Las cintas de videovigilancia de la galería comercial de West Town Road de aquel día se ven borrosas y hacen absolutamente imposible la identificación de los chicos que se llevaron a John Dresser, en el caso de que dicha identificación dependiese solamente de las cintas. De hecho, si no hubiera sido por el anorak color mostaza que llevaba Michael Spargo, cabría la posibilidad de que los secuestradores de John hubieran quedado impunes. Pero suficiente gente había visto a los tres chicos, y suficiente gente deseaba presentarse para identificarlos, de modo que las cintas actuaron como una confirmación de sus identidades.

Las cintas muestran a John Dresser alejándose voluntariamente con los chicos, como si los conociera. Cuando se acercan a la salida de la galería comercial, Ian Barker coge a John de la otra mano, y Reggie y él balancean al niño entre ambos, tal vez como promesa de futuros juegos. Mientras caminan, Michael les alcanza con unos brincos infantiles y parece ofrecerle al pequeño algunas de las patatas fritas que ha estado comiendo. Este ofrecimiento de comida a un crío que ha estado esperando ansiosamente su almuerzo parece haber sido lo que mantuvo a John Dresser contento de marcharse con ellos, al menos al principio.

Es interesante señalar que cuando los chicos abandonan Barriers, no lo hacen a través de la salida que les hubiese llevado a Gallows, es decir, por la que les resultaba más familiar. En cambio, eligen una de las salidas menos frecuentadas, como si ya hubieran planeado hacer algo con el niño y desearan permanecer lo menos visibles posible cuando se marcharan con él.

En su tercera entrevista con la Policía, Ian Barker afirma que su intención era sólo «divertirse un poco» con John Dresser, mientras que Michael Spargo dice que él no sabía «lo que los otros dos querían hacer con ese bebé», un término («bebé») que Michael emplea durante las conversaciones mantenidas con la Policía en referencia a John Dresser. Reggie Arnold, por su parte, no hablará de John Dresser hasta su cuarta entrevista. En cambio, intenta despistar haciendo repetidas referencias a Ian Barker y su propia confusión acerca de «para qué quería él a ese crío», queriendo llevar el curso de la conversación hacia sus hermanos, y asegurándole a su madre —quien estuvo presente en todas las entrevistas— que él «no robó nada, nunca, mamá».

Michael Spargo sostiene que él quería devolver al niño a la galería comercial una vez que le llevaron fuera de Barriers. «Yo les dije que podíamos llevarle otra vez dentro, dejarle junto a la puerta o algo así, pero fueron ellos los que no quisieron hacerlo. Les dije que nos meteríamos en problemas por haberlo robado [nótese el uso despersonalizador de “robar”, como si John Dresser fuese algo que hubiesen cogido de una tienda], pero ellos me llamaron gilipollas y me preguntaron si quería delatarlos».

Si esto sucedió realmente es algo que permanece poco claro, ya que ninguno de los otros dos chicos menciona a Michael teniendo dudas sobre lo que hacían. Y, más tarde, prácticamente todos los testigos —que llegaron a ser conocidos colectivamente como los Veinticinco— confirman que vieron a los tres y a John Dresser, y que los tres parecían participar activamente con el pequeño.

Teniendo en cuenta su pasado, parece razonable concluir que Ian Barker fue quien sugirió ver qué ocurriría si balanceaban a John Dresser como lo habían estado haciendo hasta ese momento, pero le dejaban caer, en lugar de permitir que se posara sin ningún daño sobre sus pies. Eso fue lo que hicieron: le soltaron en el momento más elevado del balanceo y lo proyectaron hacia delante a cierta velocidad, con el evidente y esperado efecto de que John comenzara a llorar al golpearse contra el suelo. Esta caída provocó la primera magulladura en el trasero de John y, posiblemente, el primero del, a la postre, extenso deterioro sufrido por su ropa.

Con un niño pequeño claramente angustiado en sus manos, los chicos realizaron su primer intento de calmarle ofreciéndole el panecillo con mermelada que Michael Spargo había cogido de su casa aquella mañana. Sabemos que John lo aceptó, no sólo por el exhaustivo informe del doctor Miles Neff del Ministerio del Interior, sino también por la declaración de un testigo. Fue en este punto cuando los chicos tuvieron su primer encuentro con alguien que no sólo los vio en compañía de John Dresser, sino que también los detuvo para preguntarles qué hacían con él.

Las transcripciones del juicio indican que cuando la Testigo A (los nombres de todos los testigos no serán revelados en este documento para su protección), de setenta años, vio a los chicos, John estaba lo bastante angustiado como para que ella se preocupase: «Les pregunté qué le pasaba al niño —dice ella—, y uno de ellos (creo que fue el gordo [una referencia a Reggie Arnold]) me dijo que se había caído y se había golpeado el trasero. Bueno, lo niños se caen, ¿verdad? No pensé que… Me ofrecí a ayudarlos. Les ofrecí mi pañuelo para que le secaran la cara, porque estaba llorando mucho. Pero entonces el más alto de ellos [refiriéndose a Ian Barker] dijo que era su hermano pequeño y que le llevaban a casa. Les pregunté si estaban muy lejos de casa y me dijeron que no. En Tideburn, dijeron. Bueno, como el niño comenzó a comer el panecillo con mermelada que le ofrecieron, no pensé que habría más problemas».

La mujer continúa declarando que les preguntó a los chicos por qué no estaban en la escuela. Le contestaron que ese día ya no había más clases en su escuela. Esto aparentemente tranquilizó a la Testigo A, quien les dijo que «llevasen al niño a casa entonces», porque «obviamente quería estar con su mamá».

Ella sin duda se sintió más tranquila aún con el creativo uso que hicieron los chicos de Tideburn como su supuesto lugar de residencia. Tideburn era entonces y sigue siendo hoy, un lugar seguro de clase media y clase media alta. Si ellos hubieran mencionado que su casa estaba en Gallows —con todo lo que eso suponía— su preocupación hubiese sido mucho mayor.

Se ha especulado mucho acerca del hecho de que los chicos podrían haber entregado a John Dresser a la Testigo A en ese momento, alegando que le habían encontrado vagando fuera de Barriers. De hecho, mucho se ha dicho ya que los chicos tuvieron más de una oportunidad de entregar a John Dresser a un adulto y seguir su camino. El hecho de que no lo hicieran sugiere que, en algún momento, al menos uno de ellos estaba pensando en un plan a más largo plazo. Eso, o bien que un plan a más largo plazo había sido discutido previamente por los tres. Si este último hubiese sido el caso, también se trata de algo que ninguno de los chicos se ha mostrado nunca dispuesto a revelar.

La Policía recibió la llamada una vez que las cintas del sistema de videovigilancia habían sido visionadas por el jefe de seguridad de Barriers. Sin embargo, para cuando los agentes llegaron para examinar las cintas y organizar la búsqueda, John Dresser se encontraba aproximadamente a dos kilómetros de la galería comercial. Había cruzado dos autovías con intenso tráfico en compañía de Ian Barker, Michael Spargo y Reggie Arnold, y estaba cansado y hambriento. Aparentemente se había caído varias veces más y se había hecho un corte en la mejilla con un trozo levantado de la acera.

Su compañía comenzaba a ser fatigosa, pero aun así los chicos no entregaron a John Dresser a nadie. Según lo declarado por Michael Spargo durante su cuarta entrevista, fue Ian Barker el primero que le propinó una patada al niño cuando se cayó y fue Reggie quien le ayudó a que se levantara y comenzó a arrastrarle. En este punto, John Dresser estaba histérico, pero este hecho parece haber persuadido a las personas con las que se cruzaban a creer más firmemente en la explicación de los chicos de que estaba tratando de llevar a «mi hermano pequeño a casa». El hermano pequeño de cuál de ellos era aparentemente un detalle que se convirtió en algo cambiante, dependiendo exclusivamente de los interlocutores (los Testigos B, C, y D), y aunque que Michael Spargo niega en todas las entrevistas que él haya afirmado alguna vez que John Dresser era su hermano, esta afirmación es refutada por el Testigo E, un empleado de correos que se encontró con los chicos a medio camino de la zona de obras en construcción de Dawkins.

El testimonio del testigo E lo sitúa preguntándoles a los chicos qué le pasaba al pequeño, por qué lloraba de ese modo y qué le había ocurrido en la cara: «Él dijo (el chico que llevaba el anorak amarillo) que era su hermano y que su madre estaba ocupada con su novio en casa y que ellos debían entretener al niño hasta que ella hubiese terminado. Dijeron que se habían alejado demasiado y me preguntaron si podía llevarles a casa en mi furgoneta».

Este fue, tal vez, una petición realmente inspirada. Los chicos seguramente sabían que el Testigo E no sería capaz de acomodarlos a todos en la furgoneta.

El hombre estaba haciendo su ruta, y aunque no hubiese sido así, probablemente no había espacio suficiente dentro del vehículo. Pero el hecho de que formularan tal petición otorgó verosimilitud a su historia. El Testigo E informa que «les dije que, entonces, llevasen al pequeño directamente a casa, porque estaba llorando como nunca había visto», y él tenía tres hijos. Los chicos accedieron a hacerlo.

Es posible que sus intenciones hacia John Dresser, aunque rudimentarias cuando se lo llevaron de la galería comercial, comenzaran a gestarse con la consecutiva serie de exitosas mentiras que fueron capaces de inventar acerca del pequeño, como si la fácil credulidad de los testigos hubiese estimulado el apetito de los chicos para abusar de él. Basta decir que continuaron su camino, logrando que el pequeño caminase dos kilómetros a pesar de sus protestas y sus gritos de «Mamá» y «Papá», que fueron oídos e ignorados por más de una persona.

Michael Spargo afirma que durante este periodo preguntó una y otra vez qué pensaban hacer con John Dresser: «Les dije que no podíamos llevarle a casa con nosotros. Se lo dije. Lo hice». Eso consta en la transcripción de su quinta entrevista. También declara que fue en ese punto cuando él tuvo la idea de dejar a John en la comisaría: «Les dije que podíamos dejarle en la escalera de la entrada o algo así. Podíamos dejarle dentro, junto a la puerta. Dije que su madre y su padre estarían preocupados. Pensarían que le había pasado algo malo».

Ian Barker, dice Michael, afirmó que algo le había ocurrido al niño: «Estúpido gilipollas, claro que ha pasado algo». Y dice que le preguntó a Reg si creía que el niño haría mucho ruido cuando cayera al agua.

¿Estaba Ian pensando en el canal en ese momento? Es posible. Pero la verdad es que los chicos no estaban ni mucho menos cerca del Midlands Trans-Country Canal, y no serían capaces de llevar hasta allí a un exhausto John Dresser a menos que lo cargaran, algo que aparentemente no estaban dispuestos a hacer. Pero si Ian había estado albergando el deseo de infligir alguna clase de daño a John Dresser en los alrededores del canal, ahora sus intenciones se habían visto frustradas y el propio John era la razón.

La compañía de John Dresser comenzaba a volverse cada vez más difícil, y los chicos tomaron la decisión de «perder al niño en algún supermercado», según Michael Spargo, porque todo el asunto se había vuelto «terriblemente aburrido». Sin embargo, no había ningún supermercado cerca y los chicos decidieron buscar uno. Fue mientras iban de camino que Ian, según declararon Michael y Reggie en entrevistas separadas con la Policía, señaló que en una tienda podrían ser vistos e incluso identificados por las cámaras de seguridad. Añadió que él conocía un lugar mucho más seguro. Les llevó a la obra en construcción de Dawkins.

El lugar en sí había sido una gran idea que fracasó por falta de fondos. Proyectada originalmente como tres modernos bloques de oficinas dentro de «un encantador entorno similar a un parque, con árboles, jardines, senderos y abundantes asientos al aire libre», la obra tenía por objeto inyectar dinero en la comunidad circundante a fin de estimular una economía vacilante. Pero una gestión deficiente por parte del contratista provocó que los trabajos de construcción se paralizaran antes de que se hubiese completado la primera torre.

El día en que Ian Barker llevó a sus compañeros a ese sitio, las obras llevaban abandonadas diecinueve meses. Estaban rodeadas por una valla de tela metálica, pero no era inaccesible. Aunque en la valla había carteles advirtiendo que el lugar estaba «bajo vigilancia las 24 horas» y que «intrusos y vándalos serán perseguidos con todo el peso de la ley», las constantes incursiones en la propiedad por parte de chicos y adolescentes indicaban todo lo contrario.

Era un lugar muy tentador tanto para jugar como para citas clandestinas. Había docenas de sitios donde esconderse; los montículos de tierra ofrecían rampas de lanzamiento para ciclistas con bicicletas de montaña; tablas, tuberías y caños desechados servían como armas en los juegos de guerra; los pequeños trozos de hormigón sustituían a la perfección a las bombas y las granadas de mano. Si bien se trataba de un lugar dudoso donde «perder al bebé» si la intención de los chicos era que apareciera alguien y se lo llevase a la comisaría más próxima, sí era el lugar perfecto para desplegar el resto de los horrores del día.