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Conocía solo el ala este de la mansión donde había vivido encerrada esas semanas sin que nadie supiera sin embargo ahora sería la señora Cavendish, la nueva esposa de esa familia de la que se contaban tantas leyendas nefastas.
Malcolm tomó su mano y la guió al interior del salón principal donde aguardaban los sirvientes y sus familiares. Phoebe estaba tan nerviosa que apenas pudo retener los nombres. Eran un grupo numeroso; allí estaba su madre, lady Catherine: una dama delgada y de cabello blanco, escaso, recogido en un moño, sus ojos azules brillaban en el rostro pequeño, amable, frágil, su hermana la tía Elaine era una dama más alta y de aspecto orgulloso, los ojos oscuros y los labios apretados, su expresión se dulcificó ante la presencia de Malcolm, Phoebe supuso que era su favorito.
Este sonrió y la presentó como su esposa y nadie hizo preguntas, uno a uno la saludaron cordiales: sus dos hermanos menores gemelos; Elizabeth y Thomas, ambos de cabello oscuro y ojos cafés y sus primos más cercanos según supo después Andrew y Osvald, sus otros tíos y hasta su abuela, una dama de edad avanzada muy parecida a su madre estaba presente, todos observaban a la jovencita con diferentes expresiones.
Era hermosa, encantadora y afortunadamente no lucía tan esmirriada como algunas sino que tenía buenos huesos y buenas caderas, piel fresca, rosada y se veía muy saludable. Eso pensó la anciana y matriarca de la familia.
Phoebe se reunió con su esposo al anochecer, ocuparían la habitación nupcial como todos los herederos Cavendish por centurias. Una doncella nueva de cabello rojo y rostro pecoso entró para ayudarla con su vestido sin embargo él la expulsó, planeaba ayudarla con el baño y desnudarla por completo. Disfrutaba viéndola desnuda, acariciando su cuerpo, era su mujer, suya y adoraba cada curva…
Ella rió al sentir sus caricias, mientras se sumergía en la tina con agua de rosas y jabón, necesitaba un buen baño y lo necesitaba a él. La excitaba sentir sus miradas y sus manos…
—Sal del agua sirena o iré por ti—le ordenó de pronto mientras se quitaba el chaleco lentamente.
Ella rió y le tiró jabón, no, no iba a hacerle caso…
—Sal de allí—insistió él.
Phoebe no le hizo caso, el tono autoritario la sorprendió, ese Cavendish no tenía modales, ¿qué se creía? Además la erotizaba hacerlo rabiar un pelín… Enfurecerle, porque ardía como un loco por tenerla y ella se le escapaba, se le escurría porque estaba mojada y gritaba y reía sin parar.
Terminó empapado porque se metió en la tina para atraparla, furioso y excitado la atrapó y le dio un beso salvaje arrastrándola a la cama. Era hermosa, atrevida, desafiante, y no le gustaba que le desobedeciera, la pondría en su sitio: sabía bien cómo hacerlo.
—¡Suélteme salvaje Cavendish, me hace daño! —se quejó ella.
—Necesitas aprender obediencia muchacha, sabes que detesto eso, eres mi esposa ahora y no puedes siquiera pensar en desafiarme, ven aquí.
Su cuerpo lo volvía loco y lo besó atrapando su tesoro para deleitarse con él, el tiempo que quisiera. Phoebe chilló resistiéndose y entre forcejeos hundió su vara en su sexo sin que pudiera hacer nada. Ella también lo deseaba sin embargo no había dado su consentimiento y lloró furiosa, odiaba que la tratara así, no era su esclava ni él su amo. Él la miró con intensidad mientras la follaba como un demonio recordándole que era suya, que le pertenecía “soy tu marido ahora preciosa y te tomaré las veces que desee, quieras o no… Aunque tú siempre quieres, ¿no es así?
Ella se ruborizó con esas palabras, una mezcla de rabia y excitación la envolvieron, sí, tenía razón, siempre lo deseaba aunque nunca había sido así y le gustaba, quería que siguiera follándola así duro, salvaje, que la tomara como su esclava, su mujer… suya, y mientras su cuerpo estallaba en convulsiones sentía que él gemía y la llenaba con su simiente, la llenaba por completo y eso le daba un placer tan intenso que la hizo llorar.
“Bésame, por favor” le pidió. Él la miró con fijeza y de pronto sonrió susurrándole “suplícame preciosa”. Phoebe se estremeció, definitivamente ese hombre era el diablo, ¿qué pretendía? Sostuvo su mirada y sus ojos se llenaron de lágrimas, no le suplicó, jamás suplicaría un beso ni le suplicaría nada. Y ofendida le dio la espalda, le gustaba estar en la cama con él y aceptaba sus juegos, y el deleite de cada caricia aunque necesitaba ser besada mientras hacían el amor o después… Recibir más afecto, sentirse amada…
Él observó su gesto de niña enfurruñada y sonrió mientras acariciaba su espalda y la besaba con suavidad. Sabía ser muy tierno cuando quería, y suave también…
Ella se volvió y lo miró y él la besó, atrapó su boca y poco después su pubis, se moría por poseerla de nuevo, por hacerla sentir que le pertenecía, su mujer, su esposa, suya, para siempre…Y cuando Phoebe gimió desesperada y lo besó él sintió sus lágrimas recorrer sus mejillas y esa voz ahogada suplicándole un beso. Él sonrió satisfecho y la besó con una pasión salvaje, abrazadora mientras la tendía de espalda y probaba un juego nuevo…
Ella lo miró excitada y curiosa, ¿qué iba a hacer? Se preguntó y él volvió a besarla, a prepararla para una posesión nueva. “Tranquila, quédate así quieta, si es doloroso para ti no lo haré, no seguiré adelante, lo prometo” le susurró. Phoebe no estaba asustada, no sabía qué planeaba ni creía que… sus ojos brillaron cuando la abrazó por detrás y la penetró con mucha suavidad, le gustaba, era un demonio sensual y sabía volverla loca, empujarla al abismo del placer. Y ella quería complacerle, quería conocer la lujuria en todo su esplendor… No le dolía, le gustaba, estaba tan excitada que lo alentó a continuar, él atrapó su boca y la folló muy despacio sintiendo como todo su miembro entraba en su cuerpo y era devorado por este, fundidos, hacía tiempo que quería tener ese hermoso trasero redondo pero temía que se negara o que sintiera miedo. Se equivocaba, su esposa era una damisela ardiente que disfrutaba cada caricia y se entregaba a él sin reservas, dando todo de sí como ninguna mujer lo había hecho jamás… Dulce, ardiente, femenina, hermosa, era parte de su vida, de su cuerpo, de su alma… amante y apasionada, tan ardiente… la besó una y otra vez mientras estallaba en placer y la abrazaba con tanta fuerza, hasta casi perder el aliento.
Su noche de bodas, su gran noche de bodas, nunca imaginó que sería así, era afortunado…
******
Phoebe escribió a sus padres contándoles que estaba bien y que acababa de casarse con Malcolm Cavendish, de Coventor Manor. La historia era larga de contar y en resumen: él la había rescatado de un grupo de bandidos esa noche y luego de la horrible tragedia…
Su pulso tembló y se dijo que odiaba mentir, no deseaba hacerlo aunque sabía que debía escribir a sus padres para que supieran que estaba bien.
La respuesta fue una visita inesperada días después, de sus padres y la noticia corrió a mucha velocidad por el condado, la historia inverosímil de un intento de rapto y de la oportuna intervención del joven Cavendish.
Todos opinaron que era muy afortunada.
Sus padres se alegraron de verla pero se mostraron algo reservados con respecto a su matrimonio y a su yerno. No era lo que habían soñado para ella por supuesto, casi podía leer sus pensamientos.
No porque la familia no tuviera linaje ni posición, no era eso… Solo que había ciertas historias algo extrañas sobre los Cavendish.
El matrimonio había sido apresurado, su padre estaba disgustado por ello, eso le confesó su madre cuando dieron un paseo a solas por la propiedad.
—Phoebe, esa boda… Realmente querías casarte con ese joven o acaso…
Su madre se sonrojó incómoda. Temía que ese hombre la hubiera seducido o que esos bandidos… No quería ni imaginar el terror que vivió su hija cautiva de esos malnacidos. Malcolm la había ayudado a tramar esa mentira, no podía confesarles que había estado escondida en Coventor ni que… Su madre que era tan pacata habría sufrido terriblemente de haber sabido la verdad.
—Querida, tu padre dijo que debiste avisarnos, esa boda en Escocia celebrada con prisas… No fue correcto que lo hicieras por supuesto aunque… bueno, comprendo que no fue sencillo para ti. Ahora estás atada a ese Cavendish y eso me asusta un poco. Sabes que tienen mala fama, que no tratan muy bien a sus esposas y…
Phoebe contempló el paisaje desolado de la campiña y pensó que su marido era perfecto para ella; ardiente, sensual, lo único que le molestaba era cuando se ponía autoritario y le daba órdenes. Ella no toleraba recibir órdenes de nadie, y él no soportaba que ella le desobedeciera…
A pesar de que no fuera el esposo que siempre había soñado comprendía que…
La voz de su madre la despertó de sus pensamientos.
—Phoebe, realmente no logro entender por qué… Sir Edward era todo un caballero y morir así, qué tragedia y tú … ¿cómo pudiste casarte tan pronto con un Cavendish? La familia Bentham debe estar muy disgustada, ahora todos comentan esto y no es … de la mejor manera me temo.
Phoebe miró a la distancia. Sir Edward… Tenía la sensación de que habían pasado mil años desde ese accidente, sabía que alguien lo había matado o eso decía su madre. El caso siempre había sido algo confuso, y por una extraña razón nunca había hablado con Malcolm de lo ocurrido esa noche, no en profundidad… En ocasiones tenía sueños extraños y sentimientos confusos, recordaba sí que Edward la había besado y que había intentado seducirla, de forzarla…
—Hija, temo que esa familia venga a Coventor a hacerte preguntas, a querer saber la historia de esos bandidos. Tú fuiste la última que lo vio con vida y ellos siempre han dicho que fue una horrible venganza. Su primo Albert es ahora el heredero del señorío de Merton House.
Su madre parecía turbada, nerviosa, disgustada y de pronto le preguntó si su esposo y su familia la trataban con decoro y educación. Una pregunta extraña.
—Son muy amables conmigo mamá, y Malcolm también lo es.
Su madre se sonrojó al recordar a Phoebe con diez años espiando al joven Cavendish, aguardando impaciente su llegada. Nunca supo cómo el señor le había mandado a esa jovencita tan pícara y demasiado despierta para su edad. Debió darle una buena zurra cuando a los trece la encontró besándose con el hijo de un mozo de cuadra de quince años muy guapo llamado Alfred, y luego cuando descubrió que espiaba a los chicos en el río…
Lady Hillton tragó saliva, ella misma había sido quién la empujara a prometerse a sir Edward cuando su hermana solterona le confesó haber visto a Phoebe tendida en la hierba, besándose de forma muy atrevida con el joven Cavendish. Oh, ese Cavendish, esa historia del rapto era tan rara como la muerte repentina de su prometido. No quería pensar en ello ni… La pequeña Phoebe siempre había sido su debilidad, de pequeña siempre había sido dulce, obediente, tan alegre cantando canciones que ella le enseñaba, recitando sus oraciones y luego… Al crecer había cambiado, había cierta sombra de lujuria en ella heredada de aquella tía que tanto disgusto había causado a su pobre abuelo… Nunca entendería por qué de damas tan virtuosas a veces salían pequeñas desvergonzadas…
La dama se avergonzó de sus pensamientos, no quería llamar así a su niña, nunca había querido y aquel día se peleó a muerte con su hermana Gertrudis para defenderla, no era justo que llamaran así a su preciosa niña. Phoebe era hermosa, atrevida y ahora se había casado, era una dama decente y a salvo de los peligros del pecado de la carne. Fingía no saber nada, su marido ni siquiera lo imaginaba, en algún momento tuvo una sospecha demostrando su preocupación por lo mucho que había crecido su hija últimamente. Sí, los últimos meses no solo había engordado, eso era lo menos importante, lo peligroso eran los caballeros mirando esos cambios en su cuerpo: en sus caderas, en su escote y en la forma de caminar…
—Mami, deja de preocuparte, estoy bien… Quería casarme con Malcolm y pensé que jamás me lo pediría y cuando ocurrió esa desgracia…
Su madre no era tonta, una cosa era que fingiera serlo y fingiera creerse cada una de las patrañas que le decía su hijita más mimada y querida.
—Phoebe, pensamos que te habían vendido como una esclava, que estabas en América, alguien dijo haberte visto en Boston tiempo atrás… Y dijeron tantas cosas horribles sobre esa noche… Una venganza contra Bentham…
—Madre, no pienses esas cosas, soy feliz, y creo que casarme con sir Edward no habría sido tan acertado como todos creían.
Esas palabras alarmaron a su madre.
—¿Por qué lo dices? Era un hombre tan educado, de modales tan encantadores, rico, de excelente familia y jamás…
—Mamá, yo no lo quería, lo acepté porque tú insististe y porque él también insistió y confieso que al principio me sentí deslumbrada por sus atenciones. Y que luego… Es que era tan joven, tan inexperta y estos meses creo que he crecido deprisa.
Su madre guardó silencio, pensando que al menos ahora era la esposa de un hombre respetable, un Cavendish, jamás habría esperado una unión con Cavendish sabía que ahora tarde para lamentaciones, al menos no se había casado preñada o… En realidad sabía muy poco del asunto y se negaba a meditar demasiado.
La familia de su esposo organizó una cena en honor a sus padres y luego esperaban celebrar una pequeña recepción para los recién casados.
Esa noche Phoebe no se apartó de Malcolm y su madre pensó que parecían muy enamorados y eso le dio mucha tranquilidad, no había nada más triste que ver a dos recién casados distanciados o riñendo, o tratándose con una fría indiferencia. Ella lo había visto muchas veces, Meg su hija mayor, la pobre sufría tanto…
Sin embargo cuando lady Hillton abandonó la mansión las palabras de su esposo la disgustaron.
—Coventor: el cementerio de las novias… Nuestra hija ha perdido el sano juicio, su prometido murió y la familia Cavendish no deja de hablar de la fiesta que están organizando en honor a los recién casados. Y se casaron en Escocia como dos novios rebeldes! Esto no pudo ser peor querida!—se quejó.
Tenía razón, todo era una locura repentina, un sueño absurdo: su hija casada con un Cavendish, un tío suyo se había batido a duelo por el honor de su coqueta esposa que al parecer había hecho algo más que flirtear con un primo de la familia, luego ese pacto con el diablo y la muerte prematura de varias novias Cavendish… Una de ellas se había arrojado de lo más alto porque no soportaba las exigencias nocturnas de su marido, otra simplemente había muerto ahogada en un lago de la propiedad, y luego aquel suicidio de un patriarca hacía más de cien años. Morían jóvenes, o eso decían… Libertinos, jugadores, frecuentaban clubes y burdeles, locos, malvados, escandalosos y estaba también ese asunto de la maldición…
—Nuestra hija no pudo hacer una boda más desastrosa que esa Amalia—su marido volvió al ataque, rojo como un tomate mientras el carruaje avanzaba camino a White Flowers.—De veras que no. Tan hermosa, y tan boba, con un pretendiente como sir Edward… esto es un escándalo, tan terrible como si la hubieran secuestrado los indios del nuevo continente.
Sir Hillton estaba furioso y luego de soportar a esos Cavendish por más de cinco horas el pobre hombre sentía que iba a explotar.
—Has visto a la hermana de nuestro yerno? Esa chica no está muy bien de la cabeza. Tara hereditaria la llaman y lo más triste que eso se hereda…—insistió.
—Oh, Charles… Es muy triste, pero ¿qué podemos hacer?
“Nada en absoluto. Su hija estaba casada, la boda era perfectamente legal y sospechaba que el matrimonio se había consumado mucho antes… Conociendo a Phoebe… Pero no podía decirle sus sospechas a su pobre esposa, ella era tan inocente, tan buena, y siempre la había consentido. ¡Pues ahora todos sufrirían las consecuencias de las locuras de esa niña, todos, él también!” pensó sir Charles Hillton sombrío.