3
Después de desayunar, Parker detuvo el coche ante una cabina telefónica junto a la gasolinera. El tráfico en la 9 era denso en dirección sur por los coches que iban a la costa. Parker marcó el número de Skimm y esperó durante siete timbrazos hasta que se oyó un click y la voz de Skimm dijo:
—¿Qué?
—Son las diez en punto —dijo Parker. Como Skimm tenía una mujer, había estado durmiendo.
—¿Quién llama? ¿Parker?
—Sí.
—Escucha, llamó ese tipo, Lawson. Quiere que le llames a su oficina, estará allí hasta mediodía.
—De acuerdo. Esta tarde pasea a Stubbs por mí, ¿de acuerdo?
—Me iba a ir a la costa con Alma. —Como Parker no dijo nada, Skimm añadió—: De acuerdo, lo haré. Ese tipo es una pesadilla.
—Lo sé —dijo Parker—. Ve allí mientras yo hablo con Lawson.
—Vale, de acuerdo. Haré un poco de café. Alma ya se ha ido a trabajar. Se va a poner hecha una furia cuando se entere de que no vamos a poder ir a la costa.
—Sí. —Parker colgó, enojado, y metió otra moneda en la ranura. Llamó a la oficina de Lawson y una operadora le indicó que tenía que meter otros quince centavos. Cuando le dijo a la secretaria que el señor Flynn quería hablar con el señor Lawson, le pasó de inmediato.
—Señor Flynn, ya he conseguido varias de sus peticiones. Las tres cajas que quería, en buenas condiciones, y un camión.
—Perfecto —dijo Parker.
—El único problema es que el camión ahora mismo está en Carolina del Norte. Es ese del que le hablé. Necesita algunos retoques, pero funcionará. Le cobrarán ochocientos por entregárnoslo allí en Carolina del Norte, sin extras.
—¿Cuántos años tiene?
—Nueve.
Parker hizo una mueca.
—¿Aguantará el traslado hasta aquí?
—De acuerdo con lo que me han dicho —comentó Lawson cubriéndose las espaldas—, sí, debería aguantar bien el viaje.
—Muy bien. ¿Dónde está?
—En Goldsboro. Creo que no está muy lejos de Raleigh.
—Ya lo encontraré. ¿Quién lo vende?
—El garaje Double Ace.
—De acuerdo.
—Con respecto al otro asunto, las tres cajas...
—Las recogeré el martes.
—Bueno —dijo Lawson—, no las tengo yo personalmente, pero le puedo poner en contacto con el hombre que las tiene.
—Dígale que el martes.
—No creo que eso le guste, señor Flynn. Son lo que podríamos llamar un artículo perecedero. No le gusta guardarlas durante demasiado tiempo, ya me entiende usted.
—El martes es lo más pronto que puedo recogerlas.
—Bueno, le diré qué haremos. Le voy a dar su nombre y su teléfono. Así ya lo arregla usted con él.
—Lo arregla usted —le dijo Parker—. Y yo le llamaré a usted el martes.
Colgó, salió de la cabina telefónica y se sumó al tráfico de la 9. Handy estaba sentado en el Dodge verde de Alma en el aparcamiento de la tienda de muebles, justo enfrente de la cafetería. Parker aparcó a su lado y Handy se sentó con Parker en el Ford. Llevaba un lápiz y una libreta.
—¿Qué novedades hay? —preguntó.
—Voy a tener que ir a Carolina del Norte a buscar un camión. Intentaré estar de vuelta el lunes. Mañana saca tú a pasear a Stubbs, ¿lo harás por mí?
—Claro. ¿Skimm se encarga hoy?
—Sí.
—Se supone que mañana por la mañana tiene que sustituirme aquí.
—Lo sé.
—¿Y qué tipo de camión vas a...? ¡Ahí viene! —Señaló con el lápiz hacia la carretera—. ¿Lo ves? El Merc verde con el techo blanco. O son polis o están olfateando algo por su cuenta.
Parker clavó los ojos en el Mercury mientras se alejaba carretera abajo hacia el sur.
—Supongo que son polis. ¿Aparecen cuando hay tráfico denso?
—Exacto. Siempre los dos mismos tipos. —Handy anotó algo en la libreta—. No creo que aparezcan el lunes, pero en realidad da lo mismo. —Volvió a mirar hacia la carretera—. ¿Qué tipo de camión has conseguido?
—No lo sé. Pero me temo que va a ser una birria.
—Con tal de que sea grande.
—Puedes usar el Ford mientras yo estoy fuera. Lo dejaré en casa de Skimm.
Handy asintió.
—Te veré el lunes.
—Si el camión no se me estropea por el camino.
—Si no apareces, yo me haré cargo de Stubbs.
—Perfecto.
Handy regresó a su coche y Parker tomó la carretera en dirección norte hasta Irvington y paró en casa de Skimm. Este se había vestido, pero no afeitado. La barba le crecía descuidada y gris, lo cual le daba un aire de vagabundo borrachín.
—Pasa, estoy preparando café —le dijo.
Skimm volvió a la cocina y Parker llamó al Aeropuerto de Newark. Podía coger un avión a las dos y cincuenta, hacer un transfer en Washington e ir de allí a Raleigh. Desde allí tomaría un autocar hasta Goldsboro. Hizo la reserva y fue a la cocina.
Skimm estaba junto a los fogones, contemplando el abollado cazo de estaño en el que se estaba calentando el agua del café. Había pasado tanto tiempo viviendo a salto de mata que no sabía preparar un café de otra forma que no fuese con un pote abollado. En la mesa había dos pesados tazones de porcelana y cucharillas de acero, pero no había platillos. Junto a uno de los tazones había una botella pequeña de Old Mr. Boston.
—Siéntate —le dijo Skimm—, ya casi está listo.
Parker se sentó a la mesa y encendió un cigarrillo.
—¿Tienes un cenicero?
—Sí, espera un segundo. —Skimm miró a su alrededor y trajo un platito a la mesa—. Aquí tienes.
—Gracias. —Parker tiró la cerilla en el platillo.
Skimm volvió a la cocina y se quedó mirando el pote en el que hervía el agua del café. Volviendo la cabeza, por encima del hombro, dijo:
—El asunto está en marcha, ¿no?
—Sí.
—Parker, supongo que tenías razón. Solo necesitamos tres hombres. Incluso aunque tengamos a ese Stubbs como problema añadido.
—Vigílalo bien esta tarde. Ayer intentó lanzarme un tablón.
Skimm inclinó la cabeza y sonrió.
—Se está poniendo nervioso, ¿no?
—Solo queda una semana —dijo Parker. Y se encogió de hombros—. Hoy me voy al sur. Estaré de vuelta el lunes. Voy a buscar un camión. Acompáñame al aeropuerto y te llevas el coche. Utilízalo cuando vayas a sacar a pasear a Stubbs y después pásaselo a Handy.
—De acuerdo. —Skimm apagó el fuego y sirvió el café en dos tazas. Sacó leche y azúcar para Parker y se echó un chorro de Old Mr. Boston en el café. Y se sentó.
—Así que has conseguido un camión, ¿eh?
Parker asintió.
—¿Uno bueno?
—¿Cómo voy a saberlo hasta que lo vea?
—Tienes razón, claro. —Skimm dio un sorbo a su café e hizo una mueca—. ¿Y dices que tienes que ir a buscarlo al sur?
—A Carolina del Norte.
—Carolina del Norte —repitió Skimm—. Y vas allí en avión, claro.
—No me agobies con preguntas —le cortó Parker.
Skimm parpadeó aceleradamente durante unos segundos y después bajó la mirada hacia el tazón de café. Dio otro sorbo y volvió a hacer una mueca. Tosió y miró a Parker con los ojos entrecerrados. Parker se limitó a permanecer allí sentado fumando y bebiéndose el café, dejando pasar el rato hasta que fuera el momento de ir al aeropuerto.
Al cabo de un rato Skimm tosió de nuevo.
—Parker, ¿te estás empezando a poner nervioso con esto?
Parker dirigió lentamente la mirada hacia él. Su cabeza estaba a miles de kilómetros de allí.
—¿Nervioso con qué?
—Ya sabes. Con el golpe.
—No.
—Me ha parecido... que estabas nervioso.
—Irritado —respondió Parker—. Este trabajo no es fácil» hay demasiadas cosas de las que estar pendiente.
—¿Te refieres a Stubbs?
Parker se encogió de hombros.
—Escucha —le dijo Skimm—. Sé que no te cae bien Alma. A veces es un poco insidiosa, lo sé. Pero es legal, Parker, de verdad que lo es. Tienes que conocerla mejor. Me gustaría que le dieses una oportunidad.
Parker lo miró y arrastrando las palabras le dijo:
—¿Me la estás ofreciendo?
Skimm se quedó perplejo y bajó la mirada a su tazón de café.
—No, no, no quería decir eso, no me refería a nada parecido. Lo único que pretendía era... —Se calló, sin saber muy bien cómo explicarse.
—De acuerdo —dijo Parker. Se acabó el café y se levantó—. Vamos al aeropuerto.
—¿A qué hora sale tu avión?
—A las dos cincuenta.
—Entonces tenemos tiempo.
—Quiero que vayamos ahora.
—Vale, de acuerdo. —Skimm se puso en pie y se acabó el café, bebiéndolo a grandes sorbos. Hizo el gesto de meterse la botella en el bolsillo, pero Parker le dijo:
—Déjala. Vas a conducir.
—De acuerdo, vale.
Salieron a buscar el coche y Parker condujo hasta el aeropuerto. Cuando bajó del coche, dijo:
—Como dejes que Stubbs se escape, te machaco.
—No te preocupes —le tranquilizó Skimm—. No irá a ninguna parte.
Parker se alejó camino de la terminal.