Aracne, la tejedora de tapices
¿Sabes lo ocurrido a la hija de Idmón, el tintorero? Pobrecilla loca, su orgullo pudo más que su razón, y tuvo la desvergüenza de retar a Atenea. Dicen que las dos tejieron hermosas telas.
Atenea plasmó con hilos de oro y plata a los doce Dioses principales del Olimpo. A Zeus y Hera, amos y señores del mundo; a Poseidón, con su tridente y su hermoso cabello de plata; a la bella Afrodita, con su cinturón que hace perder el sentido a los hombres; a ella misma, la guerrera, con su casco y su lanza; a Artemisa y Apolo, los hermanos gemelos, ella con su arco de caza, él con su carro de oro surcando el cielo; al contrahecho Hefesto, con su fragua y su martillo; a Hermes, el rápido mensajero, con su pies alados y su caduceo; al terrorífico Hades, señor del Inframundo, con su manto negro y sus ojos centelleantes; a Hestia, señora del hogar, con el fuego sagrado en sus manos; y a Ares, dios de la guerra y padre de las Amazonas, con su armadura de oro, su espada, su lanza y su escudo. El tapiz maravilló a quienes lo vieron.
Pero Aracne no fue menos, te lo aseguro. En su obra se recrearon los amores de Zeus con humanas, amores traidores y dolorosos para las pobres mujeres mortales que fueron víctimas de su enorme sed de sexo: Dánae, Europa, Leda, Io, Alcmena, y tantas otras que se haría interminable enumerarlas a todas.
Pero, ¡ay!, ¿cómo se le ocurrió desafiar así a esta diosa? ¿Por qué no pudo contentarse con la admiración de quienes la rodeaban? Su orgullo, grande y desmesurado, fue su perdición.
Atenea se sintió ofendida por lo que narraba el tapiz de Aracne, esa lista infinita de amoríos deshonestos de su padre, y golpeó salvajemente a la muchacha después de destruir tan magnífica obra de arte. Aracne se volvió loca al perder así su mejor obra, de una belleza tan extraordinaria que jamás podría repetirla, y se ahorcó, eso dicen...
Pero la venganza de los dioses puede burlar a la muerte, y así lo hizo Atenea, pues convirtió el cadáver de la bella Aracne en una araña y la condenó a tejer una tela estúpida y monótona por el resto de la eternidad...
Y ahí está aún, tejiendo y tejiendo sin descanso, esperando el fin del mundo para poder descansar.