6

Le llevó tres días llegar en coche a Lincoln, porque todo el recorrido estaba plagado de peajes de autopista. Para el viaje solo de ida Nueva York-Lincoln, en la empresa de alquiler de coches le habían ofrecido un Pontiac en lugar de un Chevrolet y era tan viejo que parecía a punto de estropearse en cualquier momento, de modo que le dio el viaje. Contrató solo el itinerario de ida, porque después quería recoger la funda de la máquina de escribir llena de dinero que había dejado en el motel de las afueras de Pittsburgh.

Eran las once de la mañana del jueves cuando llegó a la clínica. Pasados cuatro días desde la última vez que estuvo aquí, el deterioro del edificio ya era más evidente. En manos de May y esos dos tipos, se estaba descomponiendo a una velocidad inusitada, y probablemente lo abandonarían definitivamente antes de que llegase el invierno.

En cuanto Parker bajó del coche con la bolsa de viaje, Lennie y Blue salieron al porche y se quedaron allí plantados observándolo. Blue llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo y no tenía muy buen color. Ambos parecían sorprendidos de verlo otra vez por allí.

Parker subió los escalones del porche.

—¿Dónde está May?

Lennie parpadeó.

—No esperábamos verte otra vez por aquí.

—¿Dónde está Stubbs? —preguntó Blue. Su chillona voz perruna sonaba ahora más débil que antes, pero todavía beligerante.

—Primero May —dijo Parker.

—Aquí estoy.

Parker miró detrás de los dos tipos y vio a May en la penumbra, justo detrás de la puerta. Lo miraba fijamente y empuñaba un viejo Colt Peacemaker que sostenía con ambas manos, la derecha la empuñadura y el gatillo, y la izquierda el cañón.

—Si disparas la pistola tal como la estás sosteniendo te quemarás la mano. Y te dislocarás la muñeca.

—No te preocupes por mí —dijo ella—. ¿Qué haces otra vez aquí?

—Dije que volvería.

—¿Dónde está Stubbs?

—Muerto.

—Tú lo has matado.

—Wells lo ha matado. —Se acercó a May, pasando entre los dos hombres, y la pistola osciló en las manos de la mujer. Parecía estar debatiéndose interiormente. Cuando Parker ya estaba casi frente a ella, bajó el arma sin decir palabra y la sostuvo, pesada y ya no amenazante, en la mano derecha.

»Vamos —dijo Parker. Pasó junto a ella y los guio a todos hasta el despacho del médico. Los oía susurrando a sus espaldas, Lennie o Blue le susurraban algo apresuradamente a May y esta emitía sonidos de enojo.

En el despacho, Parker dejó la bolsa de viaje en el suelo, junto a la mesa, y se dio la vuelta. Vio a los tres de pie junto a la puerta, como la otra vez, con May delante. Blue un paso atrás a su derecha y Lennie un paso atrás a su izquierda. Parecían bolos.

—Muy bien —dijo May—. Supongo que todavía tienes esa pistola de aspecto raro. Pero esta vez yo también tengo una. Y no dejes que mi aspecto frágil te engañe. Haz un movimiento raro y te pego un tiro antes de que hayas podido parpadear.

—Sin duda. Voy a sacar un papel del bolsillo.

—Lentamente —le advirtió May.

Parker metió la mano en el bolsillo interior de la americana y sacó la confesión plegada. Cruzó la habitación y se la entregó a May.

Ella no sabía qué hacer con el Peacemaker. No podía desdoblar el papel con el revólver en la mano. Al final, aunque renuente, se lo pasó a Blue.

—No le quites el ojo de encima.

—No te preocupes —dijo Blue.

May leyó la confesión y Blue y Lennie la leyeron también por encima del hombro de ella. Blue olvidándose por completo de vigilar a Parker, que hubiera podido abalanzarse sobre él y quitarle el revólver, pero no tenía ningún sentido hacerlo. Se apoyó contra la mesa y esperó.

May fue la primera en terminar, porque los otros dos leían moviendo los labios. Miró a Parker.

—¿Y cómo sé yo que esto no es falso?

—¿Está firmado con su verdadero nombre, abajo? ¿C. Frederick Wallerbaugh?

—¿Y qué?

—Todo lo que me dijiste fue «Wallerbaugh». No el nombre o cómo firmaba.

—Tiene razón, May —dijo Lennie. Fue una sorpresa oírle hablar. Parker le miró y trató de dilucidar si seguía llevando la misma camiseta del sábado anterior. Los pantalones de pana eran los mismos.

—De acuerdo —aceptó May. Pero quería poner problemas y siempre había un modo de hacerlo—. ¿Y cómo es que escribió esto?

—Yo le había disparado y él quería que llamase a un médico.

—O sea que le obligaste. De modo que quizá todo esto sea mentira.

—¿Con qué fin? —Como la última vez, a Parker le costaba no perder la paciencia. Pero no quería perder los nervios, porque entonces liquidaría a estos tres idiotas y eso podía traerle problemas.

—Así que tenemos que creer que tú no mataste al doctor Adler y a Stubbs.

—¿Por qué iba a matar al doctor Adler y a Stubbs?

—Para que no pudiesen contarle a nadie lo de tu nueva cara.

—¿Y entonces por qué no os maté a vosotros tres la última vez que estuve aquí?

—Tiene razón, May —dijo Lennie. Parker le miró, de nuevo sorprendido. Tal vez resultase que Lennie era el listo del trío.

—Lo que está intentando es liarnos otra vez —dijo May.

—Pero ¿por qué iba a matar al doctor y a Stubbs, y no a nosotros tres? ¿Por qué tendría que liarnos? —preguntó Lennie.

May meneó la cabeza con hostilidad.

—Simplemente no me fío de este tipo.

—Tampoco creo que yo tenga que fiarme de vosotros —dijo Parker—. Me fié del doctor porque tenía dos dedos de frente y porque un amigo mío respondía por él. Pero vosotros sois tres idiotas.

—Cuidado con lo que dices. —El Peacemaker había estado colgando de la mano de Blue, pero ahora levantó el arma y encañonó a Parker.

—Espera, Blue —dijo Lennie—. Si este hombre está intentando ser legal con nosotros, nosotros tenemos que ser legales con él. —En su cara apareció una mueca de concentración, igual que la que ponía Stubbs cuando empezaba a pensar en serio—. Tenéis que admitir que lo que dice tiene sentido. Todo lo que ha estado haciendo ha sido para demostrarnos que él no mató al doctor, cuando para él habría sido mucho más sencillo matarnos a los tres. Si hubiera asesinado al doctor, eso es exactamente lo que hubiese hecho. Y además, May, tú dijiste que no volvería y que eso probaría que era el asesino. Pero después de todo ha regresado.

May pensó en eso, pero no le gustaba la idea porque exculpaba a Parker y ella detestaba a Parker. Finalmente se encogió de hombros, de mala gana.

—Supongo que es así.

Pero Parker quería estar seguro.

—Wells mató a vuestro doctor. ¿Ahora lo tenéis del todo claro?

—Supongo que sí —dijo May. Fruncía el ceño ostensiblemente y miró a Lennie como en busca de ayuda.

—Tenemos que ser legales con este hombre, May. Se ha tomado muchas molestias para demostrar su inocencia.

May negó con la cabeza.

—Será mejor que me devuelvas esa pistola, Blue.

Parker los observó detenidamente, con el ceño fruncido, y finalmente hizo una mueca de disgusto.

—¡Ya os habéis ido de la lengua!

May volvía a tener la pistola y la sostenía con ambas manos, apuntándole con pulso inseguro.

—No podíais esperar —dijo Parker—. Teníais que comportaros como unos jodidos idiotas.

Fue Lennie quien respondió, disculpándose.

—Pensamos que nos habías engañado —dijo—. Lo discutimos y May pensó..., todos pensamos que te habías marchado para matar a Stubbs y que nos habías contado una sarta de cuentos chinos. May pensó..., todos pensamos que no volverías a aparecer por aquí. Así que fui a la ciudad y hablé con un tipo al que conozco. Trabaja para un corredor de apuestas e hizo un par de llamadas, y entonces hablé con otro tío por teléfono...

—¿Con quién?

—No lo sé, un tipo llamado Lowry o algo por el estilo. Y le di tu descripción.

—Actuaste como un salvaje —gritó May.

—No lo suficiente. Si llego a saber que no podía confiar en vosotros, os hubiera reducido a cenizas a los tres.

Lennie, todavía disculpándose, añadió:

—No hubiera sido justo no decírtelo. Después de todas las molestias que te has tomado. No hicimos lo correcto, pero no habría sido justo no confesártelo.

Parker reflexionó. Ahora el daño ya estaba hecho. El sindicato no tenía su fotografía y una descripción general siempre era aplicable a miles de personas, pero ahora ya sabían que tenía un nuevo rostro. Ahora ya sabían que no tenían que buscarle con su fisonomía anterior. Tuvo ganas de arrebatarle el Peacemaker a May y liquidarlos a los tres con ella, pero eso no arreglaría nada.

¿Y entonces cuál era el plan? Podía buscarse otro cirujano plástico y empezar todo de nuevo, pero qué demonios, no estaba dispuesto a pasar otra vez por eso. Uno nunca puede estar seguro, del todo seguro de que ha borrado todas las pistas de su pasado. Todo este montaje, huir e intentar ocultarse del sindicato, había sido un error desde el principio. Tenía su propia vida, su modus operandi, sus planes y sus ritmos. ¿Qué sentido tenía cambiar todo esto? El sindicato podía acabar liquidándolo igual.

Lo que tenía que hacer era asegurarse de que el sindicato se convencía de que debían olvidarse de él. Tenía que machacarlos, tenía que llevarlos hasta una situación en que acabasen deseando tirar la toalla. Y después podría seguir su camino sin preocuparse de buscarse nombres nuevos, caras nuevas o nuevas formas de vida.

Los tres lo miraban con recelo. Finalmente, Lennie dijo:

—¿Qué vas a hacer ahora?

—¿Con vosotros? Olvidaros.

—Lo sentimos, señor Anson —dijo Lennie—. Lo juro.

No valía la pena seguir hablando con ellos. Eran unos simples imbéciles, pero habían hecho todo el daño que podían hacer. Parker pasó entre ellos y salió de la habitación, pero Blue le dijo:

—Te olvidas la bolsa.

Parker se detuvo y giró la cabeza.

—Oh, es verdad. —Volvió a buscarla—. Stubbs me dijo en una ocasión que si alguien intentaba matar al doctor para proteger su nuevo rostro, él le borraría esa nueva cara. A Stubbs lo han matado, así que yo lo he hecho por él.

Recogió la bolsa y la colocó sobre la mesa. Tenía una cremallera que recorría tres de los lados y Parker la abrió completamente. La solapa cayó dejando la bolsa abierta y May y los dos tipos vieron el nuevo rostro que el doctor Adler le había construido a Charles F. Wells.

Seguían con los ojos clavados en la cabeza cuando Parker pasó entre ellos, recorrió el pasillo y salió en busca de su coche. Se detuvo junto al coche para encender un cigarrillo, después se puso al volante y condujo de vuelta a la carretera. Devolvería el vehículo a la empresa que se lo había alquilado. ¿Y después...?

Después, Miami. Tenía que arreglar el problema con el sindicato, pero eso podía esperar. Parker tenía que relajarse un poco, al menos durante algunas semanas. Después ya decidiría qué hacer.

FIN

V.1 julio 2013

Fb2 editado por sagitario