VIII
Estaba terminando de arreglarse, cuando oyó el timbre de la puerta.
Elyn se preguntó quién podría visitarla a una hora tan temprana. Se colocó la blusita amarilla y empezó a abotonársela a medida que cruzaba el salón.
Abrió la puerta y sonrió:
—¡Hola, Jake! De verdad que no lo esperaba.
—Se me ocurrió que tenía que decirle algo antes de que vaya al Banco —contestó él—. ¿Ha preparado, ya el cheque?
—Sí, lo tengo todo dispuesto, tal como me indicaban los secuestradores en su mensaje.
—Permítame, por favor.
Elyn le entregó la revista, en cuyo interior, sujeto por una tira de papel engomado, se veía el sobre. Jake sacó del bolsillo un objeto parecido a una ficha de dominó, pero de la cuarta parte de grosor y algo más pequeño, y la colocó bajo el sobre, pegándola a continuación con otra tira de papel engomado.
—¿Qué está haciendo? —preguntó ella.
—Es un emisor de señales de radio. Así podremos seguir al mensajero de los secuestradores… caso de que no la secuestren a usted también.
Elyn se sobresaltó.
—¿Cómo? ¿Piensa que pueden secuestrarme?
—No me extrañaría en absoluto, Elyn.
—¡Pero… eso es absurdo! En pleno día, delante de cientos de personas…
—Se sorprendería usted de lo sencillo que resulta realizar un rapto en las que se supone son las condiciones más adversas —dijo él tranquilamente. Sacó otro emisor del bolsillo y se lo entregó—: Coloque eso en su bolso, lo más disimulado que pueda. Si la raptan, podré seguirla con un detector.
Los ambarinos ojos de Elyn le contemplaron ansiosamente.
—¿Cree que… me harán algo…? —preguntó.
—No —respondió él, a sabiendas de que mentía—. Sólo les interesa usted.
—Pero…
—Ya le explicaré en otro momento; ahora tiene que irse. —De repente, la miró de arriba a abajo y frunció el ceño—. ¿Con ese vestido?
Ella se enfadó.
—¿Qué tiene de malo ese vestido? —preguntó—. Está a la última moda…
—No lo dudo, pero cada ocasión del día tiene sus requisitos de indumentaria y usted va a un Banco, no lo olvide; no va a tomar el aperitivo en una terraza de moda o se dirige a la playa. Cámbiese de vestido, si quiere el consejo de un experto terrestre.
—¿Ha sido usted modisto? —le preguntó ella irónicamente.
Jake se dirigió hacia la puerta.
—Haga lo que quiera —respondió.
Elyn corrió hacia él.
—Por favor, Jake, no se enoje conmigo —dijo.
Jake la miró y contempló sus enormes ojos, que le contemplaban con expresión de súplica. Luego acarició la mano que se apoyaba en su brazo.
—Uno no se enoja jamás con una chica bonita —contestó.
Elyn sonrió hechiceramente.
—Gracias, Jake. ¿Sabe?, la mejor idea que tuve fue haber ido a buscarle… y todo ello, porque nos encontramos en el apartamiento de Tkimos-30.
—Por cierto —dijo él—, aún no me ha dicho qué iba a hacer allí.
—Sencillamente, preguntarle por mi tía. Ella y Tkimos-30 eran grandes amigos. Le parecerá extraño, pero Dikreia-11 era una gran aficionada a la Historia Pangaláctica.
—Comprendo. Bueno, dese prisa; no vaya a llegar tarde al Banco.
Elyn corrió hacia su tocador.
—¡Me cambiaré de vestido en un minuto, ya lo verá!
—¡Pues sí, voy a verlo! —dijo Jake, sumamente satisfecho.
El minuto se multiplicó por diez y a Jake no le pareció un tiempo excesivo. Si Elyn estaba bonita con el vestido amarillo, con aquel de color rosa fuerte, de corte más clásico, resultaba sumamente favorecida.
Elyn dio un par de vueltas por la estancia.
—¿Qué le parezco? —preguntó, mirándole con gran simpatía.
Jake se dirigió hacia la puerta.
—No se puede expresar con palabras —contestó, ya con la mano en el picaporte.
—Aguarde —rogó ella.
Jake esperó en el mismo sitio. Elyn se le acercó y le puso los brazos al cuello.
—No soy una chica frívola —murmuró—. Compréndalo cuando le pida que exprese lo que le parezco… de la mejor forma que le parezca a usted.
—Sólo hay una —contestó él, inclinándose para besarla.
* * *
Jake llegó a casa de Douglas en un estado cercano al éxtasis.
—¡Vamos! —gritó—. ¡Prepara tu cronotrasto!
Douglas le miró socarronamente.
—¿Ha ido todo bien? —preguntó.
—Estupendamente…
—Sí, se te nota en los labios. Anda, límpiatelos.
Jake sacó un pañuelo y se lo pasó por los labios.
—Bueno, Elyn es joven y bonita…
—Y tú eres joven y apuesto. Lo cual suman uno y uno: dos. Cuando quieras, Jake.
Los dos hombres entraron en él cronomóvil. Douglas cerró la portezuela y ajustó los controles.
Segundos después, ponía en funcionamiento el dispositivo de traslación espacial, a la vez que graduaba los mandos para llegar al lugar del encuentro de Elyn con el secuestrador a la hora señalada.
De pronto, Jake lanzó un grito.
El joven notó una especie de sacudida eléctrica en su interior y perdió el conocimiento. Su cabeza se apoyó en el respaldo del asiento y cerró los ojos.
Su desvanecimiento duró apenas unos segundos. Casi en seguida volvió a la normalidad.
—He sentido como si alguien entrara dentro de mí —murmuró pensativamente—. Otro ser…
—Otro Jake —dijo Douglas.
El joven miró a su amigo.
—Tienes razón —contestó.
—La paradoja ha terminado —afirmó el científico—. Tú y tu otro yo habéis seguido durante algún tiempo líneas temporales distintas, siendo uno mismo. ¿A que ahora recuerdas con toda claridad lo que os ocurrió a uno y a otro?
—Sí, es cierto —declaró Jake, admirado—. Por ejemplo, la pelea en mi despacho, después de que el tonto de Öpp metiese la pata, tu confusión…
—Yo me traje a un Jake, el número I, con la mente de Jake II, el cual vestía un traje gris fuerte. Después, cuando decidimos regresar al momento en que estaba terminando de reparar la avería, el que estaba conmigo en el cronomóvil era el Jake II, vestido de azul. De haber seguido hacia atrás en el tiempo, hubiera resultado que no me confundí al recogerte cuando estabas desvanecido.
Jake asintió pensativamente.
—Y por eso, nuestra conversación, la segunda vez, resultó enteramente distinta. ¡Claro! Y cuando hablé con Elyn para indicarle que colocara el emisor de señales, le dije que no me gustaba el vestido amarillo.
—Y ella se lo cambió por un vestido de color rosa y así la vimos la segunda vez, porque seguimos una línea temporal distinta.
Jake miró a su amigo con expresión aterrada.
—¡Pedrito! ¡Y si ahora seguimos una tercera línea?
Douglas meneó la cabeza.
—No Jake I y Jake II han confluido en una sola persona y ahora siguen la misma línea temporal, que es la auténtica, la que realmente corresponde al momento en que salimos del cronomóvil después de la avería.
—Entiendo. Como el que salió la primera vez no era yo, aun siendo yo, por eso seguimos otra línea.
—Justamente. Pero ahora se ha corregido la paradoja… lo cual no significa que si volvieses de nuevo al despacho, no acabases caminando por una tercera línea.
—¡Sería una locura! —se estremeció Jake.
—Ahora comprenderás porque no quería que vinieses en el cronomóvil. Y no te dejaré ir hacia atrás en el tiempo, en ninguna acción en la que hayas intervenido.
Jake se echó hacia atrás y rompió a reír.
—Ni yo lo querría —exclamó alegremente.
—¿Por qué? —se extrañó el científico.
—Imagínate que voy a ver a Elyn y le digo que se ponga un vestido verde. Luego, al despedirnos, en lugar de darme un beso, podría darme una bofetada.
Douglas meneó la cabeza.
—Eres único —murmuró.
Llegaron al banco. Esta vez, Elyn tenía puesto el vestido de color de rosa y el rapto se realizó en idénticas circunstancias a las que habían rodeado el rapto cuando llevaba puesto el vestido amarillo.
—Bien —dijo Douglas—, ¿y ahora?
—Nos volvemos a mi casa. Allí tengo el detector y… créeme, podríamos seguir a Elyn aunque estuviese en los antípodas.
* * *
Peter Douglas protestó airadamente cuando su amigo le dejó en tierra.
—Después de todo lo que he hecho por ti, ahora que viene lo más interesante…
—Pedrito, es posible que ahora haya leña —contestó Jake—. No quiero que te ocurra nada. Si te pasara algo, ¿quién manejaría luego el cronomóvil?
—Ah, pero, ¿es que piensas utilizarlo más veces?
—Si es necesario, sí, aunque yo no vaya en él. Pero necesitaré tus informes, ¿comprendes?
Douglas intentó quemar su último cartucho.
—Bueno, tú rescatas a la chica, pero yo puedo rescatar a la tía y… Soy un solterón, ¿sabes?
—Es más fea que Picio y más vieja que Matusalén —cortó Jake las ilusiones de su amigo.
Un minuto después, embarcaba en el gravimóvil. Se elevó hasta el canal de máxima cota y puso en funcionamiento el detector.
Los pitidos del emisor de señales llegaron a la cabina fuertes y claros. Jake orientó el aparato con el punto de máxima intensidad y voló en la dirección indicada.
No le extrañó en absoluto saber que Elyn estaba fuera de la aglomeración urbana. Ciudad Capital era una megápolis que ocupaba millares de kilómetros cuadrados. Pasó largo rato antes de que, al fin, las señales auditivas se hicieran luminosas.
Primero fue un leve chispazo en una de las lámparas del cuadro de mandos, que tardó algunos segundos en reproducirse. Un minuto después, los chispazos se producían con la frecuencia de uno por cada dos segundos.
Finalmente, el pitido se hizo continuo y la lamparita dejó de oscilar. Entonces supo Jake que había llegado a la vertical del punto donde estaba Elyn.