesara una pantalla de cine en plena proyección y la resquebrajara con un fuerte estrépito, debido a las turbulencias que comenzaron a producirse justo antes de la salida de la entre-dimensión.
José perdió el control del vehículo, que se desvió, dando fuertes volantazos, hacia el arcén para intentar caer en la cuneta. Pero el chófer, lo pudo esquivar con mucha habilidad. Todos salieron del coche apresuradamente, una vez se hubo detenido y miraron hacia el túnel, para ver como el agujero se lo tragaba, y luego desaparecer a toda velocidad hacia atrás, como baja el agua por el desagüe de un fregadero.