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JUEVES, 7 DE ENERO DE 2010
—Venga, esclavos. Vamos a ver si podemos despachar la reunión matinal un poco rápido, que tengo que ir al dentista.
Sven Lindgren leyó en voz alta lo que acababa de escribir, fotocopiar y repartir alrededor de la mesa.
—Sí, ya lo veis vosotros mismos en las copias que tenéis delante. Lottie, es la prueba de selección para «Tú sí que vales» en el Commerce, a las cinco; Almliden, la Asociación Nacional de Pensionistas celebra su reunión anual en sus locales de la calle Skol, a las once; e Ing-Marie, el ayuntamiento debatirá hoy el nuevo convenio con los dentistas dentro de una hora en la sala de plenos. No estaría mal que pudieras obrar un milagro allí, porque estoy algo preocupado por la próxima factura de mi dentista…
—No.
Sven Lindgren levantó sorprendido la vista del papel y miró directamente a Ing-Marie Andersson.
—¿Perdón?
—He dicho que no.
Su voz sonó más aguda que de costumbre.
—No voy a hacer milagros. Es más, hoy ni siquiera voy a encargarme del nuevo convenio del ayuntamiento con los dentistas. He decidido concentrarme en lo que va a ser mañana la noticia del día, tal vez la noticia del año.
Julia miró alucinada a su colega diez años mayor que ella. En todo el tiempo que habían trabajado juntas nunca se había envalentonado de esa manera.
Ing-Marie Andersson estaba radiante. Esbozó una sonrisa tan amplia que hasta enseñó un poco las encías de la mandíbula superior.
Julia trató de recordar cuándo había sonreído últimamente de ese modo la reportera criminalista, pero enseguida desistió del intento de escarbar tan profundo en su memoria. Fuera lo que fuese lo que tenía que decir, resultaba fascinante ver tanta pasión en su mirada, por lo general malhumorada.
Sven Lindgren clavó la mirada en su colega. También él estaba manifiestamente sorprendido por su súbita impertinencia.
—Sí, Ing-Marie.