Capítulo 8
LOGAN no estaba precisamente ansioso de que llegara aquella reunión. Y, en aquella ocasión, no era por su madre, sino por Darcy.
Había hecho lo que ella le había pedido: había telefoneado a su madre tan pronto como había considerado oportuno y había concertado una cita. Por suerte, Margaret parecía estar de un excelente humor y había aceptado sin reparos.
Ojalá él se hubiera sentido igual de bien. Pero después de haberse pasado toda noche despierto, estaba cansado y malhumorado. No había podido dejar de pensar en Darcy y en el modo en que lo afectaba. Lo peor era que no había podido llegar a ninguna conclusión.
No podía culpar solo a su sonrisa. ¡Era absurdo!
Darcy no correspondía al tipo de mujer con el que solía salir: guapa, emocionalmente independiente y con una gran confianza en sí misma.
Solo era hermosa cuando sonreía, lo que no ocurría muy a menudo cuando estaba con él, le faltaba cierta confianza en sí misma y carecía por completo de independencia emocional; ya le había hecho perder otro pañuelo para enjugar sus lágrimas.
Entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en ella?
Cerró los ojos durante unos instantes. Una chica de metro y medio con los ojos grises y el pelo como la cola de un zorro no dejaba de estar presente en su pensamiento. Una chica que le había dado una patada en la espinilla y que lo acusaba continua e injustamente de ser culpable de todos sus males. Y si lo pensaba, su vida personal había sido un auténtico desastre desde que la había conocido.
Estaba seguro de que Karen, quien consideraba que su rutinaria existencia carecía completamente de emoción y espontaneidad, habría opinado que Darcy era bueno para él. Pero estaba equivocada. ¡No se sentía bien con aquellos cambios continuos!
—Estás frunciendo el ceño otra vez, Logan —le dijo su madre, mientras la conducía hasta el hotel donde habría de tener lugar la entrevista.
—Es porque no me gusta verme envuelto en tu compleja vida personal.
Su madre se encogió de hombros.
—Fuiste tú el que concertó esta cita.
—Porque Darcy me lo pidió.
—Ya —murmuró su madre pensativa—. Quizás debería haberte preguntado esto antes pero, ¿conoces bien a la hija de Daniel?
Él la miró con frialdad.
—No —respondió, sin poder evitar que lo asaltara la imagen de Darcy medio desnuda en sus brazos.
Su madre lo miró desconcertada.
— ¿Por qué te has prestado a hacer todo esto?
—Porque no tiene a su padre para que lo haga —respondió él.
Margaret tragó saliva.
—Le he hecho mucho daño a Daniel rompiendo el compromiso.
— ¿Y por qué lo has roto?
— ¿Qué otra opción tenía si tú no querías ayudarme?
Logan apretó el volante.
—No me eches la culpa de todo esto a mí.
—No lo estoy haciendo —dijo ella, tocándole levemente el brazo—. Solo te recuerdo que te dejé bien claro lo que pensaba hacer si la hija de Daniel no nos daba su aprobación.
—Podrías haber hecho lo que siempre haces: seguir adelante y no preocuparte por nadie —dijo él en un tono desagradable.
Su madre lo miró con tristeza.
—Espero que algún día seamos capaces de sentarnos frente a frente y de hablar sobre el pasado como dos adultos —dijo ella y cambió de tema—. Daniel me ha dicho que Darcy es una muchacha equilibrada y amable. ¿Tú qué piensas?
La pregunta lo tomó completamente por sorpresa y se sintió incapaz de dar una respuesta. Pues, realmente, desde su punto de vista, Darcy era temperamental, desequilibrada y para nada amable.
—Creo que deberías esperar a conocerla tú misma —respondió él.
Al llegar y ver a Darcy sentada en la recepción del hotel, Logan pensó que, quizás, aquel encuentro no fuera tan mala idea después de todo.
Nunca la había visto tan hermosa. Se había puesto un traje rojo y una camisa negra que marcaba cada curva de su cuerpo. Con el pelo suelto, los ojos grandes suavemente maquillados y los labios ligeramente brillantes por el carmín, estaba preciosa.
Al verla así, se dio cuenta de que no era solo su sonrisa la que podía provocar estragos en él.
Quizás lo mejor que podía hacer era presentar a las dos mujeres y dejarlas solas. Porque no estaba seguro de que iba a poder sentarse con su madre al lado y Darcy enfrente tan guapa como estaba y comportarse normal-mente.
Pero, una vez hechas las presentaciones, se quedó e incluso pidió un té cuando el camarero se acercó.
Fue además él quien tuvo que romper el hielo entre Darcy y Margaret.
— ¿Mucho trabajo hoy? —le preguntó a Darcy.
Esta pareció feliz de poder hablar con él, incapaz de mirar a su madre.
—No demasiado —respondió ella.
— ¿Has sabido algo de tu padre? —le preguntó.
—No —respondió ella escuetamente y miró a Margaret por primera vez.
Obviamente quería saber si ella había recibido noticias, pero no se atrevía a preguntarlo. Bueno, si Darcy no lo hacía, lo haría él.
— ¿Y tú, mamá? ¿Has sabido algo?
Margaret Fraser se tomó su tiempo para responder. Cruzó una pierna sobre la otra y lo miró sin emoción alguna.
—Logan, yo... —sonrió al camarero que acababa de llegar y que estaba sirviendo el té.
El joven no podía apartar la mirada de ella y, sin duda, no dejaba de preguntarse si aquella sería la conocida actriz Margaret Fraser.
Logan notó la reacción del muchacho. Llevaba toda la vida viendo lo mismo, hombres que se quedaban fascinados con su madre.
Darcy también lo notó.
— ¿Te sirvo un poco de té? —ofreció Margaret una vez que estuvieron solos.
—Sí —dijo Logan—. Y mientras lo haces, dinos si sabes algo de Daniel o no.
¿Eran imaginaciones suyas o Margaret se había puesto a temblar al oír que le repetían la pregunta?
Rápidamente, recobró el control, pero a Logan no lo engañó. Puede que fuera una magnífica actriz, pero él la conocía demasiado bien.
— ¿Y bien? —insistió él.
Margaret levantó la cabeza y sonrió a Darcy.
—De niño también era así —dijo—. Insistente. Con nueve meses ya andaba, y empezó a hablar...
— ¡Mamá! —la interrumpió él—. Estoy seguro de que a Darcy no le interesa nada de eso.
Su madre levantó las cejas.
— ¿Son imaginaciones mías o te noto un poco tenso hoy?
—No, no son imaginaciones tuyas. Ya te he dicho que no me gusta verme envuelto en todo esto.
—Entonces, ¿por qué no nos dejas solas a Darcy y a mí?
La mujer se volvió hacia Darcy. Logan también lo hizo. Ambos parecían esperar una respuesta. Darcy hizo una mueca y, finalmente, respondió.
—Lo siento, Logan... La verdad es que no se me había ocurrido pensar que... Supongo que querrás irte. Tendrás un montón de cosas que hacer.
—Bien —Logan dejó la taza sobre la mesa con un sonoro golpe antes de levantarse—. Entonces, me voy.
Sin esperar ningún otro comentario se encaminó hacia la puerta.
Salió de allí tan furioso que casi se olvida de recoger su coche, lo que no hizo sino incrementar su furia. Entre Darcy y su madre habían conseguido crear un absoluto caos en su vida y encima se permitían el lujo de echarlo de aquella reunión.
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—No deberíamos preocuparnos por Logan —dijo Margaret Fraser —. Tiene mucho temperamento, lo cual detesta, porque le gusta estar en control de la situación siempre. Pero insisto en que no tenemos de qué preocuparnos, porque se le pasa enseguida.
A Darcy le resultaba extraño estar sentada allí, discutiendo de Logan con alguien que lo conocía tan bien.
—No estoy preocupada, solo un poco triste por lo enfadado que parecía estar con nosotras.
La madre se rio.
—Yo estoy acostumbrada a eso —le aseguró ella—. Pero no entiendo que pueda afectarte a ti.
La mujer la miró con una pregunta en los ojos: ¿Qué relación había entre Darcy y Logan?
Darcy habría deseado saber la respuesta. La noche anterior... Lo mejor que podía hacer era olvidar la noche anterior. Pero sí podía pensar en que Logan había llamado a su madre para concertar la cita por ella, incluso la había llevado hasta allí. Esa no parecía la acción de un hombre indiferente.
Darcy se había arreglado un poco, se había maquillado y se había vestido de un modo elegante con la esperanza de darle a Logan una imagen distinta a la que él solía ver. Sin embargo, no parecía haberse dado mucha cuenta.
—Logan ha sido, desde el principio, muy amable conmigo —respondió Darcy.
—Lo cual no es frecuente en él —dijo Margaret—. No me mal interpretes. Considero a Logan un hombre amable, cariñoso y considerado, pero tiende a ocultarlo.
Darcy sonrió. Aquella era una descripción exacta del hombre que ella conocía.
—Mucho mejor así —dijo Margaret y también sonrió a Darcy—. Toma un trozo de tarta. Ya nos preocuparemos por nuestra figura mañana. Además, aprovechemos que no está Logan para hacer esto —le dio un mordisco al pastel—. Porque es imposible tomarse un pastel de crema y mantener la compostura —dijo, mientras se quitaba la crema de la boca—. Darcy, yo amo a tu padre de verdad y mucho
La inesperada afirmación hizo que Darcy casi se atragantara con su tarta de chocolate.
Alzó la vista y vio que Margaret estaba mirándola fijamente. Todo fingimiento o falsedad había desaparecido. Sus emociones se veían claras y palpables en su mirada.
Aquella mujer amaba realmente a su padre. Darcy tragó saliva antes de mojarse los labios.
—Logan te ha preguntado algo antes de irse —comenzó Darcy—. ¿Sabes dónde está mi padre?
Margaret respondió con firmeza.
—Sí.
Darcy respiró aliviada.
— ¿Está bien?
—Lo está.
Darcy asintió.
—Eso es todo lo que necesito saber.
Margaret sonrió.
—Logan jamás aceptaría tan fácilmente una respuesta mía.
—No —respondió Darcy—. Pero no tiene el mismo interés que yo en mi padre.
—Logan, además, no me perdona ciertos errores —dijo Margaret—. Mi segundo matrimonio no fue lo que debió ser.
Darcy la miró confusa.
—No creo que...
—Lo que te voy a contar es relevante, Darcy —le dijo la mujer—. Logan tenía once años cuando su padre murió y doce cuando volví a casarme, una edad complicada para que un chico tenga un padrastro —Margaret parecía triste—. Además, no le gustaba nada Malcom y, con el tiempo, descubrí que era recíproco. Mi marido se comportaba como un auténtico bestia con Logan sin que yo me enterara. Así que, cuando Logan cumplió los catorce años, me dijo que nos odiaba y que quería irse a vivir con su abuelo a Escocia. Hasta que pasaron unos cuantos años más de matrimonio no comprendí por qué Logan se había marchado. Para cuando lo entendí ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho. Jamás me ha perdonado por aquello.
Darcy realmente pensaba que no debían hablar de Logan de aquel modo. Sin embargo, al mismo tiempo, sentía una tremenda curiosidad por entender qué había hecho de él lo que era. Las cosas que Margaret le estaba contando de algún modo respondían a ciertas preguntas que se había hecho sobre él. De pronto comprendía que su empeño por ayudarla respondía a que había pasado por una situación semejante.
La diferencia era que, después de haber pasado un rato hablando con Margaret Fraser se había dado cuenta de que no iba a odiarla como Logan había odiado a su padrastro.
—Él no era más que un niño entonces —trató de disculparlo Darcy.
Margaret negó con la cabeza.
—Pero, por desgracia, nuestra relación ahora que es adulto no ha cambia-do. Logan siente que lo dejé en la estacada cuando más me necesitaba —Margaret miró a Darcy directamente a los ojos—. Por eso mismo, no estoy dispuesta a interponerme entre Daniel y tú.
Darcy ya se había dado cuenta de aquello. Pero ella no era una niña, tenía veinticinco años y era demasiado mayor para afectar a la vida privada de su padre. Además, una vez que el impacto inicial se había disipado, se daba cuenta de que no debía ser tan egoísta.
—Daniel me dijo que, de habernos conocido en las circunstancias adecuadas, me habrías gustado mucho —afirmó Margaret—. Tenía razón.
Darcy inspiró profundamente.
—A mí me dijo lo mismo —admitió ella—. Y también tenía razón. La próxima vez que hables con él, ¿por qué no le dices...?
—Creo que deberías decírselo tú misma —sugirió Margaret—. Después de que me llamara ayer... Verás, tu padre está ahora mismo en mi aparta-mento. No podía soportar verlo tan triste, así que...
—No hace falta que te justifiques, Margaret —dijo Darcy feliz con las noticias que la mujer le estaba dando—. ¿Sabe que nos hemos reunido?
—No se lo he dicho —respondió Margaret—. Porque sabía que, si lo hacía, insistiría en venir. ¿Te imaginas cómo habría reaccionado Logan ante eso?
Después de haber visto cómo se comportaba con su madre, podía imaginárselo demasiado bien.
— ¿Crees que a mi padre le dará un infarto si me ve aparecer por tu casa? —le preguntó a Margaret.
—Seguramente. Pero se recuperará en cuanto... —la mujer se interrumpió como temerosa de lo que estaba a punto de decir.
—En cuanto vea que tenéis mi aprobación —dijo Darcy—. Margaret, jamás debería haberme opuesto a vuestro matrimonio, ni aun cuando tú hubieras sido realmente inadecuada, que no lo eres.
—Ojalá Logan pudiera entender las cosas así también.
¡Logan!
Darcy se dio cuenta en aquel instante, no sin cierto desconcierto, que iba a convertirse en su hermanastro.
¿Cómo reaccionaría cuando se enterara?