CAPÍTULO 9:

 

Se habían quedado dormidos. Jane alzó la mirada para verle allí, todavía joven, descansando de la intensidad de esos días. Deseó tocarle la cara, el pelo rubio, recorrer su abdomen y despertarle, como había hecho otras veces, en otra vida.

Pero temía que una vez que se hubiese saciado el recuerdo, se cerrarse un círculo, y todo acabase allí.

Le había dicho que quería casarse con ella…

Para luego hablarle de placer y deseo, y Jane no quería conformarse con eso, no podía. Con Ilya no.

10 años antes…

 

Después de aquella noche escondidos tras un seto hubieron más ocasiones. No podían estar separados, y aunque les resultaba difícil, siempre encontraban la manera de tocarse de forma breve.

Ilya la había enseñado a proporcionarle placer, y ella se había sentido muy poderosa teniéndola literalmente en su mano. Habían jugado, pero nunca iban más allá.

Ilya quería creer que porque él era un caballero y Jane una dama, pero en los últimos días en que en su cabeza había planeado ganarse la vida en el ejército y casarse con ella, lo único que los mantenía apartados era el decoro.

Todo parecía tan natural… Iban a casarse, así que no importaba nada más.

Así que aquella tarde que se encontraron en casa de Lady Ariadne no lo pudieron evitar.

Habían llegado, como cada tarde del final de la temporada, antes del té, y por coincidencias del destino coincidieron en la casa a solas. Él no había ido con ninguno de sus amigos y Jane no solía llevar a su acompañante a casa de Lady Woodrow, al fin al cabo la anciana siempre estaba presente, y en muchas ocasiones había más gente. Ella sólo tenía que descender del carruaje y llamar a su puerta.

Y esa tarde le abrió él.

-No está. -fue todo lo que le dijo.

Jane le vio cauteloso, pero eran buenas noticias, ¿no? En cuanto él cerró la puerta a su espalda ella le abrazó.

-Oh Ilya.

Y él no pudo soltarla. Como tantas otras veces. La deseaba, la necesitaba, la amaba, y egoístamente quiso hacerla suya antes de tener unos estúpidos papeles que lo demostrasen.

Cogiéndola por las piernas la alzó para rozarla con su pene ya preparado sobre la falda de su vestido.

-Ha salido de visita, con su mayordomo y su criada…

Le aclaró a Jane, que le devoraba la barbilla y los labios. Con ella en brazos comenzó a subir los escalones, pero no la llevó a la habitación donde dormía desde la muerte de su padre, donde ella le había consolado.

Jane apenas veía el lugar al que se dirigían, absorta de felicidad por tenerle sólo para ella. No podía creer que aquello estuviese ocurriendo. Cuando Ilya la dejó en el suelo y se apartó al fin recorrió el lugar con la mirada.

-¿Dónde estamos? -preguntó.

Y le vio alzar una ceja.

-En el desván.

Le sonrió con aquella mirada azul que la derretía.

Jane le devolvió la sonrisa, pero cuando intentó acercarse a él, Ilya la detuvo.

-Jeanny… tenemos que hablar. -le dijo algo serio.

-¿Hablar? ¡Pero si tenemos todo el día para hablar!

Ilya recordó lo joven que ella era con aquel tono de niñita enfadada.

-No podemos seguir así.

-¿Así? -Jane le miró confundida, e Ilya casi se enfadó. ¿Acaso no sabía qué le estaba haciendo? Probablemente no.

Aquella descarada inocente le había echado a perder para toda la vida. Sólo la deseaba a ella. Y además se había enamorado.

Como acababa de hacer ese descubrimiento hacía bien poco, la cogió suavemente por los hombros.

-Te deseo Jane.

Ella se estremeció y él casi perdió el rumbo de sus pensamientos. La miró a los ojos antes de continuar.

-Te voy a hacer el amor hoy…

Jane sentía latir su corazón tan rápido que temía desmayarse. Tragó saliva.

-Si tu me deseas, claro. -sonrió Ilya algo tímido de repente.

Y ella sólo pudo asentir con la cabeza.

Ilya la observó un segundo para ver si era sincera. Luego añadió las demás palabras.

-Después voy a alistarme en el ejército Jane, y volveré para casarme contigo.

La vio abrir los ojos sorprendida por sus palabras, y la sacudió un poco.

-¿Lo dudabas, Jane? Te amo, y vamos a casarnos. Prometo que te amaré, sobre todas las cosas y sobre todo el mundo. ¿Me esperarás?

La miró con toda la esperanza de quien entrega su corazón. Y ella le sonrió.

-Sí.

Años después ambos recordarían que él no le pidió matrimonio exactamente, y que ella no le había dicho que también le amaba, pero ese día ninguno de los dos se dio cuenta.

Ilya la acercó para besarla y Jane le cogió del pelo. No quería apartarse de él. ¡Ambos se amaban! Y ella no era tan inocente como para no saber que el amor no existía en todos los matrimonios. No le importaba que él fuese pobre, ella tenía dinero más que de sobra, y su padre no se opondría a su matrimonio con un Duque.

En ese momento no le importaba nada más que Ilya, y lo que la estaba haciendo sentir. Se desnudaron deprisa, entre risas y timidez, conscientes apenas del momento transcendental que estaban viviendo.

Cuando Ilya la acercó a su cuerpo y sus pezones rozaron el pecho desnudo de él ambos gimieron.

-Jeanny, eres tan hermosa..

Jane no sintió la timidez que debería. Se sentía muy segura con él.

-Tú también… -le contestó en cambio mientras le recorría la espalda de arriba abajo con una caricia.

-Oh Jane… Esta vez no será un juego…

Le advirtió. Luego preparó un lecho a un lado del revuelto desván, con mantas viejas.

-Ven. Ahora serás mía, y yo tuyo.

De repente todo se había vuelto muy solemne y Jane se asustó. Pero entonces Ilya bromeó.

-Ven, miedica…

-No tengo miedo… -mintió ella a medias.

-Entonces ven. -repitió él, ya sentado con su miembro turgente dispuesto.

Cuando se colocó a su lado, Ilya le sonrió.

-Tócame Jeanny, yo me muero por tocarte a ti…

Y durante un rato ambos reconocieron el cuerpo del otro, el tacto, el olor, el sabor. Luego él la tumbó de espaldas, se colocó en su entrada y la miró a los ojos.

-No lo soporto más…

Y ella tampoco.

Ilya se recostó sobre ella y le dio un beso breve.

-Te va a doler, Jane.

Ella se mordió el labio. ¿Quién habría oído la amenaza o sentido miedo? Aquel era el Dios Apolo, brillante de sudor y muerto de deseo por ella.

Hasta le oyó maldecir cuando la penetró, como si fuese en verdad un Dios capaz de insultar a otro.

Y dolió, pero pronto ella se acostumbró a la cadencia del movimiento y notó cómo al responderle, Ilya gemía, y fue demasiado saber que podía proporcionarle placer.

Cuando él la embistió con otra sacudida ella le recibió e Ilya levantó la mirada para cruzarla con la de ella.

-Mi aventurera Jane. -le sonrió con ternura antes de colocar sus dedos en el punto donde sus cuerpos se unían, como había hecho en otras ocasiones. Y sentirlos dentro junto al movimiento en su interior fue demasiado.

-Ilya.. -murmuró preocupada ante el cúmulo de sensaciones que la invadían.

-¿Humm? -preguntó él mientras le lamía el cuello.

Y ella ya no pudo responder. El orgasmo la hizo explotar y estrellas de placer y calor le recorrieron el cuerpo, de los pies a la nuca. Sólo años después recordó que él se había ido también con su placer, en una estela imposible de detener.

En el presente.

 

Tenerla de nuevo en sus brazos era demasiado. Había sido como la primera vez, pero mil veces mejor.

Tras aquel día todo se había desmoronado, y aunque su padre les había dado su consentimiento, todo se terminó de una forma horrible.

La abrazó para hacerla saber que estaba despierto, y ella le miró con un gesto muy claro que parecía decir, “¿Y ahora, qué?”

-Jane… -le dijo en tono acusador, y ella se apartó de él y se incorporó, sentándose a su lado, mostrándole sus maduros y apetitosos pechos.

La deseaba otra vez…

Pero al parecer ella había recordado de nuevo el pasado.

-¿Por qué rompiste el compromiso? -preguntó Jane encogiéndose para recuperar un poco de serenidad. Le había entregado su cuerpo, pero no su alma. Le habría gustado añadir algo así como “si me amabas”, pero ese era un terreno peligroso, más cuando aún le sentía moverse en su interior.

Le oyó suspirar mientras se colocaba los pantalones y le pasaba a ella su camisa.

Se vistieron en silencio hasta que ella recordó algo de suma importancia.

-¿Y los sirvientes? -al fin y al cabo estaban desnudos en el salón con toda su ropa esparcida.

Él le sonrió, haciéndole ver todavía su juventud, y demostrándole de nuevo cuánto la deseaba.

-No os preocupéis Lady Avery, no nos molestarán…

De nuevo Lady Avery.

Le miró seria.

Él se sentó en una butaca y se mesó el pelo, el que ella había agarrado apenas un poco antes. La miró recorriéndola despacio antes de hablar.

-No temas quedarte embarazada… -dijo de pasada, con cierto tono de dolor.

Jane se tocó el vientre, lleno de él. Ni siquiera lo había pensado. Le miró a los ojos.

-Creo que soy estéril…

Y Jane no pudo evitar acercarse a él y abrazarle…

-No me importa. -Y era cierto. No le importaba estar embarazada, ni que él fuese estéril. Le amaba tanto que sólo quería evitarle ese sufrimiento.

Él la colocó bien entre sus rodillas, y estuvieron así en silencio un rato, asumiendo las palabras de ambos.

-Si hubiéramos tenido un niño… -dijo él al fin, aún con tono de dolor en la voz.

Ella le miró.

-¿Crees que eso lo habría solucionado, Ilya?

Él bajó la mirada, y ella se levantó, notando enseguida el vació de su cuerpo, y de su corazón.

-Dímelo Ilya… -dijo. Y ambos sabían a qué se refería.

-He sido un espía durante todos estos años, en Rusia los últimos seis.

Lo sabía. Jane lo había sabido siempre en cierta forma.

-No confiabas en mí. -le dijo ya sin dolor. Sólo la invadía la pena.

-Ni tú en mí, Jane. -le respondió Ilya constatando un hecho que era cierto.

Ilya la vio acercarse a la ventana, en donde el sol anunciaba ya el atardecer. Luego ella se giró, tan bella como siempre, magnífica como nunca.

-De vuelta al principio. En un punto muerto. -dijo en un murmullo, enfadada.

Y luego le sentenció, volviéndose a mirarle.

-No me casaré contigo.