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El lunes llega al aeropuerto temprano, con las dos horas de antelación necesarias para los vuelos internacionales, encuentra a Fidel en el amplio vestíbulo que la recibe entusiasmado.
–Hola Laura –la saluda con un efusivo abrazo y una amplia sonrisa–, como en los viejos tiempos.
–Buenos días Fidel –responde ella alertada–, sí, como en los viejos tiempos, solo que esta vez es por cuestiones meramente profesionales.
–Sí claro, pero trabajar contigo siempre es un placer –aclara él apreciando la corrección de ella–. Ven, facturemos y te invito a un café mientras me explicas qué es de tu vida.
Se deja guiar por el brazo que él ha encajado en el suyo con suma destreza mientras se pregunta qué significa exactamente el comentario que ha hecho, “como en los viejos tiempos”, ¿tendrá algún otro objetivo además de su colaboración para la promoción de su libro?, ¿se estará creando expectativas personales? Laura duda de su acierto al haber aceptado el encargo, no le gustaría perjudicar la relación que la agencia tiene con uno de sus mejores clientes, pero también tiene claro que si Fidel intenta propasarse no se lo piensa permitir.
Se tranquiliza al ver que él le empieza a comentar anécdotas sucedidas en otras presentaciones, el tiempo que ha pasado en Egipto buscando información para el libro que finalmente emprendió después de su separación. La pone al corriente de las idas y venidas de algunos conocidos comunes, de cómo sus más íntimos lamentaron que la hubiese dejado escapar, e infinidad de críticas como era habitual en él. Fidel sigue siendo cortés y amable, como siempre lo había sido con ella, Laura se relaja y se culpa por haber dudado de sus intenciones, hasta que justo después de abrocharse el cinturón de seguridad, y cuando el avión se pone en movimiento la alarma vuelve a saltar.
–¿Sabes Laura?, no hay un solo día en que no piense en ti, pero sobre todo cuando estoy en la casa de campo, cada vez que miro las hortensias que planté para ti es como si te estuviese viendo allí, es como si te sintiese cerca; cada primavera cuando empiezan a brotar y después a florecer es como si nuestro amor volviese a rebrotar también, me siento feliz. Y después, en otoño, cuando las hojas caen y los tallos quedan desnudos, es como si yo mismo me estuviese deshojando, como si agonizase poco a poco, y entonces me siento muy triste.
–Bueno, eso es muy propio de ti –contestó Laura inquieta, sin saber qué responder mientras recordaba las hortensias que él había plantado para ella en su casa de campo cuando le comentó que le gustaba cultivarlas, y cómo ella lo había entendido como una declaración de amor, haciendo que sus sentimientos hacia él cambiasen también–, lo bueno es que en cada nueva estación el ciclo se vuelve a repetir.
–No seas cruel Laura, no es tu estilo –respondió con cierta amargura–. ¿Tanto daño te hice?
–No Fidel, perdona, tú no me hiciste daño, en todo caso te lo hiciste a ti mismo, yo no dejé que me afectara. ¿Qué quieres que te diga?, ¿que yo también me acuerdo de ti?, ¿que noto tu falta? Lo siento Fidel, no puedo decirlo. Me acuerdo de ti algunas veces, con ternura, con cariño; es un recuerdo dulce, agridulce en todo caso, pero no noto tu falta, no echo de menos tu presencia en mi vida –insistió ella, consciente de que debía dejar claro que no estaba abierta a una reconciliación para evitar crearle falsas expectativas–. Posiblemente me encuentre en el momento más feliz que recuerde, y me siento muy afortunada por ello, aunque eso no impide que valore todo lo bueno que otras personas me han aportado y que me sienta agradecida por ello. Yo te estoy muy agradecida por cada uno de los buenos momentos que pasamos juntos, pero no lamento que lo nuestro se acabase.
–¿Estás con alguien verdad? –Pregunta él con tristeza.
–No te engañes Fidel, una cosa no tiene nada que ver con la otra, efectivamente estoy con alguien; una persona a la que amo con locura y que me corresponde de la misma manera, que me hace sentir plena, que me mira como si fuese la mujer más maravillosa del universo. Pero yo no podría amar de esa manera si no me sintiese bien conmigo misma, y la verdad es que me siento muy bien. El tenerlo a él cerca sólo me hace sentir más plena, me permite seguir creciendo como persona y me halaga como mujer.
–Realmente eres una mujer muy afortunada, y él también lo es –respondió Fidel, y ya no fue capaz de articular palabra hasta que llegaron al aeropuerto de Frankfurt, el primer destino de su gira donde los organizadores habían previsto dos actos promocionales y una cena para ese mismo día.
Cuando llegaron les estaban esperando y él esbozó la mejor de sus sonrisas; pero a ella no la podía engañar, sólo era necesario mirar sus ojos y ver la nostalgia que lo invadía. Aunque su sonrisa, sus palabras y sus gestos amables, aprendidos con la experiencia, consiguieran engañar a las cámaras y los periodistas, ella sabía cual era su verdadero estado de ánimo, y aunque intentaba que no le afectase, realmente se sentía apenada por él. Una vez más consiguió despertar ese sentimiento maternal que siempre le había inspirado, serán unos días difíciles –pensó–, pero no iba a dejar que minara su ánimo. Procuraría hacer bien su trabajo, acabar cuanto antes y retirarse a su habitación para intentar conectarse y chatear un poco con Alex, seguramente le serviría de higiene mental mientras le explicaba cómo había ido su primer día de trabajo en Brasil.
Durante la cena, organizada por la editorial, Fidel bebió un poco más de la cuenta; en un principio, sólo para Laura que lo conocía, su excesiva vehemencia y ademanes denotaban una leve embriaguez, pero conforme avanzaba la noche y su ingesta de alcohol, su estado de ebriedad se hizo más evidente.
–Fidel, deberíamos retirarnos, pidamos que nos lleven al hotel –sugirió ella con dulzura, acercándose a su oído mientras sonreía a la mujer del editor que estaba sentada a su lado y con la que él intentaba flirtear descaradamente.
–Esa es una buena idea –aplaudió él malinterpretando sus intenciones.
Se excusó argumentando que al madrugón de hoy tenían que sumar el del día siguiente, y que si no descansaban no serían capaces de aguantarse derechos y cumplir con la agenda que les esperaba. Quien más lo agradeció fue la editora… o tal vez no, Laura no estaba segura; nunca había entendido esa debilidad de algunas mujeres por ser el centro de atención de los hombres con los que se encontraban. De lo que sí estaba segura es que había conseguido mantener distraído al jefe de prensa, sentado a su izquierda, y con el que había intentado mantener una amena conversación, para que no pudiese apreciar el deplorable estado en que se encontraba Fidel.
Cuando llegaron al hotel lo cogió del brazo y lo ayudó a bajar del taxi, él acepto su ayuda y recostó su cabeza en el hombro de ella mientras la abrazaba por la cintura. Lo que Laura no había previsto es que allí también les estarían esperando algunos periodistas. Cuando Fidel quedó deslumbrado por el primer centelleo de un flash, también lo cegó la ira, levantó un puño amenazador hacia el fotógrafo y empezó a increparlos. Por suerte, el personal del hotel que estaba atento, apareció en su ayuda, apartando a los medios de comunicación y despejando la entrada. Laura hizo acopio de todas sus fuerzas, y sujetando firmemente a Fidel por la cintura, consiguió hacerlo entrar en el vestíbulo y meterlo rápidamente en el ascensor.
–Fidel, eres como un niño, ¿no te das cuenta de que esta escena no te favorece en absoluto? –Le riñó con suavidad, porque tampoco sabía si en el estado de embriaguez en que se encontraba, él era capaz de entender la gravedad de la situación.
–Déjalos que se diviertan, son como buitres, así tendrán algo sobre lo que escribir mañana.
–Vamos Fidel, te ayudaré a meterte en la cama, necesitas descansar, mañana tenemos un día muy intenso y necesitas recuperarte –respondió ella solícita sin querer llevarle la contraria y alterarlo más de lo que ya estaba.
–Sí, a la cama, llévame a la cama, siempre me ha gustado que me lleves a la cama –contestó él con voz pastosa.
–Fidel por favor, no me lo hagas más difícil –le respondió alzando la voz, porque empezaba a perder los nervios, y también a estar preocupada.
Cuando llegaron a la habitación, él se desplomó inerte sobre la cama, Laura consiguió con un gran esfuerzo desvestirlo y taparlo con las sábanas. Se disponía a dejarlo, pensando que se había dormido, cuando le oyó llamarla en un susurro y se acercó nuevamente a él.
–Laura no me dejes, quédate conmigo, por favor… no me dejes solo –su voz sonaba implorante y ella no supo resistirse.
–No te preocupes, no te dejaré solo –se sentó a su lado y él la abrazó como un niño–. No te dejaré solo –volvió a decir mientras acariciaba su cabeza.
Una hora después pudo abandonar finalmente la habitación, cuando comprobó que él dormía profundamente. Conectó el portátil, que se había llevado, con la esperanza de encontrar a Alex al otro lado de la pantalla; pero él no estaba, sólo un mensaje y la imagen divertida de unos muñequitos besándose –Te quiero–, leyó contrariada, enfadándose con Fidel por la escena que había protagonizado y el deplorable estado que la había retenido en su habitación más tiempo del que ella deseara. –Yo también te quiero–, contestó, y se dispuso a dormir resignada.
A la mañana siguiente Fidel se disculpó avergonzado, le prometió que no se volvería a repetir y le dio las gracias por su paciencia. A media mañana, cuando llegaron a Munich y conectó el teléfono se encontró un mensaje de su superior de que lo llamase urgentemente, también tenía otro mensaje de su hijo Oriol aunque éste sólo le pedía que lo llamase cuando le fuese posible.
–David, hola, soy Laura, ¿algún problema?
–Eso deberías decírmelo tú. ¿Se puede saber en qué estabais pensando? –oyó a su jefe con un tono visiblemente alterado y al que ella no estaba acostumbrada.
–No sé de qué me estas hablando David. ¿Qué pasa?
–¿Cómo que qué pasa Laura?, ¿no has leído la prensa?
–No, David, no he leído nada, me fui a dormir muy tarde y me quedé frita en el avión.
–Sí, ya imagino que has tenido una noche un tanto movida –la atajó él–. Pero por el amor de díos Laura, no me importa lo que hagas en tu tiempo libre, pero cuando estás en representación de la agencia deberías ser un poco más discreta.
–Basta David –esta vez fue ella la que contestó airada–, no sé de qué me estás hablando, pero haz el favor de calmarte y explicármelo, igual así consigo enterarme.
–Todos los diarios traen la noticia, todos os vieron entrar en el hotel en una actitud más que cariñosa, lo demás sólo son conjeturas aunque es fácil de imaginar. Algunos diarios han aprovechado para recordar que hace un tiempo Fidel y tú estuvisteis liados.
–David, no te consiento que me hables así –contestó ella visiblemente alterada–, primero, anoche Fidel bebió más de la cuenta y a duras penas conseguí arrastrarlo a su habitación. Segundo, yo nunca he estado liada con él, durante más de un año mantuvimos una relación estable. Además, no te permito que te metas en mi vida privada, si la prensa sensacionalista se dedica a escribir basura no es culpa mía, en todo caso yo soy la victima.
–Disculpa Laura, y tú, ¿cómo estás? –preguntó conciliador, dándose cuenta de que ella se había ofendido.
–Hombre, pues cabreada, después de la nochecita que he tenido que soportar, ahora ya sólo me faltaba esto. Te dejo, tengo otras llamadas que atender de personas a las que esta noticia sí que les debe haber afectado sinceramente –fue consciente de la dureza de sus palabras y se disculpó–. Perdona David, estoy un poco alterada, hablamos en otro momento –añadió suavizando su voz.
Cuando se giró totalmente contrariada, vio a Fidel que le mostraba la primera página de un diario donde aparecía la foto de ellos abrazados; realmente, el ángulo en que había sido tomada dejaba entrever una actitud más que cariñosa. Laura imaginó lo que estarían pensando sus hijos y los llamó para tranquilizarlos explicándoles que había sido sólo un mal entendido y que ya lo hablarían a su vuelta con más calma. No estaba segura de que ellos lo entendiesen, seguramente estarían pensando que su madre se había vuelto loca y que no podía hacerle esto a Alex. Ostras… Alex –pensó y se puso a temblar–. Él no merecía algo así, con un poco de suerte, debido a la diferencia horaria, seguía durmiendo y no se había enterado de nada. Internet tenía cosas buenas y otras no tanto, no importaba la distancia, las noticias llegaban a la velocidad del rayo. No se le ocurría cómo ponerse en contacto con él, pensó en enviarle un correo electrónico y que lo encontrase al abrir su ordenador, pero como no sabía qué explicarle decidió que mejor lo llamaba un poco más tarde y hablaba personalmente con él. Estuvo haciendo conversiones horarias y calculó que en un par de horas él debería estar desayunando.
Después de la rueda de prensa, en la que muchos medios estaban más interesados en indagar en la supuesta relación amorosa del autor y su intérprete, se disculpó con Fidel y le dijo que necesitaba un momento para solucionar un tema personal. Él no le preguntó nada, pero por el cariz de las preguntas que les habían hecho en su última comparecencia, imaginó que a ella todo este malentendido le podía provocar serios problemas.
Laura volvió un poco después sin haberse podido poner en contacto con Alex, le dejó un mensaje en el contestador pidiéndole que la llamase cuando le fuese posible; había intentado ser tranquilizadora en su tono de voz, pero no estaba segura si no habría transmitido que ella misma no se encontraba nada tranquila. Fidel la vio llegar y pudo apreciar en su mirada que ella se encontraba bastante inquieta.
–Lo siento Laura, lamento mucho lo que ha pasado, todo es culpa mía. Lo mejor sería contar la verdad, si quieres en el acto de esta tarde me encargo de desmentirlo todo –le dijo realmente compungido.
–No seas ingenuo Fidel, ¿qué les vas a decir?, ¿que en realidad no era un abrazo cariñoso?, ¿que me abrazabas porque estabas tan borracho que no te podías mantener en pie? –se lo quedó mirando desafiante–. ¿Crees que eso serviría de algo?, en realidad sólo les dará más motivos para seguir escribiendo basura. Es mejor que piensen que tienes un lío amoroso que no que te gusta beber más de la cuenta… Disculpa Fidel, no debería hablarte así, estoy un poco alterada –se disculpó, dándose cuenta de la crudeza y el tono de sus palabras.
–Pero yo no acostumbro a beber Laura, tú lo sabes.
–Sí Fidel, yo sí lo sé, precisamente por eso te afectó tanto, si estuvieses acostumbrado a beber habrías aguantado mucho más. Pero lo sé yo, no ellos, y te aseguro que es mejor para tu carrera que tengas fama de mujeriego que de borrachín.
–Pero yo no quiero perjudicarte Laura, yo… por nada del mundo quisiera hacerte daño –la cogió del brazo para mirarla a los ojos–. ¿Me crees verdad?
–Ya lo sé Fidel, no lo he dudado ni un solo momento. Pero ya sabes como son estas cosas. De todas maneras, a partir de ahora será mejor que midamos nuestros gestos y nos dediquemos a no provocar más comentarios –le dijo dulcemente mientras se desasía de la mano que la sujetaba.
Volvió a llamar a su jefe y le dijo que era mejor no hacer ningún comentario, ni desmintiendo ni afirmando nada, cuando se cansasen o encontrasen un tema mejor, dejarían de hablar de ellos. Le explicó con más calma cómo en la cena Fidel, que no estaba acostumbrado a beber, se había pasado un poco y había empezado a tener un comportamiento poco apropiado, y que ella había decidido llevarlo al hotel antes de que se pudiese poner en evidencia, y también que cuando lo ayudó a salir del taxi intentando que mantuviese el equilibrio, la prensa que estaba esperando empezaron a disparar sus cámaras, y Fidel se había puesto furioso empezando a increparlos.
Su superior estuvo de acuerdo en que era mejor no remover más el tema y dejar que las aguas volviesen a su cauce.
A la hora de la comida recibió la llamada de Alex que no sabía nada aún y estaba un poco alarmado por su breve mensaje.
–Laura cariño, ¿qué pasa? –le preguntó en cuanto ella descolgó el teléfono.
–Alex, no sabes cuánto me alegro de oírte. ¿Has leído algo de prensa? –sondeó con cautela.
–No cielo, me levanté muy temprano y no he tenido tiempo de mirar nada. ¿Pasa algo grave?
–No, grave no, un poco indignante. Seguramente verás en algunos diarios una imagen que no te gustará mucho.
–Y, ¿por qué no debería gustarme? –preguntó él sin entender nada.
–Bueno… es una foto donde el escritor al que estoy acompañando en su gira me está abrazando cariñosamente.
–Estoy seguro de que tiene una explicación. Ya sabes como es la prensa rosa.
–Sí cariño, pero quería que lo supieses por mí y no por la prensa. En realidad le abrazaba yo a él, Fidel estaba tan ebrio que casi no se mantenía en pie, tuve serias dificultades para que no se cayese de bruces en la calle. Hemos decidido que es mejor no desmentir la noticia ya que eso aún levantaría más polémicas. Lo siento cariño, se han dicho muchas tonterías.
–No me importa lo que digan los demás Laura. Lo único que me importa es lo que digas tú, ¿de acuerdo?
–Gracias cielo, me tranquilizas. No quería que pensases algo que no es. Tengo que dejarte, me vuelven a llamar, en media hora tenemos que estar en la otra punta de la ciudad.
–No te preocupes mi amor, hablamos esta noche. Un beso.
Laura dejó escapar un suspiro de alivio, por la noche podrían hablar más tranquilos, y si él tiene alguna duda podrá preguntar todo lo que quiera y ella le responderá con total sinceridad. Alex por su parte entra en su ordenador y consulta la prensa digital. No sólo ve las fotos de lo que se podría considerar un abrazo amoroso, sino que se dedica a leer todo lo que se ha publicado sobre ellos. Como además de la imagen captada por las cámaras, todo lo pasado la noche anterior son meras suposiciones, se han dedicado a desenterrar noticias antiguas, así puede ver otras fotos de varias recogidas de premios y eventos sociales donde Laura y Fidel aparecen sonrientes, y esta vez sí, en actitud francamente cariñosa y sin lugar a dudas.
Todas las noticias son de un par de años antes, Alex se pregunta porqué Laura no le ha comentado que había estado saliendo con el autor al que ahora estaba acompañando, pero aunque siente una punzada de inquietud, no quiere darle más importancia, seguramente tendrá una explicación y ella se la dará más tarde.
Sigue leyendo todas las noticias que encuentra, ampliando su información hacia el escritor que él mismo había leído en alguna ocasión. De esta manera se entera de que su notable éxito en el mundo literario, donde había obtenido bastante reconocimiento, no era extensible a su vida sentimental. Lee las noticias de unos años antes donde se comenta el inicio de su relación, acompañada de una foto a color donde Laura, cogida del brazo de Fidel, luce espectacular embutida en un elegante vestido de noche color burdeos, complementado con un collar de perlas negras y un brazalete a juego.
Hay otras fotos y otras noticias posteriores, las declaraciones de Fidel al ser preguntado por su relación. “Soy un hombre muy afortunado, he encontrado la mujer de mi vida”. Al lado, otra foto de ambos en actitud cariñosa y rostros radiantes. Otra fiesta, otra foto; una entrega de premios, más fotos, más declaraciones “Me siento muy satisfecho de este reconocimiento, soy muy feliz, pero el mérito no es sólo mío, tengo una mujer maravillosa a mi lado que me inspira día a día”. Alex sigue consultando la página Web del escritor, con recortes de las noticias aparecidas en los diferentes medios, poniendo especial atención a noticias y chismes que nunca antes le habían interesado; pero que ahora habían despertado su curiosidad, estaban hablando de alguien a quien él quería mucho y de quien no conocía su vida anterior.
Más declaraciones, más fotos, más noticias, y después… un paréntesis de varios meses sin ninguna publicación, una nueva declaración del escritor acompañada de una foto donde aparecía él solo. “Seguramente es la mujer de mi vida y siempre la amaré, pero hemos decidido acabar con nuestra relación”.
“Siempre la amaré”, “la mujer de mi vida”. Alex lee repetidamente estas frases mientras observa la imagen de Fidel en la que cree entrever un atisbo de tristeza. “La mujer de mi vida, siempre la amaré”. Siente un cierto desasosiego, ¿celos tal vez? No, seguramente no son celos, confía plenamente en Laura… Laura que había omitido que había mantenido una relación con el escritor con el que ahora se encontraba en Alemania.
Seguramente todo tenía una explicación, estaba seguro de que cuando consiguiesen hablar tranquilamente por la noche todo quedaría aclarado; sin embargo, sin poderlo evitar, su imagen le persigue todo el día. Fiestas, fotos; premios, fotos; declaraciones, más fotos. La imagen de la mujer a la que ama abrazada a otro hombre que no era él pero que está a su lado en estos momentos. “Es la mujer de mi vida, siempre la amaré”. ¿La seguiría amando todavía? –se pregunta sin poderlo evitar–, porque ahora estaban juntos, y esa maldita imagen de la noche anterior donde la abrazaba como tiempo atrás. “La mujer de mi vida, siempre la amaré”… –Alex, estás celoso–, se dice a sí mismo, pero aceptar esa realidad no le tranquiliza en absoluto. Durante todo el día soporta esas imágenes en su mente, y las palabras de Fidel que martillean su cerebro sin cesar: “La mujer de mi vida, siempre la amaré”…
Ha decidido dejar que sea ella quien lo llame, porque no quiere importunarla y tampoco que piense que está preocupado; pero sí que lo está, y mucho. Pensar que puede perderla le causa un hondo pesar, y a media tarde, cuando llega al apartamento, conecta el ordenador e inicia su sesión de Messenger, ella no está, pero encuentra a los dos hijos de Laura y a su propia hermana que lo desbordan con preguntas que no sabe responder. Y la frase que parece grabada en su cerebro… “Es la mujer de mi vida, siempre la amaré”… Al final decide desconectarse sin finalizar la sesión por si ella se conecta recibir el aviso de que lo ha hecho. Intenta trabajar un poco, pero no consigue concentrarse, sólo hace que mirar su reloj con intervalos de cinco minutos como máximo; mientras se entretiene haciendo conversiones horarias, mirando implorante el teléfono esperando que éste suene… Hasta que finalmente suena, sacándolo de su ensimismamiento.
–Laura, cariño, ¿cómo estás? –pregunta intentando aparentar un tono neutro.
–Hola cielo, un poco contraria pero intento que no se note. Además, necesito abrazarte, te echo tanto de menos.
–Eso es lo único que necesitaba escuchar –contesta él aliviado.
–Te quiero Alex, te quiero más de lo que nunca he querido a nadie, y me fastidia lo que está pasando. No sabes la rabia que me ha dado cuando he leído la noticia, no sé muy bien qué explicarte para que lo entiendas.
–Cariño, no necesitas explicarme nada, confío en ti. Ahora sólo quiero que acabes pronto tu trabajo y te reúnas conmigo. Tengo tantas ganas de volverte a besar –le contesta, y realmente consigue transmitir su sinceridad.
Cuando acaban de hablar Alex se sienta en la terraza, ahora que ya está más tranquilo puede pensar con claridad, sabe que lo único que realmente importa es que ella le quiere a él. No importa cuantos hombres la hayan amado o la amen todavía, no importa que para otros sea o haya sido la mujer de su vida, lo realmente importante es que ella le ama a él, que le quiere como nunca antes quiso a ningún otro hombre según le acaba de decir. Y él lo cree, lo cree porque necesita creerlo y eso lo hace feliz, tan feliz que consigue apaciguar sus temores irracionales de momentos antes.
Piensa que falta poco más de una semana para volverla a abrazar y ese pensamiento lo hace estremecer. No recuerda haber deseado nunca de esa manera, a pesar de que llevan ya un tiempo juntos y de que sabía que cada noche la encontraría en casa, la convivencia no había mermado un ápice de su deseo ni su necesidad de abrazarla y besarla, el solo olor de su perfume hacía que se sintiese atraído como un imán, que necesitase unir sus labios a los de ella y sentir su calor. Ahora este deseo se había incrementado, el pensar que podía perderla le había hecho concebir un miedo irracional, aumentando si cabe su necesidad de sentirla cerca, de hacerla suya y de entregarse a ella.
Laura se quedó más tranquila después de hablar con Alex, aunque sabía que le debía una explicación prefería dársela cuando lo tuviese delante, cuando le pudiese mirar a los ojos, cuando le pudiese abrazar. Tres días más y se acabaría el martirio, en las últimas presentaciones, los medios de comunicación estaban más interesados en saber si Fidel y ella habían reanudado su relación que en hablar del libro, hábilmente ellos reconducían esas preguntas y contestaban lo que les interesaba para su propósito, que no era otro que vender; vender la historia, vender la imagen del escritor, vender el libro en definitiva.
En realidad toda esta publicidad añadida estaba ayudando a incrementar las ventas, incluso personas que no acostumbraban a leer este género lo estaban comprando, aunque sólo fuese por la morbosidad de saber qué era lo que él escribía y ella había traducido, como si esperasen encontrar su vida amorosa reflejada en las páginas. –En fin, ¿qué le vamos a hacer?–, se dijo Laura resignada. Sabía que tanto en Stuttgart, como en Dresde y en Berlín, volverían a preguntar lo mismo, pero ellos estaban preparados también, y volverían a responder las mismas frases hechas que siempre acompañaban a este tipo de presentaciones. Y el viernes a media tarde volver a casa, despedirse de Fidel y empezar a planificar su viaje.