EPÍLOGO
Un año más tarde...
En la oficina recibió un ramo de tulipanes rojos que granjearon los silbidos y las bromas del resto de sus compañeros. Poco le importaban a ella las bromitas, pese a que hubiera deseado que Alan se encontrase en la oficina para agradecerle el gesto con uno de aquellos homenajes privados que se dedicaban de vez en cuando en el cuarto de baño de la oficina.
Él se había tomado el día libre sin explicarle para qué lo necesitaba, pero lo cierto es que Marny sospechaba que tenía mucho que ver con el hecho de que aquel día celebraban su primer aniversario. Por tanto, estaba deseosa de salir de la oficina y conducir hacia su casa de Queen Anne para observar con sus propios ojos lo que Alan le había preparado.
En el año que llevaban juntos había descubierto muchas cosas. Por ejemplo, que la rebaja en el alquiler de su padre se debió a que éste había apostado contra Alan a que Marny jamás sería ascendida en su empleo. También descubrió que Michael y Diana habían cortado, y que el moratón en el rostro de Michael se debía a que Alan le había propinado un puñetazo tras la enésima llamada telefónica en la que le rogaba que volviera con él. Además, descubrió que para su madre Alan era el yerno perfecto porque en realidad siempre había esperado con impaciencia el día que Marny se lo presentara formalmente como tal.
Al llegar a casa, descubrió con estupor que estaba vacía y sin una mísera nota pegada a la nevera. Sin rastro de Alan por ninguna parte, se sentó en uno de los taburetes de la cocina a esperar con impaciencia. Tenía el regalo de Alan guardado en el bolso y se negaba a creer que él se hubiera olvidado de una fecha tan importante.
—Si esta es una de tus bromitas no tiene gracia —soltó en voz alta, como si alguien pudiera escucharla.
Al colocar las manos sobre la cabeza, descubrió desde su ángulo un tarro de sus galletas favoritas. Supo sin dudarlo que aquel bote no estaba colocado sobre la encimera antes de irse al trabajo, por lo que se arrojó con impaciencia hacia el tarro de galletas para abrirlo.
Alan conocía de sobra su amor por el orden extremo, y aquella señal que habría pasado desapercibida para cualquiera, a ella sin embargo, le resultó sumamente excitante.
Dentro del tarro se encontró una minúscula cajita de terciopelo rojo que le aceleró el corazón. Todavía no habían tratado el tema del matrimonio porque eran conscientes de que lo adecuado era ir poco a poco, pero Marny sabía que de preguntárselo su respuesta sería afirmativa y chillona.
Solo que en vez de un anillo descubrió una minúscula llave. Marny la sostuvo entre los dedos sin saber a qué cerradura pertenecía. Quería que Alan se esmerara, pero se lo estaba poniendo demasiado difícil.
Le dio la vuelta a la cajita de terciopelo y descubrió la letra de una canción grabada con letra minúscula y pulcra. Sabía que pertenecía a Nirvana, un grupo que les encantaba, pero desconocía lo que le quería decir.
With the lights out, it’s less dangerous
Here we are now; entertain us
I feel stupid and contagious
Here we are now, entertain us
A mulatto, an albino
A mosquito, my libido
Se masajeó las sienes en busca de la respuesta correcta.
—Piensa... piensa... —se obligó a sí misma—. Con las luces apagadas... un mulato... un mosquito... ¡Un mosquito!
Saltó del taburete y echó a correr hacia la planta de arriba, subiendo los escalones de tres en tres. Sobre el cabecero de su cama había un cuadro enorme de un mosquito. Alan había mencionado varias veces que detestaba aquella pintura, pero Marny se negaba a deshacerse del cuadro porque le resultaba muy peculiar. Tan peculiar como el humor de Alan.
Descolgó el cuadro de la pared y cogió el sobre pegado a la parte trasera. Dentro del mismo había dos entradas para el Super Bowl y dos billetes de avión para viajar desde Seattle a Arizona. Marny gritó de entusiasmo porque siempre había deseado asistir. Además, aquel año jugaban los Seahawks de Seattle, su ciudad, contra los Patriots de Nueva Inglaterra.
En el sobre había una escueta nota: Tu transporte te está esperando en la puerta de casa. No te preocupes por el equipaje. Te quiero, Alan.
Emocionada, obedeció la nota y salió al exterior. Enmudeció al encontrarse una limusina blanca frente a la puerta de su casa. El chófer la saludó con un asentimiento de cabeza y le abrió la puerta. En el interior del vehículo, sin haberse sobrepuesto de la impresión, encontró una selección de sus dulces favoritos y el vino que había degustado en su primera cita con Alan. Al meter la mano para coger un dulce, encontró una tarjeta con unos números. Ambos se conocían tan bien que Marny supuso que el dígito pertenecía a una emisora de radio.
—¿Puede poner la emisora local de Seattle? —preguntó al conductor.
Marny escuchó emocionada el discurso del locutor de radio.
“Uno de nuestros oyentes quiere dedicar la siguiente canción a su novia Marny. Hoy cumplen su primer aniversario, y desde hace tres años Alan está convencido de que ella es la mujer de su vida. ¿No os parece romántico?”
A continuación, en la emisora sonó su canción favorita. Marny tenía un nudo en la garganta debido a la emoción, por lo que tomó un trago de champagne y cerró los ojos. Al abrirlos, se percató de que había llegado al aeropuerto de Seattle. La puerta se abrió y un sonriente Alan la saludó, recorriéndola con la mirada con una mezcla de deseo y amor que la conmocionó.
—Hola preciosa, feliz aniversario.
Marny saltó del coche para fundirse con él en un abrazo que se transformó en un beso cargado de amor.
—Alan, te quiero tanto...
—Espero que sigas queriéndome cuando te montes en el avión —comentó con suavidad.
Marny sintió el cosquilleo de los nervios en el estómago, pero se esforzó en disimularlo y apretó la mano de Alan. Con mucho tacto, la condujo hacia la zona de embarque mientras trataba de distraerla con temas triviales de conversación que nada tenían que ver con el pánico a las alturas de Marny.
Había viajado pocas veces en avión, pero nunca lo había hecho en primera clase. Los asientos eran extremadamente espaciosos y confortables, y los azafatos de vuelo la agasajaron para hacerle el vuelo liviano, por lo que Marny consiguió relajarse tras el despegue y apoyó la cabeza sobre el hombro de Alan.
—¿Lo has hecho alguna vez en un avión? —la provocó al oído.
—No seas tonto.
Pese a su estudiada indiferencia, Marny no pudo evitar soltar una risilla nerviosa cuando la mano de Alan se deslizó por el muslo femenino hasta encontrar la abertura de la falda.
—Alan...
—Qué guapa estás hoy, Marny... —insistió él con voz melosa.
—Alan...
La mano de él rozó el bolsillo de su falda que contenía aquella llave sin cerradura, por lo que Marny recordó que aún no había descubierto a qué pertenecía. Se giró en su asiento para tener de frente a Alan.
—Un momento; ¿Qué es lo que abre esta llave?
—Pensé que no me lo preguntarías nunca —Alan se puso serio y dijo—: es la llave que abre mi corazón.
Marny soltó tal carcajada que los ojos le lloraron de la risa.
—Dios santo, qué ridículo. Oh... lo siento Alan... pero...
Él puso mala cara.
—Ya... ya...
Marny siguió partida de la risa hasta que se dobló llevándose las manos al estómago. Mientras tanto, Alan la contemplaba con una mezcla de diversión y estupefacción. Finalmente, sus labios se curvaron en una sonrisa que reflejaba la felicidad que compartían desde hacía un año. Con él Marny era auténtica, espontánea y se dejaba llevar.
Cuando ella logró serenarse, Alan le cogió la mano y plantó una rodilla en el suelo ante la mirada curiosa del resto de pasajeros del avión. Marny rodó los ojos hacia el pequeño joyero con cerradura que sacó del bolsillo y que extendió hacia ella.
—He estado reuniendo valor... —intentó disimular su nerviosismo con una sonrisa—. Ábrelo Marny.
Con la llave temblando sobre su mano, Marny la introdujo en la cerradura y abrió la caja. Encontró un anillo de oro blanco que la dejó sin palabras.
—¿Quieres casarte conmigo, Marny?
Sin dudarlo, asintió y permitió que él le colocara el anillo en el dedo anular.
—Por supuesto que sí, Alan.