Capítulo 13
POR QUÉ esa tal Francesca no paraba de hablar de una vez y desaparecía? No estaba interesado en ella.
Lo único que le importaba era Darcy y lo triste que la había notado solo segundos antes. Sabía que la causa había sido su comportamiento con ella. Pero no había podido evitarlo.
Y todo porque estaba enamorado de ella.
Sí, enamorado. Se había dado cuenta cuando se había marchado y lo había dejado solo en el jardín. Ante su rechazo, toda su vida había perdido sentido.
Era una emoción que nunca había creído llegaría a sentir por una mujer.
Lo aterraba.
El amor era tal y como se lo había imaginado: le provocaba pánico y lo debilitaba pues, de pronto, la felicidad dependía única y exclusivamente de la otra persona.
Pero también era excitante, vital, inquietante. Y, por primera vez en su vida Logan se sentía completo, como si hubiera encontrado a su otra mitad.
Y no eran sentimientos que pudiera controlar.
Pero no podía confesar lo que abrigaba su corazón, porque sabía que ella no lo amaba a él.
—Cuídala —le dijo a Daniel.
—Ten por seguro que lo haré —respondió el hombre—. Confía en mí.
Algo le decía a Logan que podía hacerlo.
Salió del estudio y se quedó unos minutos fuera tratando de decidir qué hacer. Finalmente, se encaminó hacia la torre norte, al dormitorio de Darcy, y llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Debía de haberse dormido ya.
Lo que quería decirle tendría que esperar hasta el día siguiente. ¿Qué más daba? Había esperado treinta y cinco años, una noche más, aunque fuera de insomnio no iba a matarlo.
Pero al llegar a la torre sur, donde se hallaba su habitación, se topó inesperadamente con Darcy que se dirigía hacia él, todavía vestida de fiesta.
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Si se atrevía a hacerle algún comentario desagradable sobre por qué estaba allí...
—Darcy —dijo él suavemente—. ¿Te has perdido?
No sonó ni rudo ni sarcástico.
Pero eso no era garantía de que no fuera a serlo de un momento a otro.
— ¿Quieres que te indique el camino? —le ofreció amablemente.
Darcy continuaba mirándolo desconfiada.
—Bueno, la verdad... Es que Margaret me había ofrecido que me uniera a ellos para tomar algo y, como no podía dormir, había pensado que no sería mala idea.
Era una cobarde. Además, era una mala excusa, pues era patente que no podía encontrar la biblioteca en la torre sur. Pero todo valor la había abandonado al verlo aparecer.
—Acabo de estar con ellos —dijo Logan—. Y, sinceramente, creo que les apetece estar un rato solos.
—Claro —se ruborizó ella—. Qué tonta soy.
— ¿Qué te parece si nos vamos al cuarto de estar y nos tomamos algo tú y yo? —le ofreció él.
Darcy dudó. Había ido hasta allí para darle una explicación sobre su comportamiento en el jardín y sobre la confusión con Francesca. Pero al tenerlo delante se había acobardado. No obstante, seguía debiéndole una explicación.
—De acuerdo —aceptó ella.
El cuarto de estar era la habitación menos formal de las que había visitado. Había libros y fotos familiares por todos lados, seguramente algunas de Logan cuando era pequeño. A Darcy le habría gustado haber podido gozar del privilegio de verlas.
—Toma —Logan le dio una copa de brandy.
Ella dio un sorbo y se sintió más capaz de hacer lo que había ido a hacer.
—Logan...
—Vamos a sentarnos —dijo él.
Darcy se sintió desconcertada. Por supuesto lo estaba siempre que lo tenía cerca, pero era su estado de ánimo lo que la despistaba.
Logan tenía la mirada fija en su copa.
—Supongo que te gustará saber que he hecho las paces con mi madre —le dijo.
— ¿Sí? —dijo ella emocionada y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Eso es fantástico.
—Lo es —asintió él y alzó el rostro—. Ahora me gustaría hacer las paces contigo.
Darcy lo miró confusa.
— ¿Conmigo?
Él suspiró y asintió.
—Si te he asustando o molestado antes, en el jardín...
—No, no me has asustado —le aseguró ella.
— ¿No? —la miró con una sonrisa—. En cualquier caso, he hecho algo incorrecto y te debo una disculpa. Insisto en que no quería ni asustarte ni molestarte.
De pronto, las campanadas del gran reloj de la sala resonaron en el silencio del castillo. Darcy se dio cuenta de que era su turno de responder.
—No has hecho nada de eso —dijo ella—. Yo pensaba que Francesca era... Bueno creí que estaba contigo aquí, en el castillo.
Logan la miró sin comprender plenamente lo que le decía.
— ¿Por qué pensaste algo así?
Darcy se levantó y comenzó a moverse de un lado a otro.
—Estaba contigo cuando Brice y yo nos unimos a ti y se sentó a tu lado en la cena. Además, tu cambio de opinión respecto a ser testigo vino después de aquella comida... —Logan la miraba tratando de encontrarle algún sentido a sus palabras—. Era obvio que la persona con la que comiste después de nuestro enfrentamiento te había ayudado a cambiar tu actitud.
—Es cierto, alguien me ayudó —dijo él—. ¿Y tú pensaste que era una mujer?
—Sí. ¿Acaso no lo era?
Logan negó con la cabeza.
—Fue Fergus, aunque una mujer fue la causa principal de mi cambio de opinión —dijo él.
Darcy suspiró levemente.
—Era de imaginar.
Logan dejó su brandy sobre la mesa.
—Esa mujer fuiste tú.
Ella lo miró sorprendida.
— ¿Yo?
El suspiró.
—Fergus y Brice iban a asistir a la boda. Son dos hombres increíblemente atractivos para las mujeres, unos seductores natos y tú...
— ¿Yo qué, Logan?
Él respiró profundamente.
—Darcy, ¿qué estabas haciendo realmente en la torre sur cuando nos hemos encontrado?
—Te estaba buscando a ti —admitió ella—. Había oído a Francesca hablando contigo y me había dado cuenta del terrible error que había cometido. Necesitaba decírtelo.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué crees tú, Logan? —dijo ella—. Pero dime lo que ibas a decir. ¿Yo qué?
Él pareció tener que librar una batalla interior antes de decidirse a hablar. Finalmente, sonrió.
—Que eres inteligente, divertida, guapa, encantadora, sensual...
—Logan...
—Así que decidí que tenía que ir a la boda para evitar que mis primos me robaran a la mujer a la que amaba —dijo él finalmente.
Darcy lo miró fijamente, perdida, convencida de que no podía haber oído bien.
—Te he sorprendido, ¿verdad? —dijo él.
Ella dudó.
— ¿Realmente me amas? —le preguntó con el corazón acelerado.
—Sí —le confirmó él—. No puedo imaginarme nada más maravilloso que despertarme a tu lado cada día durante el resto de mi vida, reírme contigo, llorar si es necesario. Ni siquiera me importaría que de vez en cuando me derramaras un recipiente lleno de huevos batidos por la cabeza.
Darcy seguía mirándolo incrédula.
— ¿Tú sabías que tu abuela tuvo que darle a tu abuelo con una sartén en la cabeza para que se diera cuenta de que la amaba?
Él la miró perplejo.
— ¿Mi dulce y refinada abuela?
Darcy asintió.
—Al parecer sí.
—Y funcionó, porque estuvieron felizmente casados durante cincuenta años —respondió él. De pronto pareció reparar en algo—. Darcy, ¿me estás queriendo decir que me hiciste todas esas cosas porque me amabas?
Ella se rio.
—No exactamente, porque entonces no era consciente de que esa era la razón que me movía a portarme así contigo —se aproximó a él—. Pero tengo que admitir que estoy realmente enamorada de ti.
—Darcy Simon, ¿quieres casarte conmigo?
Ella respiró profundamente.
— ¿Matrimonio? ¿No quieres primero acostumbrarte a la idea de estar enamorado?
—Para nada. Espero no acostumbrarme jamás a este sentimiento. Es maravilloso, excitante —la rodeó con sus brazos y la besó suavemente, hasta que la pasión fue tomando el relevo.
Darcy perdió conciencia del tiempo y se dejó llevar por la agradable sensación de sus besos y sus caricias.
—Creo que me enamoré de ti aquel primer día que te vi en mi oficina —admitió Logan.
—No me lo puedo creer. ¡Si yo no hacía más que llorar! Estaba horrorosa.
Logan se rio.
—Tus lágrimas y tu sonrisa son lo que te hace tan humana. ¿Te casarás conmigo?
— ¡Sí, claro que sí! —respondió ella.
— ¿Pronto?
—Muy pronto —dijo ella, sabiendo que era lo que más deseaba en el mundo—. Todavía no me puedo creer todo esto. ¡Te prometo que no volveré a darte una patada en la espinilla!
—No prometas cosas que no puedes cumplir mi amor —se rio Logan—. Estoy seguro de que de vez en cuando haré cosas que te molestarán y tú reaccionarás instintivamente. Eso es precisamente lo que me encanta de ti, tu espontaneidad. No me extrañaría que me dieras gemelos o trillizos solo como un acto de rebeldía.
¡Era una maravillosa idea!
La verdad era que el futuro con Logan prometía muchas cosas maravillosas...
«Fin».