VI
Al llegar a casa conectó al portátil, pensó que quizá tendría más suerte que en las últimas ocasiones. Entró una vez más en uno de esos portales para encontrar empleo con la esperanza de hallar alguno que le sacara de la situación en la que se encontraba. Quedarse sin trabajo había sido un palo, por suerte unos meses de prestación y disponer de unos pequeños ahorros le daba aún algo de margen, y si tenía en cuenta como estaban las cosas en la oficina aun teniendo contrato indefinido, quizá fue un alivio que finalmente fuera despedida.
Después de medio año aguantando la cara de amargada de la jefa de oficina, que entraba por la puerta sin un mísero, buenos días y eso que sólo eran dos gatitos; así día tras día, era evidente que no podía acabar bien, al menos así fue para ella.
Otra etiqueta por añadir a su perfil, traumatizada, separada, segunda esposa y ¡parada! ¡Si es que lo tenía todo!
Las mesas se encontraban contiguas y a menos de medio metro de distancia en la oficina, pero su jefa le enviaba correos electrónicos cuando la informaba de alguna cosa o quería que hiciera algo; una postura realmente patética, partiendo de la base de que se trataba de personas adultas, pero esa se trataría de su estrategia premeditada y sin duda de conseguir que despidieran a Olga o de que ella se cansara de la situación y decidiera irse por propia voluntad.
Después de unos meses así descubrió a través de un informe que le entregó la directora que la empresa había enviado un observador a puntuar su trabajo como si de un cliente se tratara. Eso sirvió para reiterarse a sí misma que el problema no era suyo, ya que la puntuación fue de un 96,5 de un 100%, cosa que aún hizo entender menos la actitud de la empresa hacia ella. Supuestamente debieran estar contentos con su trabajo; aunque a la señora directora no se le ocurrió otra gracia que decirle que el observador era un hombre de mediana edad y que seguramente ella le había gustado, motivo por el cuál le dio tan buena puntuación.
¡Vaya! Se preguntó, ¿por qué no pensaron en enviarle a una mujer a puntuarle? Si les parecía que aquel señor no había sido objetivo en su calificación. Se preguntó también que opinaría él ante esa afirmación, pues con ello desacreditaba su profesionalidad. Y tras el comentario sexista y desafortunado se le ocurrió pensar que de haber sido una mujer hubieran dicho… que es que era lesbiana y quizá también ese era el motivo, en vez de simplemente reconocer algo que para Olga era tan obvio como que su trabajo le gustaba y que por supuesto intentaba desempeñarlo lo mejor que sabía. Además no recordaba tratar mal a sus clientas más bien al contrario, aún seguía teniendo muy buena relación con la mayoría de ellas y eso debiera decir algo a su favor.
Pasó un par de meses esperando la respuesta de la jefa de la central de Madrid al mail que le envió en el que le describía la situación que vivía a diario ya que no solo era ignorada por su jefa de oficina sino que según se le estropeaban los auriculares de atender al teléfono, el ordenador o cualquier otra cosa, le daban largas y debía trabajar en malas condiciones y eso para quién no lo haya vivido, era muy duro. Pues le crearon un sentimiento de inutilidad y eso le pesaba cada mañana cuando debía acudir a trabajar e intentaba por todos los medios, que nada de todo eso la afectara.
Primero lo puso en conocimiento de la directora de Barcelona. Sí, la misma, la sexista. Pero decidió mirar hacia otro lado y permitir que todo siguiera igual, restándole importancia a una situación que se hacía insostenible para Olga.
En la central hicieron exactamente lo mismo así que se encontró en mitad de un conflicto que por lo que le confirmaron más adelante alguien del entorno laboral cercano, se trataba de celos por parte de la jefa de oficina hacia ella.
Además de la situación que recientemente vivía de apoyar a Sergio con el tema de su ex que le estaba complicando aún más y más su trabajo, pues Ruth pretendía que todos estuvieran a su disposición cada vez que ella lo deseara por lo que era como una almorrana, básicamente molesta. Sobre todo cuando se empeñaba en llamarla reiteradamente por lo que si Olga estaba atendiendo a clientes no podía responder al móvil, situación que evidentemente a la responsable de la agencia poco gustaba. En otras ocasiones la tenía más de media hora allí colgada algo que traducía en que su presupuesto se esfumara en la factura de teléfono, por lo que después Ruth se lamentaba al no conseguir según ella llegar a fin de mes, como si de eso debiera sentirse culpable Olga.
También le comentaron que por lo visto su jefa consideraba que la forma de vestir de ella no era la más adecuada, exactamente decía: — ¡qué cómo se atrevía a ir a trabajar casi desnuda! — E incluso opinaba que era demasiado simpática con los clientes.
Desde luego ella, no tenía la culpa de que aquella tuviera cara de perro, no se peinara y fuera con sus legañas todas las mañanas a trabajar; por cierto siempre tarde, por lo visto se le pegaban las sábanas muy a menudo, ni tampoco podía culparla de que tuviera el culo como una plaza de toros entre otras cosas, pues en él bien se hubiera podido amarrar una flota entera de maniobras. Y si algo era, era sin duda una mujer de lo más insípida, además de celosa. Olga se inclinaba a pensar que no debió gustarle que el “observador” comentara en su informe el maquillaje, el vestuario y resaltara los adornos que cuidadosamente se había hecho en sus uñas. Por lo visto ser presumida o coqueta era una molestia. También pudieran haberle dado un uniforme y así solucionar el tema del vestuario, mientras debiera ser ella quién lo decidiera y evidentemente costeara, se vestiría a su manera. Por otra parte tampoco era tan descarada o fuera de lugar, simplemente algún top o blusa, pantalón y faldita o bermuda más de caras al verano, al fin y al cabo estaba en el corazón de la Costa Brava en un pueblo turístico, nada inusual.
Y en resumen, no sirvió de nada que acudiera al sindicato de los trabajadores y exponer su caso, demandar a la empresa para qué, hubiera sido su palabra contra la de ella. Aunque después hablan de denunciar, de que si se cometen abusos en las empresas que lo hagas saber. Pero cuando te sucede te encuentras totalmente desamparado. Te aconsejan que dejes tu puesto de trabajo sin más, como si las facturas se pagaran solas o que simplemente aguantes y hasta que el cuerpo te diga basta. Pero el resultado es que ella perdió el trabajo, la indemnizaron con cuatro duros dentro del marco de la legalidad y liquidaron el asunto.
Bye, bye, nena. Que aunque estés sufriendo mobbing y encuentren palabras tan chulas para definirlo, ellos se van a quedar quieting.
¿Quién recuerda ahora las horas extras no remuneradas? — Pensó — pues eso, nadie más que ella. Eso sí, tuvo que acudir al menos a veinte sesiones de rehabilitación, pagado por sí misma por supuesto, a través del seguro privado que afortunadamente tenía por el problema ocasionado en sus cervicales. Un dolor que seguiría arrastrando cada cierto tiempo. Por lo visto una vértebra se le había enganchado o algo así le dijeron a raíz de una reiterada postura no adecuada. Haber trabajado al teléfono durante tantos meses y horas sin auriculares, no había sido gratuito y su salud se resintió.
Por lo visto ese pedido de auriculares venía de China, lo traían a pie y encima el pobre, ¡era cojo! Y no se descarta que en mitad de la muralla encontrara un atasco por lo que además, debió sin duda retroceder y buscar otra ruta... Así que jamás llegaron a destino para desgracia suya.
A día de hoy un buen amigo de nombre David seguía recordándole que cuando saliera a la calle no lo hiciera medio desnuda, no fuera que se cruzara con ella y le ofendiera la vista.
Así pues el año se le había presentado de lo más movidito, quedarse sin trabajo y al poco que la implicaran en aquella sentencia, fueron algunos de los motivos por los que su mundo, el que había ido reestructurando tras algunas malas experiencias anteriores, repentinamente de nuevo volvía a venirse abajo. Recordó entonces aquellos momentos en los que iniciara la relación con Sergio, en los que trabajaba en la oficina y la vida era relativamente sencilla sin demasiados altibajos, en el pasado olvidadas quedaban muchas noches de lágrimas de anteriores relaciones de las que se había ido recuperando.
Quién les hubiera dicho que después de tantos años una noche por casualidad se reencontrarían y empezarían su historia de amor, una historia que a pesar del esfuerzo se veía atacada continuamente desde demasiados flancos.
Las imágenes se agolpaban en su mente recordándole a él de jovencito, con aquel corte de pelo prácticamente al uno que le daba un aire de seriedad que no iba para nada acorde con aquella amplía sonrisa que mostraba su alineada y blanca dentadura. Era imposible no prestarle un mínimo de atención por su altura y ancha espalda que no pasaban desapercibidas, el tono de su piel canela y su profunda mirada aceitunada tampoco te dejaban indiferente.
Se habían criado en el mismo barrio pero se relacionaban con diferentes personas y grupos de amigos, aunque como suele suceder en las barriadas se conocían con todos ni que fuera solo de cruzarse por sus calles. Aunque posiblemente haberse ido de la ciudad trasladándose fuera a unos cuarenta kilómetros de distancia y estableciéndose en la costa, en el que siempre fue su verdadero pueblo aunque fuera de acogida, hizo que se distanciara de muchas de las personas que conocía de su infancia y juventud; entre ellos Sergio. Pero aquella noche por algún motivo él se cruzó en su camino y tras hablar unos breves minutos cómo si de un impulso, ella no dudó en darle su número de móvil, pues tuvo la sensación de que si no se lo daba quizá pasarían otros veinte años más sin verle.
Y él no tardó en contactarla, en un par de días recibió su llamada y quedaron para tomar una copa.
Era una noche muy lluviosa y pensó que quizá no acudiría a la cita provocado por aquella desastrosa climatología, pero allí estaba bajo unos balcones resguardándose del chaparrón; era vigilia de festivo y coincidió que el local donde se habían citado solo abría los fines de semana. Así que buscaron otra opción y bajo aquel paraguas fueron calle abajo. Esa noche se les hizo realmente breve, o al menos así fue para Olga, sin duda se pondrían al día de sus vidas. Ni qué decir cabe, que hubo feeling, pues casi tuvieron que echarlos del último bar que hallaron abierto cómo diría la canción.
El paso de los años le había tratado relativamente bien a él si no tenía demasiado en cuenta que sus facciones se habían endurecido ligeramente. Su físico seguía siendo el de un deportista y ya no llevaba el pelo tan exageradamente corto como años atrás. Su aspecto recordaba ligeramente al cantante Chayanne salvaguardando las distancias.
Le explicó su situación, llevaba alrededor de dos años y medio separado y con una niña de poco más de tres añitos y por como tenía el panorama, no era exagerado decir que se trataba de un “full equip” (antes si estabas separado y con hijos se decía que traías mochila). Él venía con todos los accesorios (una hija, una ex y una familia descaradamente posicionada al lado de su ex) exactamente — un full equip — ¡totalmente equipado!
Su hija no era un problema, pues sabedora de su existencia simplemente era cuestión de asumirlo o sencillamente mantenerse al margen. Pero eso se complica cuando el resto de accesorios (su ex y la familia de él) se empeñan en meterse, opinar y controlar como si tuvieran la potestad para decidir sobre absolutamente todo. Lo más incomprensible para Olga era su familia. ¿Cómo podían posicionarse tan descaradamente a favor de su ex? Ella tomó la decisión, pero aunque hubiera sido decisión de Sergio, un hijo, un hermano, sangre de tu sangre, ¿cómo era posible no apoyarle?
Que pecaba de excesivo carácter y tozudez en ocasiones, sí, pero no era excusa ni motivo suficiente. ¿Qué cometió errores? Por supuesto, eso era algo de lo que Olga no tenía duda alguna. Pero de algo era tremendamente consciente y es que no se le podía definir como un “mal” ex, comparándolo con otros, quizá porque ella sabía a la perfección lo que era encontrarse en situaciones realmente complicadas como para poder hacer una valoración a raíz de sus propias experiencias. Y ellos le parecieron por su actitud como sacados de la peor imagen del franquismo, de haz lo que yo digo porque lo mando y ordeno y punto. Su madre, provenía de la España más profunda y cateta. No sabía ni leer ni escribir y con más de cuarenta años viviendo en Cataluña, no solo no hablaba la lengua, sino que tampoco era capaz de entenderla, algo totalmente incomprensible. Sus hermanas, mayores que él siempre metidas en todos los fregados. Alguna de ellas ni siquiera tragaba a Ruth. Algo incluso recíproco por parte de ella, pero por algún extraño motivo o directamente por hacerle la puñeta a Sergio, cualquiera diría que no se cayeran bien, ya que solo les faltaba comerse la boca. Unidas en aquella cruzada para conseguir doblegar el carácter de Sergio, parecían decirse entre ellas.
En un principio ella intentó mantenerse al margen, pero en algún momento u otro debía tomar la decisión de aceptar una relación con todas sus ventajas e inconvenientes o apearse de aquel tren. Así que se subió a él y aceptó todas las consecuencias, por eso al principio creyó que si ellos no podían tener una buena comunicación fuera ella quién hablara con Ruth. Quizá, poniéndose en la piel de la niña o tal vez por el sentimiento que tenía de haber crecido sin padre y la necesidad de solidarizarse por lo que no dudó en ser la intermediaria entre Ruth y Sergio, con la firme convicción de que era por el bien de la pequeña. Y por supuesto, con la intención de que terceros no controlaran sus vidas. Podía asumir que hubiera una hija de una relación anterior y más aquél dulce de niña, podía incluso asumir también una ex, pero lo que no estaba dispuesta, es a no saber si disponía de libertad para tomar las decisiones que les afectaran directamente.
Las hermanas de Sergio no acostumbraban a llamar, pero las pocas llamadas que hacían se limitaban a decir, Ruth quiere, dice o pregunta… seguido de lo que ella diga o desee porque mira tú como eres y el carácter que tienes.
Más adelante alguien comentó que Ruth recordaba sus cumpleaños, fiestas señaladas y se tomaba la molestia de invitarles a comer al “Chino”. ¡Vaya! Sí que resultaban baratos de comprar — se dijo ante tal revelación —. Así pues aquel aprecio hacia ella, era más bien el de por el interés te quiero Andrés, que cualquier otra cosa, y por supuesto ella los tenía cada vez que necesitaba quién se quedara con la niña ya que los abuelos maternos encontrándose en la provincia y a unos cuantos kilómetros de Ruth no siempre iban a estar disponibles. En resumen, aquello era una relación de interés por todas partes. Desde su punto de vista más que criticable. Que la manera de ser o actuar de su propio hermano no les parecía bien a ellas, ¡correcto! Hasta ahí podía comprenderlo pero, ¿no se habían parado a reflexionar que esa postura por parte de Sergio, había sido a raíz de ver cómo su propia familia se posicionaba con los brazos abiertos a todos los deseos de Ruth? Claro eso sí era criticable… su actitud, pero no el porqué de esa actitud.
Claro que por otro lado era comprensible, como podía él fiarse lo más mínimo de quién lo había convertido de caras al sistema y a la sociedad en un vil delincuente. A raíz de una fuerte discusión, por cierto telefónica, y como empiezan todas estas historias porque, curiosamente todas siguen unos mismos patrones. Si haces todo lo que te mandan y cuando te mandan y por supuesto pagas lo que te reclaman, todo va bien. Pero pobre de ti, si se te ocurre rebelarte. Probablemente podías acabar acusado de amenazas o de maltrato y con una orden de alejamiento pasando a ser el peor de los mortales.
Alguien le dijo en una ocasión si se creía que las órdenes de alejamiento se entregaban acompañadas a una barra de pan cómo algo habitual, insinuando que alguna cosa habría hecho. Evidentemente tenía su parte de culpa pero ella también y sin embargo se había ido de rositas, a diferencia de Sergio. Para Olga aquel era un precio excesivamente alto a pagar y para nada el merecido o acorde según lo sucedido. Ruth denunció que él la había amenazado, pero eso no era del todo correcto. Él le recriminó que no le permitiera ver crecer a su pequeña y su desesperación llegó al extremo de amenazar con suicidarse junto a su hija. Algo que evidentemente no debió decir, pero que posiblemente cualquier otro hubiera podido decir en su lugar y por supuesto ella lo llevaría a su terreno, afirmando que la había amenazado y con ello hizo fuerza para continuar teniendo la sartén por el mango, cosa que no resultó difícil teniendo en cuenta el panorama actual del sistema judicial.
A medida que Olga profundizaba en muchos de estos casos descubría tristemente, que no solo se daban comprando una barra de pan, sino que además iban con lazo incluido y envueltas para regalo, servidas a diario en este país. Porque hasta que no se vive en primera persona no se quiere ver cuál es la verdadera realidad. Entonces algunos empiezan a abrir los ojos, lamentablemente otorgadas con una asiduidad pasmosa quizá por aquello de que no fueran a equivocarse y este se tratara de un asesino en potencia, en vez de ella una mentirosa manipuladora.
Su experiencia e intuición le decían que una frase sacada de contexto puede llevar a una mala interpretación pero si la unes al resto de frases puede dar a entender muchas otras cosas. Sin duda alguna, no justificaría jamás ningún tipo de maltrato o agresión, viniera de quién viniera. Pero tampoco le parecía que poner a las personas al límite pudiera ser una buena postura, y lo correcto sería escuchar todas las partes antes de permitirse hacer valoraciones gratuitas. Por lo que Olga consiguió conocer las dos caras de la moneda, Sergio le ofreció su versión, pero también tuvo la oportunidad de conocer la de Ruth de su boca y en sus propias palabras y gritos, por el tono de voz que usó.
Sorprendentemente le reconoció que ella también le había dicho cosas muy desagradables a él. Se lo contó a grito pelado y sin un mínimo de respeto ya que, acostumbraba a mostrar su cara más mal educada y desagradable convirtiendo a Olga en el enemigo a batir desde que ellos iniciaran la relación. En esa ocasión se puso de cero a cien en un segundo, confirmando con tal actitud que si era capaz de desvariar así con ella, que no haría con alguien con quién había existido una vida en común y por supuesto una confianza, que entre ambas sin lugar a dudas no había ni existiría jamás. Pero claro, ella sí podía permitirse gritar, amenazar y demás y quedarse tan ancha, faltaría, ese es el poder que habían otorgado a unas cuantas con una mala ley de violencia de género, que presumiblemente era para defender a las víctimas y sin embargo hacían uso continuado de ella quiénes habían encontrado la forma de chantajear vilmente a otros que no pretendían entrar en el juego del cara a cara y de los conflictos que tanto le agradaba a otras. Lamentablemente las cosas estaban así, es más como se suele decir, si deseas realmente conocer a alguien — dale poder — y verás cómo reacciona, posiblemente halles a una persona déspota tras su careta de inocencia. Y eso era en definitiva lo que se había hecho en muchas situaciones, en las que se les licitaba dándoles las armas legales para ejercer su yugo oprimiendo a quiénes en otro instante de sus vidas, habían sido las personas que supuestamente más habían amado y en la que el resultado de esa unión fuera entre otros tener descendencia conjuntamente. Sin embargo llegó el día en que dejaron de ser importantes por lo que ahora decidían apartarlos de aquella forma fulminándolos de un plumazo como si se tratara de simples delincuentes sin más, que les entorpecían sus planes de futuro inmediato.