Ridge

Maggie se inclina hacia delante y me besa en la frente.

—Me tengo que ir.

Estoy tendido de espaldas, con la cabeza y los hombros parcialmente apoyados en el cabecero de la cama. Ella está sentada a horcajadas sobre mi regazo y me mira con cara de pena. Me molesta vivir tan lejos de ella ahora, pero al menos sirve para que el tiempo que pasamos juntos sea mucho más intenso. Le cojo las manos para que se calle y la atraigo hacia mí con la esperanza de convencerla para que no se marche aún.

Se ríe y sacude la cabeza de un lado a otro. Me besa, fugazmente, y enseguida se echa hacia atrás. Se aparta de mi regazo, pero no la dejo llegar muy lejos antes de abalanzarme sobre ella e inmovilizarla sobre el colchón. Le señalo el pecho.

—Quédate una noche más.

Me acerco un poco y le beso la punta de la nariz.

—No puedo. Tengo clase.

La cojo por las muñecas y le subo los brazos por encima de la cabeza; luego la beso en los labios. Sé que no se quedará una noche más. Nunca, en toda su vida, se ha saltado un día de clase a menos que estuviera tan enferma que no pudiera ni levantarse. En cierta manera, deseo que se encuentre un poquito mal ahora mismo, sólo para que se quede en la cama conmigo.

Le suelto las muñecas y voy bajando las manos por sus brazos hasta cogerle la cara. Luego le doy un último beso, antes de apartarme a regañadientes de ella.

—Vete. Pero ten cuidado. Y avisa cuando llegues a casa.

Asiente y se levanta de la cama. Se inclina por encima de mí para coger su camiseta. Luego se la pone. La observo mientras deambula por la habitación, recogiendo la ropa que antes le he quitado apresuradamente.

Después de cinco años saliendo, la mayoría de las parejas ya se habrían ido a vivir juntas. Pero la media naranja de la mayoría de la gente no es Maggie. Ella defiende su independencia con tanta fiereza que resulta casi intimidante. Sin embargo, es normal, teniendo en cuenta cómo le ha ido la vida. Desde que la conozco, cuida de su abuelo. Y antes de eso, se pasó buena parte de la adolescencia ayudándolo a él a cuidar de su abuela, que murió cuando Maggie tenía dieciséis años. Ahora que su abuelo está en una residencia de ancianos, Maggie tiene al fin la oportunidad de vivir sola mientras termina los estudios. Y aunque me gustaría mucho tenerla aquí conmigo, sé lo importante que es para ella la residencia. Así que el próximo año me tendré que aguantar mientras ella sigue en San Antonio y yo aquí, en Austin. Desde luego, no tengo la más mínima intención de abandonar Austin, y menos para ir a San Antonio.

A no ser que ella me lo pida, claro.

—Dile a tu hermano que le deseo buena suerte. —Está de pie junto a la puerta de mi habitación, lista para marcharse—. Y tienes que dejar de machacarte, Ridge. Los músicos también tienen bloqueos, como los escritores. Ya volverás a encontrar a tu musa. Te quiero.

—Yo también te quiero.

Sonríe y sale de la habitación. Me lamento, pues sé que intenta ser positiva con todo ese rollo del bloqueo del escritor, pero no puedo dejar de preocuparme por ello. No sé si es porque ahora Brennan depende mucho de esas canciones o porque me siento vacío, pero el caso es que las palabras no me salen. Y sin letras de las que me sienta seguro, es difícil estar a gusto con el lado musical de la composición.

Mi teléfono vibra. Es un mensaje de Brennan, cosa que sólo hace que aún me sienta peor por el hecho de estar atascado.

Brennan: Ya han pasado semanas. Por favor, dime que tienes algo.

Yo: Estoy en ello. ¿Qué tal la gira?

Brennan: Bien, pero recuérdame que no deje que Warren programe tantos conciertos en la próxima etapa.

Yo: Los conciertos son lo que da a conocer vuestro nombre.

Brennan: NUESTRO nombre. No voy a repetirte que dejes de actuar como si tú no formaras parte de esto.

Yo: No formaré parte si no consigo superar el puto bloqueo.

Brennan: A lo mejor tienes que salir más. Añadirle unos cuantos dramas innecesarios a tu vida. Romper con Maggie por el bien del arte. Lo entenderá. Las penas del corazón son buenas para la inspiración. ¿Es que nunca escuchas country?

Yo: Bien pensado. Le diré a Maggie que ha sido idea tuya.

Brennan: Nada que yo haga o diga haría que Maggie me odiara. Dale un beso de mi parte y ponte a escribir. El peso de nuestras carreras recae únicamente sobre tus hombros.

Yo: Capullo.

Brennan: ¡Ah! ¿Es rabia eso que detecto en tu mensaje? Aprovéchala. Ve a escribir una canción rabiosa sobre lo mucho que odias a tu hermano pequeño y luego envíamela. ;)x

Yo: De acuerdo… Te la mando cuando te lleves todos los trastos que todavía guardas en tu habitación. Puede que la hermana de Bridgette se venga a vivir aquí el mes que viene.

Brennan: ¿Conoces a Brandi?

Yo: No. ¿Debería?

Brennan: Sólo si quieres vivir con dos Bridgettes.

Yo: Mierda.

Brennan: Eso mismo. Hablamos luego.

Salgo de la conversación con Brennan y le envío un mensaje a Warren.

Yo: Tenemos que seguir buscando compañero de piso. Brennan dice que Brandi ni hablar. Dejaré que seas tú quien le dé la noticia a Bridgette, en vista de que os lleváis tan bien.

Warren: Pues vale, cabrón.

Me echo a reír y me levanto de la cama de un salto para dirigirme al patio con la guitarra. Son casi las ocho y sé que ella ya estará en su balcón. No sé muy bien hasta qué punto va a parecerle raro lo que me dispongo a hacer, pero al menos debo intentarlo. No tengo nada que perder.