Capítulo 12
ES ABSOLUTAMENTE encantadora, Logan —le susurró Brice.
Los dos hombres estaban de pie en el salón principal, observando a las parejas que bailaban en la pista. Darcy y su padre eran una de ellas. Estaban espléndidos, él tan alto y bien parecido y ella tan pequeña y frágil, riéndose de algo que su padre había dicho.
—Lo es —reconoció Logan.
Brice lo miró.
—Entonces, ¿por qué no se lo dices?
— ¿Y por qué demonios iba a decirle algo así?
—Porque estás enamorado de ella —afirmó Brice.
Logan casi se atraganta con el sorbo de champán que tenía en la boca.
— ¿Qué?
—Que estás enamorado de Darcy —repitió Brice con total calma—. Y debo decir que tienes buen gusto. Siempre pensé que, si alguna vez te enamorabas, cosa que empezaba a dudar que pudiera ocurrir, sería de alguien totalmente inadecuado. Pero Darcy es sencilla, encantadora, atractiva y tiene un gran sentido del humor.
— ¡No estoy enamorado de ella! —dijo Logan—. Sabía que tu vena artística te daba un cierto toque romántico, pero jamás pensé que te provocara alucinaciones.
Su primo levantó una ceja.
—Y no me las provoca.
—Entonces será el champán —insistió Logan.
—Tampoco es el champán. Logan, ¿es que piensas seguir siendo un idiota durante el resto de tu vida?
—No era consciente de serlo.
—Pues aún lo serás más si dejas que se te escape —le advirtió Brice.
—Creo que no se va a ir muy lejos. Dentro de dos semanas se convertirá en mi hermanastra.
—Y crees que me vas a convencer de que te basta con eso. ¡Pues no! Es demasiado claro lo que sientes. Te sienta mal que la tome del brazo o que baile con ella.
El maldito Brice era demasiado observador. Era cierto que no le había gustado nada de aquello. Pero de ahí a decir que estaba enamorado de Darcy era demasiado. Solo se conocían desde hacía un par de semanas y habían sido los suyos encuentros tempestuosos. Lo único que le sucedía era que Darcy despertaba su instinto de protección.
—Si os observaba era solo porque me estaba preguntando cuándo te daría la primera patada —le aseguró Logan.
Brice sonrió.
—No lo hará —dijo Brice con una sonrisa.
— ¿Cómo lo sabes?
—De verdad espero que no sea demasiado tarde cuando te despiertes y veas lo que pasa.
Logan lo miró fijamente.
— ¿Qué quieres decir?
—Darcy es todo lo que te he dicho y más, y te aseguro que no vamos a ser los únicos hombres que lo noten.
A Logan no le gustaba estar hablando de Darcy así con Brice, pero eso no significaba que la amara. Sencillamente, no le gustaba verla herida.
— ¿Por qué no le pides que baile contigo? —le dijo Brice al ver que se acababa la música y que Darcy y su padre salían de la pista y se encaminaban hacia Margaret.
Logan se preguntó por qué no lo hacía.
— ¿Te da miedo?
— ¿Qué es esto, una táctica de psicología inversa, para hacer que corra ahora a pedirle a Darcy que baile conmigo y probarte lo contrario?
A Brice no le afectó su comentario.
—Solo me preguntaba cómo es que todavía no has bailado con tu futura hermanastra.
—Seguramente por lo pesadito que tú te has puesto con todo esto.
—Y seguiré siéndolo hasta que le pidas que baile contigo.
Logan miró a su primo.
— ¿Por qué es tan importante para ti?
Brice se rio.
—No es importante para mí, sino para ti. Baila como un ángel y al mismo tiempo es tan sensual... ¿Te pasa algo, Logan? —dijo Brice al notar que su primo se atragantaba—. ¡Vaya! Muy tarde —le informó Brice, mientras miraba a Darcy que estaba al otro lado del salón—. El abuelo se te ha adelantado.
Logan se volvió justo a tiempo para ver a su abuelo guiándola hacia la pista de baile.
A sus ochenta años, con el pelo ligeramente gris, el anciano lucía tremen-damente atractivo con aquel traje negro y una impoluta camisa blanca. Se movía al ritmo del vals con una precisión y agilidad dignas de un joven.
Los dos parecían charlar amigablemente mientras bailaban y Logan no pudo sino preguntarse de qué trataría su conversación.
Fuera lo que fuera era patente que disfrutaban de su mutua compañía. Cuando la música paró, el anciano acompañó galantemente a Darcy a que se reencontrara con Margaret y con su padre.
—Seguramente ese viejo diablo estará divirtiéndose de verdad —dijo Brice con una carcajada.
—Probablemente —reconoció Logan—. Y creo que nos lo va a contar de viva voz, porque viene para aquí.
— ¿Qué demonios os pasa a los jóvenes? —los atacó su abuelo nada más llegar—. Hay un montón de mujeres hermosas y, en lugar de bailar, estáis aquí escondidos como dos idiotas.
—No estamos escondidos, abuelo —respondió Logan.
—Tampoco estáis bailando —dijo el viejo Hugh—. De hecho a ti, Logan, no te he visto bailar ni una sola vez. ¿Es que los invitados son demasiado provincianos para ti?
—No. Además la mayoría son de Londres.
—Una chica guapa —dijo Hugh.
— ¿Quién, Darcy? —preguntó Brice con fingida inocencia.
—Tiene un nombre un poco raro, pero la chica es extraordinaria. Supongo que Margaret y su padre querrán casarla bien. Y lo cierto es que ya es ho-ra de que alguno os decidáis a pasar por la vicaría y me deis un bisnieto.
— ¡No, por favor! ¡Tú también! —protestó Logan, dejando el vaso vacío sobre la mesa—. Si me disculpáis —dijo él alejándose de inmediato.
— ¿Qué he dicho? —le preguntó Hugh a Brice.
Logan se alejó a toda prisa y no pudo oír la respuesta de su primo. Atravesó la habitación y se aproximó a Darcy, que estaba hablando con un joven actor que le habían presentado hacía un rato.
— ¿Quieres bailar conmigo? —le preguntó Logan tensamente.
Ella se volvió hacia él con una sonrisa que se desvaneció en cuanto vio su gesto agrio.
— ¿Estás seguro de que quieres bailar conmigo? —preguntó ella extrañada.
La respuesta sincera habría sido «no». Porque no quería bailar con ella, sino hacerle el amor. Pero suponía que, dada la imposibilidad del caso, debería conformarse con bailar.
—Completamente seguro —le confirmó él.
Ella frunció el ceño desconcertada por su estado de ánimo. Logan era consciente de su desagradable humor, estaba irritable.
—Quizás ya hayas bailado bastante por esta noche y prefieras salir al jardín a dar un paseo —le propuso bruscamente. Pero al oír su propia frase tensa y desagradable concluyó que no podía querer pasear con alguien que tenía un talante tan frustrado y furioso como el suyo. Trató de rectificar—. Lo voy a intentar otra vez: ¿te gustaría salir a dar un paseo conmigo a respirar un poco de aire fresco?
Ella sonrió tímidamente.
—Gracias, Logan. Sí que me gustaría —respondió.
Él le tendió el brazo para que se agarrara y miró al joven actor con un gesto triunfal. Se encaminaron hacia el jardín.
Hacía una espléndida noche y la luna brillaba con toda su intensidad. Los sonidos de los animales nocturnos lo llenaban todo.
—Este es un lugar precioso —murmuró Darcy.
Los rayos de luz se reflejaban sobre su vestido dándole un tono plateado y un aire etéreo.
Darcy se volvió y lo vio mirándola hipnotizado.
— ¿Qué te sucede, Logan?
Logan no se pudo resistir más a lo que su instinto le dictaba.
La tomó en sus brazos y atrapó su boca con labios hambrientos.
Un placer perfecto, el único momento de paz que había sentido desde la última vez que la había besado.
No quería que aquello acabara de nuevo, quería sentirse eternamente así.
— ¡Ya! —dijo ella apartándose bruscamente—. ¡No podemos hacer esto!
Él se quedó desconcertado por un momento.
—No voy a hacerte daño, Darcy, jamás te haría daño.
—Entonces, suéltame.
—Vente conmigo arriba, a una de las habitaciones...
— ¡No! —ella se liberó de sus brazos—. ¡No, Logan!
Darcy se dio la vuelta y salió corriendo en dirección al salón.
Logan se quedó allí de pie, desconcertado durante varios segundos.
¿Qué había hecho? ¿Cómo se había atrevido a decir lo que había dicho, a proponerle lo que le había propuesto?
Se volvió bruscamente al sentir que tenía alguien detrás. Pero no era Darcy, como él había esperado, sino Brice.
—Darcy ha entrado hecha una hidra en el salón —le informó su primo—. Así que he venido a comprobar que no te había partido la nariz.
No, no le había partido la nariz, pero había hecho algo mucho peor que eso: lo había rechazado.
¿Cómo le había podido hacer aquello? ¿Cómo se había atrevido a besarla, a proponerle que se fueran a una habitación juntos, cuando Francesca estaba allí mismo, en la fiesta?
Siempre había sabido que Logan era un arrogante, que no creía en el amor ni en el matrimonio. Pero de ahí a lo que había hecho iba mucho. ¡Y en la casa de su abuelo!
No podía quedarse y esperar a que Logan regresara de nuevo a la fiesta. No se sentía capaz de enfrentarse a él.
Pero tampoco quería perturbar a su padre ni a Margaret retirándose antes de tiempo.
Por suerte, Hugh McDonald vino a rescatarla, anunciando que eran las doce de la noche y que, tras un baile con la muchacha más hermosa del salón, quería que todo el mundo se fuera a sus casas.
Por desgracia, el rescate fue algo incompleto, pues la eligió a ella como pareja y la invitó a bailar.
—Sonríe —le dijo el viejo en cuanto estuvieron en la pista—. Jamás dejes que un McDonald se dé cuenta de que te ha afectado lo que ha hecho.
Darcy lo miró sorprendida.
— ¿Un McDonald?
—La madre de Logan se casó con un McKenzie, pero él sigue siendo un McDonald, con un claro defecto de los McDonald: somos un poco «lentos» con los asuntos amorosos. Mi mujer tuvo que darme con una sartén en la cabeza para que me diera cuenta de que la amaba.
Darcy se rio levemente.
—Esa sería sin duda una historia que me gustaría oír —aunque sabía que no era una caso aplicable a Logan.
—Tú ya has intentado eso, ¿verdad? —preguntó el viejo—. Siempre se ha comportado como un necio con las mujeres. Si yo tuviera cuarenta años menos, seguramente te pediría que te casaras conmigo.
—Si los tuviera, seguramente le diría que sí.
Hugh sonrió ante su respuesta y ambos dejaron de bailar con el final de la música. Darcy notó el parecido que tenía con su nieto.
—Eres una refrescante aportación a esta familia —la besó en la mejilla—. Espero que nos volvamos a encontrar pronto.
Ansiosa por huir de allí, se apresuró a salir de la pista, con tan mala suerte que se encontró con Logan. Él la miró fijamente desde la distancia, con los ojos llenos de ira.
¿Estaba enfadado? Pero, ¿con qué derecho? Él no había sido acosado por un hombre cuya novia estaba allí mismo, en el baile.
—Mi padre es maravilloso, ¿verdad? —Margaret captó su atención acercándose a ella.
—Sí, lo es —asintió Darcy con total sinceridad, aliviada de tener un entretenimiento que la apartara de la inquisitorial y fría mirada de Logan.
—Daniel y yo nos vamos a tomar una copa en la biblioteca antes de retirarnos. ¿Quieres venir?
Darcy negó con la cabeza.
—Ha sido una noche maravillosa, pero estoy realmente cansada —dijo—. ¿Por qué no se lo preguntas a Logan? Me parece que necesita una copa.
No se quedó a comprobar si seguían su sugerencia o no. Lo único que quería era salir de allí cuanto antes, y poder recogerse en la intimidad de su dormitorio.
Pero al llegar al pasillo principal se encontró con cuatro posibles caminos. No sabía cuál era el que llevaba a la torre norte donde se encontraba su alcoba.
— ¿Estás esperando a que Brice aparezca y te ofrezca acompañarte hasta su dormitorio? —dijo desde atrás una voz demasiado conocida.
Darcy se tensó.
¿Qué quería aquel hombre de ella? ¿Por quién la había tomado? ¿De verdad que la creía capaz de acostarse con él mientras su novia estaba allí?
—Solo trato de averiguar qué escalera es la que lleva a la torre norte —le dijo secamente.
—Es fácil —dijo él con un desagradable tono de autosuficiencia—. Esa es la escalera norte, esa la este, esa la sur...
—Entendido, Logan —lo interrumpió—. Perdóname por no haber sido nunca un boyscout.
Se volvió rápidamente, antes de que Logan pudiera ver las lágrimas que descendían por sus mejillas.
—Darcy...
— ¡Logan! Cómo me alegro de haberte encontrado. Te he buscado por todas partes.
La voz de Francesca Darwin le resultó a Darcy fácilmente reconocible. Corrió escaleras arriba con las piernas temblorosas.
—Pues estoy aquí —respondió Logan con dureza.
Darcy logró llegar al piso de arriba antes de que las fuerzas le flaquearan por completo. Se apoyó en la pared y dejó fluir su llanto.
Se quedó allí, incapaz de moverse, de ir a ningún lado.
—Solo quería decirte que ha sido un placer conocerte —le oyó decir a Francesca—. Ha sido una velada encantadora.
—Me alegro de que te lo hayas pasado bien —respondió Logan sin comprometerse.
Darcy se quedó desconcertada. ¿Qué quería decir con que había sido un placer «conocerlo»?
—Quizás nos volvamos a ver —dijo la mujer.
—Quizás —respondió él claramente impaciente.
Darcy dejó de escuchar la conversación. Recorrió el pasillo hasta su dormitorio. Entró, encendió la luz y cerró la puerta.
No entendía nada. Había pensado que Francesca Darwin era la acompañante de Logan. Pero, por lo que acababa de oír, no era así. Estaba confundida.
Si no estaba allí con ella, no estaba con nadie.
Entonces, ¿quién era la mujer de su vida?
Quizás dicha mujer no existiera. Había asumido que sí por que alguien lo había instado a cambiar de opinión respecto a la boda.
Pero, si no había otra mujer, ¿quién lo había convencido?