El último Gran Mago agoniza, viejísimo y agotado su cuerpo, pero lúcida su mente, poderosa y viva su magia como el primer día, hace milenios.

Acuden a despedirse cientos de seres fantásticos productos de su poder; ángeles y sirenas, licántropos y vampiros, monstruos fabulosos que sollozan sin consuelo junto a su lecho, que es la piel de un unicornio.

El Kraken y la serpiente marina, criaturas preferidas y privilegiadas, lloran silenciosamente, con respeto, sobrecogidas, sin pensar siquiera en chapotear o salpicar.

—Sólo el Hombre no ha venido —señala el anciano, con un gesto de inmenso dolor—, sólo él. Y muere.