Ridge

Como no se ha presentado en mi cuarto, he deducido que no le apetecía mucho escribir letras esta noche, así que me he dicho «Vale, no importa».

Pero pasan unos minutos de las ocho y la luz de mi habitación ha parpadeado. No puedo ignorar el subidón de adrenalina que acabo de experimentar. Me digo que si mi cuerpo está reaccionando así es sólo porque me apasiona componer música, pero si ése fuera el caso, ¿por qué no siento el mismo entusiasmo cuando escribo letras en solitario? ¿O con Brennan?

Cierro los ojos, dejo la guitarra a un lado con suavidad y respiro hondo. Ya hace semanas que no compartimos estos momentos. Desde la noche en que me dejó oírla cantar, cosa que cambió por completo la dinámica de nuestra relación laboral.

Pero ella no tiene la culpa, claro. Ni siquiera sé si la tengo yo. Supongo que la culpa es de la naturaleza, porque la atracción es una bestia parda y tengo que dominarla como sea.

Puedo hacerlo.

Abro la puerta de mi habitación y me hago a un lado para que entre, cargada con su cuaderno y su portátil. Se acerca a la cama la mar de tranquila y se deja caer sobre el colchón. Luego abre el ordenador. Yo también me siento y abro el mío.

Sydney: Hoy no podía concentrarme en clase, porque lo único que me apetecía era escribir letras. Pero no me he permitido hacerlo, porque me salen mucho mejor cuando tú tocas. Lo echaba de menos. Al principio creía que no iba a gustarme porque me ponía nerviosa, pero la verdad es que me encanta escribir letras. Me encanta, me encanta, me encanta. Vamos allá, estoy lista.

Está sonriéndome y dando alegres palmaditas sobre el colchón.

Le devuelvo la sonrisa, me apoyo en el cabecero de la cama y empiezo con las notas iniciales de una canción nueva en la que he estado trabajando. Aún no la he terminado, pero espero adelantar mucho esta noche con la ayuda de Sydney.

Toco la canción varias veces y ella a ratos me observa y a ratos escribe. Utiliza las manos para indicarme que pare, que retroceda, que pase al siguiente estribillo o que vuelva a tocar la canción desde el principio. La observo atentamente mientras toco y seguimos protagonizando esta especie de danza durante más de una hora. Tacha mucho y va poniendo un montón de caras raras, cosa que me hace pensar que no se lo está pasando muy bien que digamos.

Al final se sienta y arranca la hoja del cuaderno para luego arrugarla y tirarla a la papelera. Cierra la libreta de golpe y mueve la cabeza de un lado a otro.

Sydney: Lo siento, Ridge. A lo mejor es sólo que estoy agotada, pero ahora mismo no me sale nada. ¿Te importa si lo dejamos para mañana por la noche?

Le respondo con un gesto afirmativo y me esfuerzo por ocultar mi decepción. No me gusta verla tan frustrada. Coge su portátil y su cuaderno y se encamina hacia su habitación. Antes, sin embargo, se vuelve y dice:

—Buenas noches.

En cuanto desaparece, salto de la cama y empiezo a rebuscar en la papelera. Encuentro la hoja arrugada, me la llevo a la cama y la aliso.

4

Mirándolo desde aquí,

tan lejano todavía,

lo quiero junto a mi corazón,

lo quiero aquí lo quiero.

Tal vez un día de estos mañana.

Hay frases al azar, algunas tachadas y otras no. Las leo todas para tratar de encontrarles un sentido.

Correría por él ti si pudiera ponerme en pie,

pero ya no tengo fe.

No puedo ser suya ahora,

¿por qué no me lleva lejos de aquí?

Al leer sus palabras, me siento como si estuviera invadiendo su intimidad. Pero… ¿es así? Técnicamente, estamos trabajando juntos, por lo que debería tener derecho a leer lo que escribe mientras lo hace.

Pero hay algo distinto en esta canción. Y me parece diferente porque no tengo la sensación de que hable de Hunter.

Más bien me parece que podría referirse a mí.

No debería estar haciendo esto. No debería estar cogiendo el teléfono en este preciso instante y, desde luego, no debería estar pensando en cómo convencerla para que me ayude a acabar la canción esta noche.

Yo: No te enfades, pero estoy leyendo la letra. Creo que ya sé por qué te sientes frustrada.

Sydney: ¿Podría ser porque se me da fatal escribir letras y en realidad sólo tenía dentro un par de ellas?

Cojo la guitarra y me dirijo a su habitación. Llamo y abro la puerta, suponiendo que aún está visible, pues no han pasado ni dos minutos desde que ha salido de mi habitación. Me acerco a la cama y me siento; cojo su boli y su cuaderno y dejo sobre este último la letra que ha escrito. Escribo una nota y se la paso:

No debes olvidar que el grupo para el que escribes las canciones está formado por tíos. Ya sé que no es fácil escribir desde un punto de vista masculino, porque está claro que no eres un hombre. Si dejas de escribir esta letra desde tu propio punto de vista y tratas de darle un enfoque nuevo, puede que te salga sola. A lo mejor te está costando porque sabes que la cantará un tío, pero los sentimientos salen de ti. Intenta darle la vuelta, a ver qué pasa.

Lee mi nota y luego coge el bolígrafo y se tumba en la cama. Me mira y señala la guitarra con un gesto de la cabeza, dándome a entender que quiere intentarlo. Me deslizo hasta quedar sentado en el suelo, coloco la guitarra en posición vertical y me la apoyo en el pecho. Cuando estoy trabajando en los acordes de un tema nuevo, me ayuda tocar de esta forma porque así percibo mejor las vibraciones.

Cierro los ojos, apoyo la cabeza en la guitarra y empiezo a tocar.