V. De los métodos de composición
HOY EN DÍA es forzoso producir mucho; es fundamental ir rápido; es preciso pues acelerar el paso lentamente; es imprescindible que todos los golpes acierten y que ninguna acometida sea inútil.
Para escribir rápido es necesario haber reflexionado mucho, acarrear con un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, incluso en casa de la querida.
E. Delacroix[8] me dijo un día: «El arte es algo tan ideal y fugitivo, que las herramientas nunca son las apropiadas, ni los medios lo bastante expeditivos». Como en la literatura; no soy partidario de la tachadura; emborrona el espejo del pensamiento.
Algunos, y de los más distinguidos y conscientes —Édouard Ourliac[9], por ejemplo— comienzan cargando mucho el papel; lo llaman cubrir el lienzo. Tras esta operación confusa que pretende no deshacerse de nada, cada vez que reescriben, amplían y desbrozan. El resultado puede ser excelente, aunque abuse del tiempo y del talento. Cubrir el lienzo no es llenarlo de colores, es bosquejar en frottis[10], es disponer unas masas en tonos ligeros y transparentes. El lienzo debe estar cubierto, en espíritu, en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título.
Se dice que Balzac recarga sus originales y pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa desde entonces por una serie de génesis, donde se dispersa no solamente la unidad de las frases, sino también de la obra. Es sin duda este mal método el que da a menudo al estilo no sé qué de difuso, de atropellado, de borrador, el único defecto de este gran historiador.