Capítulo 13
Aquello que se ve en los cielos… y no sabemos qué es
Un ovni, aparte de objeto volante no identificado, es, ante todo, algo que vemos volando sobre nuestras cabezas, en los cielos, y no sabemos qué es. Algo que, por muchas vueltas que demos a su definición, no deja de ser del todo inquietante, sobre todo cuando el testigo se topa ante el citado cúmulo de fenómenos.
En los últimos años, no son pocos los avistamientos, y en algún caso incluso incidentes, relacionados con ovnis. Casos que no dejan de sucederse, incluso en la actualidad, con varios testigos directos como protagonistas de los hechos. De modo que decidí viajar a algunas de estas provincias españolas para registrar de primera mano algunos de esos encuentros, la mayoría inéditos, con lo anómalo.
Casos recientes
Sin ir más lejos, el pasado 9 de marzo de 2015, sobre las 17.00 horas, Enrique R. se encontró en las inmediaciones del parque del Pilar, en Ciudad Real, un extraño objeto que no supo identificar. Según su testimonio: «Se trataba de algo que emitía un ligero zumbido y que, durante unos quince minutos, se estuvo desplazando en el cielo de manera lineal hasta, en un momento dado, alcanzar una gran velocidad y desaparecer súbitamente».

Ovni avistado por Enrique R.
Tras visualizar las fotografías que el bueno de Enrique pudo realizar con su teléfono móvil, y pese a la baja calidad de las mismas, puede apreciarse, efectivamente, un objeto cuya morfología nos parece bastante peculiar. Al tratar de explicar el fenómeno, dimos con un curioso modelo de helicóptero, el V-22 Osprey, que se asemejaría en ciertos detalles a lo avistado por Enrique. Pero, en tal caso, eso no explica el brusco cambio de velocidad del objeto y su repentina desaparición. De hecho, con la intención de explicar dicho suceso, me puse en contacto con Daniel V., que trabaja para el Ejército en asuntos relacionados con Guerra Electrónica, y éste no supo identificarlo. De modo que lo dejamos a juicio del lector.
Eso fue en 2015, pero el verano de 2014 dejó huella celeste de que algo sigue flotando en nuestros cielos. De ello da fe Jaime Pérez-Bencetry, quien, estando asomado a su terraza en un céntrico grupo de viviendas de Ciudad Real, observó lo siguiente: «Un haz de luz que, a priori, parecía una estrella fugaz pero cuya trayectoria empezó a resultarme chocante. Hizo un cambio brusco, a lo lejos, virando su trayectoria transversalmente hacia mí, pasando de sur-norte a este-oeste». Y esos movimientos, según Jaime, eran: «Maniobras de insecto, siendo un objeto que surcaba el cielo sin la luz que en principio observé. Siguió volando, planeando, sin producir ruido alguno parecido a un avión, así durante algo más de un minuto».
Pero la cosa no acaba ahí, ya que, poco después: «El objeto se convirtió en tres, volando en formación, pero temporalmente rompiendo dicha formación. Eran como aeroplanos haciendo movimientos raros, imposibles. Nunca había visto algo así». Pero no sólo Jaime los vio. Según él: «Otra persona con la que coincidí una semana atrás me contaba cómo, hace algunos años, había visto exactamente lo mismo que yo, también en Ciudad Real». Pasado un tiempo, ya en 2015 y tras mi constante insistencia al bueno de Jaime, conseguí quedar con esa persona de la que hablaba. Se trataba de Marcos Rico, músico ciudadrealeño que me contó en persona: «Yo no creía en nada de esto, pero en julio de 2007, estábamos varios compañeros sentados en un patio y todos vimos como una decena de objetos con forma de boomerang y luminosidad propia. Volaban muy rápido en formación como en punta de flecha. Iban en dirección este-noreste, mientras cambiaban de alineación en varias ocasiones, todo en cuestión de segundos. Aquello no tenía explicación natural, y vi cosas similares varias veces».

Marcos Rico fue testigo, en Ciudad Real, de extrañas luces que hacían maniobras imposibles.
Pero más increíble resulta lo que pudo ver una joven testigo de singular belleza. Se trataba de Sara Espinosa Gómez, quien, en septiembre de 2012 y desde la ventana de su casa, contempló un extraño objeto «negro, de un metro tanto de ancho como de largo, con forma de flecha provista de dos prolongaciones paralelas, de color amarillentas». Según Sara: «Era una estructura. Pude verlo por la luz que desprendían las farolas. ¡Y aquello lo tuve a menos de dos metros de mí! Dio la vuelta completa y desapareció». Ella lo tiene claro: «Aquello se trataba de un ovni».
Un año antes, en la provincia de Guadalajara, más concretamente sobre las 11.15 horas del 9 de junio de 2011, Sergio Heras se encontraba conduciendo en las cercanías de la localidad de Quer cuando se topó, al mirar al cielo, «con un avión… ¡que no se movía! Era como un avión, pero estaba suspendido y no tenía alas». Cuenta Sergio: «Pensé en un dirigible, pero lo descarté. Accedí por la carretera a una rotonda con la intención de parar el coche para poder observar mejor el objeto y fotografiarlo, y de repente aquello empezó a moverse hasta coger una velocidad asombrosa y desaparecer. Lo curioso es que no hizo ningún tipo de ruido. Nada».
El fenómeno es esquivo
En la alcarreña localidad de Yebra, polémicas nucleares aparte, también registramos un caso de «unas luces blancas, que se paraban, que se desparramaban hacia el suelo y que hacían como regates». Quien nos habló de él era Martín Gómez López, un anciano de entrañable sencillez que también nos relató que estas luces «hacían un ruido agudo, diferente al de los aviones». Y nos lo imitó. Martín sabía perfectamente diferenciar un avión de lo que, muy probablemente, no lo era. «Yo no sé qué era aquello, pero decíamos que ya venían los irnin, ornis o como se dijera aquello», zanjó.
Uno de los que más revuelo levantó en su día tuvo lugar en Cogolludo (Guadalajara) en la madrugada del 28 al 29 de agosto de 1977. Un suceso que recogí junto al investigador local Ángel Arroyo, ya citado anteriormente en este libro, y el compañero Gregorio Duro. Los tres hablamos con Juan José González, que vivió en primera persona lo siguiente: «Estábamos en la plaza un grupo de amigos y uno se acercó a un callejón a orinar y volvió pegando gritos, "¡que había visto una cosa!" Yo salí rápidamente y lo que llegué a ver fue una bola grande y blanca, tipo huevo, elevándose en el cielo. Nos quedamos impresionados».

Martín Gómez López, en Yebra, avistó «los irnin, ornis o como se dijera aquello».
Hasta la Guardia Civil se interesó por el suceso y una pareja quedó apostada toda la noche. Por lo que refiere Juan José, «unas luces de colores» se quedaron fijas en el cielo hasta la madrugada y «no parecía que fueran normales, ya que a veces se movían, otras se quedaban quietas y cuando estaban en el cielo llegamos a distinguir varios colores, rojo, verde y azul». Las luces inquietaron y mucho a los agentes de la benemérita que transmitieron a su brigada «el acojone» que habían pasado. En un momento dado, la luz hizo un movimiento con la supuesta intención de cambiar de sitio, y finalmente desapareció. Las luces parece que se desvanecieron en dirección al Alto Rey, donde en aquella época había una base militar. «Curiosamente, en muchos de los casos registrados de persecuciones de vehículos en la zona de la CM 101, las luces amenazantes desaparecen en esa dirección», explica mi compañero Ángel Arroyo.
Viajamos ahora hasta el bonito pueblo de Vegacervera, en León. Allí fui, en pleno puente de mayo de 2012, como encargado de ciertas labores de coordinación en una excursión de varios días para veinteañeros, en una suerte de casas rurales a las afueras de la mencionada población. El caso es que, cuando disponía de tiempo libre, bajaba al pueblo yo solo en busca de testigos que pudieran contarme historias de esta índole. Es un procedimiento habitual en mí: en cuanto tengo tiempo y estoy cerca de una población, para allá que me voy grabadora (siempre conmigo, pues nunca se sabe) en ristre a la caza de nuevas historias.

América Vélez González avistó extrañas luces en Vegacervera. Y no sólo ella…
En el pueblo, camino de misa, tuve la suerte de toparme con una señora llamada América Vélez González, que ante mis preguntas acabó confesándome: «Hace unos quince años veíamos ciertos focos que no son estrellas, que a ratos estaban quietos, y en otras se movían en los cielos, entre esas dos montañas de allá», me dijo señalando a una zona del pueblo. Luego siguió relatándome: «También se posaba en aquel monte de allá, pero bastante tiempo. Era como la luz de una farola pero más grande». Y América no fue la única testigo de algo insólito en la zona, ya que, según me contó: «Hubo un señor que bajaba de las Cuevas de Valporquero [en Valporquero del Torio, León] cuando se dio cuenta de que una luz, que a priori veía lejana, se le acabó plantando encima del coche, lo cual hizo que el vehículo se le parase. Se quedó paralizado por el miedo. Y a otro señor le pasó lo mismo». Sobre casos de ovnis que acosan a conductores nos extenderemos ampliamente en el siguiente capítulo. Antes de despedirme de América, me confesaba: «Otra persona, Vicente, llegó a enfocar a una de esas cosas con un telescopio y nos dijo que algo se movía dentro de la luz». La señora Vélez, tras un irrefutable «lo siento, llego tarde a misa», me dejó con la palabra en la boca. E hizo bien, porque me quedé sin saber qué más decir.
Leer para creer
Uno de los fenómenos más inquietantes entre los misterios de esta España nuestra es el conocido como caso Laroya. En un precioso pueblo de Almería tuvo lugar, en 1945, una suerte de extraños fuegos que mantuvieron en vilo a toda la población. Hasta allí se desplazaron incluso varios ingenieros para intentar dar respuesta a aquella combustión espontánea de origen desconocido, y acabaron reconociendo: «No hay duda al decir que los hechos acaecidos en la sierra de Filabres [donde tuvo lugar el fenómeno], que motivan este estudio, entran dentro de lo que puede denominarse fenómenos extraordinarios». Así lo recoge el Servicio de Magnetismo y Electricidad Terrestres del Instituto Geológico y Catastral en su informe publicado en 1946 «Los fenómenos de Laroya: Estudio sobre la posibilidad de combustiones espontáneas en la atmosfera», firmado por el ingeniero geógrafo D. José Cubillo Fluiters. Un completo informe que conservo como oro en paño en mi biblioteca.
Pero el caso que nos atañe es realmente complejo, y aunque en septiembre de 2008 visité el lugar junto a mi compañero Ramsés Casado y pude obtener varios testimonios, aún vivos, de aquellos extraños fuegos, lo que aquí nos concierne es aquello que pueda tener alguna vinculación con el asunto ovni. Y resulta que uno de aquellos testigos, Cayetano Domenech, de setenta años, nos contó lo siguiente: «En el mes de agosto [justo cuando se produjeron los fuegos] estábamos siete u ocho zagales jugando a la pelota en la plaza del pueblo, que por aquel entonces era de tierra. El caso es que de madrugada se veían estatuas voladoras, en el aire, cosas muy feas. Se presentaban, daban dos o tres vueltas y se escapaban. Y al momento volvían otras». Nos quedamos, como se dice vulgarmente, flipando. Así de claro. Al preguntar sobre aquello al amable Cayetano, éste nos explicó: «Eran como calaveras de muerto, cubiertas de fuego, en el cielo. Cosas feas. Estábamos acojonados el pueblo y nosotros. Acojonados. Después de aquel mes no se volvió a saber nada de aquello nunca más. Nada». ¿Calaveras de fuego sobrevolando aquel pueblo en agosto de 1945? ¿Qué era aquello?

Cayetano Domenech junto al autor, narrando su avistamiento de calaveras volantes.
Más raro aún si cabe es aquello con lo que se topó alguien a quien llamaremos Sofía, que en Motril (Granada), en octubre del pasado 2015, explicó que veinte años antes, en su Barcelona natal y más concretamente en el bonito pueblo de Vallirana, salió a trabajar de su casa a eso de las 5.40 de la mañana y se percató de lo siguiente: «Había algo muy raro encima de mí, a cierta altura. Tenía varias luces y una forma rara, ni redonda ni ovalada. Estaba con mi perro, que empezó a ladrar sin parar mientras aquella cosa permanecía estática, no se movía. Así estuvo durante diez minutos que a mí me parecieron horas. Al entrar al garaje a por el coche y volver a salir, aquello había desaparecido». Pero la cosa no acaba ahí, ya que según dijo: «No le había contado a nadie mi experiencia y al día siguiente, a la misma hora a la que había visto aquello, las persianas de mi dormitorio empezaron a subir y a bajar solas durante unos cinco minutos. Al día siguiente, la misma situación y a la misma hora. Pasados unos días, escuché una noticia que hablaba de avistamientos sospechosos por aquella zona». ¿Sucesos de tipo poltergeist vividos por quien ha avistado previamente un objeto volante no identificado? Pues aunque suene increíble, es más común de lo que pueda parecer.
Son cientos los testigos de anomalías celestes sin aparente explicación. Nos topamos con estas voces de lo insólito por la calle, en las tiendas, haciendo nuestros quehaceres, sin saberlo. Prueba de ello es lo que me pasó, en noviembre de 2012, junto al investigador y amigo onubense Moisés Garrido Vázquez. Al acompañarle hasta la madrileña estación de Atocha para volver a Huelva tras pasar unos días en Madrid, nos subimos a un taxi y en el breve trayecto se me ocurrió hacer la prueba. Al sacar el tema de los viejos libros sobre estas temáticas, de los que Moisés y yo somos apasionados enfermizos (él posee miles de ellos y servidor tiene al menos medio millar), al señor taxista, de nombre Manuel L., se le ocurrió decirnos que a él también le habían interesado esos temas años atrás. De modo que, ni cortos ni perezosos, le preguntamos si le había ocurrido algo extraño… y esto es lo que nos contó: «Yo tenía diecinueve años, y aquello lo vi, en Moratalaz (Madrid), a eso de las nueve y media de la noche de un día de 1978. Venía de una academia de inglés, iba leyendo por la calle, y escuché el sonido de lo que a priori me pareció una olla exprés. Extrañado, levanté la vista del libro y me encontré con un objeto estático flotando encima de un edificio. Medía como una vivienda y media de uno de aquellos pisos». Impresionados, y al preguntarle por los pormenores de aquel extraño objeto, Manuel nos contó: «Aquello era prismático, alargado, más ancha la parte inferior que la superior, el doble de ancho en la parte inferior. Estaba como dividido por una línea y desprendía unos colores muy brillantes, pero no me dañaban a los ojos». Cuando le pedimos más detalles sobre el objeto, el taxista nos confesó: «Estuvo parado unos quince o veinte minutos hasta que aquello hizo un brusco movimiento a la derecha y salí de allí corriendo, llegando a casa aterrorizado. Nunca lo había contado, solo a mi familia y amigos más cercanos, hasta hoy. Y no tengo duda, se trataba de un objeto volante no identificado, o sea, un ovni».

Manuel L. narró en su taxi a Moisés Garrido y al autor el avistamiento del que fue testigo.
Los buscadores también los han visto…
En este apartado narraré dos casos, uno de alguien que, a raíz de toparse con lo desconocido, empezó a interesarse (y de qué forma…) por la «trastienda» ovni; y otro que, tras algunos años dedicado a la divulgación de estas cuestiones, fue testigo de lo insólito.
El primero de ellos es Andrés Gómez Serrano, tristemente fallecido justo unos días antes de la entrega de este libro, a los ochenta y dos años de edad. Veterano divulgador de temas ufológicos, quien llegó a ser inspector jefe de la Policía Local de Algeciras, se topó con lo extraño cuando hacía la mili en el Regimiento de Infantería Extremadura 15 un 7 de junio de 1949. Estando de voluntario en el campamento de La Almoraima (Cádiz) se encontró con algo que, aún hoy, no sabe explicar. En uno de mis viajes en solitario tras los ovnis, tuve ocasión de visitarle gracias a mi compañero José Antonio Caravaca y me explicó en su casa-museo de Algeciras en septiembre de 2014 lo que le sucedió, haciendo una guardia nocturna él solo y esperando a que llegara un compañero que había ido a por la cena: «Estaba sentado en una gran piedra con el fusil colocado entre las piernas, con una bala en la recámara, cuando vi venir unas luces muy raras a varios metros de mí. Palpitaban, como si tuvieran vida propia y eran como dos focos muy grandes que se desplazaban a pocos metros por encima del suelo. Había un silencio absoluto. El caso es que se juntaron sendos focos y se hicieron uno solo, de un metro de diámetro». Y lo más increíble estaba aún por llegar, ya que según Andrés: «Conforme se fueron acercando a donde yo me encontraba, mi estómago empezó a sentir cierto malestar y noté que mi cuerpo se quedó paralizado. A unos tres metros aquello se paró frente a mí, y veía todo envuelto de un color verdoso. El caso es que, de repente, la piedra empezó a levitar, conmigo encima, a un metro sobre el suelo». Estremecedora, la vivencia de Andrés, que no acababa: «Mi fusil llegó a dispararse, para caer justo después al suelo. Entonces, aquella luz salió disparada hacia arriba hasta desaparecer. Como cuando apagas una televisión analógica, de las antiguas. Y todo volvió a la normalidad, los grillos cantaban, el viento soplaba…». Y la historia tiene guinda ya que, según Andrés: «Entonces me di cuenta de un curioso detalle: que el reloj se me quedó parado, al igual que a un compañero que llegó poco después. También tenía el reloj parado, exactamente a la misma hora a la que se paró el mío: las 23.10».

Andrés Gómez Serrano, en su casa-museo durante la entrevista realizada por el autor.
Dada la descripción de lo avistado por Andrés, no sabría muy bien si catalogar aquel incidente de ovni o de luz popular. Pero lo cierto es que el veterano buscador, a raíz de aquella vivencia, empezó a tener contacto, en unos casos telefónico y en otros incluso personal, con un personaje al que denomina «Señor X» y cuya procedencia, según el bueno de Andrés, era de tipo extraterrestre. Así lo contó Gómez Serrano ante mi grabadora aquella tarde, y lo hacía por vez primera, según me dijo. Se trata, pues, de un caso más de encuentro ovni cercano que marca, de por vida, a la persona que lo ha experimentado. Desde aquí mi sentido homenaje a Andrés, quien probablemente ya conozca lo que de verdad se esconde tras el misterio de misterios.
El otro caso que pretendo narrar es el del veinteañero periodista Jesús Ortega, ya citado en las páginas previas, que el sábado 6 de julio de 2013 se encontró con lo extraño. Fue en una Alerta OVNI que yo mismo coordiné, en la que participaron más de treinta grupos desde diversas partes de la península Ibérica y el resto del planeta, y en la que Jesús lo hizo, con uno de ellos, desde el cerro norte de Cuenca. Lo acontecido fue radiado en directo por «Dimensión Límite» con un dispositivo montado para la ocasión, gracias al cual muchos pudieron escuchar a un excitado Ortega explicando el siguiente fenómeno en directo: «Unas luces que aparecen, desaparecen, cambian de color, se juntan, se funden en una... Lo estamos viendo en el Cerro del Toporro, en Cuenca. ¡Ahora mismo acabamos de ver aparecer dos nuevas luces! ¡Aumentan la intensidad! Estamos impresionados, David».
Interesante, ya que, como decía, lo narrado fue en vivo y en directo, algo que rara vez ocurre tratándose de un programa de radio y, lo más curioso, de todo un divulgador de estas cuestiones con quien, por cierto, he compartido pesquisas. Recuerdo que, en noviembre de 2014, viajamos a Villares del Saz (Cuenca), donde localizamos a Máximo Muñoz, un pastor que, con tan sólo trece años, fue partícipe de un curioso encuentro no sólo con ovnis, sino con sus presuntos tripulantes un primero de julio de 1953. Pero Máximo negó la mayor y no quiso hablar con nosotros. Una pena que, por otro lado, no es de extrañar teniendo en cuenta las palabras de su propio hijo, con quien tuvimos ocasión de hablar y que reconoció lo siguiente: «[Nuestro padre] ni siquiera nos lo ha contado a nosotros, sus propios hijos, entrando en pánico y encerrándose en casa durante días cada vez que oye tan siquiera hablar del tema». Aun así, gentilmente nos indicó dónde tuvo lugar aquel extraño encuentro y pudimos, al menos, tomar algunas fotos. Fue una de esas ocasiones en las que el testigo, marcado brutalmente por su vivencia con esos seres, se niega incluso a recordar el incidente.
Cuando la interpretación se tuerce, para bien o para mal…
Uno de esos casos que me dejaron boquiabierto, no tanto por la casuística en sí sino por las consecuencias que tuvo, lo recogí en Sobarzo (Santander), lugar donde mi compañero Miguel Ángel Ruiz organizó en septiembre de 2013 unas interesantísimas jornadas sobre ufología en las que tuve el honor de participar. El caso es que, tras mi intervención, una mujer de mediana edad, llamada Emi, me comentó en privado que había sido testigo de fenómenos extraños relacionados con ovnis. Tras insistir, conseguí que me lo explicara. Sucedió en el entorno de un pequeño grupo de casas habitadas por humildes ganaderos, en el valle de Cayón (Cantabria), en 1979. Al parecer, una serie de extrañas luces fueron avistadas, realizando extraños movimientos, a media tarde. Los efectuaban en las montañas, a considerables distancias, de entre tres y cuatro kilómetros. Dichas luces subían, bajaban, se agrandaban y se desdoblaban. Los lugareños, por curiosidad, se fueron acercando a tan misteriosas luminarias. Emi recuerda: «Un buen día decidí ir a ver aquello de cerca, pues me considero una persona valiente. A cuatrocientos metros, aquellas luces se nos aproximaban. Iban levitando un metro y medio sobre el suelo emitiendo una especie de constante zumbido. Sentí pánico, una sensación muy desagradable, y nos largamos de allí».
El caso es que los vecinos empezaron a poner en común sus experiencias, y algunos de ellos afirmaron que «había un ser dentro de la bola de luz, con una serie de cacharros». Según Emi, en algunos casos aquellas luces sondeaban los ríos, e incluso persiguieron a algunos vecinos. Hasta que alguien interpretó aquello como una aparición de la Virgen, con lo que: «Aquello se nos llenó de gente que nos destrozó los panojales, los praos… y aquella situación se volvió mediática. Venían personas a rezar, que decían haber visto a la virgen. Empezaron a adorar al monte y estábamos acojonados. El hecho es que cuando empezó a venir tanta gente, aquel fenómeno desapareció, aunque persistió durante meses».
Interesantísimo, a mi juicio. Lo que en un principio era un extraño fenómeno lumínico, con lo que a priori podríamos denominar avistamiento de posibles humanoides, acabó convirtiéndose en todo un asunto mariano. Por tanto, ésta es una de esas ocasiones en las que la interpretación de lo que allí pasó se acabó torciendo, y mucho. O así lo recuerdan aquellos vecinos del valle de Cayón.
Eso no sólo pasa en pequeñas poblaciones españolas, sino también fuera de nuestras fronteras. Otro caso genial me fue narrado en abril de 2014 tras la presentación en Vigo (Galicia) de Hay otros mundos, pero están en este (Cydonia, 2013), una obra coral y benéfica que yo mismo coordiné. Una señora de unos sesenta años, llamada María Teresa del Río, que siendo adolescente residía en Río de Janeiro (Brasil), me contó: «Cuando tenía dieciséis años, en el aeropuerto, avisté un ovni igual al que el contactado George Adamsky describió, el típico platillo volante. Lo vimos muchos, pero como estábamos en plena dictadura, el tema se tapó. Al observar aquello, empecé a estudiar el asunto ingresando en varias fraternidades enfocadas a la investigación del fenómeno y al contacto con supuestos seres extraterrestres». María Teresa pasó unos tres años en cada una de esas fraternidades, «aunque el Ejército no lo consentía», según nuestra protagonista. Lo realmente curioso es que aquellos mensajes presuntamente extraterrestres acabaron, según María Teresa, «convirtiéndose en ayuda social, más concretamente en hospitales terapéuticos, gratuitos y atendiendo enfermedades físicas de personas médicamente desahuciadas por los hospitales convencionales». Una historia realmente bella, digna de admirar, de la que podrían tomar buena nota ciertas agrupaciones o entidades con ánimo de lucro, puesto que muchos promulgan el amor pero pocos predican con el ejemplo, tal y como en su día hizo la gallega Fraternidad Cósmica. A ellos, y su encomiable labor, van dedicadas estas líneas.

María Teresa del Río, quien avistó un ovni y estuvo en contacto con varias fraternidades en Brasil.
Fenómenos que interesan a las altas esferas
Cuando hablamos de ovnis, muchos creen que éstos son avistados por personas sin estudios en zonas remotas y que es un tema de poca importancia o trascendencia. Nada más lejos de la realidad. Yo mismo he entrevistado a personas de formación militar, aeronáutica, policial o académica que dicen haber sido testigos de objetos volantes no identificados, de los que no hablaré en estas páginas por falta de espacio. Y también he recogido informaciones, realmente asombrosas, acerca del interés de la mismísima Casa Real Española sobre el tema desde antes de la democracia. Sin ir más lejos, el investigador y meteorólogo sevillano Julio Marvizón me confesó, en una entrevista realizada en diciembre de 2008, cómo él, J.J. Benítez y Manuel Osuna, entre otros, habían sido invitados a una reunión que debía celebrarse el 19 de noviembre de 1975, convocada por el entonces príncipe, S.M. D. Juan Carlos, para hablar sobre ovnis, más concretamente acerca de si el asunto se debía debatir entre civiles o militares. La reunión no llegó a celebrarse por la muerte de Franco, pero posteriormente sí se celebraron tertulias similares con S.M. D.ª Sofía.
De hecho, de todos los aficionados es sabido que en 1992 se inició, públicamente, el famoso proceso de desclasificación ovni a cargo del Ejército del Aire, que ha sido muy polémico debido a los civiles que participaron en él y a las dudosas explicaciones que contenían la mayoría de los informes. El caso es que el grupo de civiles que ayudó en dicha labor a los militares estaba comandado por el ufólogo valenciano Vicente Juan Ballester Olmos, que, amparándose en el Centro de Estudios Interplanetarios (CEI), hizo y deshizo a sus anchas. Pues bien, en una reciente entrevista que pude realizar en mayo de 2015 a Pedro Redón, presidente del CEI durante años, me confesaba: «Nosotros permitimos, de forma forzada, que Ballester Olmos fuera miembro del CEI [...] El hombre empezó a tomar una línea que no nos gustaba demasiado, y lo hizo amparándose en el CEI. Tomó una serie de polémicas iniciativas sin consultarnos y lo hizo puesto que pensaba que aquello de la desclasificación le iba a dar fama. Lo de aquel precontrato que pretendió hacer con el Ejército del Aire fue el detonante del fin y se le expulsó tras decisión en junta». Un dato que no conocíamos y que da al asunto un nuevo giro interesante.
No sólo la Casa Real o los militares, sino hasta los espías están interesados en los ovnis. Lo sabemos gracias a varios documentos publicados en Ufoleaks: Los documentos secretos del Gobierno español sobre OVNIs, un libro de escasa tirada, prácticamente inencontrable, publicado en 2011 y escrito por Manuel Carballal. Resulta, pues, que en uno de los prólogos de dicho libro, firmado por el periodista experto en servicios secretos Fernando Rueda, éste desvelaba que, según sus propias investigaciones, había dos agentes del CESID que dedicaban parte de su tiempo a documentar y analizar los avistamientos ovni que se producían en España. Es decir, que en el CESID existían una suerte de Mulder y Scully encargados de la investigación de casos ovni. Y no sólo el antiguo CESID está interesado en ellos, sino que, de alguna manera, el actual CNI utiliza la creencia en ovnis para algunos de sus test escritos enfocados a futuros agentes de campo. Sobre lo dicho, encontrará el lector información en el capítulo 25.
Pero ¿qué sucede cuando esas luces pasan de ser simplemente avistadas sobre nuestras cabezas a poner en peligro la propia integridad de los testigos? Pues sucede lo que los testigos narran en el capítulo siguiente…