VIII. De los acreedores

RECORDARÉIS SIN DUDA una comedia titulada: Desorden y genio[12]. Que el desorden a veces haya acompañado al genio, prueba solamente que el genio es terriblemente fuerte; desgraciadamente, este título hace suponer a muchos jóvenes que más que una coincidencia se trata de una necesidad.

Dudo mucho que Goethe tuviese acreedores; el propio Hoffmann[13], el desordenado Hoffmann, preso de necesidades más frecuentes, aspiraba sin tregua a arreglárselas, y murió en el momento en que una vida más larga permitía a su genio un desarrollo más radiante.

Nunca tengáis acreedores; haced, si queréis, como que los tenéis, es todo lo que puedo permitiros.