Nexo. Negro. Shanghai (China)
—¿Imre? ¿Qué pasa? ¿Tú sabes qué hora es? —Nils estaba francamente extrañado de que su móvil sonara de madrugada—. Sí, he llegado hace un par de horas; claro que ya estaba en la cama —mintió. Por el rabillo del ojo veía a Lena moviéndose por la sala de estar de su apartamento, curioseando sus cuadros, sus libros, su música—. Preferiría no tener que ir ahora, la verdad. ¿No puede esperar la cosa hasta mañana? De verdad que me pillas en mal momento.
Lena se esforzaba por no dar la impresión de estar tratando de enterarse de una conversación privada, pero no podía evitar oír lo que Nils estaba diciendo y, hasta cierto punto, le venía bien que él tuviera algo urgente que hacer precisamente ahora. Habían venido a su casa directamente desde The Bund, se habían secado y ella se había puesto un chándal que él le había prestado.
No se arrepentía en absoluto de estar allí con él, pero cada vez que se miraba las dos manos con las dos piedras, la blanca y la negra, tenía la sensación de que una cuerda tensada a la altura de su garganta la estaba estrangulando lentamente. No quería precipitarse. No quería complicar más las cosas. Y, sobre todo, no tenía nada claro lo que quería, salvo meterse en una cama, cerrar los ojos y olvidarse de todo.
Nils había terminado de hablar y se había quedado mirando por las cristaleras, sin ver, reflexionando.
—¿Tienes que irte? —preguntó ella.
Él asintió con la cabeza.
—No sé qué rayos le pasa ahora a Imre.
—Se habrá puesto nervioso con nuestra conversación.
—¿Imre? ¿Nervioso? —En ese instante pareció darse cuenta de lo que ella acababa de decir y se volvió, sorprendido—. ¿Habéis tenido una conversación?
—Hemos cenado juntos. Lo de…, bueno…, lo que te he contado de Dani ha sido al volver a mi hotel, después de la cena. Quizá quiera hablar contigo sobre algo que se le ha ocurrido ahora, algo realmente importante.
—¿Tan importante que no puede esperar a mañana?
—Vamos, pídeme un taxi y así no pierdes tiempo en llegar.
—Me fastidia tener que dejarte ahora, Lena, pero Imre jamás ha hecho una cosa así. Tengo que ir a ver qué pasa.
—Claro, no te preocupes, lo comprendo.
—Eres una maravilla. —La abrazó con fuerza y empezó de nuevo a besarla.
—Venga, vamos. —Ella se soltó con suavidad—. Si seguimos así…
Él se echó a reír.
—¿Me prometes que mañana seguimos?
Lena le ofreció una sonrisa pícara, se dio la vuelta, metió su ropa y sus cosas en una bolsa de plástico que encontró en la cocina y se quedó de pie junto a la puerta, esperando que él se pusiera los zapatos y recogiera su billetera y el móvil.
—Primero te llevo a tu hotel.
—Estupendo. Me caigo de sueño.