Prólogo

 

Grecia siempre me ha fascinado, desde que, con catorce años, descubrí la maravillosa historia de la guerra de Troya gracias a Homero. La cantidad de dioses, semidioses, héroes, y monstruos que habitan la mitología, es tan abrumadora y fantástica, que me perdía durante horas y horas estudiándola. Robert Graves se convirtió en mi ídolo cuando descubrí en la biblioteca los dos volúmenes de «Los mitos griegos», y cuando conseguí comprarlos, se convirtieron en un tesoro para mí.

No es extraño, entonces, que de vez en cuando me dedique a plasmar mi propia versión de esas historias, sobre todo porque en todas las leyendas, hay algo que mi vena feminista y femenina echa en falta: la visión de las protagonistas.

Por regla general, en este tipo de leyendas las mujeres siempre son personajes estáticos que lo único que hacen es dejarse llevar por el destino. Poco sabemos de lo que piensan o sienten, pues las leyendas se han limitado a exponer las heroicidades de sus protagonistas masculinos sin importarles demasiado las consortes femeninas. Claro que en una época en que la mujer no era más que un bien, o una moneda de cambio, era lógico que las historias no se centraran en ellas.

Por eso nacieron esta serie de relatos. Porque ellas también eran importantes; porque sus pensamientos y sus decisiones también ayudaron al heroe de turno a llegar a buen puerto. Y porque no todos los héroes son de mi completo agrado.

 

 

D.W. Nichols