¿Adivinas?
A primera hora dejé mi coche preparado en la puerta con todo el equipaje dentro. También aproveché y dejé dadas instrucciones a Lupe y a Alfred sobre qué hacer con el resto de cosas tanto mías como del niño.
Salimos en silencio, él tras de mí. Al llegar al coche se la quito de la mano y la guardo sobre el asiento trasero, junto a la silla de mi bebé. Aún sigue ahí. De hecho el coche aún huele a él. Ambos quedamos de pie, frente a frente, en silencio.
–Dime qué puedo hacer para que te quedes conmigo.
–Ahora mismo nada, Bely. Lo siento pero ahora mismo solo quiero estar sola, aprender a vivir. Durante casi toda mi vida he estado condicionada por algo, cuidando de alguien, atendiendo responsabilidades que... En fin.
–¿Significa eso que tengo una oportunidad?
–Significa que quiero sanar. Significa que quiero aprender a conocerme.
–¿Qué tengo que hacer para que me dejes estar a tu lado?
Dímelo, pequeña, por favor.
–Ahora mismo...Nada. Por mucho que insistas no puedo creerte, no puedo...Además, esto estaba mal desde el inicio. Lo siento, Bely.
–Dime dónde vas al menos.
–Ni siquiera yo lo sé, vida. No lo sé. Puedo ir a España, Canadá, Boston, Japón, Italia, Francia... El mundo es muy grande.
–Sí, pero yo estoy aquí. –Me abraza por la cintura–. Tu hogar está aquí, pequeña. Junto a mí.
–No, Bely. Mi hogar está donde yo decida que esté.
–Y será a mi lado, Ena.
–Bely...No tiene sentido que insistas, por favor. Entiende que no te creo, que me resulta imposible creer que t...
Asalta mis labios como si fueran su oxígeno, necesitado.
Su ansia es tal que no puedo más que responderle, y me aborrezco por ello. Cada milímetro de mi boca es marcado por él de una forma sobrehumana. Urgente. Me fundo ante su calor.
Poco a poco la arrolladora pasión va dando paso a la dulzura, a la calidez, a la calma... Nuestras frentes se unen mientras no cesa en acariciar mis rojizas mejillas con sus pulgares. Lo quiero, definitivamente lo quiero como una tonta.
–Si me quieres quédate, por favor...
–Porque te quiero es por lo que debo irme.
–Dímelo, por favor.
–Te quiero, Bely Wolf, pero me odias.
–No te odio. Quédate...
–No puedo...No puedo...
–Dime qué debo hacer para convencerte, pequeña.
–Ahora mismo, nada, vida.
–¿Y en el futuro?
–No lo sé... No lo sé...
Respiramos hondo y nos separamos lentamente. Cada centímetro que me alejo de él siento que es algo que se rompe en lo poco que queda entero dentro de mí.
–Quédate conmigo y no te arrepentirás.
–Si me quedo, a la larga serías tú el que se arrepentiría. – Extiendo mi mano derecha–. Buena suerte, señor Wolf.
–Nunca me daré por vencido, Ena Wolf. Tú eres mi mujer.
–Fuí tu esposa, no tu mujer. Recuerda la diferencia.
–La recuerdo perfectamente, pequeña. Eres mi mujer.
Se acerca nuevamente y me besa, pero es una cadena de suaves y tiernos besos. Definitivamente es la despedida.
–Si no te subes de inmediato a este coche te cargaré entre mis brazos, te subiré al dormitorio y te haré entender lo que dicen mis palabras. –Respiro hondo y una lágrima recorre mi mejilla.
–Adiós, Bely.
Al oírme me libera y se aleja, desencajado, alicaído. Como buenamente puedo me subo al coche y enciendo el motor. Él se queda de pie al lado de la puerta, observándome. Trago. Traga.
Por mucho que quiera creerle, por mucho que desee estar bajo su cuerpo sintiendo sus besos y caricias, no puedo. Me siento muerta en vida, y así no puedo estar con nadie. Además, dudo mucho que realmente me quiera. Lo sucedido con el niño, su larga recuperación, su ego...Todo ello le hace ver cosas que no son reales. Bely Wolf nunca me ha querido y nunca me querrá.
Sus nudillos golpean la ventanilla sobresaltándome, sacándome de mi ensimismamiento. El zumbido del motor eléctrico mientras se baja el cristal es lo único que se oye. Al bajar del todo se apoya en el hueco que queda en la puerta, algo agachado y mirándome fijamente.
–Ni se te ocurra acercarte a Dupont, y menos con aquella falda y la camisa con corbata. –Sonrío al oírle.
–No temas; lo haré sin corbata. –Sonríe.
–Lo conseguiré.
–Lo dudo.
–¿Es un reto?
–Cuidado, cariño. La última que te sentiste retado acabaste casado conmigo. –Sonreímos.
–Hasta muy pronto, pequeña.
–Hasta siempre, vida.
Arranco y, mientras me alejo por el camino de gravilla, le veo cada vez más pequeño. Lloro. En cinco días he perdido a los dos hombres de mi vida; mi Topito y Bely, mi marido. Lo que suceda nadie lo sabe, pero a día de hoy solo sé que una nueva vida me espera. Ambos estarán siempre conmigo, uno en el recuerdo y el otro...Quién sabe.
Mientras recorro el corto trayecto hasta la carretera, veo por el retrovisor cómo una sombra va acercándose cada vez más rápido. Debo limpiarme las lágrimas para poder enfocar. No puede ser. ¡¿Bely?! ¿Pero qué...? Sin saber bien cómo me adelanta como un poseso y cruza su coche en el camino, obligándome a frenar a fondo. No entiendo nada.
Como una pantera a punto de cazar. Así es como se acerca, dejándome con la boca seca por la impresión que me provoca. Le miro descolocada, pidiéndole una respuesta silenciosa. Abre mi puerta sin contemplaciones, sacándome a rastras del interior del coche.
–Pero Bely, ¿qué diantres...?
–Calla y escucha, terca mujer. –Boqueo como un pez, conteniendo una respuesta a su actitud–. No lo soporto. No puedo permitir que te vayas de mi lado. Te quiero demasiado como para dejarte ir así. Llámame egoísta, lo sé y me importa una auténtica mierda con tal de retenerte a mi lado.
–¿Q...Qué? Bely...Estoy seg...
–Calla y déjame explicarte algo que hace tiempo debí contarte. –No me queda más opción que asentir–. Como ya sabes, para mi madre no soy más que una cartera andante desde que nací. Incluso fue capaz de tener a la pobre Amy para chantajear al psicólogo que falsificaba los informes. Además me llegó a convencer de que no era suficientemente bueno para mi padre, que por eso no me quería a su lado. Crecí con la certeza de que nadie me quería. Harto de ser una arma arrojadiza me alisté en el ejército. Pensaba que, con un poco de suerte, una bala perdida acabaría conmigo y por fin se acabaría todo, pero tuvo la mala suerte de ser bueno esquivándolas. Ya ves.
–Pues no imaginas cómo me alegro de que fueras bueno esquivándolas –respondo sin pensar. Una sonrisa cruza su rostro al escucharme.
–Lo sé, cariño, y es uno de los muchos motivos por los que te quiero. El caso es que me convertí en un cínico respecto a los sentimientos, por eso me resistí tanto a ti, a lo que sentía.
Al ver mi expresión su gesto duro se suaviza de pronto, perdiendo el rastro de frialdad que normalmente muestra. Sus brazos me tienen aprisionada entre su cuerpo y el coche, haciéndome sentir todo su calor, impregnando mis fosas de su aroma tan característico.
–Sí, pequeña tonta. Te quiero desde hace mucho tiempo.
Y no es agradecimiento, ni estoy confundido ni leches. Créeme, las sensaciones que me produces no me las provoca nadie más.
–No sé tú pero necesito sentarme... Oír a Bely Wolf diciendo te quiero es una experiencia...apabullante, por decirlo de alguna manera.
–Lo tomaré como un cumplido –responde sonriendo mientras me guía hasta unos árboles cercanos.
Tomamos asiento en la fresca hierba. Siento tal cúmulo de emociones que...Madre mía. Sin embargo no quiero hacerme ilusiones.
–¿Cómo sabes que no es sólo agradecimiento? No sé, quizás...
–Agradecimiento siento por Hans. Por ti siento algo que me consume, algo que hace que la sangre me hierva sólo en pensar en poder sentirte bajo mi cuerpo. Tengo necesidad de tenerte a mi lado cuando duermo, de que seas la primera visión cuando despierto y la última al acostarme. Me encanta el modo en que se te arruga la frente cuando dudas, el cómo te me enfrentas sin importarte las ganas que me den de estrangularte... Te quiero. Te quiero, Ena. Entiéndelo. Quiero que seas la madre de mis hijos, que seas mi compañera de vida.
Sé que he sido un cabrón contigo. Lo admito, como también admito que casi desde el principio comencé a sentirme atraído por ti. Primero fue solo deseo, pero luego... Buen Dios...Te convertiste en mi droga. Vicio que por cierto no tengo intención alguna de abandonar durante al menos... ¿una eternidad?
¿Y si es cierto? Siento mi corazón dar saltos en mi pecho por primera vez desde hace días. Me da pánico que esté confundido, porque...
–Respondéme tan solo a una cosa. ¿Cuándo te diste cuenta de que, como tú aseguras, me quieres?
–¿La verdad? –Cruzamos una mirada–. La fatídica noche en que creí que me habías engañado con lo de los tipos con los que habías estado. La noche en que te lastimé. Solo Dios sabe cómo me arrepentí de ello, Ena. Los celos me cegaron. Cuando vi tu cuerpo en Montana...Me sentí una basura.
–¿Siempre has sido tan celoso? –pregunto con cautela.
–¿Bromeas? Eres la única a quien he querido, cariño. El resto fueron simplemente mujeres con las que pasaba unas pocas horas de sexo sin ataduras. Contigo...Contigo fue diferente desde el principio. Ahora bien, la cuestión ahora mismo es... ¿Aceptas a este desgraciado como marido? ¿Me harás el honor de aguantarme pese a mi mal carácter y mis celos? –No me queda más remedio que sonreír en ver la expresión que tiene.
–¿Y qué harás si digo que no? –Automáticamente me rodea con sus brazos, apresándome contra su pecho.
–En ese caso, mi querida señora Wolf, no me quedará más remedio que seguir el sabio consejo de mi padre y secuestrarte hasta que aceptes a este pobre hombre.
–¡Venga ya...! Tú no has sido pobre en toda tu vida, Bely Wolf.
–Hay muchos tipos de pobreza, pequeña mía. Siempre tuve dinero pero fui tremendamente pobre en cariño. Hasta que llegaste tú.
Por primera vez desde hace mucho me siento viva. La certeza de sus sentimientos va ganando peso en mi interior, dándome una sensación de ligereza pese a la tristeza que aún me embarga por lo del niño. Un rayo de esperanza comienza a entibiar el frío que se había adueñado de mí.
–Hasta que llegué yo.
–¿Eso es un sí?
–Es un...Con dos condiciones.
–Dime cuáles y las cumpliré de inmediato.
–Caray, qué solícito. –Respondo con picardía ante su mirada abrasadora–. Muy bien, mi primera condición es... Que te reconcilies con tu padre. Él te quería, Bely. Es verdad que no estaba de acuerdo con muchas de las cosas que hacías, pero...siempre te quiso.
–Eso es muy fácil de cumplir, Ena. –Le miro gratamente sorprendida–. ¿Qué, pensabas que iba a negarme? Lo siento pero me he reformado. Él me ha dado lo más importante de mi vida, cariño, y solo por eso estamos en paz. –Le abrazo en agradecimiento por sus palabras–. ¿Y cuál es la segunda?
–La verdad...Es un poco vergonzoso, pero...Quisiera que nos encerráramos en la casa de Montana durante varios días y no saliéramos por nada.
–Humm...
Automáticamente nos levanta y, tras cargarme al hombro, se dirije a grandes y decididas zancadas hacia su coche.
–Bely, ¡¿se puede saber qué narices haces?!
–Cumplir tus condiciones. Ya te dije que las cumpliría de inmediato, cariño. Ahora mismo nos subiremos al coche e iremos a Montana aunque tenga que conducir todas y cada una de las dos mil millas que nos separan y para ello tenga que inyectarme café directamente en las venas.
–Hum... ¿Y no has pensado que las paradas podrían ser...interesantes?
–¿Interesantes de amenas o interesante de...interesantes?
–Interesantes de tórridas, de románticas, de pasionales, de c... –Me hace callar de una palmada en el trasero.
–Calla o te aviso que no conseguiremos llegar ni a la intersección, maldita bruja.
Río abiertamente ante su entusiasmo. Siento una ligereza en el alma que...Gracias, tío Greg. Al fin entendí tu objetivo.
Fin