CAPÍTULO 6:

 

Ilya la había besado, pero este beso de reconocimiento no había tenido nada que ver con aquel otro. La primera vez que se besaron fue como si se estuviesen ahogando y la boca del otro fuese su única forma de respirar.

Ella no tenía experiencia. Ilya fue dejando que se acostumbrase a sus labios poco a poco, le fue dando margen para ensayar. Soltó una mano de su espalda, de donde aún la tenía, abrazándola a su cuerpo, para tocarle la cara, el pelo, para girarla y acceder a su boca desde otro ángulo.

Y entonces Jane gimió y él le introdujo su lengua en la boca.

Jane le sentía por todas partes, su mente alejada de su corazón, todo puro sentimiento. Ilya le mostraba todas las posibilidades mientras con sus manos la amoldaba a sus deseos. Dándole un placer que nunca habría podido imaginar.

-Jane, di mi nombre otra vez.

Ella ya no recordaba haberlo hecho.

-Ilya…

Le sintió más que le oyó gemir de placer.

Y de repente se encontraba bajo él, en la cama.

Ilya se apartó un poco para mirarla.

-No temas, no ocurrirá nada, es sólo que necesito…

A ella, la necesitaba. Lo que ella le hacía sentir. Un futuro lleno de posibilidades.

Volvió a besarla, pero esta vez de forma más suave, mientras con sus manos le acariciaba el cuello, sus senos en donde el corpiño lo permitía, su cintura.

Luego él volvió a alzar la vista.

-Te deseo Jane…

Pero entonces un saludo en el Hall les devolvió a la realidad. Ella se levantó asustada, pero Ilya la tranquilizó.

-No pasa nada mi amor. Es sólo mi abuela. Sólo mi abuela…

Y Jane supo que habría un antes y un después de ese momento, pues al mirarle él contenía la emoción por primera vez desde que le conoció.

 

En el presente.

 

Habían vuelto a sentarse, cada uno en un sofá, frente al fuego, como si el recuerdo de lo que les unía les mantuviese clavados en aquel momento, a aquella habitación.

Ilya la miró a la cara hasta lograr que ella cruzara sus ojos castaños con los de él.

-¿Lo recuerdas Jane? ¿Recuerdas cómo éramos? En la cama…

Jane se estremeció, y ambos supieron que era de deseo.

-Y fuera de ella… -añadió Ilya anhelando tocarla, pero todavía resistiéndose a hacerlo.

Después de aquel primer beso todo volvió a la normalidad entre ellos. Todo normal, pero distinto.

El secreto que compartían hacía que cada vez que bailaban ella notase cada fibra de su piel, en cada lugar en el que él la tocaba.

Cuando hablaban, ya fuese directamente o en el grupo, la corriente que existía entre ellos se aferraba más y más a sus corazones. Jane podía sentirlo, y estaba segura de que él también. Aunque más tarde comprendió que por aquel entonces Ilya ya había empezado a cambiar.

Tras la muerte de su padre, el Ducado de Allerdale recayó sobre él, y ella notaba que había dejado de ser el joven de veinticinco años alegre y extrovertido que había sido. Ya no era un joven sin preocupaciones como su propio hermano, pero aún así centraba toda su atención en ella.

Jane por su parte, y pese a la insistencia de sus padres, dejó de frivolizar con el resto de pretendientes, y aunque era amable no les permitía ir más allá.

Una noche, en un baile al que asistían al menos trescientas personas, Jane no pudo soportarlo más.

-Llévame fuera, Ilya.

Casi sintió satisfacción al verle perder el paso, pero las mariposas de su estómago se lo impidieron.

-No, Jane.

Él siguió danzando con ella en sus brazos, y ella bajó la cabeza, mordiéndose el labio. ¿Ya no la deseaba?

-Jane, no lo entiendes… No tengo nada que ofrecerte… -Cuando Ilya habló parecía enfadado con ella. Le miró a los ojos cargados de frustración.

-No me importa… -le dijo. Y era cierto.

Con su fortuna ella podía elegir a quien quisiese. Y le quería a él. No tenía ninguna duda sobre eso.

-Llévame fuera… -volvió a insistir.

Habían ido con su hermano y con Lady Ariadne, pero ninguno de los dos estaba muy preocupado cuando estaban juntos. Sabían que Ilya la protegería. De todo menos de sí mismo.

Volvió a mirarla, con aquellos ojos castaños fijos en él, suplicándole, con su peinado perfecto, su vestido verde mar mostrando su cuerpo joven y delicado, y su boca fruncida. Y claudicó.

-Está bien, maldita sea.

Todavía no tenía ni idea de qué hacer para conseguirla en matrimonio, pues sabía que el Marqués de Derby no le aceptaría. Y no quería menos de Jane. La necesitaba como no había necesitado nunca nada. Y mucho se temía que amaba su forma de ser, alegre y directa, por encima de todo lo demás.

Salieron al jardín por uno de los balcones laterales, y algunas parejas se les quedaron mirando. ¡Que la creyesen su prometida! Pronto sería cierto.

Anduvieron un rato en silencio, respirando el fresco del exterior, hasta que él encontró unos setos altos, la cogió por los hombros y la besó.

El hogar. Jane no se había sentido nunca en ningún sitio como con él. Ilya le transmitía paz, y cariño, y un sentimiento de pertenencia que nadie más le hacía sentir.

Y también deseo, miríadas de sensaciones de placer recorriendo su cuerpo.

Ilya la acercó más, necesitaba más de ella. Entre todo el caos que era su vida, Jane era la única seguridad.

Apoyándola contra el seto, en donde no les vieran, la hizo subir su pierna derecha sobre su cadera, provocando que la falda de su vestido y sus enaguas se alzaran. Luego abandonó su jugosa boca para recorrer con su lengua el cuello y el valle entre sus preciosos pechos.

-Tan dulce…

Jane le oía y quería más. Había olvidado todo excepto las emociones que él le hacía sentir. Cuando le recorrió un pezón con la lengua a través del vestido, ella gimió.

-Ilya…

Pensó que él no contestaría, pero Ilya levantó la vista y le sonrió con aquella boca traviesa y los ojos llenos de pasión.

-¿Si?

Ambos se miraron en un impasse sin palabras que lo decía todo. Y entonces él subió con su mano por su muslo sin dejar de mirarle el rostro. Ella no habría apartado la mirada de la suya por nada del mundo.

Aunque un segundo después tuvo que cerrar los ojos cuando él introdujo sus dedos en su interior. Frío y calor, y de nuevo los ojos azules de él.

-Jeanny…

Con su otra mano él la arqueó contra sus dedos, y contra su protuberancia exquisita, que permanecía bajo el pantalón, realizando un movimiento muy certero.

Y ella estalló en mil pedazos, fundiéndose con las estrellas.

Cuando volvieron al salón, mientras se despedían y ella cambiaba de pareja para el siguiente baile, él se llevó sus dedos a la boca, y Jane abrió mucho los ojos. ¡Él no había llevado guantes!

-No volveré a lavarme esta mano… Nunca. -le murmuró sin que su pareja de baile le oyese, antes de desaparecer en dirección a los salones de cartas.

En el presente.

 

Jane no sabía qué le estaba ocurriendo. Tantos recuerdos, e Ilya allí, a su lado…

-Solías llamarme Jeanny… -le dijo, mirándoles tímida, como si tuviese dieciocho años de nuevo.

En los momentos de pasión, recordó él.

Y deseó mostrarle cómo era ahora. Cómo sería.

-Tú me lo prohibiste… -dijo sin darse cuenta de que eso pondría fin al momento de cercanía que estaban viviendo.

-Estabas casado. -le acusó ella, como entonces.

Y volvió la distancia entre ellos.