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Ella se dio cuenta de lo enfadado que estaba al ver lo tensas que tenía las mandíbulas.

«No abras la boca», pensó.

«Por favor, Patrik, no abras la boca».

—Anna, esto tiene que acabar. En Estocolmo sólo he oído cosas buenas de ti, pero la manera en que se ha llevado esta investigación… No sé qué decir. Tengo que dar la razón a esa periodista, es más que cuestionable. Esta tarde nos sentaremos tú y yo para repasar todo como es debido. Ya no puede haber más fallos.

Apartó la mirada de la carretera y la miró directamente a los ojos.

—¿Entiendes lo que te digo? Ni tú ni tu jefe parecéis capaces de llevar una investigación. Casi me estáis obligando a ponerme en contacto con algún superior, lo cual sería realmente lo último que me gustaría hacer.

Anna cerró los ojos y asintió justo en el momento en que Patrik Morrelli entraba en la calle Livboj. Cuando volvió a abrirlos vio cómo su jefe hundía a Klas Hjort contra la pared de ladrillo amarillo. Abrió la puerta y salió corriendo del coche.