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Casa Madre, residencia del Presidente de los Estados Únicos, 23 h

En la gran sala de baile giran unas cincuenta muchachas en doble ejemplar. El juego consiste en adivinar cuáles son hologramas y cuáles son reales. Los candidatos entran uno tras otro, sin haber tenido tiempo de divisar su presa, y disponen de treinta segundos para elegir adecuadamente. No tienen derecho a equivocarse: si abrazan el vacío, han perdido y regresan a su casa. Si cogen a una muchacha real, tienen derecho a consumirla en el primer piso. Y el servicio de prensa le dobla a ella su caché de bailarina. Brenda no tiene suerte; hasta ahora, el hijo del Presidente, los ministros y los periodistas invitados sólo han magreado su holograma.

Le toca a Olivier Nox entrar en la sala de baile. Se detiene ante la gigantesca foto de Boris Vigor, a quien está dedicada la velada. Al Boris que ganaba siempre, pero nunca consumía; desde la muerte de su hija, devolvía su ganancia a la comunidad. Su sucesor en el Ministerio de Energía se inclina ante el cartel cruzado por una franja negra, hace el signo de la Rueda, luego se lanza a la pista.

El vals fúnebre, los cuerpos de mujeres medio desnudas bajo los velos de seda y los juegos de luz me llevan del deseo a la náusea. Ahí estoy, invisible y mirón, fuera de alcance y prisionero, incapaz de mirar hacia otra parte, obligado a presenciarr con mórbida excitación lo que tanto temo ver.

Rodeando cuidadosamente una decena de danzarinas, Olivier Nox se dirige con su aspecto atractivo, sin pizca de vacilación, hacia una de las dos Brendas. ¿La virtual o la buena? Sus manos se cierran sobre la curva de sus caderas y la arrastra hacia la escalera, entre los aplausos del dueño de la casa.

Sujeto al trono por un cinturón de seguridad, flanqueado a la diestra por un soporte nutricional y a la izquierda por una bombona de oxígeno, Oswald Narkos III, Presidente vitalicio de los Estados Únicos, asiste solo al espectáculo. Chocheando desde hace tres años, babea entre su collarín y el tubo del respirador. No sale ya del palacio, pero asegura la perennidad del Estado.

—Está bien que descubras todas estas realidades, Thomas —dice Olivier Nox.

El joven de los ojos verdes ha ofrecido la muchacha al ministro de Seguridad, luego se ha plantado ante el gran espejo de la escalera de donde parte mi campo visual.

—Es tu primera noche alcoholizada, ¿no es cierto? Estoy orgulloso de ti. Da a tu sueño una especial calidad, una vibración que te permite escuchar cosas importantes. Cosas que van a establecerse entre nosotros, en las profundidades de tu inconsciente, vínculos definitivos. Esta vez estás listo, Thomas Drimm. Comienzo la última fase de tu iniciación.

Lanza un suspiro de satisfacción, apartándose de su reflejo para contemplarme mejor.

—Ha sido muy bueno conocerte en carne y hueso, hace un rato. No me has decepcionado. Estás a la altura de todas las esperanzas que deposité en ti desde tu nacimiento. ¿Sabes?, el Mal necesita al Bien para regenerarse, de lo contrario llega el declive, el desencanto, la rutina… Mira ese mundo podrido que nos rodea. Ha perdido todo su interés, es demasiado fácil de gobernar. Me aburre. Se acabó la oposición, la locura, la fe, la generosidad, se acabaron los sueños… Tú vas a enderezarnos todo eso, muchacho, ¿no es cierto?

Apoya su dedo en el espejo, dibuja el contorno de mi rostro en una caricia de vaho.

—Eres el Elegido. Mi Elegido. Thomas, necesitaba un adversario para fortalecerme. Como la energía de Cristo se reactiva ante la amenaza del Anticristo, el Diablo necesita un Antidiablo para estimular su poder. Privadas de las Fuerzas de la Luz, las Potencias de la Noche acaban extinguiéndose… Y sería una lástima.

Saca de su bolsillo un fular negro, bordado de verde, limpia el espejo como para mejorar mi visión.

—Tu destino será apasionante, ¿sabes? El gran dilema de tu vida nunca tendrá fin: debes combatirme, a riesgo de fortalecerme siempre, o, en otro caso, aliarte con el Mal para que el Bien triunfe.

Se recoge los largos cabellos en una coleta.

—Realmente me has tomado por un pardillo, con lo del chip de tu Fiso. Pero era un placer verte mentir tan bien. Un placer muy enriquecedor, para mí.

De pronto, sus rasgos se enturbian y su rostro se recompone alrededor de sus ojos verdes.

—También para mí —precisa la voz de Lily Noctis.

—Para ambos —prosigue la de Olivier Nox.

Incrédulo, miro al hermanastro y la hermanastra tomando, sucesivamente, el uno la apariencia de la otra.

—Hombre y mujer, Yin y Yang —dicen a coro, en un mismo cuerpo que cambia a ojos vista, que pasa en un instante de un sexo a otro—. Comprenderás más tarde que ése es el secreto del verdadero poder.

—De nuestro poder sobre ti, en todo caso —dice ella.

—Pero somos por completo dependientes de ese poder —afirma él.

—Necesitamos que nos ames y nos odies.

—Y seguiremos trabajando, con ese objetivo, tus sueños y tu realidad.

—Hasta muy pronto, pues, querido Thomas. Te queda un día para salvar el mundo.