11

 

 

 

Todo se quedó inmerso en un tajante silencio a la par que la oscuridad bañó la sala.

Ahora, la respiración de José se hizo más notable al ser liberado de las garras de Nico, quien desapareció sin dejar rastro.

Virginia y Bianca cayeron al suelo ya liberadas de aquella fuerza invisible que las mantenía sujetas a la pared.

Entonces, un sonido estrepitoso, semejante a un juego de llaves gigantes al caer al suelo llenó la oscuridad sobresaltándolos a todos. Ivonne, Virginia y Bianca gritaron a la vez. A José no le salía nada por la boca, solamente escasas porciones de aire.

Bianca a tientas, pudo llegar hasta una de las velas caídas en el suelo y encenderla para poder ver con mayor claridad, aunque la luz de una sola vela no era suficiente para llenar la sala.

Virginia dándose cuenta de que aquel sonido ensordecedor que se había escuchado en la sala, provenía de la jaula en la que se encontraba Tommy, corrió hacia donde había estado esta, pero allí no encontró absolutamente nada; Tommy al parecer, se había esfumado.

–¿Tommy? ¿Dónde estás? –preguntó ella desesperada.

–¿Qué pasa? –le preguntó Bianca, que después de conseguir encender la vela se dirigió hacia donde estaba José y comprobó su estado de salud; se sentó a su lado y lo recostó en su regazo.

–Tommy ha desaparecido y no sé… –se interrumpió al escuchar la voz de Ivonne.

–¡Socorro! ¡Bájenme  de aquí, ya no puedo más! –gritó su amiga, que notaba un fuerte dolor en ambos brazos.

–¡Ivonne! –Virginia corrió hacia donde estaba atrapada su amiga–. ¡Ya te libero! –le dijo y comenzó a quitarle las correas de aquel artilugio de sádicos y masoquistas.

Mientras Bianca ayudaba a que José se reanimara, que ya se iba recuperando de aquel ataque a campo abierto que le había hecho el enemigo.

Un enemigo mucho más fuerte, además no era sólo un contrincante sino dos. Y ambos eran fortísimos…

De no haber sido por la acción de las mujeres, él ahora estaría muerto y probablemente con su espíritu a las órdenes del dichoso conde.

–Gracias a Dios, por fin estoy a salvo. –Ivonne hablaba y se acariciaba un brazo y otro alternativamente para intentar aliviar al intenso dolor que sentía en ellos.

–¿Estás bien? Te creíamos muerta –le dijo Virginia y se abrazaron–. Me alegro tanto de que estés bien.

–¿Va todo bien por ahí? –preguntó Bianca aún con José en su regazo.

–¡Sí, muy bien! ¿Y ustedes están bien? –respondió Virginia.

–Sí, no te preocupes… Ahora tenemos que ir a buscar a Tommy y luego nos iremos de este maldito lugar. –Sus palabras denotaban cierto recelo hacia aquel sitio.

Bianca ayudó a José a sentarse, que ya estaba algo más recuperado, para que ella se pudiera poner en pie. Virginia e Ivonne cogidas por la cintura, comenzaron a avanzar hacia los otros; cuando una suave brisa, como si alguien hubiera soplado, apagó la vela y todo quedó en la más absoluta oscuridad nuevamente. Ivonne gritó del susto que le produjo la sorpresa del apagón y Virginia llamó a Bianca, pero ella no contestaba.

–Bianca, ¿estás ahí? –decía ella–, pero no hubo respuesta ni de la psiquiatra ni del policía. –Bianca, ¿estás ahí? Responde, por favor. –Las dos muchachas permanecieron quietas a la espera de alguna respuesta de los otros, pero al no recibirla ni percibir su presencia, comenzaron a asustarse.

–¿Y ahora qué hacemos? ¡Estamos solas! ¡Nosotras solas otra vez! –dijo Ivonne con nerviosismo.

–¡Tranquilízate! Esperaremos a que venga Tommy y nos saque de aquí –dijo Virginia intentando que su amiga se tranquilizara; tenían las manos cogidas y ella notaba como Ivonne estaba temblando, así que la abrazó.

–¡Tengo miedo! –soltó Ivonne, sus dientes castañeteaban debido al temor que sentía. –Esto cada vez me gusta menos… No me dejes sola, ¿de acuerdo? –Se apretó más a su amiga.

–Te lo prometo. Escúchame… Voy a mirar si hay alguna salida, quizás podríamos salir de aquí;… puede que Tommy y  los otros necesiten nuestra ayuda… 

–Virginia –la cortó su amiga–, por favor, no te separes de mí… Iré contigo  donde tú vayas. No quiero volver a quedarme sola… Estoy harta de estar sola en este lugar.

–Vamos juntas entonces…  –Se separaron y las dos comenzaron a tantear las paredes para comprobar si había alguna salida, o en cualquier caso, algo por donde pudieran salir de allí–. Empezaremos por aquí, así tendremos el artilugio como comienzo.

–¿Qué les habrá pasado a los demás? ¿Cómo habrán desaparecido? –preguntó Ivonne ya más relajada.

–No lo sé,… pero conociendo este lugar y las cosas extrañas que han pasado y las que pueden pasar, igualmente les irá mal –respondió Virginia un poco desanimada hurgando en la pared.

–Espero que no les pase nada. Sólo quiero salir de este lugar y volver a casa. Tengo que recuperar el tiempo perdido; aunque solo lleve un día aquí, tengo la sensación de que llevo más.

–Es que… es que llevas más –le soltó Virginia.

–¿A qué te refieres? –preguntó Ivonne.

–Bueno,… Tommy me dijo que fuera había pasado por lo menos un año y medio. Así que ahora, puede que hayan pasado dos… o tres. No lo sé, el tiempo es tan raro aquí dentro.

–¿Cómo? ¿Estás segura? –preguntó Ivonne boquiabierta.        

–Sí, eso fue lo que dijeron ellos cuando me encontraron. –Aunque  Virginia no le podía ver la cara de estupefacción, seguramente se la imaginaba; tal como ella ponía aquella cara tan extraña cuando no entendía nada.

–¡Joder… que fuerte! Entonces ya seré como dos años más vieja y ni siquiera he podido celebrar mis cumpleaños. Cuando salga de aquí los celebraré todos juntos, dos o tres, los que sean… Tendré que celebrar los veinte y los veintiún añitos. ¡Qué extraño! ¿No? –dijo Ivonne.

–Pues sí que lo es. Pero cuenta conmigo, yo también habré cumplido como dos años más,… ¡Lo celebraremos juntas! ¿De acuerdo?

–¡Por  supuesto! –aseguró Ivonne ya más entusiasmada –. Cuento contigo. Hemos celebrado nuestros cumpleaños siempre juntas y no pienso dejar de hacerlo… ¿Y tú?

–¡Claro que no! ¡Nunca! Siempre estaremos juntas… Seremos unas buenas esposas, tendremos  un par de hijos y nos iremos de vacaciones con nuestros maridos. ¿De acuerdo? –preguntó Virginia riendo.

–¡Vale, de acuerdo! –respondió Ivonne riéndose también.

Las dos se habían enzarzado en aquella conversación y no se habían dado cuenta de que ya llevaban dos vueltas alrededor de la sala. Ivonne tocó el artilugio de tortura en el que ella había estado aprisionada y notó que ya era la segunda vez que daba con él.

–¿No crees que ya hemos recorrido suficientes veces la habitación? Que yo sepa, solamente había en la sala dos aparatos sados de esos y es la segunda vez que toco el aparato en el que yo estaba –comentó Ivonne.

–Creo que sí, quizás deberíamos desistir y esperar a que uno de ellos nos venga a buscar. No sé, pero no siento la energía que sentía hace apenas un ratito…

–Pues sentémonos aquí –la interrumpió Ivonne–, en el suelo. Hablaremos como dos buenas amigas y recordaremos los viejos tiempos. Estoy harta de llorar y de tanto sufrimiento.

Permanecieron sentadas en el suelo a oscuras, esperando a que alguien de sus amigos las rescatara. Durante un gran rato, recordaron cuando se conocieron y se rieron del cómo se conocieron; los años sucesivos en los que su amistad se fue enriqueciendo, las horas pasadas en vela estudiando para el examen del día siguiente; las horas de clase perdidas, que pasaban hablando de chicos y un sinfín de aventuras  vividas juntas. La cantidad de veces que fueron juntas de compras, en las que escogían los mismos vestidos, las mismas camisetas, los pantalones y jerséis e incluso los zapatos. Llevaban la misma talla y tenían gustos idénticos. Cuando no se vestían o compraban la ropa igual, se la intercambiaban; se vestían y maquillaban una en la casa de la otra. Cada año por carnavales se reunían unos meses antes y se preparaban varios disfraces; discutían cual debía de ser el diseño y se adaptaban al tema de ese año. Ambas confeccionaban y cosían sus disfraces, para luego lucirlos juntas en los mogollones. Para fin de año, siempre iban juntas a la peluquería y elegían los trajes; siempre procuraban llevar un vestido que coincidiera el modelo o el color; aunque en los últimos años, preferían las fiestas privadas, con pocos amigos y donde no se tenían que emperifollar tanto. Dos amigas al cien por cien, con la diferencia de que Ivonne tenía el pelo negro y ondulado, y le  caía un poco más debajo de los hombros. Sus ojos eran de un marrón oscuro, sus labios finos y de nariz pequeña y, aunque era más delgada que su amiga, pesaban igual. Mientras, Virginia tenía los ojos de un color verde pardo, una larga melena rubia oscura y le caía algo mas debajo de los hombros. Aunque su nariz era grande y puntiaguda, no le quitaban atractivo.

Eran en definitiva, dos muchachas muy guapas, aunque con distintos estilos de belleza.

–Y ahora nuevamente unidas por una aventura en este jodido túnel de novela de terror. Esta es la vez que he pasado más miedo en toda mi vida. Ni con una novela de Anne Rice había pasado tanto miedo… –comentó Ivonne.

–¿Qué no? ¿No habías pasado tanto miedo? ¿Y aquella acampada en Güigüí? –preguntó Virginia divertida.

–¡Cual! ¿La del cumpleaños de Tommy?

–Sí, esa. Acuérdate que estuvimos toda la noche sin dormir porque tú decías que viste a un tío con un cuchillo enorme entre las rocas. Nunca lo olvidaré. Estábamos de puta madre allí hablando y bebiendo, y empezaste a gritar como una loca. –Virginia comenzó a gritar imitando el comportamiento de su amiga aquel día y ambas comenzaron a reírse.

–¡Sí, tía! Tenía… un… pedo… –dijo Ivonne, que le costaba hablar de la risa.

–Desde luego, esta experiencia deja a las novelas de Anne Rice y de Stephen King como cuentos para niños… –dijo Virginia volviendo al tema y con un semblante más serio–. Además prefiero ser mordida por un vampiro como en “Entrevista con el vampiro”  a pasar por todo esto.

–Y más si se trata de un vampiro como Bratt Pitt o Tom Cruise –bromeó  Ivonne–. Son tan guapos.

–Por no hablar de lo guapísimo que era el vampiro verde que salía en “El misterio de Salem´s Lot”… La de Stephen King –dijo Virginia y comenzó a reírse.

–¡Oooh, sí! ¡Qué bueno estaba! Igual lo besabas y te quedabas verde. –Ambas se reían olvidando el miedo que habían pasado–. ¿Recuerdas el miedo que pasamos con esa película cuando la pusieron en la tele?

–Sí, me iba a olvidar yo de aquel día… ¿Te das cuenta?... –preguntó de pronto Virginia–. Estamos aquí, en este horrible lugar y estamos hablando de historias terroríficas. ¡Qué bárbaro! Y encima estamos muertas de risa… –La risa le impidió hablar por un momento–. ¿Te imaginas los titulares de los periódicos?: “Dos chicas mueren de risa en un siniestro túnel.” –Y continuaron riendo.

–Lo cierto es que prefiero… prefiero reír a… a llorar. – A Ivonne le costaba hablar de tanto reírse–. He llorado tanto, que ya no me apetece,… pero me he… dado cuenta de que… al final… voy a llorar… de la risa… –Soltó una sonora carcajada–. ¿Lo coges?... Llorar de la risa… –dejó de hablar y se encorvó en el suelo agarrándose la barriga del dolor que sentía; su cuerpo temblaba y las lágrimas le rodaban por las mejillas. A Virginia le ocurría otro tanto de lo mismo.

Estuvieron un rato sin hablarse pero sin parar de reír y llorar.

–¿Crees que saldremos a salvo de ésta? –le preguntó Ivonne a Virginia cuando ya pudieron parar de reírse.

–No lo sé,… pero lo que si te puedo asegurar, es que vamos a luchar hasta el final… No nos dejaremos vencer, Ivonne. –Le tomó la mano y la miró fijamente a los ojos, aunque no estaba segura de mirar en la dirección adecuada debido a la ausencia de luz–. Tienes que ser fuerte, tanto como lo has sido hasta ahora; como aquella chica de catorce años que conocí. Aquella chica no se dejaba intimidar por nada ni por nadie. ¿Lo recuerdas? –Ivonne le apretó la mano en ademán de afirmación–. ¿Me lo prometes?

–Por supuesto que sí… Sólo espero que vengan pronto a rescatarnos. Juntos lo destruiremos… Haremos que ese cabrón se arrepienta de haberse metido con nosotros.

–¡Eso es! Así me gusta… Sé que Tommy vendrá a por nosotras y nos sacará de aquí. Él no me abandonará;…  no nos abandonará. Hará lo posible por sacarnos de aquí,… lo sé.

–Solamente hay que tener fe en que él esté bien y pueda venir a rescatarnos, si no estaremos atrapadas aquí… Pasarán los años  estaremos en este sitio encerradas y… ¿Qué pasará?

–No lo sé Ivonne,… pero no pensemos en eso, debemos tener fe en nosotros y en que saldremos de este lugar sin ningún problema. También están José y Bianca, ellos son fuertes y harán lo que sea para ayudarnos. Además, vamos a cambiar de tema, esto es una comedura de tarro y no quiero pensar que nos va a ir todo mal.

Continuaron la conversación durante un largo rato hasta que, cansadas, decidieron dormir unos minutos, por lo menos hasta que apareciera alguien…

Cayó al suelo con mucha fuerza, pero no sintió dolor. Todo estaba oscuro y no sabía dónde se encontraba. Intentó incorporarse y notó que le dolía el costado; se llevó la mano al lugar del que provenía el dolor con intención de paliarlo y se puso en pie.

       

Al no tener visibilidad, rebuscó como pudo las limitaciones de la estancia donde se encontraba y alguna posible salida; mientras se preguntaba cómo había salido de aquella jaula y cómo llegó a parar a aquel lugar. Pronto se encontró con una puerta aparentemente de hierro, con una ventanilla de barrotes semejantes a las puertas de las celdas de castigo de las cárceles.

A su espalda, una suave luz iluminó la celda eliminando la oscuridad y dejándola en semipenumbra; con ella, una suave voz como música celestial, le llegó a los oídos.

–¿Tommy? –canturreó la voz.

Tommy se giró sobre sus pies y se sorprendió sobremanera de lo que veían sus ojos. Era la clara imagen de su abuela, rodeada por una suave luz de tenues colores, que le daban un aspecto brillante.

Su melena rubia y larga como siempre, le caía libre por su espalda; sus ojos de un azul claro, brillaban con alegría y unos labios rosados y pálidos, le daban un aspecto bondadoso. Tenía el mismo rostro bello que Tommy había conocido.

–¡Abuela! –dijo Tommy sorprendido. Tenía la boca abierta.

–Tom, cariño… Sigues siendo tan guapo como cuando  yo vivía en tu dimensión.

–¿Eres realmente tú? –preguntó él incrédulo.

–Sí, no te preocupes, él no puede engañarte conmigo –respondió su abuela cariñosamente.

–He tenido muchísimas ganas de volver a verte… ¡Si mi madre te viera! –le dijo Tommy emocionado.

–Escucha hijo mío… Estoy aquí para ayudarte. –Su voz sonaba tan suave y musical, que parecía cantar–. Tienes que prestar mucha atención… No tenemos mucho tiempo… 

–Tengo tantas preguntas que hacerte –la interrumpió su nieto.

–Después te contestaré alguna de ellas. Ahora escúchame… He venido porque he de llevarme a  Wilfried… Ya sabes que se llama así.

–Tú le quieres, ¿verdad? –preguntó él.

–Pues claro que sí. A pesar de lo que le hizo a mi hijo, tu tío…. Yo fui como su madre. Le cuidaba, lo duchaba, lo arropaba en la cama y le contaba cuentos. Acudía a él de madrugada cuando se encontraba mal. ¿Sabes? Su madre sólo tuvo hijos para mantener cerca a su marido. Era una mujer muy materialista y nunca soportó a los niños pequeños; siempre tenía a alguien que cuidaba de ellos. Pero a mí sí que me gustaban los niños y, a pesar de que tenía a los míos, no me importaba cuidar algunos más…

–¿Por qué se dedicaba a hacer aquellas salvajadas?

–Porque así fue educado. Era una época muy dura, muy confusa… Mucha gente sufrió las locuras de un lunático. Un hombre con mucho poder; un dictador que tenía unas ideas extrañas sobre la perfección de la raza humana y con él pasó mucha gente por el aro; por su aro. Ese Hitler se creía un mesías para su pueblo alemán y lo cierto es que su pueblo lo veía de esa manera. Wilfried estudió en una escuela donde no sólo se aprendían materias típicas de una escuela, sino que también aprendió a odiar, a aborrecer a todo aquel que no pertenecía a su raza; aprendió de estas atrocidades practicadas contra el pueblo judío, contra homosexuales y contra todo aquel que tenía otros ideales políticos. Después, las continuó aquí, en esta isla… O como él decía en su paraíso.

–¿Por qué está aquí? ¿Cómo puede hacer todo esto? –preguntó Tommy desesperado por saber.

–¡Tranquilo!, todo a su debido tiempo... Verás, él está atrapado entre dos dimensiones: en la que tú te encuentras ahora y en la que estoy yo. Cuando se muere, se pasa a otra dimensión, pero no es la única, hay muchas otras dimensiones. Todos vivimos, habitamos un cuerpo en la tierra y tenemos la obligación de aprender, de disfrutar de esa vida que poseemos… La muerte, sólo es una vía de paso, un transporte o un vehículo que nos conduce entre estas dos dimensiones, la humana y la espiritual. Cuando no se consigue aprender, hay gente de tu mundo que debe de volver a un cuerpo y hacer otra vida; como cuando estás en el colegio y debes repetir curso. Aquí es igual; todo aquel que no aprende, debe de repetir vida con la intención de que aprendas la lección, pero también depende de algunos factores, ya que no todos lo hacen…

–¿Qué lección? ¿Qué  debemos aprender?

–A amar y respetar a todos los seres vivos. Siempre y cuando no se rompa el ciclo de la vida. Por ejemplo, algunos animales se comen entre sí y nosotros comemos animales por supervivencia; eso es vital, forma parte del ciclo, pero cada vez que le quitamos la libertad a una persona o animal, cada vez que le hacemos daño a alguien o le faltamos al respeto, dejamos de lado la lección de la vida. Porque esta lección es el amor, el respeto y la libertad hacia los demás… Los asesinos o los violadores fuerzan a la gente, les quitan su libertad de vivir. Algunos de ellos deben repetir hasta saberse la lección. Wilfried no solamente no aprendió la lección, sino que además, burló el sistema para intentar volver a tener un cuerpo. Esto hizo que quedada atrapado por las dimensiones… Es lo que vosotros llamáis “almas en pena.” –Miró a su nieto e hizo una pausa para darle tiempo a asumir toda la información–. ¿Lo comprendes?

–Creo que sí.

–Aún eres muy joven. Ya aprenderás –dijo su abuela sonriendo.

–¿Y qué hay de Dios? ¿Qué hay del demonio?

–¡Nada! Mi niño… Dios no es más que un producto humano, al igual que el demonio. Debes comprender que nosotros somos energía y la energía no se crea ni se destruye, solamente se transforma. ¿Conoces esa ley, verdad? Pues Dios y el demonio representan los temores de la humanidad. Ellos dos somos nosotros… Tú eres Dios, yo soy Dios, los árboles y los animales, el cielo, el mar. Todos somos Dios, nuestra energía es Dios. Los hombres, más concretamente, la casta religiosa crearon un personaje bueno y otro malo para mantener a rajatabla a la población, para someterlos a sus dictaduras, para tenerlos en la mano. Todo parte de la fe y debes de tener fe en ti mismo,… porque tú, como ya te he dicho, eres Dios.

–¡Abuela, no blasfemes! –dijo Tommy asombrado por las palabras de su abuela.

–¡No! –Ella se rió–. No lo entiendes. El universo obedece a leyes que el hombre es incapaz de entender. Sí que lo hay, pero quiero que entiendas, que Él, eres tú y somos todos. Aquí, quiero decir en esta dimensión, no rige nadie, no hay Dios. Porque Él es energía y todos formamos parte de ella; somos la energía que mueve el cosmos, el universo, todas las constelaciones, la tierra y la vida en ella, y todas las dimensiones hasta llegar a Él… Todo es energía y todos formamos parte de la vida. Porque… ¿Sabes? Todo tiene vida, hasta el ser más insignificante. ¿Entiendes? –dijo ella viendo la cara de anonadado que tenía su nieto–. El hombre necesita tener en quien apoyase, en que o en quien tener fe; y a falta de creer en su propio poder, cree en otra entidad. ¿No te das cuenta?... Jesucristo, Siddhartha, Mahoma, John Smith e incluso los dioses del Olimpo en la antigua Grecia, desemboca en lo mismo:… la fe del hombre en seres superiores. El hombre debe de tener fe, pero en sí mismo. La creencia en héroes como Superman, o en Santa Claus, Los Reyes Magos, etcétera son ejemplos de las ansias del hombre por tener fe en alguien superior, alguien que los guie o que incluso los castigue para no vivir con el miedo que sienten de que están solos.

–¿Entonces no hay Dios? ¿Qué hay de las historias bíblicas que hablan de Él? –preguntó Tommy.

–¡Ay, mi niño! –Su abuela entendía lo difícil que era de asumir para un ser humano lo que le estaba contando a su nieto y sabía que debía tener paciencia–. Tomás cariño, Dios como el hombre lo concibe no existe. Todo lo que se ha escrito sobre Él son fábulas… El hombre, no quiere creer en su poder. Tiene que creer en alguien superior que ha creado el mundo, el universo, la vida y todo esto ha sido creado con energía… Todo parte de la base de que tenemos que tener fe en alguien superior, sin mirarnos a nosotros mismos por miedo a estar solos.  El hombre perdió la capacidad de desarrollar sus poderes psíquicos, porque el hombre en su mente tiene capacidad para entenderlo todo sobre lo que te estoy contando. Dios existe, pero no como el hombre cree y desea que exista. Algún día entenderás que todo está sujeto a un orden y que todo lo bueno y lo malo que sucede en la tierra obedece a ese orden y eso es lo que ustedes denominan Dios.

–¿Y qué debemos hacer? –preguntó él.

–¿Te refieres a Wilfried? –volvió a preguntar su abuela.

Al ver que su nieto asentía, continuó diciendo:

–Debéis encontrar la fe en vosotros y unir vuestras fuerzas para aplacar las de Wilfried. Y de esa forma,… solamente de esta manera, yo me lo podré llevar para que no pueda hacer más daño a nadie.

–¿Será juzgado? –preguntó Tommy.

–No, cariño. Nadie está sujeto a ningún juicio; ya te he dicho que todo obedece a un plan. La imagen de un Dios justiciero y castigador, sólo la tiene el hombre. No debes creer que lo que es malo para ti, lo es para Él. Ahora debes encontrar a tus amigos y completar el círculo, lo que pase a partir de ahora, es cosa del Destino… Hay que utilizar bien los poderes, si no es así, él vencerá y será más poderoso y vosotros le perteneceréis.

–¿Van a dejar que nos venza? –preguntó el chico desanimado.

–Por supuesto que no. Ya he dicho que se queda en manos del Destino, o sea, en Sus manos. Pero si fracasara, se volverá a hacer hasta que Wilfried entienda que no puede luchar contra Él –le explicó su abuela con aquella sonrisa en los labios, que daba la impresión de que hablaba siempre de cosas bonitas.

–Si lo vencemos… ¿Qué pasará con David y Nico?

–Ellos irán a otro lugar… Probablemente, se irán conmigo… No te preocupes por ellos, estarán bien. Aquí se está mejor de lo que las personas creéis. No debéis temer a la muerte.

Se miraron un momento mientras Tommy asumía todo lo trasmitido por su abuela y después, ella dijo:

–Tomás, hijo mío… No te preocupes, todo saldrá bien. Nosotros confiamos en ti y en ellos.

–¿Tu nos has traído aquí? –preguntó Tommy ensimismado.

–Ha sido el concejo… Hemos decidido que ya era hora de que Wilfried dejara de hacer maldades. Aunque los hombres tienen el concepto del tiempo, en este lugar y en otras dimensiones no lo hay, pero se ha creído oportuno traerlo aquí, ya que Wilfried ha hecho mucho daño, como humano y ahora como espíritu. Esto se hace siempre que un alma se desvía del ciclo para intentar conseguir el poder absoluto, sin saber que eso es imposible. Nosotros, cuando es necesario escogemos a los humanos adecuados y le encomendamos la misión. Por supuesto, ellos no lo saben… No saben absolutamente nada, sólo creen que está allí por pura casualidad. ¿Lo entiendes?

–Sí claro, pero si todo esto forma parte de la misma energía, del mismo ciclo de la vida. ¿Por qué tanta muerte, tantos asesinatos… tantas catástrofes, tanta maldad? ¿Por qué tenían que morir David y Nico para cumplir un plan creado por ustedes? –Quiso saber Tommy, molesto por la idea de que sus amigos murieran por una lucha que no iba con ellos, una causa injusta.

–Tú mismo lo has dicho: porque forma parte del ciclo, forma parte de un orden en el que todos estamos incluidos. Un tornado, por ejemplo, es energía y necesita desatarse, hasta que finalmente este acaba transformándose; pero esto, al igual que mata nos da poder. Es lo mismo que sucede cuando una leona mata a un ciervo para dar de comer a sus crías, este ciervo se transforma en energía de otra clase, pero sigue siendo energía. ¿Entiendes?... Lo que te pretendo decir es que todo forma parte de un orden, un ciclo. Tus amigos al morir, también siguen ese orden aunque tú no veas la finalidad.

Tommy asentía con la cabeza, pero en su mente había mucha confusión y ésta se reflejaba en su cara. Todo lo que le contaba su abuela, obedecía a principios que él no entendía y tampoco podía compartir. Su mente no era capaz de asimilar la grandeza del universo ni la teoría de las dimensiones de las que hablaba su abuela.

Él pensaba que había un Dios que regía el universo y ponía orden en la vida del hombre, así como nos probaba o nos controlaba para que nuestro camino fuera el correcto. Él nos hacía pruebas como que murieran nuestros seres queridos o que éstos enfermaran, como todos los problemas que vamos teniendo a lo largo de nuestras vidas. Pero también se preguntaba por qué era necesario sufrir para alcanzar el cielo, el paraíso. Y lo más importante, ¿Dónde está el paraíso del que todo el mundo habla? ¿A dónde vamos cuando nos morimos? ¿Se irá como dice su abuela a otra dimensión? ¿Cómo sería aquella dimensión de la que tanto hablaba ella?. La vida ya era demasiado dura como para que al morir tengamos que volver a sufrir. Incluso un asesino debe de tener algún motivo que le induzca a hacer lo que hace, aunque sus sufrimientos no lo autorizan a hacerle daño a nadie; fuera cual fuese su motivo, fuera cual fuese la causa de su trauma o de su ideología. La vida es para el disfrute de todos y nadie debe arrebatarles la vida a los demás.

–Ya lo entenderás –dijo su abuela, sabedora de la confusión de su nieto–. Recuerda siempre que debes tener fe en ti, sobretodo en este caso; debes actuar con humildad, ayudar a todo aquel que puedas y lo más importante, buscar tu felicidad. Porque ese es el primer principio de la vida; ser feliz contigo mismo. Y todo lo demás irá sucediendo como debe ser. Ahora debes irte a cumplir con tu cometido; libera a tus amigos y luego quítale el poder a Wilfried. Se fuerte y no dudes nunca de ti, de tu fuerza interior.

–¿Y eso como lo hago? ¿Cómo podré vencerle si él conoce mejor que yo este lugar? –preguntó Tommy temeroso de no poder ser capaz de conseguir salvar a sus compañeros y de que la misión encomendada por su abuela no se realizara con éxito.

–Ya lo sabrás a su debido tiempo –dijo su abuela y extendió una mano con la que le acarició el rostro a su nieto en un ademán tranquilizador.

–¿Te volveré a ver? –En su cara se reflejó una pizca de angustia al hacerle la pregunta a su añorada abuela.

–Por supuesto que sí, mi niño. Todos nos volveremos a encontrar alguna vez en cualquier dimensión. Te espera un lugar maravilloso cuando cruces la puerta a la que vosotros, los humanos, llamáis muerte. Todo aquel que ha sido alguien importante en tu vida, se volverá a reencontrar contigo en esta otra parte de la vida; y debes saber que algunos de ellos, están cada día a tu lado. Por ejemplo, yo estoy con tu abuelo y tu tío, y todos estamos cerca de ti. –Se acercó a Tommy y le besó en la frente–. Dale un beso a tu madre de mi parte. Ella lo entenderá…  Dile que la quiero mucho y que no deje de pensar en nosotros.

–¡Lo haré!... ¿Cómo saldré de aquí?

–Sólo tienes que darte la vuelta y abrir la puerta, así de sencillo. Con tu mente puedes hacer muchas cosas en este lugar si lo deseas.

–Te quiero abuela –dijo sonriente.

–Lo sé mi amor. Yo también te quiero a ti; recuérdalo siempre.

Ambos se miraron un instante y se abrazaron fuertemente, a sabiendas de que sería la última vez que se verían en mucho tiempo. Permanecieron abrazados lo que a Tommy le pareció una maravillosa eternidad y notó que una lágrima se le escapaba rodándole por la mejilla. Su abuela sintió aquella lágrima rozándole su rostro y emitió un apasionado suspiro, pero no reflejó ningún tipo de sentimiento. Se separaron a la vez y no dijeron una palabra más. Tommy hizo un gesto de despedida con la mano a su abuela y vio como ella se desvanecía cual perfume en el aire, dejando un vacío en la estancia pero un lleno en el corazón de su nieto.

Él se giró para encontrarse de frente con aquella imponente puerta metálica y dio unos pasos hacia ella. Solamente tuvo que girar el picaporte para que la puerta se abriera increíblemente sin ningún tipo de obstáculo, como anteriormente le había ocurrido. Un escalofrío recorrió su cuerpo al abrir aquella puerta y notar la cercanía de sus amigos.

Continuó su camino por el largo pasillo compuesto de celdas antiguas para encontrar a los suyos, a sus amigos que lo esperaban.

–¿Bianca? –preguntó José–. ¿Dónde estás?...  No puedo verte.

–Estoy aquí. Yo tampoco te puedo ver a ti.

–¿No tienes el mechero?

–¡Ah, sí! Claro que sí. Lo metí en mi bolsillo –dijo y se registró los bolsillos.

Bianca encendió el mechero y pudo ver que se encontraba en una pequeña habitación, como una celda de prisión. Su puerta de hierro, tenía una pequeña ventana de barrotes, las medidas de dicha celda eran de dos por tres metros únicamente.

Ambos habían caído como Tommy; como si los hubieran empujado de un muro pequeño, pero no se habían hecho daño. José cayó a un metro de Bianca y estaba en la misma postura que antes de caer. Bianca, por alguna razón desconocida, cayó separada de él y sólo se hizo daño en el trasero. Automáticamente por instinto, ambos comenzaron a empujar la puerta para intentar abrirla, pero la puerta seguía intacta; no se podía abrir. Y no sentían la sensación de poder que sentían hacía un momento. Bianca encendía y apagaba el mechero para intentar no quemarse.

–Esto es inútil –dijo José–. No logro sentir nada… ¿Qué nos ha pasado?

–Lo que ha pasado es que no estamos unidos; nos ha conseguido separar –dijo Bianca dándole a la rueda del mechero para encenderlo.

–Tiene que haber alguna salida –aseguró José golpeando la puerta con la mano abierta y con mucha fuerza.

Todo esfuerzo por intentar abrirla fue inútil y ambos desistieron de seguir aporreándola.

–Es igual… Sentémonos y esperemos a Tommy y a Virginia. Seguramente, ellos nos sacarán de estas cuatro paredes.

Los dos escogieron una esquina y se sentaron uno al lado del otro.

Bianca continuó con el juego del mechero hasta que, cansada de encenderlo y apagarlo, desistió y se lo guardó.

–Es increíble… lo que ha pasado. –José se llevó la mano derecha al cuello y se lo acarició–. ¿Cómo pudo hacerlo?... Y esos dos monstruos casi me matan.

–Todo esto me da mala espina… No sentimos nada y nos ha separado a todos… ¿Cómo hemos podido fallar?... Estábamos unidos. ¿Qué es lo que faltaba? –preguntó ella preocupada.

–No sé qué es lo que ha fallado, pero es como si nos hubiéramos tomado una tregua. O quizás esto forma parte de su plan,… pero… ¡Oye!... No hablemos de eso. Es posible que Tommy nos esté buscando, o puede que las chicas.

–¿Sabes? Ahora me siento muy bien contigo.

–Yo también. Por cierto, ¿no tienes frío? –preguntó José con segundas.

–¿Por qué lo dices?

–Por si te apetece que te abrace para calentarte.

–Bueno, ahora que lo mencionas –dijo Bianca y se sentó entre las piernas de José y se abrazaron.

–Lo cierto es que tú… tú me gustaste desde que te vi en tu oficina. Eres tan atractiva y tienes un puntito interesante que me gusta mucho… Seguramente a ti no te pase lo mismo, pero yo… yo. –José se puso colorado, pero sabía a ciencia cierta que ella no lo podía saber.

–Sé lo que quieres decir… ¿No crees que si tú no me hubieras gustado te habría contado mis intimidades en aquel restaurante?

–Pues no lo había pensado. Lo cierto es que no suelo ligar con psiquiatras.

–Yo tampoco con policías… ¿Te imaginas? Si ligara con todos los polis que se encargan de resolver los problemas de mis pacientes, tendría una buena lista –dijo ella sonriendo.

–Pues me alegro de haber sido yo quien diera en el clavo.

–Y yo también me alegro… Mira –dijo–, estoy un poco harta de estar sola; de preocuparme de los problemas de mis pacientes y que nadie se preocupe de los míos. Tengo ganas de sentirme especial con alguien… Ahora me gustaría aprovechar la oportunidad que se me brinda. Tú eres guapo, y aunque me parecías un poco inmaduro, ya no me lo pareces… Eres interesante; además, tu forma de ser tan graciosa me gusta, porque te enfrentas a la vida con gracia y te olvidas de los problemas.

–Creo que la vida es muy corta para andar sufriendo; hay que intentar buscarle solución a los problemas sin pasarlo mal. Siempre hay que buscar el lado positivo de las cosas. Nos preocupamos demasiado con cosas nimias. Sacándole el humor a todo, se vive mejor.

–Tienes razón. Estar a tu lado me ayudará a sentirme mejor, a no ser tan seria y estricta con las cosas y con la gente. Debería tomarme la vida como lo haces tú. –Ella lo miró sin verlo.

De pronto, sin quererlo pero deseándolo ambos, se buscaron en la oscuridad para saciar su sed de amor, de deseo carnal. Sus bocas se rozaron suavemente sintiendo el aliento caliente de uno en los labios del otro, después se besaron larga y apasionadamente, como si nunca hubieran sentido nada igual; sintiendo sus labios y sus lenguas húmedas como cuando uno prueba una nueva fruta por primera vez.

José sintió la dulzura de los labios de ella y estos lo llenaron de satisfacción, de placer. Supo entonces que la deseaba, que la amaba desde aquel momento en que la vio ante sí, en su despacho. Un ardor de deseo recorrió todo su cuerpo y quiso poseerla, pero se contuvo a sabiendas de que habría una oportunidad mejor.

Lo que sintió Bianca, no lo había sentido desde hacía diez años cuando salió con aquel chico que la dejó embarazada y le pareció  increíble no haber conocido antes a ningún hombre con quien sintiera todo aquello… Ahora, se sentía con ganas y con fuerzas para emprender una nueva relación; para sentirse deseada por un hombre, para sentirse amada. Sí señor, le gustaba lo que estaba sintiendo con aquellos besos: los labios cálidos de él, sus manos fuertes que la acariciaban y apretaban, su suave olor corporal. Todo en él le encantaba y la hacía sentir bien, hasta el punto de excitarse; de querer sentirlo dentro de ella, pero se contuvo porque sabía que debía esperar a un momento mejor, más romántico, más apropiado para dos amantes que se acababan de encontrar. Recordó el día en que irrumpió en su despacho exigiéndole una explicación sobre el comportamiento de Tommy y lo sucedido en el túnel. Desde ese momento, se sintió atraída por él; su forma de ser la desconcertaba y le gustaba a la vez. Su forma de vestir, incluso el modo de andar y sonreír le encantaban. Sintió una gran desazón por no estar en otro lugar con él y no en aquel agujero en el que se podrían quedar de por vida e incluso morir.

Después de un rato, dejaron de besarse reprimiendo el deseo de hacer el amor en aquella estancia inmunda, bajo semejantes circunstancias y continuaron abrazados en silencio, mientras disfrutaban de la calidez y la gratificante sensación de permanecer unidos, juntos.

–Quizás  deberías dormir un poco, aunque el tiempo aquí pase más lentamente, debes de estar cansada –dijo José cariñosamente.

–Sí tú lo dices, lo haré. Estoy tan gusto así, que no me importaría quedarme abrazada a ti toda mi vida.

–Pues quien sabe, en nuestro tiempo quizás ya hayan pasado unos cuantos meses, hasta puede que años…

–Ahora que lo mencionas,… ¿Qué pasará en nuestro tiempo? ¿Nos echarán de menos? –le preguntó ella.

–Seguramente, la vida continúa… –comenzó a decir José con voz solemne–. Con mucha probabilidad, nos habrán buscado durante algún tiempo; después, al no encontrarnos, creerán que hemos muerto, desaparecido, que nos han abducido o secuestrado y cerrarán el caso… Todos seguirán con sus quehaceres, nos buscarán sustitutos en nuestros puestos de trabajos y se acabó.

–¡Qué bien! –dijo ella–. Qué fácil seremos olvidados, ¿verdad?

–Pues sí, desgraciadamente es así… Aunque si tienes familiares, ellos se preocuparán y se acordarán de ti; yo por lo menos, no  tengo a nadie.

–Yo tampoco. Y tú estás aquí conmigo. –Se echó a reír y José se rió también.

–Olvidemos todo eso. Vamos a aprovechar y descansemos un poco… Quizás después necesitemos mucha energía.

Luego quedaron en silencio con los ojos cerrados intentado dormirse, así abrazados. A José le vino algo a la memoria que le hizo gracia y se rió.

–¿De qué te ríes? –le preguntó Bianca.

–De nada, es una tontería.

–Pues dímela, me gustan tus tonterías –insistió ella.

–¿Seguro que lo quieres oír? –le preguntó José.

–¡Sí, claro! Vamos cuéntalo. No te cortes.

–Muy bien, lo contaré… Una vez me estaba comiendo una manzana, estaba muy dulce y muy jugosa. Hasta que llegué a un punto en el que había un gusano…

–¡Ah! ¿Sí? ¿Y qué hiciste, lo cuidaste? –dijo Bianca sonriendo.

–No,… me lo comí –dijo y comenzó a reírse.

Bianca tardó un poco en captar la información, pero una vez enterada también se rió.

–Eso ha estado muy bien… ¿Estaba bueno el gusano?

–Pues creo que sí… No lo noté mucho, el sabor de la manzana o suavizó. –Le estaba acariciando el pelo mientras hablaba y notó que lo tenía muy suave–. Moraleja: un buen sabor puede tapar el mal sabor o una situación agradable puede disfrazar algún problema; como el beso que me acabas de dar, que suaviza la situación en la que nos encontramos.

–¡Qué bonito eso que acabas de decir!... Si al final resulta que eres un chico serio y todo –dijo ella riéndose.

–Pues parece que sí –dijo él y también se rió–. Venga, ahora duérmete, cariño.

–¿Qué has dicho? –preguntó ella.

–Que te duermas –dijo él con voz de impaciente.

–No, eso no. Lo segundo –insistió Bianca.

–El qué… ¿Duérmete cariño? –preguntó él suavemente.

–Sí, eso es. Duérmete cariño –repitió ella–. Me gusta oírte decir eso.

–¿Sí, cariño? –dijo él.

–Sí mi amor –dijo ella y cerró los ojos para intentar dormir.

Bianca se quedó profundamente dormida hasta que llegó al punto REM y comenzó a soñar: Una suave brisa fresca, primaveral, volaba merodeando por entre las flores y el césped. Revoloteó por entre margaritas, rosas, claveles, narcisos y alguna que otra flor del lugar; hasta que llegó a la altura de donde estaba Bianca tumbada sobre una manta estirada sobre el césped. La suave brisa le penetró en las fosas nasales llenándole los pulmones del suave aroma campestre, primaveral. Un aroma que le sugería colores, sabores y olores florales. Inhaló con más fuerza para abarcarlo todo en su interior y se extasió de él.

Un sonido gutural, le llenó los oídos y la hizo sonreír… Otra vez se repitió aquel sonido, pero esta vez seguido de unas carcajadas, las sonoras y graciosas carcajadas de un bebé. Bianca sonrió con él y abrió los ojos para verlo jugar con los revoloteos de una bella mariposa de tonos pastel… Se jactó de ver al crío sonreír y manotear graciosamente para intentar atrapar a la mariposa entre sus manitas; Bianca alargó su mano y éste le agarró un dedo, tan menuda era su manita, que se perdía en el enorme dedo de su madre. Ahora, otro sonido mucho más grave y estridente le llegó a Bianca desde un poco más lejos y pudo reconocer de quien se trataba: era José, que llamaba al niño mientras se acercaba. Cuando alcanzó la altura de la madre y el hijo, Bianca lo pudo ver con claridad, pudo ver su brillante sonrisa al hacerle gracias al bebé. Después, el padre tomó al hijo en brazos y lo alzó llenándolo finalmente de besos; mientras Bianca sonreía emocionada ante aquella entrañable imagen.

Mis dos hombres –pensó.

Un sonido grave la sacó del plácido sueño; del paraíso hubiera dicho ella. Era José tosiendo. Ella abrió los ojos e intentó evocar el rostro de José y pudo verlo con claridad a pesar de la oscuridad que reinaba en la celda.

–¡Eres tú!... –dijo ella sonriente–. Eres tú… mi amor.

–¿Qué has dicho? ¿Soy yo quién? –preguntó él.

–El hombre de mis sueños… En mis sueños, tú eras mi marido y teníamos un bebé. Era un sueño muy agradable y nos veíamos tan felices los tres…

–Seremos felices –interrumpió él.

–¿Crees que pueda guardar alguna relación? No sé, parecía tan real. La risa de nuestro bebé resultaba tan dulce y vívida, que me ha parecido estarlo viviendo.

–No lo sé… ¡Ummm! Hay sueños que pueden ser premonitorios o un “déjà vu”, yo he leído algo sobre eso; pero puede que se deba al entusiasmo de alguien hacia algo –explicó José.

–Sí, yo también he leído mucho sobre los sueños; han habido muchos estudios acerca de ellos y hay quien afirma que nos podemos comunicar con otra gente cuando dormimos o tener sueños premonitorios. También en psicología, un sueño, puede darnos algunas pistas de las patologías de algunos pacientes; ya que el subconsciente a menudo, nos envía mensajes de nuestras preocupaciones o fobias a través de los sueños. Sigmund Freud, por ejemplo, reemplazó la hipnosis por el estudio de los sueños de los pacientes creando así la base del psicoanálisis… en fin, ya sabes. –Hizo una pausa–. Yo espero que sea lo último.

–Yo también lo espero así –repuso José.

Por un momento se hizo el silencio y ambos se quedaron ensimismados, absortos en sus pensamientos. Seguían en la misma posición; Bianca sentada entre las piernas de José. Ella con la cabeza apoyada en el pecho de él, sintiendo su pausada respiración. José tenía una mata de pelo de Bianca entre los dedos y lo enrollaba formando un tirabuzón una y otra vez, sin reparar en lo que hacía.

–Espero que salgamos vivos de aquí… –dijo Bianca al cabo de un rato–. No soportaría que alguno de ustedes muriera.

–No pasará nada –la tranquilizó José y le acarició el pelo –. ¡No te preocupes!... ¿Dónde está la psiquiatra dura y seria que yo conocí? –le preguntó echándose a reír.

–¡Aquí! –gritó ella a modo de broma.

–¿Dónde? ¡No te oigo!–preguntó él.

–¡Aquí! ¡Estoy aquí! –volvió a gritar ella levantando ambas manos abiertas y girando las muñecas, los dos se rieron con ganas por la broma.

–¿Sabes ese poema que dice?:

 

“No le temo a la muerte,

Ni le quiero temer

No me da miedo la muerte

Ni quiero que me dé.

Pero sé que vendrá…

Vendrá a por mí.

Pero la recibiré con orgullo

La esperaré…

No la esperaré sentado,

Ni aguardaré a que ella decida venir,

Le pediré que me busque…

Y prepararé té.

La invitaré a pasar y

Nos sentaremos a tomarlo…

Le pondré pastas y una nube en el té

Pasaremos la tarde juntos y…

Luego me dejaré llevar,

Pero con orgullo, con fuerza,

Con fe y amor.

Me llevará consigo,

Pero porque yo me dejaré…”

          

José concluyó el poema y se quedó en silencio como esperando alguna reacción satisfactoria por parte de Bianca.

–¡Qué bonito! ¿De quién es?

–De G. David no se qué de una pera –puso cara de duda.

–¡G. David Peralta, bobo! –dijo Bianca sonriendo.

–¿Ves? Yo sabía que empezaba por pera… –Los dos comenzaron a reírse a carcajadas.

–¡Bianca!... ¡José! –Alguien los llamó desde la puerta.

Ellos se sobresaltaron, pero enseguida reconocieron la voz que los alertaba desde el otro lado de la puerta.

–¡Tommy, cariño! –gritó Bianca.

–¿Cómo has llegado hasta aquí? –preguntó José.

–Bueno, eso es una larga historia, pero lo cierto es que yo estaba en dos o tres celdas más allá… No lo recuerdo. He mirado en todas las que he visto, que han sido muchas, hasta dar con ustedes.

–¿Cómo has logrado salir? –preguntó Bianca.

–Pues por la puerta… Primero se ponen de pie y después, salen por la puerta…  –Hizo una mueca graciosa con la boca como para dar a entender que se estaba  burlando de ellos.

–Muy gracioso –dijo José ya en pie–. Lo hemos intentado todo… g-r-a c-i-o-s-i-l-l-o –esta última palabra la dijo pausadamente.

–Pues prueba otra vez… l-i-s-t-i-l-l-o. –Tommy lo imitó.

Bianca se dirigió a la puerta decididamente, giró el pomo y tiró de ella.

–¡Pues anda, es verdad! –gritó José y le palmeo la espalda a Tommy. Éste le sonrió.

–Tienes que explicarnos como lo has hecho –dijo Bianca una vez fuera.

–Lo prometo –repuso Tommy–. Ahora debemos irnos… Hay mucho que hacer.

Tommy, Bianca y José caminaron nuevamente juntos en busca de las chicas. Parecía que todo había comenzado, los tres otra vez como si todo hubiera vuelto al principio y se estuviera repitiendo la historia.

El largo pasillo repleto de celdas de castigo se extendía más allá  de sus miradas…