CAPÍTULO 8:

 

Jane no contestó. Aún percibía en su mente y su cuerpo las palabras de él.

“Una vez te amé.”

Y una pregunta que para ella no había tenido que ser hecha ante la evidencia.

“¿Y tú a mí, Jane? ¿Me amabas?”

Quiso decirle que le había amado con todo su ser, y que de hecho se lo había entregado, pero ahora comprendía que aquel amor juvenil e inocente no tenía nada que ver con lo que sentía en ese instante.

Le amaba ahora, con un amor maduro y tranquilo, con total seguridad, sin miedo ni angustia. Pero no podía decírselo, no todavía. Y ahí estaba de nuevo ese “todavía”.

Ilya vio reflejado en el rostro de ella una miríada de emociones que no supo analizar pero que, tontamente quizá, le dieron esperanza.

Dio los dos pasos que les separaban, como había hecho antes de besarla.

-Has hablado de mis amantes Jane. ¿Y tú? ¿Hubo alguien más dentro de ti?

Jane cayó en la realidad dándole una sonora bofetada.

Y él le agarró la mano y tiró de ella para hacerla chocar con su cuerpo grande. Soltó una carcajada que la llevó de nuevo a la nube de irrealidad de su mente, y que le calentó el cuerpo.

Le miró levantando la vista hacia los ojos de él.

-No me importa Jane, llevo deseándote desde ayer por la mañana, o quizá desde antes… Déjame demostrarte cómo éramos… -añadió en un murmullo, sus ojos fijos en la boca de ella. Y ella le dejó.

Jane sabía que podía negarse, pero no quería. Por un día, un sólo instante, dejaría volver a la joven que había sido. Con Ilya, sólo con él. Ilya debió percibir su rendición, porque la acercó más a él.

-Jane… -le oyó suspirar antes de saborearle los labios, y luego la lengua con su fuerte boca. Y ella le saboreó también siguiéndole en sus rápidos movimientos, tan ansiosa como él.

Para cuando el beso aumentó de intensidad, Ilya ya le había deshecho el peinado, y le tocaba el pelo, acariciándolo con una mano desde la nuca a la espalda, mientras con la otra la pegaba más a su cuerpo. Jane sentía calor, y oía sus propios jadeos y los murmullos de él.

-Quiero verte desnuda… -le decía Ilya, y le pasaba la lengua por el cuello, la clavícula, y el hueco desnudo de su escote.

Y Jane apenas tuvo tiempo de sentir timidez cuando él bajó su vestido por los hombros y atrapó un pezón con su cálida boca. Porque ya no era la joven que había sido, pero a Ilya parecía gustarle su turgencia.

-Jane, tócame.

Tuvo que recordárselo, porque ella había estado tan sumida en el placer que apenas continuaba abrazada a él.

Se arqueó contra Ilya en un gesto que habían compartido en el pasado, y con suma alegría le oyó gemir.

-Ahhh. -murmuraron a la vez cuando él, en venganza por su gesto anterior, hizo chocar sus dos partes más íntimas a través de la ropa.

Era como siempre y distinto, como el libro del que conoces su final, pero con el que disfrutas leyendo como la primera vez, porque te gustó… Como un fruto floreciendo al final de la primavera, predecible pero bello y distinto cada vez. Nuevo.

Jane se dejó arrastrar junto a la lumbre y comenzaron a desnudarse, despacio, ella demorándose en sus hombros y su cuello, en su espalda y su abdomen, tocándole con sus dedos suaves, él lamiendo cada parte de ella que quedaba al descubierto, oyéndola gemir de deseo y anticipación.

Era hermosa. La apartó un instante para observarla. Sus ojos aún más oscuros observándole a su vez. Diez años eran demasiados.

Jane se dio cuenta de que no hablaban, su conversación había quedado aparcada, dejando paso al lenguaje de sus cuerpos. Y el de Ilya había cambiado en algunas cosas, pero seguía igual en otras.

Y en ese momento la miraba con sus ojos azules cargados de deseo. Por ella. Una sed que calmaría bebiendo de ella. Deseó poder agarrarle de su pelo rubio y atraerle hacia su boca, a su interior, y él pareció comprenderla porque al instante sus pieles se tocaron y estalló el caos.

Se sintió apenas rodar sobre la alfombra mientras Ilya la recorría con la lengua desde su oreja a sus pezones, y notaba la erección de él en su cadera. Luego él le introdujo dos dedos en su interior y alzó los ojos para mirarla.

-Jane. -dijo con voz ronca cargada de deseo y anhelo.

Le vio alzar una ceja con gesto juguetón mientras ella se derretía con el movimiento de sus dedos.

-Me basta con tus manos en mi trasero para penetrarte hasta que muramos de placer, pero…

Ella apretó sus manos en el sitio donde él le decía, y donde al parecer las había colocado de forma apenas consciente.

-¿Dirás mi nombre? -Parecía tan tímido con esa pregunta, estando donde estaban, que Jane casi quiso reírse.

Él pareció percibirlo, porque con otro movimiento de sus dedos la castigó con placer.

-No te rías de mí… -le dijo con una sonrisa, haciendo un pequeño movimiento con su pene erecto junto a la cadera de ella.

Jane se mordió el labio.

-Sí. -dijo apenas consciente de lo que hacían más allá del placer.

Y entonces vio cambiar el color de los ojos de él, de azul cielo a cobalto, notó las manos de Ilya cogiéndola de sus caderas y le sintió entrar en su interior con una embestida deliciosa.

Él se detuvo allí, como si no lo creyese, antes de retroceder y comenzar unos movimientos circulares precisos que la rompían de placer.

Luego Ilya la besó en la boca y pasó su lengua hasta el lóbulo de su oreja.

-Jane… -dijo en apenas un jadeo mientras volvía a penetrarla.

Y Jane lo hizo. Tres cosas a la vez.

-Ilya.

Decir su nombre, morir de placer, y llevarle a él a las estrellas, con todo el universo para ellos, y el fuego de la lumbre a sus pies.