CAPÍTULO 10:

 

No pensaba dejarla escapar. No así. No de una forma tan sencilla. Se colocó su chaqueta sobre su pecho desnudo para conseguir más seguridad. Ella aún llevaba puesta su camisa, sentía su olor en su propio cuerpo, oía sus gemidos de placer y sus manos la notaban moviéndose contra él.

-¿Por qué no? ¿Has visto lo que somos? -dijo, señalando sus ropas sobre el suelo.

Ella pareció vulnerable un instante antes de hablar.

-Eso es sólo deseo…

Si ella quería creer eso, tendría que convencerla de lo contrario.

-No Jane, tú sabes que es más que eso. To y yo siempre somos más…

Ella se había vuelto a girar, y él la abrazó, estrechándola contra su cuerpo.

La mantuvo así un instante antes de rozarle un pezón que le respondió acto seguido. Aspiró el olor de ella colocando su boca sobre el hombro de Jane. Si ella no quería oírle se lo diría con su cuerpo.

-¿Recuerdas aquella vez, Jane?

Sí, la recordaba. Jane supo a qué se refería en cuanto él pronunció su nombre.

-En la cocina de tu casa, durante los fuegos artificiales. -añadió él con su voz hipnotizadora, aunque de sobra sabía que no lo había olvidado, mientras con su lengua jugueteaba con su cuello, y ascendía hasta morderle el lóbulo de la oreja.

-¿Lo recuerdas? -insistió Ilya mientras con una mano la apretaba contra su cuerpo, contra su dura erección, y jugueteaba con su pezón con la otra.

Jane se arqueó entre el recuerdo de unas sensaciones y la realidad de esas.

-Ah, veo que sí… -dijo Ilya descendiendo con su mano hasta la unión entre sus piernas.

Ambos jadearon a la vez cuando dos de sus dedos encontraron su sexo expuesto, apenas tapado con la camisa de él.

Jane se apoyó colocando las manos en sus antebrazos para no caer. Justo donde la quería.

-Tú entraste a recoger unos vasos. -continuó Ilya mientras seguía volviéndola loca con sus dedos, dejándola vacía unas veces, volviendo a penetrarla después.

-Los criados estaban fuera, y yo lo sabía…

-Ah… -Jane se sentía casi estallar mientras su mente conjuraba aquella cocina, el desorden, el sonido de los fuegos artificiales en el exterior, y el calor en el interior.

-Deseaba tanto estar dentro de ti…-Ilya pronunció esas palabras arqueando con su mano el trasero de Jane, haciendo que rozase toda su erección a lo largo, ella desnuda, él aún con los pantalones, ambos ya muertos de placer. La sintió contraerse contra sus dedos.

-Y estabas allí, tan bonita, con ese calor tan espantoso, toda sudada…

Jane sintió que sus dedos abandonaba su interior para colocarse en sus caderas. Ilya la colocó de forma que sus manos se apoyaran en el alféizar de la ventana y su cuerpo se arquease para él.

-Puedo aliviar tu calor, te murmuré yo… -le mordió la oreja.

-Tú te giraste y me sonreíste. ¿Cómo?, preguntaste, siempre tan diligente…

Volvió con ambas manos a apretar sus pechos, a acariciar su pezones.

-Y entonces te coloqué contra esa mesa.

-Ah, ah.

Jane le notó descender con su boca por su espalda mientras su manos bajaban hasta sus caderas.

Luego le colocó de nuevo las manos sobre el alféizar, aunque ella no recordaba haberlas movido, y se las agarró con una de las suyas.

-Levanté tu falda y bajé mis pantalones.

Jane notó el pene ya desnudo de él junto a su cadera.

-Jane, ¿recuerdas lo que dije antes de entrar dentro de ti?

-Que querías todo mi calor sólo para ti… Así aliviarías el mío… -se oyó ella susurrar.

-Si Jane, pero dije algo más… -la penetró con un dedo de su mano libre.

“Te amo un millón de veces más de lo que vas a sentir, Jane”

Ella no lo dijo, pero Ilya supo que lo recordaba. Sin esperar más la penetró con una fuerte embestida desde atrás.

-Aún es verdad.

Le oyó Jane pronunciar, con todos sus sentidos saturados de él, su mente con aquellas palabras, con los recuerdos, y su cuerpo con una de sus manos en su interior, conteniendo sus movimientos desde delante, obligándola a moverse a su ritmo, la otra en sus pezones, cambiando instintivamente de uno a otro, y su boca lamiéndole el cuello, mordisqueándola, mientras la penetraba una y otra vez, trazando círculos de placer sobre su punto más sensible, llenándola en toda su amplitud.

-Me diste tanto placer Jane… -murmuró con una sonrisa él, y el primer rayo la atravesó.

“Aún es verdad”.

Recordó. Y el resto de la tormenta la recorrió, desde el punto donde se unían, en grandes explosiones que la surcaban entera, con enormes olas que barrían todo lo que no fuese deleite a su paso.

Entonces él se retiró una vez más, la acercó con sus manos en las caderas de ella, y de una última embestida la hizo arder, para quemarse con ella él también, sin soltarla hasta percibir hasta el último rescoldo de placer.

Estaba llorando. Ilya quería morirse mientras la veía vestirse con su ropa, no ya con su camisa, de espaldas a él. Y no sabía qué más hacer. Sabía que hasta Jane se había dado cuenta del momento que acababan de compartir. A él desde luego nunca le había ocurrido antes. Pero no sabía cómo detenerla. Cómo retenerla.

Jane, por su parte, se sentía completamente fuera de sí. La forma en que habían hecho el amor, y las palabras de él…

¿La amaba? ¿Y por qué no se lo decía de una forma directa? En realidad él nunca se le había declarado de forma clara. Y ella se sentía demasiado perdida. Tenía que salir de allí.

-Me voy. -dijo, volviéndose a mirarle desde la puerta. -Se ha acabado esta… conversación.

Y verle allí tan guapo, tan vulnerable, casi la hizo desfallecer. Le amaba y eso no era suficiente. Una vez más.

-No te vayas, Jane.

De nuevo aquella súplica que le devolvía la esperanza. Ilya le mantuvo la mirada antes de hacer algo inaudito. ¡Se puso de rodillas!

-Jane… -le oyó aclararse la garganta de emoción mientras las lágrimas le emborronaban la preciosa vista de la humildad de él.

-Si alguna vez me quisiste, demuéstramelo. Yo todavía te amo, siempre te he amado y siempre te amaré. Olvida el pasado. Ámame. Vive. Conmigo. Cásate conmigo…

Jane se limpió las lágrimas para guardar ese recuerdo de felicidad toda su vida.

-No puedo soportar perderte otra vez… -añadió Ilya ante su silencio.

Y en ese momento ella lo comprendió. Le amaba, nunca había dejado de amarle. Todos esos años de sufrimiento, ese día, todo les había llevado a ese lugar, a lo que eran ahora. A lo que serían a partir de ese instante. A lo que tenían. Un amor maduro, serio, real.

-Te amo. -dijo recorriendo la distancia que le separaba de él. De Ilya, de su corazón.

Él se levantó para cogerla entre sus brazos.

-Jane. Por fin.