Capítulo 10
¿QUIERES dejar de reírte, Fergus? No me parece en absoluto divertido —le dijo Logan a su primo que estaba sentado frente a él en un restaurante que, por suerte, no era Casa Simón.
—Lo siento —dijo Fergus—. ¡No puedo evitarlo! ¡Solo con imaginarte con la cabeza llena de huevo crudo...!
Volvió a reírse a carcajadas.
Logan lo miró con el ceño fruncido. Quizás algún día lograra verle la gracia, pero en aquel instante, una hora después del suceso, no le resultaba en absoluto divertido.
Tenía aún demasiado presente la desagradable sensación del pegajoso alimento deslizándose por su cara. Después de unos segundos de desconcierto había pasado a la incredulidad total, hasta concluir que era real lo que estaba viviendo. Había sentido ganas de estrangularla. Pero antes de haber podido hacer nada, la puerta se había abierto detrás de él.
—Me pareció oír voces, y... ¡Cielo santo! —Daniel se había quedado boquiabierto ante la escena—. ¿Qué ha ocurrido?
Logan se volvió y miró al hombre con frialdad, aun sabiendo que debía de estar totalmente ridículo.
—Su hija acaba de recordarme cuál puede ser la consecuencia de enfren-tarse a una pelirroja —dijo finalmente sin humor y volviéndose hacia ella.
Darcy tragó saliva.
—Yo...
—Déjalo —la interrumpió Logan—. Ya es hora de que me vaya —agarró un trapo de cocina y se quitó los restos de huevo—. Espero que tú misma te encargues de informar a mi madre de que no necesitaré una invitación.
Daniel Simon lo miró confuso.
— ¿Vas a actuar como testigo, entonces?
—No pienso ir a la boda. Darcy tendrá la amabilidad de explicar por qué en cuanto me vaya.
—Logan... —dijo Darcy.
Se volvió lentamente hacia ella.
— ¿Sí? —preguntó fríamente.
—Lo siento...
—Yo también —respondió él y se volvió hacia la puerta repitiendo—. Yo también.
Logan se encaminó hacia su casa para darse una ducha antes de su encuentro con Fergus.
—Vamos, Logan, anímate —le dijo su primo—. Si esto le hubiera ocurrido a otra persona, tú mismo estarías riéndote.
—Pero no le ha ocurrido a otra persona —dijo Logan. Darcy Simon lo había humillado claramente y eso era lo único que le importaba.
Su primo agitó la cabeza de un lado a otro.
—Debo reconocer que no me impresionó mucho Darcy cuando la vi el otro día. Me pareció una chica de lo más vulgar. Pero empiezo a creer que puede ser alguien interesante de conocer. Sin duda, es mucho más de lo que parece a simple vista.
—Seguro que tendréis oportunidad de conoceros en la boda de mi madre —dijo Logan y se dio cuenta de que no le agradaba la idea de que su primo trabara «amistad» alguna con ella. Pero no dijo nada. Se limitó a añadir sarcásticamente—. Estoy convencido de que recibirás una invitación para la boda.
No le cabía duda de que su otro primo, Brice, también la recibiría, y resultaba ser aún más atractivo que Fergus, si es que eso era posible. Aquello cada vez le gustaba menos.
—Veo que ya te estás recuperando. Tu ácido sentido del humor empieza a aflorar —dijo Fergus.
Logan sonrió.
— ¿Qué se hace con una mujer como Darcy?
—Debo confesar que nunca he conocido a ninguna igual —admitió Fergus, y Logan pensó que, efectivamente, era única e irrepetible—. Sinceramente, creo que deberías ir a la boda. Aunque solo sea para ofrecer a los asisten-tes un espectáculo inolvidable. Porque está visto que siempre sucede una catástrofe cuando ella y tú os encontráis.
Logan estaba empezando a plantearse también la posibilidad de asistir a la boda, pero no por el motivo expuesto por Fergus.
Sencillamente no quería darles a Fergus y a Brice la oportunidad de aproximarse a alguien tan vulnerable emocionalmente como Darcy. Necesitaba protegerla.
Al menos eso se fue diciendo a sí mismo de camino a la oficina, mientras reconsideraba seriamente su postura de no querer actuar como testigo en la boda de su madre. No estaba dispuesto a dejar a la muchacha a merced de sus dos primos.
—Darcy Simon ha llamado tres veces en tu ausencia, Logan —lo informó Karen al verlo entrar en la oficina.
Logan se detuvo.
— ¿Y? — preguntó impaciente por saber más.
—Y nada —respondió Karen—. Las dos primeras veces no me quiso dar su nombre, pero a la tercera lo hizo y reconocí su voz.
Logan frunció el ceño.
— ¿Dijo que la llamara?
—No —respondió Karen—. Pero parecía un poco... distraída o algo así.
—Si vuelve a llamar, pásamela —le ordenó Logan antes de meterse en su despacho.
Así que Darcy había llamado. Seguramente, lo habría hecho para discul-parse. Pues que esperara un poco. No estaba dispuesto a tranquilizarla ni un ápice devolviéndole la llamada.
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Logan le había dicho a Darcy que tenía una cita para comer a la una.
Cuando había llamado a las cuatro aún no había aparecido, así que sus sospechas de que no se trataba de una comida de negocios se habían visto confirmadas.
Eran las cinco de la tarde y se sentía realmente mal por todo lo sucedido. Las cosas ya estaban bastante tensas entre ellos antes del incidente, pero tenía la certeza de que no le perdonaría jamás lo que había hecho.
¿Qué demonio la había poseído para comportarse como lo había hecho?
Se había hecho esa pregunta una docena de veces, pero no había dado aún con una respuesta aceptable.
Por eso, no sabía qué le iba a decir cuando volviera a verlo. Sin embargo, creía necesario darle una excusa adecuada.
No dejaba de pensar en el desastre de familia que iban a constituir. Madre e hijo apenas si se hablaban, padrastro e hijastro no tenían, precisamente una amistad y ni decir tenía que entre él y ella no había tampoco una relación fluida.
¡Menudo comienzo para un matrimonio!
—No puedo dejar de pensar en lo que he hecho —le dijo a su padre—. ¿Tú crees que Logan lo olvidará?
Su padre sonrió comprensivo al ver el gesto de preocupación de su hija.
—Sinceramente, dudo que ese muchacho olvide algo —dijo él—. Mira todo el tiempo que lleva manteniendo ese rencor contra Margaret.
Darcy consideraba que aquello había sido distinto. Logan no había sido más que un muchacho de doce años con el segundo matrimonio de su madre, alguien que estaba en pleno inicio de la adolescencia, momento en que había necesitado más apoyo que nunca. En lugar de tener el soporte emocional de su madre, se había encontrado con un desconocido que ha-bía ocupado el lugar de su padre, alguien a quien odiaba y quien lo corres-pondía con idéntico odio. Dada su temprana edad, aquel resentimiento era razonable.
—No creo que sea lo mismo, papá —le dijo con firmeza—. Aquella fue una situación comprensiblemente dolorosa para Logan.
Su padre levantó las manos en un gesto conciliador.
—Pero su madre se va a sentir muy triste cuando se entere de que no piensa asistir a la boda. Puede incluso que decida cancelarla hasta que él dé su aprobación.
Darcy sabía que la mujer era perfectamente capaz de hacerlo. Amaba real-mente a su hijo a pesar de lo que Logan pudiera pensar. Darcy también sabía que su padre no podría soportar aquella incertidumbre una segunda vez.
Para ella había sido realmente doloroso darse cuenta de que su padre se había enamorado de otra mujer solo un año después de la muerte de su madre. Pero ya lo había aceptado y era consciente de cuánto quería a Margaret y de cómo la necesitaba a su lado.
Su padre se quedó pensativo.
—Quizás Margaret no tiene por qué enterarse de momento. Quizás tú puedas convencer a Logan...
—¡Vamos, papá! ¿Cómo voy a convencerle de nada después de lo que le he hecho?
Su padre se encogió de hombros.
—Todo es relativo. Depende de la provocación que te haya hecho él. Desde mi punto de vista, tenías motivos. También depende de su sentido del humor. Aunque, la verdad es que no he visto muchas trazas de sentido del humor en él, menos aún capacidad alguna para no tomarse a sí mismo en serio.
—La puerta estaba abierta, así que me he permitido entrar —dijo Logan desde la puerta—. Según he oído se estaba valorando mi sentido del humor.
Darcy no daba crédito a sus ojos. Jamás se habría podido imaginar que Logan fuera a aparecer por allí otra vez.
Y, por su gesto, no parecía particularmente satisfecho de que estuvieran hablando de él en aquellos términos.
—Yo más bien de tu carencia de sentido del humor. Le va a partir el corazón a tu madre saber que no vas a ir a la boda —dijo directamente Daniel.
Logan hizo una mueca.
—Para que eso le ocurra, primero debería tener un corazón.
— ¡No, papá! —Darcy se interpuso en el camino de su padre, para evitar que se lanzara contra Logan.
—Ya veo de dónde le viene ese carácter a Darcy —dijo Logan.
—No es fácil razonar verbalmente contigo —respondió Daniel furioso.
—Al menos su hija no me deja marcas visibles. Y, la verdad, no creo que a mi madre le gustara que apareciera en su boda con un ojo morado —dijo en un desagradable tono.
— ¿Debo entender por ese comentario que estás pensando en asistir? —preguntó Daniel Simon.
—Después de pensarlo y pensarlo, he decidido que es una estupidez que me niegue a ser el segundo testigo.
La mano de Darcy abandonó el brazo de su padre y sus ojos se centraron en Logan. ¿Realmente se lo había pensado, o había sido la mujer con la que había comido durante tres horas la que lo había instado a reconside-rar su decisión? Llegó a la conclusión de que, probablemente, la segunda parte sería la más próxima a la verdad. Y, a la luz de lo que había descu-bierto respecto a sus sentimientos por él, la influencia de esa mujer le resultaba algo doloroso.
— ¿Y bien? —Logan la miró.
Darcy se tensó.
— ¿Qué? ¿Es que esperas que te dé la enhorabuena por lo que deberías haber hecho desde el principio?
— ¡Darcy! —la cortó su padre—. Creo que es un acto muy loable por tu parte, Logan.
Le tendió la mano con intención de que Logan se la estrechara. Éste lo hizo brevemente.
—Que seáis felices.
—Lo seremos —dijo Daniel—. Ahora me voy a darle la buena nueva a Margaret.
Ni Darcy ni Logan trataron de impedírselo y lo dejaron marchar.
— ¿Y bien? —volvió a decir Logan.
¿Qué demonios quería de ella, que le pusiera una medalla? Pues andaba listo si eso era lo que esperaba...
—Llamaste a mi oficina, Darcy —continuó él—. Tres veces, según me ha dicho mi secretaria.
Darcy había olvidado por completo aquellas tres llamadas. Y con la confir-mación de que había una mujer importante en su vida, se sentía avergon-zada de haberlas hecho. ¡Podía pensar que lo estaba persiguiendo!
Se encogió de hombros.
—Quería pedirte disculpas.
— ¿Otra vez?
—No estabas muy receptivo cuando te las pedí la última vez.
Él sonrió.
—Tenía los oídos llenos de clara de huevo.
Ella se ruborizó al recordar lo sucedido. No sabía qué le había pasado para comportarse así. Nunca antes había tratado a nadie de aquel modo.
Se preguntó si se lo habría contado a la dama que lo había acompañado durante la comida. Pero ya se sentía suficientemente mal sabiendo que estaba sentimentalmente vinculado a alguien, como para encima imaginar-selo riéndose de ella con esa mujer.
— ¿Qué tal la comida? —le preguntó Logan—. Supongo que les gustó el merengue de limón.
Ella asintió.
—Sí. Tuve que batir unas cuantas claras más.
Logan se rio.
—Asumo que no ibas a usar los restos que habían quedado.
—No había suficiente —dijo ella con una suave sonrisa.
Él miró al restaurante vacío.
—Si has acabado, ¿quieres que te lleve a casa?
Eso no cubría en absoluto lo que ella quería que Logan hiciera por ella. Pero tenía la certeza de que jamás lograría obtener lo que necesitaba de él, aún más sabiendo que había alguien en su vida a quien era capaz de escuchar y hacer caso.
—No, gracias. Ha sido un día agitado y necesito darme una vuelta.
Él la miró fijamente.
— ¿Estás segura?
Darcy ya no estaba segura de nada.
—Sí —respondió a pesar de todo—. Gracias por haber cambiado de opinión respecto a la boda. Como viste, a mi padre le ha hecho muy feliz.
—Espero que tenga el mismo efecto en mi madre.
—Lo tendrá —le aseguró Darcy.
Ninguno de los dos parecía saber qué decir después de aquello. El silencio en la cocina se hizo tan insoportable que Darcy terminó por romperlo.
—Siento realmente lo que ha sucedido antes. Trataré de no volver a acercarme a ti —dijo ella sintiéndose realmente mal y sabiendo que, probablemente, no volvería a ver a Logan hasta dentro de un mes, el día de la boda.
—No creo que sea necesario exagerar —dijo él con una sonrisa.
—Pero quizás sea lo mejor.
— ¿Para quién? —preguntó él.
—Para los dos. Estoy muy contenta de que mi padre y Margaret vayan a casarse. Pero eso no significa que nosotros dos...
—Entiendo —dijo Logan.
Darcy lo miró. ¿Realmente lo entendía? Esperaba sinceramente que no. Ya le resultaba bastante duro amar sin ser correspondida, como para encima pensar que Logan podría haberse dado cuenta.
Pero por su gesto frío y arrogante dedujo que no tenía noción alguna de cuáles eran sus sentimientos por él.
—Nos veremos en la boda, ¿te parece? —dijo ella.
Él asintió bruscamente.
—Sí, parece que nos veremos allí —respondió—. Adiós, Darcy.
Él desapareció por la puerta de la cocina y Darcy se sentó, temblorosa, en uno de los taburetes, mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por su rostro.
Logan no podía llegar a enterarse jamás de cuáles eran sus sentimientos por él, no debía saber que se había enamorado.