Capítulo 11
LOGAN le dio un sorbo a su champán, mientras observaba a su familia allí congregada. ¿Qué demonios estaba haciendo en aquel lugar?
Era una pregunta estúpida. Lo sabía perfectamente. Habían convencido a su abuelo para que celebrara una fiesta de compromiso para su madre y Daniel dos semanas antes de la boda. Normalmente evitaba aquel tipo de encuentros, pero, en aquella ocasión, estaba allí por una cosa...
Pero, esa cosa, no había aparecido aún.
Después de no ver a Darcy durante diez días, Logan había pensado que la fiesta de compromiso de su padre sería el lugar perfecto para encontrarse-la. Pero pronto anunciarían la cena y ella no se había presentado.
No se le había ocurrido pensar que ella podría no ir. De haberlo sabido, no se le habría ocurrido aparecer por allí.
— ¡Anímate! —le dijo su primo Brice que estaba a su lado—. Puede que este matrimonio nunca tenga lugar —le aseguró, mal interpretando los motivos de su mustio estado.
Pero a Logan ya le daba igual que el matrimonio tuviera o no lugar. Lo único que sabía era que había echado mucho de menos a Darcy durante aquellos diez días y que había creído que iba a poder verla ese fin de semana en casa de su abuelo.
— ¿Cuánto tiempo tendré que quedarme aquí? —le preguntó a su primo.
Brice sonrió.
—Pensé que la tía Margaret y tú habíais llegado a algún tipo de entendí-miento.
Sin duda eso era un poco exagerado, pero sí había menos hostilidad entre ellos.
—Y así es. Pero eso no quita para que odie estas fiestas en las que la familia no hace sino fingir lo unidos que estamos, cuando es mentira. Incluso me sorprende verte a ti este fin de semana aquí.
Brice solía desaparecer de escena durante meses.
—He venido a conocer a la explosiva Darcy. Me estaba preguntando cuál de estas bellezas sería.
Logan se tensó.
—Has estado hablando con Fergus, ¿verdad?
Su primo sonrió.
—Sí. Y te aseguro que conocer a esa fiera es lo único, que me ha inducido a venir este fin de semana.
Logan defendió a Darcy.
—Pues no es una candidata para caer en tus redes, primo.
Brice levantó las cejas.
— ¡Jamás se me habría ocurrido pensar que lo fuera! —respondió—. Solo quería conocer a la dama que ha conseguido vencer a mi arrogante primo.
—La arrogancia es, sin duda, un atributo de la familia —le dijo Logan—. Y, lo siento, pero Darcy no ha venido —anunció satisfecho.
—Bueno —respondió su primo.
— ¿Qué quieres decir con ese «bueno»?
—Nada más que «bueno».
Logan frunció el ceño, un gesto que se estaba convirtiendo cada vez en más habitual en él. Pero lo cierto era que no encontraba muchos motivos para reír. Echaba de menos tener a Darcy cerca dándole patadas, lanzándole cosas... Quizás debería haberse sentido feliz de que su vida hubiera vuelto a la normalidad, pero no lo sentía.
—Yo...
—Si me disculpas, Logan —le dijo su primo con la mirada fija en algo que había llamado su atención—. Acabo de ver a alguien a quien me gustaría mirar por segunda vez.
La mayoría de las mujeres que había allí aquella noche merecían ser miradas dos, tres o infinitas veces, auténticas bellezas la mayoría, amigas o conocidas de su madre y pertenecientes al mundo del espectáculo.
Logan agradeció que algo entretuviera a su primo y se lo llevara de su lado. No estaba de humor para aguantar sus sarcasmos.
—Vete —lo invitó—. ¿De quién se trata?
—Acaba de desaparecer, pero... es una Mona Lisa con pelo rojo —murmu-ró Brice antes de atravesar con decisión la sala.
¿Una Mona Lisa con pelo rojo? Logan pensó que esa era la descripción perfecta de Darcy. ¡Darcy! Era precisamente aquella particular y enigmática sonrisa lo que lo volvía loco.
Trató inmediatamente de buscar con la mirada a la mujer hacia la que se encaminaba su primo, pero la multitud le impedía verla.
¡Tenía que ser Darcy!
Había llegado al fin. Estaba impaciente por...
—Tú eras Logan, ¿verdad? —preguntó una voz de mujer.
Se volvió bruscamente, irritado por la interrupción. Delante de él había una rubia alta y despampanante que su madre le había presentado minutos antes. La mujer le sonreía abiertamente.
En cualquier otra circunstancia, Logan habría respondido gustoso a la invitación que la sonrisa de la actriz le estaba haciendo.
Pero en aquel instante no le interesaba. Temía que su primo estuviera desplegando todos sus encantos y que acabara conquistando a Darcy.
—Eres Fiona, ¿no es así? —dijo él, con la atención aún fija en lo que sucedía al otro lado de la sala.
—Francesca Darwin —lo corrigió la actriz—. Hago el papel de la hermana de Margaret en la serie de televisión que estamos rodando en este momento.
—Ya —dijo él, totalmente ignorante del trabajo de su madre.
—Es maravillosa, ¿verdad? —dijo la mujer, mirando a Margaret Fraser que estaba al otro lado de la sala.
Le pareció que la afirmación no buscaba una respuesta y que, además no tenía respuesta alguna que dar. Logan no quería estar allí, no quería tener aquella conversación. Lo único que le interesaba realmente era qué estaba sucediendo entre Darcy y su primo.
—Lo siento, señorita Darwin...
—Llámame Francesca —dijo ella y continuó la charla—. Este castillo es muy especial —añadió con admiración.
—Lo es —respondió Logan—. Pero yo tengo que...
—Logan —lo interrumpió la voz de Brice—. He traído a alguien para que le digas «hola».
Incluso antes de darse la vuelta Logan ya sabía que se trataba de Darcy, lo intuía, y además podía oler su aroma.
Al verla se quedó admirado.
Llevaba un vestido gris claro que se adaptaba a su cuerpo perfecto desta-cando lo mejor de él. Una cascada de pelo rojo caía sensualmente sobre sus hombros haciendo que sus ojos parecieran más, grandes y sus labios rojos más sensuales.
De pronto sintió hambre de ella.
—Hola, Logan —lo saludó.
—Hola, Darcy —respondió él.
Le pareció que estaba más delgada de lo que él la recordaba y que tenía unas ligeras ojeras. A pesar de la felicidad de su padre, había algo que la perturbaba, Logan estaba seguro de ello.
Miraba a Francesca interrogante, como si esperara que se la presentara. Pero Logan no estaba para presentaciones. En lo único que podía pensar era en llevarse a Darcy a un dormitorio y hacerle el amor desaforadamente hasta que lograra hacer desaparecer esas ojeras.
—Soy Francesca —se presentó la actriz—. Supongo que tú eres la hija de Daniel.
—Sí —confirmó ella.
—La pobre Darcy se ha pasado quince minutos perdida por el castillo buscando la sala —explicó Brice mientras sujetaba con cierto tesón el brazo de la recién llegada.
Logan sintió unos deseos casi irrefrenables de apartarlo de ella.
— ¿Por qué no me habías dicho que tu primo era Brice McAllister? —le preguntó Darcy con cierto tono reprobatorio, recordando sin duda la pintura del castillo que había visto en su apartamento.
La verdad era que no le había dicho que su primo era el renombrado artista porque no se le había ocurrido pensar que fuera importante. Llevaba toda la vida con Brice y no tenía en cuenta esas cosas. Tampoco prestaba mucha atención a que Fergus fuera un conocido escritor. Los tres hombres eran brillantes en sus respectivos campos, pero para él no eran más que tres primos que habían compartido su vida.
La mirada de Darcy decía que aquella explicación no iba a servirle de nada, ni iba a aliviar la vergüenza que había sentido cuando Brice le había informado de quién era.
¿Es que no iba a acertar nunca a hacer nada a derechas?
+ + +
Logan estaba magnífico.
Darcy se había pasado toda la semana deseando verlo y lamentando que tendría que hacerlo aquel fin de semana.
Su ausencia se le había hecho muy dura, pero temía que la próxima vez que lo viera fuera en compañía de esa mujer que tanto significaba para él.
Y así había sido, allí estaba.
Era Francesca.
Alta, rubia, sensual y hermosa con aquel increíble vestido negro. Era todo lo que Darcy jamás podría soñar ser.
— ¿Es tan importante? —preguntó Logan.
—Bueno... me he sentido realmente estúpida por no saberlo —respondió ella bruscamente.
En aquella familia todos tenían talento y eran importantes: una famosa actriz, un multimillonario hombre de negocios, un excelente pintor... Darcy se sentía realmente fuera de lugar en aquel contexto.
Desde hacía tiempo había imaginado que aquel fin de semana iba a ser difícil. Pero ver a Logan allí, tan guapo y altivo, acompañado de la encantadora Francesca estaba siendo aún más duro de lo que había imaginado.
Menos mal que Brice McAllister parecía tener intenciones de ser amable con ella.
—No le des más importancia, Darcy —le dijo Brice—. Concéntrate en la sugerencia que yo te he hecho antes.
—Supongo que no te habrás insinuado ya —dijo Logan duramente.
Darcy lo miró con el ceño fruncido.
—Tu primo me ha pedido amablemente que pose para él —le explicó ella cuidadosamente. Aunque no se había tomado la propuesta de Brice muy en serio. Seguramente, solo trataba de ser amigable con ella.
Además, ¿quién iba a poder querer comprar un cuadro de ella, aunque fuera un McAllister?
—Eso es maravilloso —dijo Francesca, llena de entusiasmo.
— ¿De verdad? —Logan puso un gesto de mal humor—. ¿Es ese otro modo de invitarla a tu estudio a que vea tus «bocetos»?
—No —respondió Brice—. Pero si tanto te molesta, puedes acompañarla mientras posa —añadió en un tono de reto.
Darcy frunció el ceño al mirar a Brice. ¿Por qué demonios podía molestarle a Logan lo que ella hiciera?
Quizás Brice solo estaba tomándole el pelo sobre el hecho de que fueran a convertirse en hermanastros, y de que estuviera dispuesto a actuar como su protector.
¡Lo que le faltaba! A sus años no necesitaba un hermano mayor, especial-mente cuando se trataba de Logan.
Por la expresión de Logan se hizo patente que no le gustaban las bromas de su primo.
—No creo que sea necesario —dijo Logan—. Tú...
La llamada para la cena interrumpió la tensa conversación y Darcy suspiró aliviada. Aquel encuentro con Logan estaba siendo mucho más difícil de lo que jamás habría imaginado. Estaba claro que no tenían nada que decirse el uno al otro. Pero solo con mirarlo se daba cuenta de que realmente estaba enamorada sin remedio de él.
En el comedor, se encontró sentada entre Brice McAllister y Logan quien, a su vez, tenía a Francesca al otro lado. ¡Maravilloso!
—¿Qué tal estás? —le preguntó Logan mientras el mayordomo servía el vino.
—Muy bien, gracias —respondió ella un poco tensa y bastante avergonzada por la idea de que lo amaba.
No le había resultado nada fácil sobrevivir a diez días de su ausencia, pero aún le resultaba peor su presencia y una tortura auténtica verlo acompañado de Francesca.
— ¿Y tú? —preguntó ella educadamente.
—Bien también —respondió él—. ¿Vas a aceptar la propuesta de Brice?
Ella inclinó la cabeza y sonrió ligeramente.
—Solo trataba de ser amable conmigo.
Logan hizo una mueca.
—Brice nunca trata de ser «amable» si hay trabajo por medio.
Ella tragó saliva.
—Creo que en este caso sí —insistió.
— ¿Oigo mi nombre usado en vano?
Logan miró a su primo con frialdad.
—Darcy piensa que tu propuesta de pintarla no iba en serio.
—Pues va completamente en serio —le aseguró Brice—. De hecho creo que el retrato de Darcy será el cuadro central de mi próxima exposición.
—Pero quizás a Darcy no le apetezca que la retrates —dijo Logan—. ¿Te gustaría o no?
A Darcy le resultaba increíble que un artista de la talla de McAllister estuviera planteándose pintarla. Pero, como Logan presuponía, no estaba segura de querer estar expuesta ante la curiosa mirada de cientos de personas. Menos aún quería ser motivo de discusión de aquellos dos primos.
—Creo que esto es algo que deberíamos discutir en otro momento —dijo ella—. Además, vuestro abuelo está a punto de proponer un brindis por la feliz la pareja. La cena resultó más agradable de lo que era de esperar. La comida fue estupenda y la compañía de Brice también. Pero la atención que Logan prestaba a Francesca le resultaba insoportable.
Quizás después se fueran juntos a la cama. Aquella idea le produjo un nudo en el estómago que le impidió comer la deliciosa comida.
— ¿Estás a dieta?
Se volvió a mirar a Logan.
—No —le contestó—. Es solo que no tengo hambre.
Él frunció el ceño.
—No te has comido ni el salmón ahumado ni la carne.
Ella se ruborizó al darse cuenta de que había estado más pendiente de ella de lo que había imaginado.
Se encogió de hombros.
—Falta de apetito.
—Vas a empezar tu nuevo trabajo pronto —apuntó él y ella se sorprendió de que lo recordara—. ¿Estás nerviosa? —le tomó una mano.
Fue entonces cuando se puso realmente nerviosa. ¿Qué iba a pensar Francesca?
—No deberías estarlo —continuó Logan—. Estoy convencido de que los niños te adorarán.
Ojalá fuera él quien la adorara. Pero la realidad era que estaba con otra mujer. Retiró suavemente la mano de la de él. Logan se tensó al sentir que se apartaba.
—Estoy ansiosa por empezar a trabajar —le aseguró ella y era cierto. Así podría pensar en algo que no fuera él.
—Entonces, ¿por qué no comes? ¿Es que todavía estás preocupada por lo de tu padre y mi madre?
—No —dijo ella con una afectiva sonrisa—. Hacen una pareja maravillosa.
—Ya —dijo Logan en un tono seco.
Ella lo miró y frunció el ceño.
—Pero todavía tienes tus dudas.
—No es asunto mío realmente.
No, no lo era. Pero sabía lo que él pensaba del matrimonio, y esa postura la perturbaba.
Miró a Francesca y se preguntó si sabría lo que él pensaba al respecto. Esperaba que sí, porque, de otro modo, se llevaría una gran decepción.
De pronto la asaltó la imagen de Logan casándose con otra mujer y eso la perturbó aún más.
—Yo... —dijo ella confusa.
—Luego habrá un baile —dijo Logan de repente, como si hubiera intuido que ella estaba a punto de poner una excusa para escaparse de allí.
—Darcy me ha prometido su primer baile —intervino Brice, tomándole la mano—. Pero seguro que podrá bailar contigo más adelante.
Darcy se volvió hacia Brice con una mirada interrogante y este le guiñó un ojo en un gesto de conspiración.
¡Brice McAllister se había dado cuenta de que estaba enamorada de su primo! Y, si era así, ¿se lo contaría?
De pronto todo pensamiento de escapar se vio nublado. No podía permitir que Brice se la jugara. Tendría que hablar con él y rogarle que no dijera nada.
—Me parece bien —dijo ella con una gran sonrisa y vio en los ojos de él una mirada pícara de reconocimiento.
—Fantástico —dijo Logan con dureza—. Pero te advierto que tendrás que tener cuidado con los pies de Darcy.
—Estoy seguro de que baila divinamente.
—Son las patadas las que debes temer —dijo.
Darcy sabía exactamente a qué se refería y se ruborizó.
—Dudo sinceramente que Brice vaya a hacer algo para provocar en mí semejante reacción —dijo ella.
—Debo decir, que no veo modo de provocar en una dama tan encantadora sentimientos semejantes —añadió Brice.
—Pues es más fácil de lo que piensas, créeme —dijo Logan con rabia.
Darcy volvió el rostro para que él no viera las lágrimas que asomaban por sus ojos. Aquella relación estaba llena de ira, y parecía ser lo único real que había entre ellos.